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Authors: Douglas Preston

Tags: #Techno-thriller, ciencia ficción, Intriga

Blasfemia (32 page)

—Ponlo por el altavoz —ordenó Morton.

El teléfono sonó cinco, diez, quince veces.

—Ya está bien —dijo Morton, mirando a Lockwood fijamente.

Después se volvió hacia el presidente—. Si me permite el consejo, señor presidente, yo trasladaría la reunión a la sala de crisis; intuyo que nos espera una noche muy larga.

Lockwood se quedó mirando el gran sello en la alfombra. Parecía todo tan irreal… ¿Sería posible que también hubieran convencido a Ford?

45

Hazelius estaba tendido en el suelo de linóleo. Ford corrió hacia él, seguido por el resto del equipo. Se arrodilló y le buscó el pulso en el cuello. Era fuerte, rápido y constante. Kate le cogió la mano y se la acarició.

—¿Gregory? ¿Gregory?

—Que alguien me dé una linterna —dijo Ford. Wardlaw le acercó una. Ford abrió uno de los párpados de Hazelius e iluminó la pupila, que se contrajo mucho. —Agua.

Le pusieron en las manos un vaso de poliestireno. Sacó su pañuelo, lo mojó y se lo pasó a Hazelius por la cara. Los hombros del científico se movieron un poco. Después abrió los ojos y miró a su alrededor con alarma y confusión.

—Qué…?

—No pasa nada —le tranquilizó Ford—. Te has desmayado, pero ya está.

Hazelius paseó una mirada estupefacta por la sala, hasta que sus ojos empezaron a indicar que se acordaba, y quiso incorporarse.

—No te esfuerces —le aconsejó Ford, impidiéndoselo—. Espera a que tu cabeza se despeje.

Hazelius se tumbó, mirando al techo.

—Dios mío… —gimió—. No puede ser verdad. No puede estar pasando.

El ambiente estaba muy cargado, con un fuerte olor a aparatos electrónicos calientes. El
Isabella
se quejaba; era un ruido que llegaba de todas partes, como si fuese la propia montaña la que se lamentaba.

—Ayudadme a sentarme en mi sillón —pidió Hazelius, sin aliento.

Kate le cogió un brazo, y Ford el otro. Le levantaron y se lo llevaron al centro del Puente, a la silla del capitán.

Cogido a los brazos del sillón, Hazelius miró a su alrededor. Ford nunca le había visto los ojos de un azul tan inquietante.

Edelstein preguntó con virulencia:

—¿Era verdad? Lo de los nombres. Tengo que saberlo.

Hazelius asintió.

—Alguna explicación habrá, lógicamente… Sacudió la cabeza.

—Está claro que se lo contaste a alguien —dijo Edelstein—. Alguien se enteró. —No.

—Quizá el médico que le dijo a tu mujer que estaba embarazada oyó los nombres.

—Se hizo la prueba en casa —dijo Hazelius con voz ronca—. Nos enteramos… una hora antes de que muriera.

—Pues entonces llamó a alguien por teléfono; a su madre, por ejemplo.

Otro gesto enérgico con la cabeza.

—Imposible. Estuve todo el rato con ella. Hicimos juntos la prueba, hablamos de los nombres y ya está. Sesenta minutos. No fuimos a ninguna parte, ni hablamos con nadie. Estaba tan contenta… Fue lo que provocó la rotura del aneurisma; el sentimiento de felicidad por la noticia le aumentó muchísimo la tensión. Hemorragia cerebral.

Algún truco tiene que haber —insistió Edelstein.

Chen sacudió la cabeza, creando un remolino en su melena negra.

—Alan, los datos salen del agujero en el espacio-tiempo. No proceden de ningún punto del sistema. Les he seguido la pista varias veces. He apagado los procesadores de cada detector y he hecho todo lo que se me ocurría, pero es verdad.

Hazelius respiró entrecortadamente.

—Me ha leído el pensamiento. Igual que a Kate. No hay vuelta de hoja, Alan. No podía saberlo de ninguna manera. Sea lo que sea, conoce nuestros pensamientos más íntimos.

Nadie se movía. Ford intentó entenderlo, buscar una explicación racional. Edelstein estaba en lo cierto: tenía que haber algún truco.

Las siguientes palabras de Hazelius fueron serenas y prácticas.

—La máquina está funcionando sin que la controle nadie. Todos a vuestros puestos.

—¿No vamos a… apagarla? —preguntó Julie Thibodeaux con voz temblorosa.

—En absoluto.

El
Isabella
seguía en piloto automático, zumbando con una potencia eléctrica descomunal. Las pantallas estaban llenas de nieve. Los detectores entonaban su extraña canción. Los aparatos electrónicos chisporroteaban, como si la tensión de los científicos se hubiera transmitido al ordenador, forzando hasta el límite a la máquina.

—Alan, tú vuelve a los p5 y comprueba que todo siga estable. Kate, quiero que hagas unos cálculos sobre la geometría del agujero en el espacio-tiempo. ¿Adonde va? ¿Dónde desemboca? Melissa, tú ponte a trabajar con Kate, y céntrate en la nube de datos. Analízala en todas las frecuencias y descubre qué demonios es.

—¿Y el malware? —preguntó Dolby, como si la situación le superara.

—Pero ¿no lo entiendes, Ken? No hay ningún malware.

Dolby puso cara de estupefacción.

—¿Crees que es… Dios?

Hazelius le miró a los ojos, inescrutablemente.

—Creo que el
Isabella
se está comunicando con algo real. Sobre que sea Dios o no, al margen de lo que signifique esa palabra, aún no tenemos bastantes datos. Por eso tenemos que seguir.

Ford miró a su alrededor. Aún no habían digerido del todo la impresión. A Wardlaw le caía el sudor por la cara. Kate y St. Vincent estaban mortalmente pálidos.

Cogió la mano de Kate.

—¿Te encuentras bien?

Ella sacudió la cabeza. .

—No estoy segura.

Hazelius habló con Dolby.

—¿Cuánto tiempo podemos seguir?

—Es peligroso mantenerlo a la máxima potencia.

—No te he preguntado si era peligroso. Te he preguntado cuánto tiempo.

—Dos o tres horas.

—Un momento —intervino Innes—, no nos precipitemos. Tenemos que pararnos a pensar qué ha sucedido. Esto… no tiene precedentes.

Hazelius se colocó delante de él.

—George, si a ti te hablara Dios ¿le dejarías con la palabra en la boca?

—¡Vamos, Gregory! ¡No puedes creer de verdad que estemos hablando con Dios!

—Te lo he preguntado en condicional.

—Me niego a responder a hipótesis absurdas.

—George, si nos hemos puesto en contacto con algún tipo de inteligencia universal, no podemos darle la espalda. La oportunidad está aquí y ahora. No durará mucho.

—Esto es una locura —dijo Innes débilmente.

—No, George, no es ninguna locura. Nos ha dado la prueba que le pedíamos. Dos veces. Si es o no Dios, no lo sé, pero sé que pienso montarme en este tren hasta la última estación. —Echó una mirada encendida a su alrededor—. ¿Estáis conmigo?

El canto del
Isabella
llenaba la sala. Las pantallas parpadeaban. Nadie dijo nada, pero Ford leyó un sí en todas las caras.

46

En el dormitorio trasero de su caravana Oakwood, el pastor Russell Eddy cerró su Biblia y la dejó sobre una de las pilas de libros a punto de caerse que llenaban el escritorio. Después las apartó del iMac hibernado para tener espacio para trabajar, y despertó a la máquina; el monitor bañó la habitación de una fría luz azul. Eran las nueve de la noche.

Se sentía más lúcido que nunca. Dios había contestado a sus plegarias. Le había indicado exactamente qué hacer.

Estuvo unos minutos pensativo, mirando la pantalla vacía. Por fuera, su cuerpo estaba quieto, pero por dentro el celo del Espíritu Santo hacía palpitar su corazón. Si había acabado al frente de una misión dejada de la mano de Dios, era por algo. Si Lorenzo había muerto, era por algo. Dios le había designado a él, Russell Eddy, como centinela de aquel lugar; le había elegido para un papel crucial en el Final de los Tiempos que se avecinaba.

Permaneció media hora más casi inmóvil, reflexionando intensamente en la carta que tenía que escribir. Redactó mentalmente hasta la última palabra, con una claridad y una agudeza sobrenaturales.

Ya estaba preparado. Inclinó la cabeza, rezó un poco y apoyo los dedos en el teclado del ordenador.

Amigos míos en Cristo:

Esta noche muchos habréis visto el programa
América: mesa redonda
, presentado por el reverendo Don T. Spates. Le habréis oído hablar del proyecto
Isabella
, y habréis oído que el reverendo Spates se refería a una fuente secreta, un «cristiano devoto que está allí», y que es de quien ha obtenido la información.

Esa fuente secreta soy yo. Dios me ha pedido que os revele lo que sé. Cómo lo uséis, es algo entre vosotros y el Señor.

Me llamo Russell Eddy y soy pastor de la misión Reunidos en tu Nombre de la reserva india navajo. Es una misión cristiana muy modesta, perdida en el desierto de Arizona, al pie de Red Mesa, a menos de veinte kilómetros del proyecto
Isabella
.

Amigos, os traigo una noticia; una noticia extraordinaria, terrorífica y al mismo tiempo jubilosa. En el mismo momento en el que escribo este e-mail, se está produciendo lo que los cristianos esperan desde hace dos mil años.

Ha llegado el Final de los Tiempos. Esta noche será la del Apocalipsis y el Arrobamiento
. Lo que leísteis en la serie Left Behind ya no es ficción, sino realidad; realidad inmediata.

Ya sé que a muchos os suenan mis palabras. Más de un falso profeta ha hecho el mismo anuncio, y es normal que seáis escépticos. Lo único que os pido es que me escuchéis hasta el final. «El que tenga oídos para oír que oiga.»

No cometáis el error de borrar este e-mail, ya que podríais perder vuestro lugar a la diestra de Jesucristo el día del Juicio Final. Leed lo que tengo que decir, rezad y decidid.

Empezaré por dos anuncios. Este es el primero:
El Anticristo está entre nosotros. Yo le he conocido
. He hablado con él, y existe de verdad. Después de mucho tiempo, sus planes están llegando a puerto. Dios es testigo de que se quitó la máscara ante mis propios ojos, revelándose.

Mi segundo anuncio todavía es más importante:
Ha llegado el Apocalipsis. Empezará esta misma noche
.

No os lo creéis, y es natural. ¿Qué dices? ¿Que ha llegado el Apocalipsis? ¿Ahora? ¿Con mis hijos durmiendo en el piso de arriba? ¡Imposible! Pero pensad en lo que dijo el apóstol san Mateo: «En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre». Pues ha llegado ese momento. Aquí está. Es ahora.

Voy a daros una prueba de lo que digo. La clave está en el Apocalipsis, 13,1, y en otros pasajes cercanos.

«Y vi surgir de la arena del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos.»

La arena es el desierto de Arizona. El
Isabella
tiene exactamente siete leguas de diámetro. Cuenta con diez detectores cada uno de los cuales registra diez partículas distintas. Algu-nos de los detectores incluso se llaman «cuernos». Si creéis que me lo invento, entrad en la página web del
Isabella
www.the
Isabella
project.org, y lo encontraréis todo ahí.

«El Dragón le dio su poder y su trono y gran poderío.»

¿Y quién es el Anticristo que está al frente de todo esto?
Se llama Gregory North Hazelius
. Es el hombre que presentó el proyecto
Isabella
, que recibió el dinero para construirlo, y que ahora lo dirige.
The New York Times
le presentó como «el hombre más inteligente del mundo». El propio Hazelius ha presumido de muchas cosas. Una vez declaró: «Todo el mun-do está por debajo de mí intelectualmente», y a los demás seres humanos les dijo: «Sois unos imbéciles». Exacto, amigos míos. Pero ahora se ha revelado su auténtica naturaleza: Gregory North Hazelius es el Anticristo. ¿No me creéis? Pues yo le he conocido; he hablado cara a cara con él, y he oído sus blasfemias. Le he oído vomitar bilis acerca de nuestro Salvador y tachar a los cristianos de «insectos» y «bacterias». Pero no me creáis a mí, sino a la Biblia. Este es otro pasaje del Apocalipsis, 13.

«Y se postraron ante la Bestia diciendo: "¿Quién como la Bestia? ¿Y quién puede luchar contra ella?". Le fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias … y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios; para blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo.»

Tal como habéis oído en
América: mesa redonda
, la maquina
Isabella
pretende ser Dios. Pero no están hablando con Dios, amigos míos. Están hablando con Satanás.

«¡Ay de la tierra y del mar! Porque el Diablo ha bajado donde vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo.»

Satanás está arrinconado. Se revuelve por última vez, y nunca ha sido tan peligroso como ahora.

Me preguntaréis: ¿Y las pruebas? Escuchad y las oiréis
.

Leed estas palabras, tomadas directamente de la página web del proyecto
Isabella
: «Al máximo de su potencia, el
Isabella
recrea en CCero la temperatura del universo tal como era en la primera millonésima de segundo del Big Bang, una temperatura de más de un billón de grados Fahrenheit». Y ahora leed el Apocalipsis, 13,13.

«[La bestia] realiza grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del cielo a la tierra.»

Se cumple una vez más la profecía del apóstol san Juan.

He aquí otra cita de la página web del proyecto
Isabella
: «El superordenador que controla el
Isabella
es la calculadora más potente del planeta. Alcanza una velocidad de quince pentaflops (quince mil billones de cálculos por segundo), acercándose así a la velocidad estimada del cerebro humano». Y ahora comparadlo con el Apocalipsis:

«Se le concedió [al Anticristo] infundir el aliento a la imagen de la Bestia, de suerte que pudiese incluso hablar la imagen de la Bestia y hacer que fueran exterminados cuantos no adoraran la imagen de la Bestia».

¿Os iréis tranquilos esta noche a la cama sabiendo que os matará el Anticristo?

Para acabar, amigos míos, cito el último pasaje del Apocalipsis, las palabras en torno a las que gira la visión del apóstol san Juan:

«Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia: pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666».

Así nos dice la Biblia que reconoceremos al Anticristo, por el número 666. El primer idioma del apóstol san Juan era el hebreo. Sabía que todas las letras hebreas tienen un equivalente numérico. La gematría es la búsqueda de números ocultos en un nombre o texto hebreos. Veamos qué ocurre si aplicamos la gematría al
Isabella
y a su emplazamiento, Arizona. Si convertimos las letras romanas en sus equivalentes hebreos, y a cada letra hebrea le asignamos su equivalente correcto, el resultado es el siguiente:

A
Alef
1
R
Resh
200
I
Yod
14
Z
Shin
300
O
Ayin
100
N
Nun
50
A
Alef
1
Total
666

¿Aún no me creéis? Pues mirad esto:

I
Yod
14
S
Shin
300
A
Alef
1
B
Bet
2
E
He
88
L
Lamed
130
L
Lamed
130
A
Alef
1
Total
666

Amigos míos, ¿no es la prueba que esperábamos?

Y ahora leed este pasaje del Apocalipsis: «Los convocaron en el lugar llamado en hebreo Armagedón».

Armagedón es donde Satán planta cara por última vez al rey designado por Dios, Jesús. La palabra Armagedón deriva de los términos hebreos Har Megido cuyo significado es «montaña de Megido»; pero nunca se ha encontrado esta «montaña» en Tierra Santa, y en realidad la palabra «Megido» no es más que una forma antigua de la palabra hebrea que significa tierra de color rojo. Como veis, por lo tanto, en el Apocalipsis la palabra «Armagedón» se refiere a un lugar llamado «Montaña Roja». Amigos míos, el proyecto
Isabella
está situado en un lugar de Arizona llamado Red Mesa. Los indios navajos lo llaman Dzilth Chíí, que en idioma navajo significa literalmente «Montaña Roja», es decir, Armagedón.

He aquí las pruebas, amigos. Ahora la pelota está en vuestro tejado. ¿Qué haréis con esta información? Acaba de producirse el momento decisivo de vuestra vida como cristianos,
AHORA MISMO
, mientras leéis este e-mail.

¿AHORA QUÉ HARÉIS?

¿Os quedaréis en casa? ¿Vacilaréis, pensando si no soy un loco de tantos? ¿Os quedaréis sentados delante del ordenador, sin saber dónde está Red Mesa, ni cómo llegar en plena noche? ¿Optaréis por dejarlo para mañana? ¿Esperaréis una prueba, una señal?

¿O bien responderéis ahora mismo al llamamiento, y os convertiréis en soldados de la infantería de Dios? ¿Lo dejaréis todo
ahora mismo
, os levantaréis del ordenador ahora mismo, saldréis de casa y vendréis a Red Mesa para uniros a mí en «la gran batalla del Gran Día del Dios Todopoderoso»? ¿Combatiréis
ahora mismo
junto a mí, hombro con hombro, como hermanos en Cristo, en la batalla final contra Satanás y su Anticristo?

DE VOSOTROS DEPENDE
.

En Cristo,

Pastor Russ Eddy,

Misión Reunidos en tu Nombre,

Blue Gap, Arizona

El original de este e-mail fue enviado el 14 de septiembre a las 9.37 PM MDT.

MANDAD ESTE E-MAIL A TODOS VUESTROS AMIGOS CRISTIANOS. LUEGO, ID A RED MESA Y UNÍOS A MÍ.

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