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Authors: Friedrich A. Hayek

Tags: #Ensayo, Filosofía, Otros

Camino de servidumbre (36 page)

[74]
The Spectator
, 12 de abril de 1940, pág. 523.
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[75]
Economic Journal
, 1915, pág. 450.
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[76]
Especialmente cuando consideramos la proporción de antiguos socialistas que se han hecho nazis, es importante recordar que el verdadero significado de esta proporción sólo se ve si la referimos, no al número total de los antiguos socialistas, sino al número de aquellos cuya conversión no se hubiera hecho imposible, en todo caso, por su ascendencia. En efecto, uno de los rasgos sorprendentes de la emigración política proceden te de Alemania es el número relativamente pequeño de refugiados de izquierdas que no son «judíos», en el sentido alemán de esta palabra. Con demasiada frecuencia hemos oído elogios del sistema alemán prefaciados por alguna afirmación como la que iniciaba en una reciente conferencia la enumeración de las «características de la técnica totalitaria de movilización económica, sobre las que sería bueno meditar», y que decía así: «Herr Hitler no es mi ideal; lejos está de serlo. Hay razones personales muy importantes por las que Herr Hitler no sería mi ideal; pero…».
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[77]
Cf. Franz Schnabel,
Deutsche Geschichte in neunzehnten Jahrhundert
, vol. 11,1933, pág. 204.
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[78]
Creo que fue el autor de
Leviatán
quien primero sugirió la supresión de la enseñanza de los clásicos, ¡porque inculcaba un peligroso espíritu de libertad!
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[79]
El senilismo de los hombres de ciencia hacia los poderes apareció primero en Alemania, a la par del gran desarrollo de la organización oficial de la ciencia, que hoy es objeto de tanto elogio en Inglaterra. Uno de los hombres de ciencia alemanes más famosos, el fisiólogo Emil du Bois-Reymond, no se avergonzó de proclamar, en un discurso pronunciado en 1870 en su doble condición de rector de la Universidad de Berlín v presidente de la Academia Prusiana de Ciencias, que: «Nosotros, la Universidad de Berlín, situada frente al Palacio Real, somos, por los títulos de nuestra fundación, la guardia intelectual de la Casa de Hohenzollern». (
A Speech on the German War
, Londres, 1870,pág. 31. Es curioso que Du Bois-Reymond considerase conveniente publicar una edición inglesa de su discurso.)
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[80]
Bastará citar un testimonio extranjero: Mr. R. A. Brady, en su estudio sobre
The Spirit and Structure of German Fascism
concluye su detallada referencia de la evolución del mundo académico alemán afirmando que en la sociedad moderna, el hombre de ciencia,
per se
, es quizá el más fácilmente utilizado y "coordinado" de todas las gentes con formación especializada. Los nazis, para decir verdad, destituyeron a muchos profesores universitarios y expulsaron de los laboratorios de investigación a muchos hombres de ciencia. Pero fue principalmente entre los profesores de ciencias sociales donde hubo una desconfianza más general y una crítica más persistente de los programas nazis, y no entre los de las ciencias de la Naturaleza, cuyo pensamiento se supone ser más riguroso. Los destituidos de este último campo fueron primordialmente judíos o excepciones a la generalización anterior, debidas a una aceptación igualmente sin crítica de las creencias opuestas a las nazis. Por consecuencia, los nazis pudieron "coordinar" a universitarios y científicos con relativa facilidad, y con ello introducir en su esmerada propaganda el aparente peso y el apoyo de la mayor parte de la opinión docta alemana».
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[81]
Julien Benda,
La trahison des clercs
, París, 1927, págs. 286-287.
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[82]
Otro elemento que después de esta guerra reforzará probablemente las tendencias en esta dirección lo constituirán algunos de los hombres que durante la guerra han saboreado el poder de la intervención coercitiva y encontrarán difícil volver a los humildes papeles que habían desempeñado hasta entonces. Aunque después de la anterior guerra los hombres de esta clase no fueron tan numerosos como lo serán probablemente en el futuro, ejercieron, sin embargo, entonces una influencia no despreciable sobre la política económica de Inglaterra. En la compañía de algunos de estos hombres, hace ya diez o doce años, experimenté por vez primera en es Le país la entonces inusitada sensación de ser transportado repentinamente a lo que estaba acostumbrado a considerar como una atmósfera intelectual completamente «alemana».
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[83]
Ct. sobre este punto el instructivo y reciente artículo de W. Arthur Lewis titulado «Monopoly und the Law», en
The Modern Law Review
, vol. VI, num, 3, abril de 1943.
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[84]
Aún más sorprendente, quizá, es la notable ternura que muchos socialistas están dispuestos a mostrar hacia el rentista, el tendedor de obligaciones, a quien la organización monopolista de la industria garantiza frecuentemente una renta segura. Uno de los más extraordinarios síntomas de la perversión de valores que se ha producido durante la última generación es que 1 a ciega enemistad hacia los beneficios lleve a la gente a representarse una renta fija obtenida sin esfuerzo como más deseable social o moralmente que aquéllos, y a aceptar incluso el monopolio para asegurar una renta así garantizada a los tenedores, por ejemplo, de obligaciones ferroviarias.
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[85]
El profesor H. J. Laski, en su discurso en la 41 Asamblea anual del Partido Laborista, Londres, 26 de mayo de 1942 (
Report
, pág. lll).Merece la pena señalar que para el profesor Laski es «este absurdo sistema de la libre competencia el que extiende la pobreza por todos los pueblos, y la guerra como consecuencia de esta pobreza»: curiosa interpretación de la historia de los últimos ciento cincuenta años.
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[86]
The Old World and the New Society
, an Interim Report of the National Executive of the British Labour Party on the Problems of Reconstruclion; págs. 12 y 16.
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[87]
El uso frecuente que, como argumento contra la libre competencia, se hace de la ocasional destrucción de trigo, café y otras materias primas es un buen ejemplo de la deshonestidad intelectual contenida en mucha parte de este argumento, pues un poco de reflexión mostraría que en un mercado en régimen de libre competencia nadie que poseyese tales
stocks
ganaría con su destrucción. El caso de la supuesta exclusión de patentes útiles es más complicado y no puede discutirse adecuadamente en una nota, pero las condiciones en que sería ventajoso congelar una patente
que el interés social aconsejaría utilizar inmediatamente
son tan excepcionales, que surgen muchas dudas acerca de su realidad en algún caso importante.
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[88]
Quizá sea este el lugar para subrayar que, por grande que pueda ser nuestro deseo de un rápido retorno a una economía libre, esto no puede llevarnos a suprimir de un plumazo la mayoría de las restricciones de guerra. Nada desacreditaría más al sistema de libre empresa que la aguda, aunque probablemente breve, dislocación e inestabilidad que semejante intento provocaría. El problema está en saber hacia qué tipo de sistema debemos apuntar durante el proceso de desmovilización, y no en si debe transformarse el sistema de guerra en una organización más permanente mediante una política cuidadosamente pensada de gradual aflojamiento de los controles, que puede tener que extenderse a varios años.
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[89]
Esto aparece tanto más claramente cuanto más se aproxima el socialismo al totalitarismo, y en Inglaterra se afirma más explícitamente que en ningún otro lugar en el programa de la última y más totalitaria forma del socialismo inglés: el movimiento de la
Common Wealth
de sir Richard Acland. El principal rasgo del nuevo orden que promete es que, en él, la comunidad «dirá al individuo: "no te preocupes de la manera de ganarte
tu propia
vida"». En consecuencia, como es lógico, «tiene que ser la comunidad en cuanto tal quien decida si un hombre será empleado o no, con nuestros recursos, y cómo, cuándo y de qué manera trabajará», y la comunidad tendrá que «establecer campos para vagos, en condiciones muy tolerables». ¿Es para sorprender que el autor descubra que Hitler «se ha encontrado por casualidad (o por fuerza) con algo, o quizá, se diría, con un aspecto particular de lo que, en última instancia, necesita la Humanidad»? (Sir Richard Acland, Bt.
The Forward March
, 1941,págs. 32,126,127y 132.)
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[90]
Aunque el tema de este capítulo ha invitado ya a más de una referencia a Milton, es difícil resistir la tentación de añadir aquí una más, una muy familiar, aunque tal, al parecer, que nadie sino un extranjero se atrevería hoy a citar: «Que no olvide Inglaterra su prioridad en enseñar a vivir a las naciones». ¡Es quizá significativo que nuestra generación ha conocido toda una hueste de detractores de Milton, americanos e ingleses, y que el primero de ellos, Mr. Ezra Pound, ha hablado durante esta guerra desde la radio de Italia!
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[91]
Sobre todos éstos y los puntos siguientes, que aquí sólo podemos tocar de manera sucinta, véase el libro del profesor Lionel Robbins,
Economic Planning and International Order
, 1937,
passim
.
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[92]
Véase en particular el significativo libro de James Burnham,
The Managerial Revolution
, 1941.
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[93]
La experiencia en la esfera colonial, de Inglaterra tanto como de cualquier otro país, ha mostrado muy ampliamente que incluso las formas moderadas de planificación que denominamos desarrollo colonial envuelven, lo queramos o no, la imposición de ciertos criterios a aquellos a quienes tratamos de ayudar. Es justamente esta experiencia lo que ha hecho a ios técnicos coloniales, aun los de mentalidad más internacional tan escépticos acerca de la posibilidad de una administración «internacional» de las colonias.
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[94]
Si todavía hay alguien que no ve las dificultades o abriga la creencia de que con algo de buena voluntad podrían dominarse todas, le convendrá tratar de representarse las consecuencias de una dirección centralizada de la actividad económica aplicada a escala mundial. ¿Es muy dudoso que ello significaría un esfuerzo más o menos consciente para asegurar el dominio del hombre blanco, y que así sería considerado rectamente por todas las demás razas? Mientras yo no encuentre una persona normal que crea seriamente en la sumisión voluntaria de las razas europeas para que su nivel de vida y su grado de progreso fuesen determinados por un Parlamento mundial, seguiré considerando absurdos esos planes. Pero esto no impide, desgraciadamente, que se propaguen en serio medidas particulares que sólo podrían justificarse si el principio de la dirección mundial fuese un ideal asequible.
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[95]
El profesor C. A. W. Manning, en una reseña del libro Conditions of Peace, del profesor Carr, en el
International Affairs Review Supplement
, junio de 1942.
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[96]
Es significativo en más de un aspecto que, como se ha observado recientemente en un semanario, «se había ya comenzado a esperar algo del aroma de Carr lo mismo en las páginas del
New Statesman
que en las de
The Times
» («Four Winds», en
Time and Tide
, 20 de febrero de 1943).
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[97]
Es una gran lástima que la inundación de publicaciones federalistas que no hace muchos años cayó sobre nosotros haya privado de la atención que merecen a unas cuantas obras, entre ellas, importantes y sagaces. Una que en particular debe ser cuidadosamente consultada cuando llegue el tiempo de elaborar una nueva estructura política de Europa es el librito del doctor W. Ivor Jennings,
A Federation for Western Europe
1940.
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[98]
Véase sobre esto el artículo del autor: «Economic Conditions of Inter-State Federation»,
The New Commonwealth Quarterly
, vol. V, septiembre de 1939.
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[99]
Véase a este respecto el libro del profesor Robbins, ya citado, págs. 240-257.
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[100]
Ya en los años finales del siglo XIX, Henry Sidgwick pensaba que «no estaría fuera de los límites de una previsión prudente el contar con una cierta integración de los Estados de la Europa occidental; y si esto ocurre, parece probable que se seguirá el ejemplo de América y que el nuevo conjunto político se formará sobre la base de una constitución federal». (
The Development of European Polity
, publicado postumamente en 1903, pág. 439.)
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