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Authors: Graham Greene

Tags: #Intriga

El americano tranquilo (26 page)

De repente Granger se levantó de la mesa y vino hacia mí. Ni siquiera vio la silla que había en medio, y tambaleándose puso la mano en el filo de mi mesa.

—Fowler —me dijo—, salga fuera.

Dejé los billetes suficientes encima de la mesa y lo seguí. No estaba de humor para luchar con él, pero en ese momento no me habría importado que me dejara inconsciente de un golpe. Tenemos tan pocos medios para aplacar el sentimiento de culpabilidad.

Se apoyó en el parapeto del puente y los dos policías lo observaron desde cierta distancia.

—Tengo que hablarle, Fowler —me dijo.

Me acerqué hasta una distancia en que pudiera pegarme y esperé. No se movió. Era como una estatua emblemática de todo lo que yo creía odiar de Estados Unidos… tan mal diseñado como la estatua de la Libertad, y tan vacío de significación como ella.

—Usted piensa que estoy borracho —me dijo sin moverse—. Se equivoca.

—¿Qué pasa, Granger?

—Tengo que hablar con usted, Fowler. No quiero estar sentado ahí con esos franchutes toda la noche. Usted no me gusta, Fowler, pero habla inglés. Cierto tipo de inglés.

Estaba allí apoyado, corpulento e informe en la penumbra, como un continente inexplorado.

—¿Qué quiere usted, Granger?

—No me gustan los británicos —dijo Granger—. No sé cómo Pyle puede soportarlo. Quizá se deba a que es de Boston. Yo soy de Pittsburgh y estoy orgulloso de ello.

—¿Por qué no?

—Ahí está otra vez. —Hizo un débil intento de imitar mi acento—. Todos ustedes hablan como maricas. Se creen tan asquerosamente superiores. Se creen que lo saben todo.

—Buenas noches, Granger. Tengo una cita.

—No se vaya, Fowler. ¿No tiene corazón? No puedo hablar con esos franchutes.

—Está usted borracho.

—Me he tomado dos copas de champán, eso es todo, ¿y no estaría usted borracho si estuviera en mi lugar? Tengo que ir al norte.

—¿Qué hay de malo en eso?

—Ah, no se lo dije, ¿verdad? Sigo pensando que todo el mundo lo sabe. Recibí esta mañana un telegrama de mi mujer.

—¿Y?

—Mi hijo tiene polio. Está mal.

—Lo siento.

—No tiene por qué sentirlo. No es su hijo.

—¿No puede usted tomar un avión para casa?

—No puedo. Quieren un reportaje sobre unas malditas operaciones de limpieza cerca de Hanói, y Connolly está enfermo —Connolly era su ayudante.

—Lo siento, Granger. Me gustaría poder ayudarle.

—Esta noche es su cumpleaños. Va a cumplir ocho años a las diez y media por nuestra hora. Por eso había preparado una fiesta con champán antes de saberlo. Tenía que decírselo a alguien, Fowler, y no puedo decírselo a estos franchutes.

—Hoy día se puede hacer mucho contra la polio.

—No me importa si se queda inválido, Fowler. Mientras viva. Yo no podría ser inválido, pero él es muy inteligente. ¿Sabe lo que he estado haciendo ahí dentro mientras ese cabrón cantaba? Estaba rezando. Pensaba que quizá si Dios quería una vida, podía llevarse la mía.

—¿Entonces cree usted en Dios?

—Ojalá creyera —dijo Granger.

Se pasó la mano abierta por la cara como si le doliera la cabeza, pero el movimiento no tenía otro propósito que disimular el hecho de que se enjugaba unas lágrimas.

—Si yo fuera usted me emborracharía —le dije.

—Oh, no, tengo que estar sobrio. No quiero pensar después que apestaba a alcohol la noche en que murió mi chico. Mi mujer no puede beber, ¿verdad?

—¿No puede decirle a su periódico…?

—Connolly no está enfermo realmente. Se ha ido con una fulana a Singapur. Tengo que encubrirlo. Lo despedirían si llegaran a enterarse. —Se irguió con su cuerpo informe—. Siento haberlo entretenido, Fowler. Pero tenía que decírselo a alguien. Ahora tengo que entrar para empezar los brindis. Es curioso que tuviera que ser con usted, con lo que me odia.

—Podría hacerle el reportaje. Me haría pasar por Connolly.

—No conseguiría engañarlos con su acento.

—No le tengo antipatía, Granger. He estado ciego ante muchas cosas…

—Oh, usted y yo somos como el perro y el gato. Pero gracias por su apoyo.

¿Era yo tan diferente de Pyle? —me dije a mí mismo—. ¿Tenía yo también que verme con el pie metido en este asco de vida antes de que pudiera descubrir el dolor? Granger entró y pude oír las voces que se levantaban para saludarlo. Encontré un
trishaw
que me llevó pedaleando a casa. Allí no había nadie, y me senté a esperar hasta medianoche. Entonces bajé a la calle sin esperanza y allí me encontré a Phuong.

Capítulo 3

¿Ha venido a verte monsieur Vigot? —me preguntó Phuong.

—Sí. Se fue hace un cuarto de hora. ¿Era buena la película?

Acababa de dejar la bandeja en el dormitorio y estaba encendiendo ahora la lámpara.

—Era muy triste —dijo—, pero los colores eran preciosos. ¿Qué quería monsieur Vigot?

—Quería hacerme algunas preguntas.

—¿Sobre qué?

—Sobre esto y aquello. No creo que vuelva a molestarme otra vez.

—Prefiero las películas con final feliz —dijo Phuong—. ¿Estás preparado para fumar?

—Sí.

Me eché en la cama y Phuong se puso a trabajar con la aguja.

—Le cortaron la cabeza a la chica —dijo.

—¡Qué cosa tan extraña!

—Era en la Revolución francesa.

—Ah, una película histórica, ya entiendo.

—De todas formas era muy triste.

—No me preocupan mucho los personajes históricos.

—Y su amante… se volvió a su buhardilla… se sentía muy infeliz y escribió una canción… era poeta, sabes, y pronto todos los que le habían cortado la cabeza a la chica estaban cantando su canción. Era la Marsellesa.

—No suena muy histórico —dije.

—El amante se quedó al final de la multitud mientras todos cantaban, y parecía muy amargado, y cuando sonrió me di cuenta de que estaba mucho más amargado y que pensaba en ella. Lloré muchísimo, igual que mi hermana.

—¿Tu hermana? No me lo puedo creer.

—Es muy sensible. Ese hombre horrible Granger estaba también. Estaba borracho y no dejaba de reírse. Pero no era divertido en absoluto. Era triste.

—No lo culpes —le dije—. Tiene algo que celebrar. Su hijo está fuera de peligro. Hoy lo oí en el Continental. A mí también me gustan los finales felices.

Después de fumarme dos pipas me recosté con el cuello en el almohadón de cuero y puse la mano en el regazo de Phuong.

—¿Eres feliz?

—Por supuesto —me respondió sin mayor interés. No le había merecido una respuesta más considerada.

—Es como antes —mentí—, hace un año.

—Sí.

—Hace mucho tiempo que no te compras un pañuelo de seda. ¿Por qué no vas de compras mañana?

—Es día de fiesta.

—Ah, sí, desde luego. Lo había olvidado.

—No has abierto tu telegrama —dijo Phuong.

—No, me había olvidado de eso también. No quiero pensar en el trabajo esta noche. Y es demasiado tarde para escribir algo ahora. Cuéntame algo más de la película.

—Bueno, el amante de la chica trató de rescatarla de la prisión. Introdujo a escondidas ropas masculinas y una gorra de hombre como la que llevaba el carcelero, pero justamente cuando ella pasaba por la puerta se le deshizo el pelo y todos gritaron:
une aristocrate, une aristocrate
[53]
. Creo que eso fue un error de la película. Debían haberla dejado escapar. Y después los dos habrían ido al extranjero, a América… o Inglaterra —añadió con lo que ella pensaba que era astucia.

—Será mejor que lea el telegrama —dije—. Sólo espero no tener que ir al norte mañana. Quiero estar tranquilo contigo.

Aflojó el sobre que estaba cogido por los frascos de cremas y me lo dio. Lo abrí y decía:

«He vuelto a ver tu carta stop actúo irracionalmente como esperabas stop he pedido a mi abogado inicie trámites de divorcio motivos abandono stop Dios te bendiga cariñosamente Helen».

—¿Tienes que ir?

—No —le dije—, no tengo que ir. Te lo voy a leer. Aquí está tu final feliz.

Saltó de la cama.

—Pero es maravilloso. Tengo que ir a contárselo a mi hermana. Se pondrá tan contenta. Le diré: «¿Sabes quién soy? Soy la segunda señora Fowlair».

Frente a mí en la estantería
El papel de Occidente
sobresalía como un retrato de estudio… el de un joven con el pelo al rape y un perro negro pisándole los talones. Ya no podía hacerle daño a nadie más.

—¿Le echas mucho de menos? —le dije a Phuong.

—¿A quién?

—A Pyle.

¡Qué extraño que incluso ahora, y hablando con ella, no pudiera usar su nombre de pila!

—¿Puedo irme, por favor? MÍ hermana se va a emocionar tanto.

—Una vez en sueños dijiste su nombre.

—Nunca recuerdo los sueños.

—Había tantas cosas que podíais haber hecho juntos. Era joven.

—Tú no eres viejo.

—Los rascacielos. El edificio del Empire State.

—Quiero ver el cañón de Cheddar —dijo con cierta vacilación.

—No es el Gran Cañón. —La atraje hacia la cama—. Lo siento, Phuong.

—¿Por qué lo sientes? Es un telegrama maravilloso. Mi hermana…

—Sí, vete a decírselo a tu hermana. Pero antes dame un beso.

Su boca emocionada se deslizó rápidamente por mi cara, y se fue.

Pensé en el primer día y en Pyle sentado a mi lado en el Continental, con la mirada puesta en el establecimiento de productos lácteos de enfrente. Todo me había ido bien desde que había muerto, pero cómo deseaba que existiera alguien a quien pudiera decirle que lo sentía.

Marzo de 1952-junio de 1955.

Notas

[1]
En francés en el original: «Lo sé. Te he visto solo en la ventana».
(N. del T.)
<<

[2]
En francés en el original: «Estás preocupado».
(N. del T.)
<<

[3]
«Hijo mío, hermana mía… Amar según se prefiera / amar y morir / en el país que se te parece».
(N. del T.)
<<

[4]
Verso del poema anterior: «cuyo amor es vagabundo».
(N. del T.)
<<

[5]
El autor trata de imitar la pronunciación francesa del nombre del protagonista alterando la ortografía correcta, Fowler.
(N. del T.)
<<

[6]
De nuevo se imita la pronunciación vietnamita del francés alterando la ortografía de la palabra
française
.
(N. del T.)
<<

[7]
En francés en el original: «Tú también».
(N. del T.)
<<

[8]
En francés en el original «usted».
(N. del T.)
<<

[9]
Mala pronunciación de
sur la champ
: «inmediatamente».
(N. del T.)
<<

[10]
Se refiere al funcionario que ocupa en el escalafón diplomático el puesto inmediatamente inferior al de embajador.
(N. del T.)
<<

[11]
Verso del poema de Baudelaire (v. n. 3.): «Su dulce lengua nativa».
(N. del T.)
<<

[12]
En francés en el original: «Ha muerto».
(N, del T.)
<<

[13]
En francés en el original: «¿Qué dices?».
(N. del T.)
<<

[14]
En francés en el original: «Pyle está muerto. Asesinado».
(N. del T.)
<<

[15]
El «Grand Monde» de Cholon era el centro de una importante red de prostitución y juego, controlada por Bay Vien, el líder del grupo Binh Xuyen.
(N. del T.)
<<

[16]
En francés en el original: «Mierda».
(N. del T.)
<<

[17]
Comentario irónico del narrador que alude a la supuesta manía de los norteamericanos por la higiene personal, probablemente creada por las grandes empresas comerciales a través de sus anuncios. Éste es un detalle, entre otros muchos, de la crítica antinorteamericana de la novela.
(N. del T.)
<<

[18]
Apelativo despectivo de los franceses, originado por su afición a comer ancas de rana.
(N. del T.)
<<

[19]
El permiso de estancia en el país, que restringía la visita a determinadas zonas.
(N. del T.)
<<

[20]
En francés en el original: «¿(Hay) dos norteamericanos (ahí dentro)?».
(N. del T.)
<<

[21]
En francés en el original: «Yo soy viejo… demasiado cansado».
(N. del T.)
<<

[22]
En francés en el original: «Mi amigo… es muy rico, muy fuerte».
(N. del T.)
<<

[23]
En francés en el original: «Eres feo».
(N. del T.)
<<

[24]
En francés en el original: «No, no… soy inglés, pobre, muy pobre».
(N. del T.)
<<

[25]
En francés en el original: «Es imperdonable».
(N. del T.)
<<

[26]
En francés en el original: «¿Me concede el honor?».
(N. del T.)
<<

[27]
En francés en el original: zonas de piedra caliza.
(N. del T.)
<<

[28]
En alemán en el original: «gracias a Dios».
(N. del T.)
<<

[29]
En francés en el original: «Dos civiles».
(N. del T.)
<<

[30]
En francés en el original: «Mala suerte».
(N. del T.)
<<

[31]
En el sistema de clasificación moral de las películas, esta A indica que sólo era apta para mayores o para niños acompañados.
(N. del T.)
<<

[32]
En francés en el original: «Tarjetas de Navidad».
(N. del T.)
<<

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