El año que trafiqué con mujeres (25 page)

Cuando me contó la historia del desembarco de cocaína en Villagarcía, le convencí de que un amigo de un amigo de un amigo tenía un pariente en Tele 5 que podía estar interesado en comprarle las imágenes que decía haber grabado, y que resultaron ser otro de sus absurdos embustes, pero lo que a mí me interesaba verdaderamente era acceder a aquellas prostitutas que afirmaba «haber adoptado».

Éste fue uno de los frutos que pude recoger al hacerme pasar por amigo de Paulino, porque todos los adictos estiman a sus compañeros de adicción. Al menos así no se sienten tan miserables. Gracias a eso, aquella noche conocí a algunas personas que serían determinantes en esta investigación. Y aunque en muchas ocasiones sentí un impulso incontenible de estrangular a aquel adicto al sexo para desahogar con él la rabia que se iba acumulando en mi corazón a medida que avanzaba en esta infiltración, finalmente ha resultado mucho más provechoso para la misma que me tragase mi ira y agradezco a la providencia el haberme contenido. Su propia miseria y su adicción son el mejor castigo, y tarde o temprano acabará autodestruyéndose.

Cuando conducía hacia la zona de burdeles —existe media docena de ellos concentrados en pocos kilómetros—, nos cruzamos con la Guardia Civil, y me sorprendí dando un respingo en el asiento. Aquellos meses conviviendo con proxenetas, prostitutas y puteros terminaron por desarrollar en mí una auténtica animadversión a los controles de Policía. Cada vez que llevaba en el coche a alguna de mis fuentes, procuraba conducir con extremada prudencia para evitar ser parado en un control de tráfico. Porque si yo llevaba a un delincuente y por cualquier razón la Policía nos detenía, mi acompañante podía ponerse nervioso y entonces la situación podía escapar al control. Además, siempre existía el riesgo de que mi aspecto y mi actitud, que cada vez se asemejaban más a las de un verdadero chulo, levantasen sospechas en los agentes y que decidiesen registrarme. Y si me descubrían con la cámara oculta delante de los verdaderos proxenetas o puteros, toda mi tapadera se iría al traste. Por eso utilizaba siempre coches de alquiler, no me importaba que mis fuentes se quedasen con la matrícula, y por eso terminé por desarrollar el mismo sentido de alerta que poseen los delincuentes, al ver en la carretera un coche de la Guardia Civil. Aquella noche, con los nervios a flor de piel, llegamos al primer burdel de nuestra «ruta».

La primera vez que vi a Andrea fue en el club Olimpo, donde, por cierto y gracias a Paulino, terminé haciendo muy buenas migas con Iván, uno de los camareros. El productor gallego era uno de sus mejores clientes.

Andrea llamó mi atención al primer momento. Su más de metro ochenta de estatura, acrecentada por unos enormes tacones de aguja, la hacían sobresalir por encima de todas las demás chicas del local. Pero lo que verdaderamente me hizo fijarme en ella era su sonrisa. Una sonrisa enorme, resplandeciente, sincera. No había visto una sonrisa como aquélla en ningún burdel del país.

Es cierto que la mayoría de las prostitutas dibujan en sus labios una mueca, que pretende ser alegre, mientras trabajan. Es más fácil seducir a un cliente aparentando que disfrutan de su compañía que con cara de funeral. Sin embargo, esas sonrisas son tan falsas como el nombre, la edad o la nacionalidad que declaran al putero. Pero la sonrisa de Andrea tenía algo especial. Y creo que ella se dio cuenta de que había despertado mi interés, porque en cuanto nuestras miradas se cruzaron, de punta a punta del burdel, se dirigió directamente hacia mí, antes incluso de que Paulino nos presentase.

—Hola. ¿Cómo estás? —No tan bien como tú.

— Obrigada —su sonrisa se convirtió en una leve carcajada—. Yo soy Andrea, ¿y tú?

—Antonio, pero todos me llaman Toni. Muac, muac, dos besos en las mejillas y con un gesto, la invito a sentarse a mi lado.

—Gracias. ¿Vives por aquí?

—¡Qué va! Vivo en Madrid, pero estoy con este amigo que sí vive por aquí.

—Sí, Paulino viene moito por aquí. E moi putero. —Tu acento... ¿Eres brasileña? —Sííííí.

—Vaya, yo estuve en Sáo Paulo hace poco... El primer contacto con Andrea fue excelente. Imagino que se creó un buen feeling entre nosotros. Pero, a pesar de esa corriente de simpatía que fluía entre los dos, me resultaba imposible imaginar que Andrea terminaría convirtiéndose, poco después, en una pieza clave para mi investigación.

Charlamos durante casi veinte minutos, sin que Andrea intentase sacarme una copa, pero nuestro primer contacto no pasó de ahí. Sin embargo, un par de meses después, en un nuevo viaje a Galicia, y esta vez en compañía del agente Juan, me la encontré en otro burdel de la zona: La Fuente.

La Fuente es probablemente el prostíbulo más lujoso de todo el territorio gallego. Pertenece a Manuel Crego Gómez, vocal de ANELA en Galicia, nacido el día 2o de agosto de 1958 en Vila de Cruces, Pontevedra. Manuel, alias Baretta —por su parecido con el detective televisivo—, trabajaba como taxista en Vigo hace unos quince años, cuando comenzó a relacionarse con el mundo marginal de la zona. Allí conoció a la que es su esposa, Celsa B. L. —nacida en la orensana población de Vilardevos, el día 4 de octubre de 1959—. Celsa, más conocida como Elsa en estos ambientes, fue la que sugirió a Manuel que invirtiese en el negocio de la prostitución un dinero que habían recaudado con otras actividades. Así fundó la sociedad Hostenor La Luna S.L., o lo que es lo mismo, el primer macroburdel gallego, llamado La Luna, prostíbulo que presenta la placa de garantía de ANELA en su fachada.

Desde el principio La Luna siempre ha aportado pingues beneficios a Manuel y Elsa, que no tardaron en inaugurar el restaurante El Canguro, a pocos metros del lupanar. Después, ampliando sus ambiciones empresariales, entró en sociedad con José Antonio A. L., gerente del club Venus —también conocido como Hostal Condado—, ubicado en Cibrao das Viñas, en Orense. Así extendió sus dominios a un nuevo prostíbulo, el club Paraíso, en Puente Ulla, localidad de Santiago de Compostela. Tanto en el club Venus como en el club Paraíso, que visité con Paulino y Juan varias veces, la cobertura legal corre a cargo de la sociedad Cruceiro de Ulla S.L.

Más tarde, Manuel Crego adquiere la nave industrial donde se encontraba otro burdel, el club N—VI. El fracaso de este serrallo le obligó a realizar una audaz inversión —los rumores hablan de i5o millones de pesetas—, para reconvertir el mediocre club N-VI en el lujoso La Fuente.

En este local contó con la colaboración de su cuñado, Domingo B. L., que comenzó ocupándose de la seguridad del local, para prosperar hasta hacer las veces de encargado, aunque también frecuenta el pionero La Luna. El primer burdel de Baretta fue totalmente remodelado en el año 2003 con una importante inversión económica que incluye, no sólo escenario para strip-teases, nueva decoración, etc., sino también página web: www.pub-laluna.com.

Pero no es la única página web de burdeles de la familia Crego, ya que su hermano José, propietario de otros lupanares como el Scorpio o el Olimpo, en el que conocí a Andrea, es también el responsable del prostíbulo Tritón, también perteneciente a ANELA, y cuya página web: www.tritonshowclub.com, está linkeada, es decir a la que se puede acceder desde la propia página de la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne, al igual que la de La Luna. Por cierto, en el número 3 de la revista oficial de ANELA, correspondiente al mes de junio de 2003, se entrevistaba a Manuel Crego, incluyendo una fotografía del legendario Baretta.

Sin embargo, en ese momento, yo me encontraba al otro lado de la Nacional VI, en el burdel de lujo La Fuente, que es, con diferencia, el local de mayor nivel, no sólo por la enorme cantidad y variedad de chicas que ofrece, sino porque la decoración y arquitectura del edificio sólo es eclipsada por la clase y estilo de la mayoría de mesalinas que ejercen allí. En este local todo es lujo y glamour. Hasta tal punto que, en el verano de 2003, coincidiendo con el tercer aniversario del prostíbulo, Manuel Crego contrató anuncios en la prensa gallega para publicitar la actuación de Sonia Monroy y sus Sex-Bomb en el burdel.

Por aquellos días, yo me encontraba siguiendo otras pistas en Andalucía y en Valencia, y no sería hasta el día 3 de diciembre de 2003, en el decimocuarto aniversario de La Luna, cuando podría grabar con mi cámara oculta a Sonia Monroy actuando en un burdel de Crego.

Muchas de las prostitutas más atractivas, que antes trabajaban en otros clubes de la zona, terminan evolucionando en el escalafón profesional, hasta ingresar en las filas de La Fuente, donde no es difícil encontrarse a jugadores del Deportivo de La Coruña, políticos de la Xurita de Galicia, famosos empresarios gallegos, etc. Y allí estaba Andrea, con su sonrisa resplandeciente.

Esta vez fui yo el que se acercó a ella para saludarla. Afortunadamente me recordaba. Nuestra conversación sobre Sáo Paulo, su ciudad natal, había conseguido que fijase mi rostro en su memoria. Al menos no era uno de los miles de hombres con los que entablaba una conversación banal antes de subir al reservado, cosa que por otro lado yo no había hecho. La inmensa mayoría de ellos terminan diluyéndose en el olvido de estas profesionales del sexo, que cada día pueden llegar a acostarse con cinco, diez o hasta quince hombres distintos.

Como siempre, los consejos de Juan resultaron ser proverbiales: «Si quieres que una puta te dé información, jamás, y digo jamás, te la tires». Y el caso de Andrea era un nuevo ejemplo.

Charlamos un buen rato, e incluso intercambiamos nuestros números de teléfono, algo que las prostitutas tienen completamente prohibido. Aquello me hizo concebir la esperanza de que la espectacular brasileña pudiese convertirse en otra de mis fuentes. Lo que no podía imaginar era hasta qué punto.

Al día siguiente, recibí una llamada telefónica de Andrea. Estaba asustada. Al parecer, una peligrosa mafia del Este había irrumpido en los burdeles gallegos, aterrorizando a todas las chicas. A través de ella conocí, in situ, mi primera mafia rusa.

Orden: asesinar a la testigo

Según pude averiguar, la organización operaba en Galícia, León, Zamora y Ovíedo fundamentalmente. Traían chicas ucranianas, rusas y lituanas obligadas a prostituirse para pagar una deuda asumida en su país, a las que incautaban todo su dinero, Aún después de saldar su deuda millonaria, la mafia continuaba extorsionándolas en concepto de «protección», exigiéndoles hasta un 5o por ciento de sus ingresos.

Dos de los cabecillas de la mafia eran los hermanos Enrique y Román P. 1. Este último, conocido como Víctor por las rameras, disponía de DNI 72134... y era el encargado de viajar a Ucrania a reclutar a las chicas. Para cuando yo conocí la existencia de esta mafia, Víctor disponía de un piso franco en la calle de Agustín Alfageme, N. 9 11, de León, y más tarde de otro en la urbanización Los Molinos, N.1, de Cabezón de la Sal, en Cantabria. Su hermano Enrique, nacido en Rusia el día 13 de noviembre de 1963, disponía de una vertiginosa colección de antecedentes penales por todo tipo de delitos.

Otro de los cabecillas era Volodimir K., nacido en Klaipeda, en Ucrania, el día 19 de septiembre de 1962, que tenía domicilio en Gijón. Era el que controlaba los burdeles zamoranos. Sin embargo, Oleksandr —Oleksandrovích— Florevitch D. F., más conocido como Sasha o Ricardo el ruso, era el principal cabecilla de la organización. Nacido el día 6 de junio de 1961 en Tchernogov (Ucrania), se había nacionalizado español tres o cuatro años antes, y disfrutaba del DNI 7165... porque se había amparado en la nacionalidad española de su madre, Margarita Eloísa F. S., nacida en Gijón el día 19 de diciembre de 1924 y fallecida en Oviedo el25 de agosto de 1993.

De él, según las chicas, sólo sabíamos que conducía una furgoneta Volkswagen, ACD1 19D, con matrícula LE-95.... que estaba a nombre de una empresa de recreativos (?). Sasha era un perro viejo en el negocio. Cambiaba constantemente de teléfono móvil para el que utilizaba siempre tarjetas de previo pago, con el fin de evitar que la Policía pudiese pincharle la línea. Todos los mafiosos con los que he tratado durante esta investigación hacían lo mismo. Además, usaba nombres diferentes dependiendo del móvil que utilizase: en el 630 27... atendía como Sasha, mientras que en el 676 30... lo hacía como Ricardo. Yo mismo he tenido que sufrir las dificultades de esos cambios de teléfono, a la hora de negociar la compra de fulanas para mis ficticios burdeles con otros traficantes internacionales.

Sasha estaba casado con la ucraniana Irina D., nacida en Jerson el día 29 de diciembre de 1964, con NIE: X-01893... Era conocida en el submundo de la prostitución con el alias de Marína. Ambos tenían un domicilio a su nombre en la calle del General Elorza, N. 86, de Oviedo, y sus nombres aparecían relacionados con varios asesinatos no resueltos, atribuidos a ajustes de cuentas entre mafiosos, en Lérida, poco tiempo antes.

Según Andrea y alguna de las compañeras que conocí en La Fuente, tras la aparición de Sasha merodeando por el burdel, aparecieron varias chicas nórdicas que empezaron a trabajar en el local de lujo coruñés. La brasileña y sus amigas me contaban cómo, algunas noches, tras cerrar al público el local, aparecía un siniestro personaje conocido como Ángel, que atemorizaba a las chicas para sacarles el dinero que habían ganado, golpeando las puertas y gritando, sin que ninguno de los vigilantes de seguridad del burdel se atreviese a hacer nada.

El tal Ángel, un tipo joven, delgado y con aspecto inocente, era en realidad Andrey D., nacido el día 7 de marzo de 1970, con NIE X—1986..., aunque también utilizaba pasaportes falsos a nombre de Andrei Mafinenko y Alvydas Verdickas. Usaba el móvil 699 126... para telefonear a las chicas y aterrorizarlas con crueles amenazas, y solía ir armado. Yo me crucé con él en La Fuente y en la Luna en alguna ocasión.

El encargado de transportar a las chicas pertenecientes a esta red era Francisco A. J., hijo de Manuel y Raquel, nacido en Oviedo el día 11 de marzo de 1959, con DNI 10822... Francisco, con domicilio en Tapia de Casariego, utilizaba para los traslados indistintamente un Laguna con matrícula 0-066... o un Lada matriculado 0-172... Este coche era propiedad de Volodimir, aunque en ocasiones fue visto también con un Lada matrícula 0-031... propiedad de un tal Alexander, que resultó ser otro alias de Sasha. Curiosamente, todos ellos, al igual que las chicas traficadas, utilizaban pasaportes con visado estampado en la embajada de España en Kiev. Alguien debería investigar quién facilitaba esos visados...

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