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Authors: Lucía Etxebarria

Tags: #Intriga

El contenido del silencio (28 page)

—Hess, no. No le ahorcaron.

—Tienes razón. Hess murió en prisión.

—Por una vez, he ido más de prisa que tú. Lo cual es un honor, porque veo que eres una máquina de datos.

—Bueno, ya te he dicho que leo mucho. Estuve... digamos enfermo muchos años, y no tenía nada mejor que hacer. Además, se trata de un tema que me interesa especialmente...

—Y el padre de Heidi...

—Isolde.

—El padre de Isolde, ¿era un tipo peligroso?

—Era uno de los grandes maestres de la Sociedad de Thule, a la que Hitler no pertenecía pero en cuyos postulados y estética se inspiraron muchas de las consignas nazis.

—¿Se escribe T-H-U-L-E?

—Exactamente.

—Pero... la secta de Heidi, o de Isolde, se llamaba Thule Solaris.

—¿Y ahora caes en la cuenta? ¿Por qué crees que te estoy contando todo esto? Isolde es hija de un nazi, y estaba continuando la labor de su padre, que fue uno de los grandes maestres de la sociedad, uno de los más grandes iniciados y teóricos del ariosofismo. A ver si te aclaro un poco este embrollo...

—Me he perdido hace un rato, pero me gusta como hablas... Lo digo sin ironía, me gusta oírte hablar. Intenta explicármelo, como puedas.

—Verás... Por motivos políticos, Hitler se declaraba católico, y se vanagloriaba de haber unificado a los alemanes católicos y protestantes. Pero a él le había iniciado el esoterista thulianista Dietrich Eckart, a quien le fue dedicado
Mein Kampf
. Eckart, por cierto, también era miembro de la Sociedad de Thule. No sólo Hitler era un iniciado: Heinrich Himmler, Rudolf Hess, Alfred Rosenberg, casi todos los primeros nacionalsocialistas se inspiraron, a la hora de configurar las bases doctrinales y organizativas del Partido de los Trabajadores Alemanes, en las enseñanzas que habían recibido de los grupos esotéricos con los que habían tenido contacto para configurar las hases doctrinales y organizativas del Partido de los Trabajadores Alemanes. Toda la idea de implantar el Reich de los Mil Años proviene del esoterismo ariosófico, cuyo emblema era, precisamente, la esvástica.

—La esvástica era el símbolo de la Sociedad de Thule...

—No, la esvástica es un símbolo universal que el ariosofismo tomó como emblema. De la misma forma que la escuadra y el compás es el símbolo masón, o la cruz el símbolo cristiano. Es decir, los nazis toman un símbolo antiguo, la cruz gamada, y lo hacen suyo, tal como los cristianos toman el de la cruz ansada. No porque Jesús muriera en una cruz porque, si Jesús existió, murió probablemente en un poste o una estaca vertical, sino porque el símbolo cristiano proviene de la cruz ansada del Antiguo Egipto, que era símbolo de fertilidad y vida, y la cruz egipcia proviene a su vez de otros símbolos. En lugares de todo el mundo se han hallado varios objetos, que datan de períodos muy anteriores a la era cristiana, marcados con cruces de diferentes diseños. Para colmo, la cruz no fue un símbolo que se usó en el cristianismo primitivo. El primer símbolo de Cristo fue el pez, en el siglo n; en las primeras tumbas esculpidas se le representa como el Buen Pastor, en el siglo m. Y la cruz no llegó a ser el emblema y símbolo supremo del cristianismo sino hasta el siglo IV.

—Y tú, ¿cómo sabes tanto de esto?

—Estudié filosofía, rama teología.

—¿Teología? ¿Estudiaste para cura?

—Algo así...

—¿Algo así? ¿Estuviste en un seminario, me quieres decir, o también estaban en una secta?

—Mira, otro día te lo cuento, pero sería una historia más larga que la de la casa Winter, y ahora estamos en otro tema... —Gabriel se dio cuenta, en una iluminación repenlina, de que había tocado un punto candente—. La cuestión es que te he hablado de la cruz cristiana para que veas que en ambos casos se sigue un esquema similar —prosiguió Virgilio muy serio, retomando su discurso profesoral, como si quisiera enterrar con palabras el tema evidentemente incómodo que había asomado inesperadamente la cabeza—. El de un movimiento que toma un símbolo universal y consigue hacerlo exclusivamente suyo. Cualquiera que vea una cruz latina da por hecho ahora que se trata de una cruz cristiana, y cualquiera que vea una cruz gamada entiende que es un símbolo nazi. Pero, como siempre, he hecho una digresión.

—No me importa que hagas digresiones. Me gusta oírte hablar, ya te lo he dicho. Me siento como si hubiera asistido a una conferencia... Con la diferencia de que no hablas para un auditorio, sino solo para mí. —Aquella perorata confusa y densa era como una nana que lo arrullaba y le permitía olvidar, pero no se lo dijo.

—Pero estoy hablando yo solo.

—En ese caso, es un honor que estés dando una conferencia para mí, en privado, y sin cobrarme. Estoy encantado de que hables, me interesa lo que cuentas y además me distrae.

—¿Te distrae de qué?

—Bueno, ya sabes... He perdido a una hermana. Tengo problemas en mi país. Mi vida ahora mismo es todo desorden. Y quizá el hecho de ver que la existencia en general es caos y confusión, que mis problemas están inscritos en una maraña de problemas mucho mayores me hace relativizar, no sé. Me gusta escucharte, me interesa lo que me cuentas, pero no sé adónde quieres ir a parar... —A través de la cristalera, Gabriel veía el cielo canario, un cielo que no se definía bien, no por falta de luz, sino por su exceso, y el sol era como una botella de güisqui vaciándose en ese cielo—. ¿Sabremos por qué mi hermana se dejó engañar por Isolde, Heidi o como se llame? ¿Me vas a aclarar de una vez si mi hermana era neonazi?

—No, no creo que tu hermana fuera neonazi, en el sentido en el que se entiende el término. Tu hermana se sintió fascinada por una personalidad y una ideología mítica que se remonta a muy lejos.

—Que se remonta a..., ¿cuándo exactamente?

—¿Qué quieres? ¿Que te dé una charla sobre la sociedad a la que pertenecía tu hermana? Quiero decir, que tengo miedo de aburrirte.

—No me aburres, en absoluto. Quiero que sigas con la explicación, quiero entender algo, necesito entender.

—Veamos, lo que quiero explicarte es que Isolde no es exactamente nazi. Ella era probablemente la gran maestre de una orden secreta, y la propagadora de una filosofía, de un sistema ideológico que hace un sincretismo de muy diversas tradiciones. La esvástica, por ejemplo, se ha situado ya en el inconsciente colectivo como un símbolo de destrucción y odio, pero se trata en realidad de un símbolo antiquísimo, que representa la luz solar en rotación. Incluso los oficiales de vuestro ejército (el británico, quiero decir) la usaban, y las aeronaves francesas comandadas por La Fayette llevaban pintado como emblema la cabeza de un indio sioux adornada con un penacho de plumas, en el que aparecía el emblema de la cruz gamada. El origen de la esvástica se pierde en la noche de los tiempos, quizá sea incluso el más viejo símbolo utilizado por la humanidad. De hecho, las primeras esvásticas se encuentran en materiales rupestres de la Edad del Bronce. Las encuentras también como decoración pintada sobre cerámica y los egipcios la utilizaban como representación del poder. Para los budistas, la esvástica es un amuleto y un talismán. Y para el esoterismo ariosófico, que bebe de todas estas fuentes, se trata de la cruz Sylfot o el martillo de Thor de las antiguas leyendas germanas. Pero para los ariosófícos es algo más que un símbolo, porque ellos creían que, en algún momento, una esvástica brillante estuvo girando en los cielos de la Tierra, presenciada por los pueblos de todo el mundo.

—¿Te refieres a un ovni en forma de esvástica? Porque Heidi hablaba de un ovni que recogería a sus adeptos antes del fin del mundo...

—No lo sé... Verás, las primeras cruces gamadas aparecen a la vez en restos arqueológicos de culturas contemporáneas unas de otras y que no pudieron tener contacto entre sí. Los incas, por ejemplo, también las usaban. La esvástica es un auténtico enigma, un símbolo de miles de años de antigüedad que ni nace espontáneamente en la mente del artista ni se transmite primariamente de cultura en cultura. Por eso, la creencia esotérica es que la esvástica tuvo su origen en algo aparecido en el cielo, algo que pudieron presenciar independientemente culturas muy separarlas, el símbolo habría llegado del exterior y, sin embargo, no se habría transmitido por difusión cultural, ¿entiendes? De ahí la idea ariosófica de que no
representa
a un poder superior, sino que lo
retrata
. Que quienes pintaban esvásticas pintaban algo que habían visto. ¿Un ovni? ¿Por qué no? Quizá a eso se refería la alemana, muy probablemente, que sería la cruz gamada original la que se llevaría los espíritus de los acólitos después de que se suicidaran...

—Y los nazis hicieron suyo el símbolo... —Gabriel asentía, cabeceando para dar a entender que había captado lo que Virgilio quería decir, y los movimientos ligeramente pendulares de la cabeza, yendo y regresando, producían la reiterada confusión asociada a toda conversación que gire en torno a un tema tan complicado que parece inaprensible.

—Exactamente. El nazismo no es un simple movimiento político, sino un sistema ideológico-místico muy complejo. El Partido Nacionalsocialista era el brazo político, y la Sociedad de Thule, el brazo ideológico.

—A ver si me aclaro, la Sociedad de Thule es una sociedad ariosofista de la misma manera que la Royal Society fue una sociedad masónica en su día...

—Algo parecido... Los mitos, los símbolos y la ideología nacional socialista habían sido ya desarrollados por diferentes pensadores ocultistas, más o menos tarados o iluminados, que escribían desde finales del siglo XIX y cuyas ideas cristalizaron en la Sociedad de Thule. Y esta Sociedad u Orden de Thule es una sociedad secreta anterior al Partido Nacionalsocialista. O sea, no todos los thulistas eran nazis, ni viceversa, pero muchos de los nazis importantes sí lo eran. Himmler era un thulista convencido. Para que te hagas una idea, por ejemplo, quería convertir las SS en la institución ariosófica por excelencia, constituida no sólo por agentes de pura raza aria, sino que hubieran sido convenientemente iniciados. Por eso instituyó ritos cuya finalidad era ligar de forma segura al iniciado a la orden. Así, los hombres de las SS se casaban y bautizaban a sus hijos en ceremonias ariosóficas destinadas a suplantar los sacramentos cristianos. Y lo mismo hizo Himmler respecto a las festividades religiosas, que sustituía por festivales paganos. Por ejemplo, en lugar de festejar la Navidad, los miembros de las SS se reunían y celebraban banquetes a la luz de las velas y alrededor de fogatas que evocaban los ritos tribales germanos del solsticio de invierno. Porque debes entender que Himmler concebía las SS no como una élite militar, sino como una orden de caballería al estilo templario. De hecho, se refería a ella como la Orden Negra. E intrigó para que Hess fuera nombrado por el Führer como jefe del partido nazi por la razón más absurda que te puedas imaginar.

—La verdad es que no puedo imaginar ninguna razón por la que querría tener nada que ver con las SS, menos aún quiero imaginar las razones por las que Himmler intrigara a favor de Hess. Porque era de pura raza aria, supongo.

—Eso se daba por hecho. Pero eligió a Hess por las runas.

—Sé lo que son las runas. Por una vez me pillas enterado de algo. Se trata de un sistema de adivinación con piedras, ¿no? Mi hermana Cordelia tenía unas, guardadas en una bolsa, y Helena me contó que cuando ingresó en Thule se obsesionó con ellas y las llevaba siempre encima.

—Pues sí, de esas mismas runas hablamos. El alfabeto rúnico es un antiguo alfabeto escandinavo. Y si se graba cada letra en una piedra basta con tirar las piedras y asignar a cada letra un significado. Es como leer las cartas, pero con piedras. El fundador de la sociedad Thule, el barón Sebottendorf, estaba obsesionado con las runas. Supongo que por eso tu hermana también las usaba.

—Pero ¿el fundador de la orden no era el Von List ese que has citado?

—No, Von List inventa el término «ariosófico». Sebottendorf funda la Orden de Thule. Y él, Sebottendorf, creía que la más sagrada de todas las runas sería Hagal. La letra Hagal, que se corresponde con nuestra hache, se hallaría presente, según los ariosóficos, en el hexágono, la flor de lis de la heráldica e incluso en la pirámide de Keops, ya que ellos se creían descendientes de una civilización aria primigenia que habría sobrevivido bajo diversas formas culturales. Los ariosóficos creían en una leyenda según la cual los antiguos guerreros germánicos esculpían los signos rúnicos sagrados en la vaina de las espadas que utilizaban en el combate. Y Himmler identificaba las SS con esos guerreros germánicos, los guardianes ancestrales de la patria nórdica.

—Y ¿qué tiene que ver Hess en esto? ¿Era especialista en lectura de runas? No me vayas a decir ahora que decidía las acciones y los movimientos de las SS después de hacer una tirada de piedras...

—No. Pero te he dicho que los thulianos creían que la runa más sagrada, la mejor que te podía salir en una tirada, era la Hagal, que significa el granizo. O sea, un cambio devastador.

—Sigo sin ver la relación con Hess.

—Te he dicho que la Hagal se identifica con nuestra hache.

—Sigo sin verlo... No me dirás que eligió a Hess como subcomandante porque su nombre empezaba por H.

—Exactamente. Creó la Trinidad H: Hitler, Himmler y Hess. La doctrina cristiana de la trinidad tiene su origen en las tríadas veneradas de los antiguos cultos mistéricos y paganos. Y Himmler pensó en la Tríada Hagal, que llevaría a Europa el Gran Cambio hacia el Reich de los Mil Años a través de la destrucción.

—Es el absurdo elevado a la máxima potencia, y al máximo poder destructivo...

—Te he hablado antes de la montaña de Tindaya, de la montaña mágica, esa que parece una pirámide, no... Pues en lo alto de la montaña hay unas inscripciones rupestres, los petroglifos los llaman... Me parece que la primera vez que Rarth vino a Fuerteventura fue para estudiarlos, porque según los antropólogos nazis, los petroglifos de Fuerteventura no se diferenciaban en nada de los Renania o Westfalia. Y las inscripciones de esos petroglifos, son en muchas ocasiones las mismas o muy parecidas que los signos de las runas. Creo que por eso Heidi tenía su refugio precisamente aquí, en Fuerteventura. Mantenía la obsesión de su padre.

—Y mi hermana..., ¿mi hermana dio su vida por la hija de un loco que creía en tonterías como ésas? Qué digo tonterías..., serían tonterías si fueran inofensivas. Son delirios psicópatas. Y... ¿en eso estaba metida mi hermana? ¿Cordelia se había vuelto completamente loca o qué? —Una náusea de asco o de ebriedad vino a cortar su discurso. Gabriel se contuvo porque no quería ni vomitar ni llorar. Deseaba enterrar el nombre de Cordelia en el olvido, entregar su memoria al cerrado abandono antes que admitir a su hermana como alguien capaz de hacer locuras semejantes, antes de que en un sueño sin voluntad de origen hubiera de admitir que la razón ya no contaba, antes de asociar el nombre de Cordelia con la locura y el dolor.

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