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Authors: Jerry Pournelle

Tags: #Ciencia Ficción

El mercenario (35 page)

Grant tendió la mano hacia su escritorio para tocar un botón. Un camarero trajo brandy y copas. El sirviente colocó una mesa plegable entre ambos y desapareció.

—¿Está bien el Gran Almirante? —preguntó Falkenberg.

—Sigue al pie del cañón. —Grant hizo una gran inspiración y soltó el aire despacito—. No obstante, la cosa anda muy justa… A pesar de todo lo que intentó hacer el tío Martin, el presupuesto ha vuelto a bajar este año. No puedo quedarme mucho tiempo aquí, John: tengo una patrulla que hacer y cada día se está volviendo más difícil cubrir estas misiones no autorizadas y hacer que no aparezcan en el libro de navegación. ¿Has llevado a cabo tu misión?

—Aja. Las cosas fueron más deprisa de lo que yo me había pensado. He pasado los últimos días deseando que hubiéramos acordado que llegases antes. —Fue a los controles de la pantalla que había en una de las paredes.

—Un buque mercante me mandó por radio esa queja mientras veníamos hacia aquí —le dijo Grant—. Me sorprendió mucho. Espera, déjame que lo haga yo: han mejorado ese maldito cacharro y los mandos son difíciles.

Trasteó con los controles hasta que las áreas habitadas de New Washington aparecieron en la pantalla.

—¿Así vale?

—Vale. —Falkenberg movió mandos para mostrar la actual situación militar en el planeta que había abajo. Y dijo—: Están en tablas. Y seguirán así; pero cuando tú ordenes a todos los mercenarios fuera del planeta, no tendremos muchos problemas para conquistar la capital y su zona.

—¡Cristo, John, yo no puedo entrometerme de un modo tan burdo! Si los de Friedland y Covenant se van, tú también tendrás que marcharte. ¡Joder, si ya has cumplido con tu misión! Y quizá los rebeldes pasen un mal rato para tomar la capital sin ti, pero lo cierto es que realmente no importa mucho quien gane. Ninguno de los dos bandos va a construir una flota durante mucho tiempo después de que esta guerra haya acabado. Ha sido un buen trabajo.

Falkenberg asintió con la cabeza:

—Ése era el plan de Sergei Lermontov: neutralizar el planeta con una mínima participación, y gasto, para el CD, y sin destruir las industrias. No obstante, ha pasado algo, Johnny, y he decidido cambiar el plan un poco. El Regimiento se queda.

—Pero yo…

—Espera un momento —le pidió Falkenberg. Sonrió de oreja a oreja—. Yo ya no soy un mercenario, según lo definen las Leyes de Guerra. Me han concedido unas tierras, Johnny. Nos puedes dejar aquí como colonos, no como mercenarios.

—¡Oh, venga ya! —la voz de Grant mostraba irritación—. ¿Unas tierras concedidas por un gobierno rebelde que no controla totalmente la situación? Mira, nadie va a mirar con demasiado detenimiento lo que yo haga, pero de todos modos Franklin aún puede comprar a un Gran Senador. No puedo arriesgarme a eso, John. ¡Ojalá pudiera!

—¿Y qué me dirías si la concesión de esas tierras hubiera sido confirmada por el gobierno Leal local? —le preguntó Falkenberg, con cara de duendecillo travieso.

—Bueno, entonces todo sería correcto… ¿Cómo cojones has conseguido eso? —Grant sonreía de nuevo—. Tómate un trago y cuéntamelo.

Sirvió brandy en las dos copas y preguntó:

—¿Y cómo encajas tú en todo esto?

Falkenberg miró a Grant, y su expresión cambió a algo que parecía asombro.

—No te lo vas a creer, Johnny.

—Por la expresión de tu cara tú tampoco te lo crees.

—No estoy seguro de acabar de creérmelo, Johnny: tengo una chica. La mejor chica que pueda encontrar un soldado. Y me voy a casar con ella. Es la líder de la mayor parte del ejército rebelde. Ahí abajo hay un montón de políticos que se creen que cuentan para algo, pero… —hizo un seco gesto con su mano derecha.

—Te casarás con la reina y te convertirás en rey, ¿eh?

—Es más bien algo así como una princesa. De todos modos, los Leales no se van a rendir a los rebeldes sin una buena lucha. Esa queja que te mandaron es cierta. Y no hay rebelde del que se vayan a fiar los Leales, ni siquiera de Glenda Ruth.

Grant asintió su comprensión:

—Entra en escena el soldado que hizo cumplir las Leyes de Guerra. Está casado con la princesa, y manda el único ejército que hay por los alrededores. ¿Qué es lo que
realmente
buscas aquí, John Christian?

Falkenberg se alzó de hombros:

—Quizá la princesa no abandone el reino. De todos modos, Lermontov está tratando de mantener el equilibrio de poder. Y Dios sabe que es preciso que alguien lo intente. Excelente. El Gran Almirante mira las cosas diez años por delante… Pero yo no estoy totalmente seguro de que el CoDominio vaya a
durar
diez años, Johnny.

Lentamente, Grant asintió con un gesto. Su voz se hizo más suave y entró en ella un componente de asombro:

—Ni yo tampoco. Y sólo en las últimas semanas, ha empeorado muchísimo. El Viejo está como loco. No obstante, hay una cosa buena: hay algunos Grandes Senadores que están tratando de mantener el edificio en pie. Algunos de ellos han dejado de lado las peleas entre rusos y yanquis, para enfrentarse juntos a sus propios gobiernos.

—¿Son los suficientes? ¿Lo conseguirán?

—Me gustaría saberlo. —Grant agitó la cabeza, lleno de asombro—. Siempre había pensado que el CoDominio era la única cosa estable que había en la vieja Tierra. Ahora, apenas si somos capaces de mantenerlo en vida. Los nacionalistas no dejan de ir ganando, John, y nadie sabe cómo pararlos.

Vació su copa.

—Al viejo le va a saber muy mal el perderte.

—Claro. Hemos trabajado juntos largo tiempo. —Falkenberg miró con nostalgia en derredor del camarote. Hubo un tiempo en que había pensado que éste sería el punto culminante de su vida: ser el capitán de un navío de guerra del CD. Ahora, quizá jamás volviera a ver otro.

Luego se alzó de hombros.

—Hay sitios mucho peores en los que vivir, Johnny —dijo al fin—. ¿Querrás hacerme un favor? Cuando vuelvas a Base Luna, dile al Gran Almirante que se asegure de que sean destruidas todas las copias de ese informe sobre la prospección minera de New Washington. No me gustaría que nadie se enterase de que realmente sí hay aquí algo con lo que vale la pena hacerse.

—De acuerdo. Pero sigues estando muy lejos de cualquier parte, John.

—Lo sé. Pero si todo estalla en la vieja Tierra, éste puede ser el mejor lugar en el que estar. Mira, Johnny, si alguna vez necesitas una base segura, acordaos de que nosotros estamos aquí. Díselo al Viejo.

—Seguro. —Grant hizo una sonrisa rara—. Aún no puedo acabar de tragármelo. Así que te vas a casar con la chica, ¿eh? Pues me alegro por los dos.

—Gracias.

—El rey John I. Y, dime, ¿qué clase de gobierno vas a instaurar?

—Ni lo había pensado. Pero los mitos cambian y quizá, después de todo, la gente esté de nuevo preparada para la monarquía. Ya pensaremos en algo, Glenda Ruth y yo.

—Apuesto a que sí. Debe ser una chica increíble.

—Lo es.

—Entonces, un brindis por la novia. —Bebieron, y Grant volvió a llenar los vasos. Luego, se puso en pie—. El último, ¿de acuerdo? ¡Por el CoDominio!

Falkenberg también se puso en pie y alzó la copa. Bebieron en brindis, mientras, abajo, New Washington giraba y, a un centenar de parsecs de distancia, la Tierra se armaba para la última batalla.

Dedicado al Sargento Hermán Liech,

Ejército Regular, EE.UU.

y al Subteniente Zeneke Asfaw,

Batallón Kagnew, Guardia

Imperial de Etiopía.

JERRY POURNELLE, (7 DE AGOSTO DE 1933) es Jeremia Eugene Pournelle, un ensayista, periodista y escritor de ciencia ficción estadounidense conocido por haber contribuido durante varios años en la columna de la revista Byte.

Durante su etapa universitaria consiguió varios diplomas en psicología, estadística, ingeniería y ciencias políticas, así como dos doctorados.

Adquirió experiencia en política al servicio de varios alcaldes y congresistas tanto del partido Demócrata como del Republicano. Durante años estuvo bajo la protección de Russell Kirk (al que conoció a través de su mentor en la Universidad de Washington Kenneth Cole).

Escribió diversos estudios sobre estrategia y tecnología, proyectos tecnológicos y requisitos tecnológicos para la defensa.

Trabajó en investigación operativa en Boeing y la división espacial de American Rockwell y fue presidente fundador del Instituto de Investigación Pepperdine.

Como escritor de ciencia ficción ha colaborado con Larry Niven y se caracteriza por los temas militarizados. Varios de sus libros cuentan lo que le ocurre a una infantería ficticia de mercenarios conocida como la Legión de Falkenberg (Historia del Futuro:
El Mercenario
;
El Soldado
).

Durante años escribió la columna "Chaos Manor" para la versión impresa de
Byte
, en la que describía sus experiencias con diversos productos informáticos (hardware y software). Ahora sigue escribiendo dicha columna para las versiones electrónica e internacional de la publicación. Desde 2003, contribuye en la revista informática
Dr. Dobb's Journal
.

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