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Authors: Felipe Botaya

Tags: #Bélico, Histórico

Kronos. La puerta del tiempo (8 page)

—¿Cuándo ha previsto que salgamos hacia allí, general? —Kammler miró un calendario, con numerosas anotaciones y marcas diversas—. Hoy es 28 de octubre de 1944 —dijo—. El arca deberá estar aquí antes del 9 de noviembre. Es un compromiso personal con el Führer, para celebrar nuestra gran efeméride nacional socialista de Munich de 1923. Como ya suponen, el Führer conoce nuestro proyecto y la misión que hemos de realizar. Ya conocen también su gran interés por los objetos sagrados de la antigüedad. Nuestro
Reichsführer
SS Himmler ya le ha conseguido diversos objetos en varias expediciones en el Tíbet, Mongolia y centro y sur de Europa. El Arca de la Alianza será la culminación de todos ellos y la usaremos como arma. Una vez allí, disponen de un máximo de 48 horas para conseguirla. No tenemos más tiempo. El éxito de esta misión condiciona la que estamos planificando en una segunda etapa.

—Soy un soldado, y tanto mis hombres como yo cumpliremos las órdenes que se nos den, pero lo que usted pide nos da un margen de preparación de pocos días, general. Acabamos de regresar de un traslado. Las otras misiones han contado con más tiempo en su preparación —indicó Horst, haciendo sus cálculos mentales de lo que representaba preparar un traslado como aquel.

—Comprendo que han regresado hace muy poco pero es lo que tenemos,
Hauptsturmführer
Bauer. Llevamos tiempo preparando esta misión, que es de la máxima importancia militar —dijo Kammler con semblante adusto—.Adáptese a ese calendario y pónganse a trabajar de inmediato. Confío totalmente en usted y en sus hombres. Sé que lo conseguirá.

Tras una nueva intervención de los científicos en algunos detalles técnicos del interés del general Kammler, la reunión terminó con el objetivo marcado. Horst y su equipo eran conscientes de la gravedad de la situación en los frentes y de la altísima responsabilidad que acababa de serles confiada. Para todos ellos, era la operación más importante de su vida militar.

Mientras el general Kammler hablaba en pie con sus oficiales, entre ellos el
Obersturmführer
Emil Riemer, Horst trató de hablar con Kammler antes de que se marchase.

—General Kammler, necesito hablar con usted en privado —Kammler se giró hacia Horst—. Muy bien, pero no tengo mucho tiempo. He de partir hacia Praga.

Los dos hombres se retiraron hacia una de las ventanas de la enorme sala-despacho que utilizaba el general en sus estancias en el castillo. La vista de los inmensos jardines serenaba el espíritu. Un jardinero trabajaba limpiando la hojarasca caída, lenta pero eficazmente.

—Quiero agradecerle su confianza en mi equipo y en mí, general Kammler. No le defraudaremos, pero sí necesitaré toda su influencia para tener el mejor equipo humano y material para realizar la misión que nos ha encomendado.

Kammler afirmó con la cabeza.

—Apreciado
Hauptsturmführer
Bauer, todo este proyecto está bajo el código
Kriegsentscheidend
o Decisivo para la guerra. No tiene restricciones materiales o humanas de ningún tipo, y por ello usted puede hacer y disponer de todo aquello que considere oportuno para que la misión sea un éxito. Lo que usted necesite y esté en las fronteras del Reich e incluso fuera, será suyo, se lo garantizo. No permitiré que una traba burocrática estúpida ponga en jaque el proyecto y perdamos una buena oportunidad militar. Haga su trabajo y prepare el mejor equipo. Les veré antes del traslado.

Horst agradeció la disponibilidad y energía de Kammler y supo que podía confiar en él. Luego espero a que Emil Riemer estuviese disponible, ya que estaba ayudando a sus compañeros a guardar el material utilizado en la reunión. Los doctores Gebhardt y Schoppe se despidieron de todos y regresaron a su trabajo. Riemer terminó y se personó ante Horst.

—Estoy a su disposición,
Herr Hauptstturmführer
Bauer —dijo formalmente.

—Bien,
Obersturmfúhrer
Riemer, bienvenido a nuestro grupo. Si le parece bien nos veremos más tarde en las instalaciones subterráneas, concretamente en el complejo 3 a las 14.00 horas, para ir preparando todo lo necesario —Riemer se puso firme—. Muy bien, señor. Allí estaré —levantó su brazo—. ¡
Heil
Hitler!

Todo el grupo de Horst contestó al unísono con el saludo alemán, con los brazos en alto.

El general Kammler se ajustó su abrigo de cuero negro, se caló su gorra SS con la temible calavera de plata y también salió de la estancia, acompañado de dos de sus oficiales. Su próximo destino: Praga, en el Protectorado de Bohemia y Moravia. La guerra seguía su curso.

IV. El arca:
el gran misterio bíblico

«…Harás un Arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y otro codo y medio de alto. La revestirás de oro fino por dentro y por fuera y labrarás una cornisa de oro alrededor. Le pondrás cuatro anillos, uno en cada ángulo del Arca, dos a un lado y dos al otro. Harás también unas varas de madera de acacia y las cubrirás igualmente con oro. Las pasarás por los anillos que están a los lados del Arca para llevarla. Estas varas estarán siempre metidas en los anillos y no se sacarán de ellos. En el Arca pondrás el Testimonio que yo te daré. Le harás una cubierta, el Lugar del Perdón, de oro puro, de dos codos y medio de largo y codo y medio de ancho. Asimismo, harás dos querubines de oro macizo, y los pondrás en las extremidades de la cubierta. Pondrás un querubín en una extremidad y el otro en la otra; formarán un solo cuerpo con la cubierta, a sus dos lados. Los querubines extenderán sus alas hacia arriba, y sus alas cubrirán el Lugar del Perdón. Estarán de frente el uno al otro y sus caras mirarán hacia el Lugar del Perdón. Los pondrás sobre el Arca, y pondrás dentro de ella el Testimonio que yo te daré. Allí me encontraré contigo para darte mis órdenes referentes a los hijos de Israel. Te hablaré de encima del Lugar del Perdón, de en medio de los dos querubines puestos sobre el Arca del Testimonio». (Éxodo 25, 10-22).

Estas instrucciones fueron seguidas al pie de la letra por Bezaleel y otros hombres hábiles a los que Yahvéh había dado pericia, quienes no solo construyeron el Arca sagrada, sino que también trabajaron en la elaboración del Tabernáculo, el candelabro de siete brazos, el vestuario de los sacerdotes, la mesa sagrada, los objetos para los que estaba destinada, etc. Cuando estuvo terminada, y con las Tablas de la Ley en su interior, según el Éxodo 40, 20, y con la vara de Aarón formando parte del ajuar que en ella se guardó, según Números 17, 10, el Arca comenzó a ocupar un lugar destacado en el Sanctasanctórum del Tabernáculo, ese templo portátil de los israelitas durante su éxodo en busca de la Tierra Prometida, convirtiéndose así en un auténtico talismán que representaba la alianza de Dios con su pueblo, cuando no la propia encarnación material de Yahvéh.

Según se detalla en la Biblia, el Arca estaba hecha de madera de acacia negra, revestida por dentro y por fuera con láminas de oro puro. Medía 2,5 codos de longitud y 1,5 de ancho y alto, es decir 1,31 m de largo por 0,78 m de alto y ancho. Una guirnalda de oro la rodeaba en su parte superior. A ambos lados llevaba fijos cuatro anillos de oro a través de los cuales se insertaban dos pértigas de acacia recubiertas también de oro. Sobre la tapa del cofre o propiciatorio descansaban dos querubines, igualmente dorados. Los querubines eran dos figuras aladas que bien podrían ser, según ciertas teorías, figuras humanas con la cabeza cubierta pero con brazos alados. O bien, según otra doctrina, figuras de apariencia zoomórfica, tal vez parecidas a las figuras descritas en la Biblia tras la visión de Ezequiel (Ezequiel, 1.6.7 y 10) o bien como los toros alados asirios de Nínive o Kirubi. Fuera cual fuera la forma que tuviesen, parece que distaban mucho del querubín angelical que conocemos o imaginamos.

Estos querubines extendían las alas con tendencia a tocarse las puntas de modo que el espacio que quedaba entre las figuras y el propiciatorio formaba un triángulo sagrado. Ese espacio abierto se llamaba oráculo, y mediante él se comunicaba Yahvéh. El Arca estaba situada en el sanctasanctórum o lugar más sagrado del tabernáculo o del Templo. Su utilidad fue variada, pues no solo estaba destinada a contener elementos sagrados como el decálogo, el gomor de maná y la vara de Aarón, sino que, además, fue un arma de doble filo capaz de proteger al pueblo elegido, y de ser brazo ejecutor de los castigos de Dios. Los significados del Arca iban más allá de lo simbólico, tener el Arca era tener a Dios.

El arca del Testimonio de la Alianza de Dios con el pueblo hebreo era y es el objeto de culto más importante y sagrado del judaísmo. La Biblia habla a menudo de ella narrando los hechos en que intervino y relatando el poder de Dios que residía en ella, del que se beneficiaba exclusivamente el pueblo de Israel. No hay un momento cierto en que pueda acreditarse que el Arca desaparece, más bien comienza a existir un silencio sobre ella en los textos bíblicos canónicos o apócrifos y hay una fecha a partir de la cual los eruditos concretan esta desaparición. Es el año 587 a.C., fecha en la que los babilonios invaden y destruyen el Templo de Salomón, la soberbia y magnífica maravilla del mundo que este rey construyó con el exclusivo objeto de alojar en él el Arca de la Alianza, en la que Dios mismo residía a su voluntad. Su transporte y cuidado solo estaban reservados a la Tribu de los levitas, de la familia de Caath. Abría la marcha durante los años de expedición por el desierto y estaba siempre a la cabeza del pueblo.

Al plantar el tabernáculo, un velo la separaba del santuario y, al levantar la marcha, los levitas la envolvían en aquél velo, posiblemente el
tentorium
. Todo iba envuelto en una piel teñida de azul y en otra de color jacinto. Actualmente los judíos tienen en sus sinagogas un cofre donde guardan la Tora y que representa el Arca de la Alianza, habitáculo que alberga la palabra de Dios. La Biblia indica que el Arca fue usada en la conquista de Canaán, con la cual Josué consiguió abrirse paso en las aguas del Jordán al contacto de estas con el Arca y durante siete días fue paseada en torno a Jericó, que cayó luego en poder de dicho caudillo.

El Arca fue fijada en Silo. Más tarde, los filisteos la tomaron en la guerra que mantenían contra los hebreos. En poder de aquellos estuvo unos meses, puesto que durante ese tiempo se indica que solo causó estragos, muertes y tumores. Debido a ello, los filisteos, horrorizados, habrían dejado que el Arca fuese sola en un carro tirado por dos vacas. Después los animales pararon en Bethsames: varios habitantes de aquel lugar murieron por el trato poco reverente que dieron al objeto sagrado.

De allí fue trasladada a Gabaá. Luego, Saúl la habría utilizado en la campaña contra los filisteos. Posteriormente David, con un acompañamiento solemne, la habría trasladado a Sión; sin embargo, de camino a este lugar habría ocurrido un accidente: Uza, un encargado del Arca, quiso sostenerla en un momento de bamboleo y cayó muerto de repente. David, atemorizado, la dejó durante 3 meses en casa de Obededom. Seguidamente, después de haber estado en Sión la reliquia fue instalada en el templo de Salomón en tiempos de su reinado. Posteriormente, el Arca desapareció.

Según se dice, Cristo solo podría ofrecer su sangre al Padre celestial, y esto debía cumplirse a pesar de que Cristo hecho hombre hubiera muerto en la Tierra; su sangre, por lo tanto, no podía ser contaminada por ninguna mano impura. Todo ello supuestamente seguiría el plan establecido por Yahvéh seiscientos años antes de la crucifixión. Por eso mandó construir el Arca de la Alianza, para tener una representación de su Trono del Cielo en la Tierra, que finalmente quedaría escondida justo bajo el lugar donde su Hijo sería inmolado. La Biblia cuenta que tras la muerte del Salvador se oscurecieron los cielos y tembló la tierra, resquebrajándose los cimientos de la cruz y abriéndose una grieta hasta la cámara del Arca. Cuando el centurión romano Longinos clavó la lanza en el costado de Jesús, sus últimas gotas de sangre fueron a caer sobre el Propiciatorio.

De la tierra brotaría la Verdad cuando el Arca de la Alianza y las Tablas de la Ley pudieran ser, por fin, reveladas a toda la humanidad.

¿Y cuándo empieza a citarse al Arca en los textos bíblicos? Justo después de que las aguas del mar Rojo se abrieran para que las cruzara el Pueblo Elegido, aparece el Arca en los escritos. Hasta su llegada a Jerusalén y su instalación definitiva en el Sanctasanctórum del Templo de Salomón, los datos son muy claros. Primero fue llevada cerca de Jericó, donde dio a Israel su primera victoria militar en Canaán. A continuación, la instalaron en Gilgal, cerca del mar Muerto, para desplazarla después a Siquem, donde renovó el pacto con Yahvéh que simbolizaba el Arca y su contenido: las Tablas de la Ley.

Tras un breve paréntesis en Betel, el Arca se quedó durante bastante tiempo en Siló, donde fue cuidada por la familia del sacerdote Eli y desde donde fue llevada a la batalla de Afec, en la que los filisteos se apoderaron de ella y la exhibieron después como trofeo de guerra. Sin embargo, la felicidad de los filisteos duró poco, pues una serie de extrañas enfermedades se abatieron sobre ellos, obligándolos a devolver el Arca a sus propietarios originales siete meses más tarde.

Para entonces, el Arca se quedó en Bet Semes, provocando la muerte de setenta hebreos que intentaron mirar en su interior, quién sabe si para comprobar si faltaba algo de su precioso contenido. Lo cierto es que el miedo al Arca hizo que esta se
exiliara
a Quirat Jearim, donde fue custodiada durante veinte años por un cierto Abinadab, hasta que el rey David se propuso llevársela a Jerusalén. En el traslado murió un hombre, Uza, al tocar el cofre, y se decidió que este
descansara
en casa de Obededom de Gat. Una vez pasado el incidente, se preparó una tienda en Jerusalén donde estuvo el Arca hasta que Salomón terminó su Templo. Y fue allí, curiosamente, en el lugar más seguro de todos aquellos en los que estuvo el Arca, donde se le perdió la pista para siempre…

Por ello nada tiene de extrañar que la Orden del Temple, desde su creación, se trazara el objetivo de encontrarla; si bien ayer como hoy lo mantuvo en sigiloso secreto, solo conocido por su Círculo Secreto. Se cree que Godofredo de Bouillón, a la cabeza de un grupo de célebres nobles franceses, se trasladó a Tierra Santa para investigar. Los nueve nobles franceses fueron Hugo de Payns, Godofredo de Saint Omer, Godofredo de Roval, Archibaldo de Saint Amand, Godofredo de Bisoi, Andrés de Montbard, Fulco D’Angers, Payens de Mondidier y Hugo de Champagne, todos ellos notables figuras del Temple en 1119 y años siguientes, que sobresalieron por sus hechos, por las batallas en las que participaron y los puestos que ocuparon en la organización de la Orden. Alternaban la búsqueda del Arca con la protección de los peregrinos que visitaban Jerusalén, patrullando los caminos desde el puerto de Jaffa hasta la Ciudad Santa.

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