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Authors: Bruce Sterling

Tags: #policiaco, #Histórico

La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica (49 page)

Para los jóvenes
hackers
del
underground
digital, conocer a Dorothy Denning fue una experiencia alucinante. Aquí estaba esta señora bajita bien peinada y arreglada, que a muchos
hackers
les recordaba a sus madres o sus tías. Era una programadora de sistemas IBM con una gran experiencia en arquitectura informática e información de alta seguridad, que tenía amigos en el FBI y en la Agencia de Seguridad Nacional.

Dorothy Denning era un destacado ejemplo de la
intelligentsia
matemática americana, una persona verdaderamente brillante del núcleo de la
élite
informática. Y aquí estaba, haciendo educadas preguntas a
phreaks
de veinte años sobre las implicaciones éticas de su comportamiento.

Enfrentados a esta genuina buena mujer, muchos
hackers
se enderezaron e hicieron todo lo posible, para reducir su material de archivos anarquistas casi al mínimo. Sea como sea, los
hackers estaban
preparados para discutir seriamente temas importantes con Dorothy Denning. Querían hablar de lo que no se puede hablar, y defender lo indefendible, para dar a conocer sus convicciones: la información no puede ser una posesión, las bases de datos de los gobiernos y las grandes compañías, son una amenaza a los derechos y a la privacidad de los individuos...

Los artículos de Denning dejaron claro a muchos, que el
hacking
no era un simple vandalismo realizado por una malvada banda de psicópatas. El
hacking
no era una terrible amenaza que podía ser eliminada, ignorándola o poniendo fuera de circulación a algunos cabecillas encarcelándoles. En lugar de eso, el
hacking
era el síntoma de una creciente lucha por el conocimiento y el poder, en la era de la información.

Denning señaló, que la actitud de los
hackers
era compartida al menos en parte, por varios teóricos de la prospectiva comunidad empresarial: gente como Peter Drucker y Tom Peters. Peter Drucker, en su libro
‘The New Realities’
55
, había afirmado que:

«el control de la información por el gobierno ya no es posible por más tiempo. Más aún, la información ahora es transnacional. Al igual que el dinero, no tiene una madre patria».

Y la gran figura de la administración de empresas Tom Peters había reprendido a las grandes corporaciones por sus actitudes posesivas y poco flexibles en su bestseller,
‘Thriving on Chaos’
56
:

«Acaparar información, especialmente en el caso de directivos con intenciones políticas y ansias de poder, ha sido algo muy frecuente en la industria americana, tanto en servicios como en manufactura. Será una enorme piedra de molino en el cuello de las organizaciones del mañana.»

Dorothy Denning había sacudido el tejido social del
underground
digital. Había asistido al juicio de Neidorf, donde se preparó para ser testigo de la defensa como experta. Era una organizadora entre bastidores, de dos de los encuentros nacionales más importantes entre los activistas de derechos civiles. Aunque no era una fanática de ninguna clase, logró reunir a elementos muy distintos de la comunidad electrónica con resultados sorprendentes y fructíferos.

Dorothy Denning es actualmente la jefa del Departamento de Informática de la Universidad de Georgetown, en Washington, DC.

Había muchas figuras célebres en la comunidad de las libertades civiles. Sin embargo, no hay duda de que la persona más influyente era Mitchell D. Kapor. Así, otros podrían tener títulos o cargos oficiales, tener más experiencia en delitos o con la ley, con los arcanos de la seguridad informática o con la teoría constitucional, pero en 1991 Kapor había trascendido cualquiera de esos papeles tan limitados. Kapor se había convertido en
Mitch
.

Mitch
había llegado a ser el más importante de los luchadores por las libertades civiles. Él había sido el primero en levantarse, había hablado a gritos, directa, vigorosa y airadamente, había puesto en peligro su propia reputación y su considerable fortuna personal. A mediados del año 91 Kapor era el más notable defensor de esta causa, y además era conocido personalmente, por casi cualquier persona que tuviera en América, alguna influencia directa en el tema de las libertades civiles en el
ciberespacio
.
Mitch
había construido puentes, cruzado precipicios, cambiado los paradigmas, forjado las metáforas, hizo llamadas telefónicas e intercambió tarjetas de visita de forma tan espectacular, que habría sido imposible para alguien, tomar alguna decisión en el
tema hacker
sin preguntarse, qué podían pensar y decir
Mitch
y sus amigos.

La EFF tenía como único objetivo la nueva situación creada por la red, y de hecho, esto había sido la estrategia deliberada de la EFF desde su creación. Tanto Barlow como Kapor detestaban la burocracia y para hacer casi todo su trabajo habían elegido el empleo de los
valiosos contactos personales
de la telaraña electrónica.

Después de un año de EFF, Barlow y Kapor tenían buenas razones para mirar atrás con satisfacción. La EFF había establecido su propio nodo en Internet,
www.eff.org
con un completo archivo electrónico de documentos sobre derechos civiles electrónicos, temas de privacidad y libertades académicas. EFF tenía también la publicación ‘EFFector’, un diario impreso trimestralmente, así como también la ‘EFFector Online’, un boletín electrónico con cerca de 1.200 subscriptores. La EFF prosperaba en el
Bien
.

La EFF tuvo su sede nacional con personal fijo en Cambridge. Había llegado a ser una organización con socios que tenía el apoyo de las bases. Había atraído también el favor de una treintena de abogados especializados en derechos civiles, listos y ávidos para hacer un buen trabajo en la defensa de los derechos recogidos en la constitución americana en el
ciberespacio
.

La EFF había presionado exitosamente en Washington y Massachusetts para cambiar la legislación de los estados y la ley federal, en lo referente a la red informática. En particular, Kapor había llegado a ser un veterano testigo experto, y por otro lado, había unido los Consejos de Telecomunicaciones y el de Ciencias Informáticas de la Academia Nacional de Ciencia e Ingeniería.

La EFF había patrocinado reuniones tales como
Ordenadores, Libertad y Privacidad
y la mesa redonda CPSR. Había efectuado una ofensiva en la prensa que, en palabras de ‘EFFector’,
ha influido en la opinión sobre la red informática y comenzado a cambiar la imagen del histerismo hacker, que empezaba a atenazar la nación
.

Había ayudado a Craig Neidorf para evitar la prisión.

Y por último, pero seguramente no la menos importante, la Fundación de la Frontera Electrónica, había presentado una demanda federal en nombre de Steve Jackson Games, Inc., y tres usuarios de la BBS Illuminati. Los demandados eran, y son, el Servicio Secreto de los Estados Unidos, William J. Cook, Tim Foley, Barbara Golden y Henry Kleupfel.

El caso, que está en un procedimiento de diligencias previas, en la Corte Federal de Austin a partir de ese escrito, es una demanda civil por daños, para reparar las violaciones de unos derechos protegidos por la Primera y Cuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, así como también por el ‘Acta de Protección de la Privacidad de 1980 (42 USC 2000aa y ss.)’, y el ‘Acta sobre la Privacidad de las Comunicaciones Electrónicas (18 USC 2510 y ss. y 2701 y ss.)’.

La EFF había demostrado que tenía credibilidad y también que tenía dientes.

En el otoño de 1991 viajé a Massachusetts para hablar personalmente con
Mitch
Kapor. Era mi entrevista final para este libro.

La ciudad de Boston, siempre ha sido uno de los centros intelectuales más importantes de la república americana. Es una ciudad muy antigua para los estándar americanos, un lugar donde rascacielos eclipsan a cementerios del siglo XVII, donde las recién creadas compañías de alta tecnología de la Ruta 128, comparten sitio con el talante obrero y preindustrial del
Old Ironside
—el Constitution, famoso crucero de la armada norteamericana.

La batalla de la colina de Bunker —uno de los primeros y más amargos conflictos armados de la revolución americana—, se luchó en las cercanías de Boston. Hoy hay una monumental aguja en la colina de Bunker, que puede verse desde gran parte de la cuidad. La voluntad de los revolucionarios americanos, de levantarse en armas y abrir fuego sobre sus opresores, ha dejado un legado cultural que dos siglos enteros no han podido borrar. La colina de Bunker todavía es un centro importante del simbolismo político americano, y el espíritu del 1776 es una fuerte imagen para aquellos que quieren modelar la opinión pública.

Sin embargo, no todos los que se envuelven en la bandera americana tienen que ser necesariamente patriotas. Cuando fui a ver la aguja en septiembre de 1991, lucía un enorme y mal borrado
grafitti
alrededor de su base, en el que se podía leer:

«INGLESES FUERA - IRA PROVISIONAL»
57
.

Dentro de este venerado edificio hay una vitrina con un diorama de miles de soldados, rebeldes e ingleses
58
, peleando y muriendo sobre la colina verde, los pantanos al lado del río o las trincheras rebeldes. Hay indicadores que ilustran el movimiento de las tropas, los cambios de estrategia. El centro del monumento de la colina de Bunker, está totalmente ocupado por los soldados de juguete de un juego de simulación de batallas.

La conurbación
59
de Boston es un lugar con grandes universidades, entre las que destaca el MIT
60
, donde se acuñó por primera vez, el término de hacker informático. La Caza de Hackers de 1990 podría ser interpretada como una disputa política entre ciudades americanas: los baluartes de toda la vida del liberalismo intelectual y melenudo, como Boston, San Francisco y Austin, contra el pragmatismo rudo e industrial de Chicago y Phoenix —con Atlanta y New York envueltos en conflictos internos propios.

Los cuarteles generales de la EFF
61
están en el número 155 de Second Street en Cambridge, un suburbio de Boston al norte del río Charles. Second Street tiene aceras llenas de arbustos, con ladrillos sueltos y abollados sobre un asfalto viejo y cuarteado; grandes señales de tráfico advierten:

«NO APARCAR DURANTE EMERGENCIA A CAUSA DE LA NIEVE».

Esta es un área de modestas industrias manufactureras; la EFF está esquina con esquina de la compañía Greene Rubber. Es un edificio de ladrillo rojo de dos pisos; sus grandes ventanas de madera destacan por sus elegantes arcos y por sus alféizares de piedra.

La ventana que da a la entrada, luce tres hojas de papel pulcramente impreso a láser y pegado contra el cristal. Dicen:

ON Technology
KEI
EFF

ON Technology
—tecnología en marcha— es la compañía de
software
de Kapor, que actualmente se especializa en programas de trabajo en grupo para los Apple Macintosh. La intención de los programas de trabajo en grupo, es promover una interacción social eficiente, entre trabajadores de oficina conectados por ordenador. Los productos más exitosos de ON Technology hasta la fecha son
Meeting Maker
—Creador de Reuniones— e
Instant Update
—Actualización Instantánea.

«KEI» son las siglas de Kapor Enterprises Inc. —Empresas Kapor, S.A.—, la compañía personal de inversiones de Kapor, encargada de controlar sus participaciones en otras corporaciones de
software
y
hardware
.

La EFF es un grupo de acción política —uno muy especial.

Dentro del edificio, alguien ha encadenado su bicicleta a la modesta barandilla de un tramo de escaleras. Una pared moderna de ladrillo y cristal, separa este recibidor de las oficinas. Detrás del ladrillo hay un sistema de alarma montado en la pared, un número brillante que parece un cruce entre un termostato y un reproductor de CD. Apiladas contra la pared hay cajas y cajas de un reciente número especial de ‘Scientific American’, en cuya portada se lee :
Como trabajar, jugar y prosperar en el ciberespacio
; en el interior hay un completo informe acerca de técnicas electrónicas de interconexión de redes, además de otras cuestiones políticas, incluyendo un artículo de Kapor. Las cajas están dirigidas a Gerard Van der Leun, el director de comunicaciones de la EFF, que en breve distribuirá ejemplares para todos sus miembros.

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