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Authors: Daniel Goleman

Tags: #Ciencia, Psicología

La inteligencia emocional (37 page)

El estudio que hemos mencionado anteriormente sobre cien pacientes que habían sufrido un trasplante de médula ósea también demostró el poder del aislamiento como factor de mortalidad y. en cambio, el valor curativo de las relaciones próximas El 54% de los pacientes de este estudio que sentían que contaban con el apoyo emocional de su esposa, su familia o sus amigos, seguían viviendo al cabo de dos años, cosa que sólo ocurría en el 20% de quienes se sentían emocionalmente desamparados. De modo similar, los ancianos que han sobrevivido a un ataque cardíaco y cuentan con dos o más personas que les proporcionan consuelo emocional tienden a vivir un año más que quienes carecen de este apoyo. Quizás el testimonio más elocuente del potencial curativo de las relaciones emocionales nos lo proporcione una investigación realizada en Suecia y publicada en l993. Esta investigación ofreció a todos los hombres que habitaban en la ciudad sueca de Góteborg nacidos en 1933, un examen médico gratuito. Siete años más tarde se contactó nuevamente con los 752 hombres que habían acudido al reconocimiento y se comprobó que 41 de ellos habían fallecido.

Quienes habían declarado estar sometidos a un intenso estrés emocional mostraron un promedio de mortalidad tres veces superior a quienes habían manifestado que sus vidas eran plácidas y tranquilas. La ansiedad emocional estaba causada por cuestiones diversas, como las dificultades financieras, la inseguridad laboral, el paro, los procesos judiciales o el divorcio. EI hecho de haber sufrido tres o más de estos problemas en el año anterior a que se efectuara el primer examen demostró ser un predictor de la mortalidad más poderoso —durante el período de los siete años siguientes— que otro tipo de indicadores clínicos como la tensión arterial elevada, la excesiva concentración de triglicéridos en la sangre o el alto nivel de colesterol.

Sin embargo, entre los hombres que afirmaron que contaban con una estrecha red de relaciones — esposa, amigos íntimos, etcétera— no existía ninguna relación entre el nivel de estrés y el índice de mortalidad. Contar con personas en quienes confiar y con las que poder hablar, personas que puedan ofrecernos consuelo, ayuda y consejo, nos protege del impacto letal de los traumas y los contratiempos de la vida.

La cualidad de las relaciones, así como su frecuencia, parecen ser la clave para reducir el nivel de estrés. Las relaciones negativas tienen un precio muy elevado; las discusiones conyugales, por ejemplo, inciden negativamente en el sistema inmunológico y, como demuestra un estudio realizado entre compañeros de clase, cuanto mayor era el rechazo entre ellos, mayor era también la predisposición a resfriarse, a contraer la gripe y a acudir al médico. En opinión de John Cacioppo, el psicólogo de la Universidad Estatal de Ohio que llevó a cabo este estudio, «las relaciones más importantes de nuestras vidas y las que más incidencia parecen tener sobre la salud son las que mantenemos con las personas con quienes convivimos cotidianamente. Las relaciones más significativas son las que más importancia tienen para nuestra salud»

El poder curativo del apoyo emocional

En Las intrépidas aventuras de Robin Hoad, Robin advierte a un joven simpatizante: «habla libremente y revélanos tus cuitas El fluir de las palabras apacigua el corazón de quien sufre; es como abrir las compuertas cuando el embalse amenaza con desbordarse».

Este retazo de sabiduría popular refleja el hecho de que descubrir nuestros sentimientos constituye una excelente medicina para el corazón apesadumbrado. La corroboración científica del consejo de Robin nos la proporciona James Pennebaker, psicólogo de una Universidad Metodista del Sur, quien ha demostrado experimentalmente el efecto beneficioso que conlleva hablar de los problemas que más nos preocupan. El método utilizado por Pennebaker es muy sencillo y consiste en pedir a la persona que dedique quince o veinte minutos cada día, durante cinco días, a escribir acerca de «la experiencia más traumática de toda su vida» o de alguna otra situación presente que le resulte especialmente apremiante. Tampoco es preciso que muestre luego a nadie el contenido del escrito puesto que, si la persona lo desea, puede mantenerlo completamente en secreto.

El efecto manifiesto de esta especie de confesión resultó sorprendente, ya que fortaleció la función inmunológica, provocó un descenso significativo en la frecuencia de visitas a los centros de salud durante los seis meses posteriores, disminuyó el absentismo laboral e incluso mejoró la función enzimática del hígado.

Del mismo modo, aquellas personas cuyos relatos mostraban más sentimientos angustiosos también lograban mejorar el funcionamiento de su sistema inmunológico. Este estudio ha demostrado que la pauta «mas saludable» de exteriorización de los sentimientos problemáticos comienza cargada de tristeza, ansiedad, irritabilidad o cualquier otro tipo de sentimiento implicado y, a lo largo de los días siguientes, prosigue estableciendo un hilo narrativo que permite dar algún sentido al trauma o al problema en cuestión.

Es evidente que este proceso es equivalente a lo que ocurre en ciertos tipos de psicoterapia. De hecho, el resultado de la investigación de Pennebaker explica también la manifiesta mejora clínica de aquellos pacientes que reciben un tratamiento psicoterapéutico adicional frente a quienes sólo son objeto de tratamiento médico. Es muy posible que la demostración más palpable de la incidencia clínica del apoyo emocional nos la proporcione un estudio realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford con mujeres aquejadas de metástasis avanzada de cáncer de mama. Todas las mujeres que participaban en la investigación habían sido sometidas a algún tipo de tratamiento —frecuentemente quirúrgico, tras el cual habían experimentado una grave recaída. Clínicamente hablando, era sólo cuestión de tiempo que el cáncer acabara con sus vidas. El resultado de esta investigación sorprendió a toda la comunidad médica, comenzando por el mismo doctor David Spiegel, el director del estudio, ya que puso de manifiesto que las pacientes que habían recibido apoyo psicológico sobrevivieron el doble de tiempo que aquéllas otras que afrontaron a solas la enfermedad Todas las mujeres recibieron el mismo tratamiento médico y la única diferencia consistía en que algunas de ellas acudían, además, a grupos de encuentro en los que podían sincerarse con otras mujeres que comprendían perfectamente sus problemas y que estaban dispuestas a escuchar sus penas, sus miedos y su impotencia. Éste solía ser el único lugar en el que podían manifestar abiertamente sus emociones porque las personas con quienes convivían tenían miedo a hablar del cáncer y de la inminencia de la muerte. Las mujeres que asistieron a los grupos vivieron un promedio de diecinueve meses más que las otras, lo cual supone un incremento de la esperanza de vida en este tipo de pacientes superior al de cualquier tratamiento médico. Como me dijo el doctor Jimmie Holland, psiquiatra y director del servicio de oncología del Memorial Hospital de Sloan-Kettering, un centro para el tratamiento del cáncer situado en la ciudad de Nueva York: «todos los pacientes afectados por el cáncer deberían participar en este tipo de grupos». En este sentido deberíamos tomar ejemplo de las compañías farmacéuticas, que no dudan en invertir todos los esfuerzos necesarios para desarrollar un nuevo fármaco una vez que ha demostrado su eficacia para alimentar la esperanza de vida de los enfermos.

PROMOVER UNA ATENCIÓN MÉDICA EMOCIONALMENTE INTELIGENTE

El día en que un chequeo rutinario reveló rastros de sangre en mi orina, el médico me sometió a unas pruebas analíticas en las que se me inyectó un isótopo radioactivo. Yo estaba recostado en la camilla mientras un aparato de rayos X iba radiografiando el recorrido de la substancia radioactiva a través de mis riñones y vejiga. Asistí a la prueba con un amigo íntimo —también médico— que había venido de visita y se ofreció a acompañarme. Mi amigo permaneció sentado en la habitación mientras el aparato de rayos X iba desplazándose automáticamente por un carril, girando de un lado a otro y tomando imágenes desde todos los ángulos.

El examen duró cerca de hora y media y, cuando estaba a punto de terminar, el nefrólogo entró apresuradamente en la habitación, se presentó y desapareció de nuevo a toda prisa para estudiar las radiografías obtenidas.

Luego mi amigo y yo nos dirigimos a su consulta. Yo todavía estaba algo confuso y aturdido por la prueba y carecía de la suficiente presencia de ánimo como para consultar las dudas que me habían acosado durante toda la mañana. Pero mi compañero silo hizo:

—Doctor —dijo—, el padre de mi amigo murió de cáncer de vejiga y él está ansioso por saber si la radiografía ha detectado algún síntoma de cáncer.

—Nada anormal —fue la lacónica respuesta que nos espetó el especialista antes de precipitarse a atender a la siguiente cita.

La impotencia que experimenté para plantear una cuestión que tanto me interesaba se repite a diario miles de veces en los hospitales y las clínicas de todo el mundo. Una investigación realizada sobre los pacientes que aguardan en las salas de espera reveló que cada persona tiene una media de tres preguntas que hacer al médico que va a visitar. No obstante, al abandonar la consulta sólo ha logrado plantear la mitad de sus dudas. Este hecho demuestra que la medicina actual soslaya de pleno una de las principales necesidades emocionales de los pacientes, ya que las preguntas sin respuesta generan dudas, miedos e impotencia, y así despiertan todo tipo de resistencias a emprender tratamientos que no logran comprender.

La medicina debería ampliar su perspectiva sobre la salud hasta llegar a englobar la realidad emocional de los pacientes.

Por ejemplo, en la rutina médica habitual se podría incluir una información detallada que permitiera al paciente adoptar con mayor conocimiento las decisiones más adecuadas. En la actualidad existen servicios telefónicos informatizados que ofrecen al consultante información médica relativa a su caso, lo cual les permite contar con suficientes elementos como para comprender, en la medida de lo posible, las decisiones tomadas por sus pacientes. También existen programas que enseñan a los pacientes a plantear las preguntas que más les interesen para que no se dé el caso de que abandonen la consulta con las mismas dudas con las que entraron en El período que precede a una intervención quirúrgica o a un análisis intrusivo o doloroso está cargado de tensión y ansiedad para el paciente y, por tanto, constituye una oportunidad inestimable para abordar las dimensiones emocionales del problema.

Existen hospitales que han desarrollado programas preoperatorios que ayudan a los pacientes a mitigar sus temores y a asumir de buen grado las posibles molestias, enseñándoles técnicas de relajación, respondiendo adecuadamente a las dudas que pueda suscitarles la intervención y relatándoles anticipadamente sus ventajas una vez se hayan restablecido Los pacientes que reciben este tipo de tratamiento emocional se recuperan de la intervención quirúrgica entre dos y tres días antes que el resto. Para algunos pacientes la mera hospitalización puede constituir una experiencia de aislamiento y desamparo No obstante hoy en día existen algunos hospitales que han comenzado a ofrecer a los familiares la Posibilidad de acompañar al enfermo, cocinar para él y cuidarle como si estuviera en casa, un verdadero paso adelante en la dirección correcta que, Paradójicamente tan frecuente resulta en los países del Tercer Mundo. La enseñanza de la relajación también puede ayudar a que el paciente aprenda a relacionarse con la angustia que le producen los síntomas de la enfermedad así como con las emociones que éstos pueden llegar a provocarle, e incluso a magnificarla. Un modelo ejemplar en este Sentido nos lo proporciona la Clínica para la Reducción del estrés, dirigida por Ion KabatZinn sita en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts, que ofrece a los pacientes un curso de diez semanas de duración sobre yoga y desarrollo de la atención. El objetivo de este programa apunta a que el paciente tome conciencia de sus emociones y cultive cotidianamente la relajación profunda Algunos hospitales han elaborado también vídeos pedagógicos al respecto que pueden contemplarse en las salas de estar del hospital una dieta emocional más provechosa para las personas con los intrascendentes culebrones de la televisiones, alicientes que la relajación y el yoga también forman parte integral de un innovador programa desarrollado por el doctor Dean Ornish para el tratamiento de las enfermedades cardíacas Después de un año de participación en el programa —que incluía una dieta baja en grasas—. los pacientes cuya condición cardiovascular era tan grave como para requerir un bypass lograron revertir la formación de la placa arterial En opinión de Omish el adiestramiento en las técnicas de relajación constituye una parte fundamental de su programa que, al igual que ocurre con el programa de Kabat Zinn trata de sacar partido de lo que el doctor Herbert Benson denomina la «respuesta de relajación» el opuesto fisiológico de la tensa excitación que tanta incidencia tiene en un abanico tan amplio de condiciones clínicas.

Debemos destacar también, por último, la importancia médica que supone la presencia de una enfermera o de un doctor emotivos y atentos a sus pacientes, capaces tanto de escuchar como de hacerse oír. Esto implica el cultivo de una «atención médica centrada en la relación» y el reconocimiento de que la relación entre médico y paciente constituye un factor extraordinariamente significativo para el buen curso de la enfermedad. Esta relación se vería fomentada más ampliamente si en la formación de los futuros médicos se incluyera el conocimiento de algunos rudimentos básicos de la inteligencia emocional, especialmente la toma de conciencia de uno mismo y las habilidades de la empatía y la escucha.

HACIA UNA MEDICINA QUE CUIDE A SUS PACIENTES

Pero estas medidas no son más que el principio. Para que la medicina llegue realmente a ampliar su visión hasta llegar a reconocer el verdadero impacto de las emociones debemos tener bien presentes las principales implicaciones de los descubrimientos científicos realizados en este sentido.

.Una de las medidas preventivas más eficaces consiste en ayudar a que la persona gobierne mejor sus sentimientos perturbadores (como el enfado, la ansiedad, la depresión, el pesimismo y la soledad). Los datos que nos proporciona la investigación ponen de relieve que la toxicidad de las emociones negativas crónicas es equiparable a la ocasionada por el tabaquismo. Es por ello por lo que ayudar a que la gente domine mejor estas emociones comporta un beneficio médico potencial tan importante como lograr que un fumador empedernido abandone su hábito. Un modo de alcanzar este objetivo sería comenzar a tomar conciencia de los saludables efectos preventivos de la educación infantil en los rudimentos básicos de la inteligencia emocional para que, por así decirlo, se conviertan en hábitos que perduren durante el resto de la vida. Otra estrategia preventiva muy beneficiosa consistiría en enseñar a los jubilados a controlar sus emociones, ya que el bienestar emocional es un factor determinante de la prontitud con que el anciano envejece o se mantiene en forma. Un tercer objetivo beneficiaria a lo que podríamos denominar grupos de población de alto riesgo, es decir a los indigentes, las madres trabajadoras, los residentes en barrios con un alto índice de criminalidad, etcétera. Todos aquéllos, en suma, que se hallan sometidos cotidianamente a una gran presión podrían aprovecharse de las ventajas médicas que supone el dominio de las complicaciones emocionales provocadas por el estrés.

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