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Authors: Camilla Läckberg

Tags: #Policíaco

La princesa de hielo (53 page)

—Todo lo que digamos aquí quedará entre nosotros. No tengo ya ni fuerzas ni recursos para hacer el seguimiento de un suceso que aconteció hace veinticinco años y tampoco creo que encontrase pruebas, por más que lo intentara. Esto es personal. Tengo que saberlo.

Era una tentación demasiado irresistible para Jan.

—Los Tres Mosqueteros. Eso es lo que significa L.T.M. Ridículo y absurdamente romántico, pero así nos veíamos a nosotros mismos. Éramos nosotros contra el mundo. Cuando estábamos juntos, olvidábamos lo que nos había pasado. Nunca hablábamos de ello, y tampoco nos hacía falta. Cerramos un pacto según el cual siempre estaríamos cuando los otros lo necesitasen. Con un trozo de cristal que encontramos nos hicimos un corte en el dedo, mezclamos la sangre de los tres y estampamos con ella nuestro emblema.

»Yo era el más fuerte de los tres. No tenía más remedio que ser el más fuerte. Los otros dos podían sentirse seguros en casa, pero yo siempre miraba a mis espaldas y, por las noches, me acostaba con la manta hasta la barbilla y aguzaba el oído por si detectaba los pasos que sabía se dejarían oír, primero en el descansillo y, después, cada vez más cerca.

Era como si hubiesen cedido los muros de una presa. Jan hablaba sin cesar a un ritmo vertiginoso, mientras Patrik guardaba silencio para no interrumpir su discurso. Jan encendió un cigarrillo, bajó la ventanilla un poco para que saliese el humo y prosiguió:

—Vivíamos en nuestro mundo. Nos reuníamos cuando nadie nos veía y buscábamos consuelo y seguridad en esa compañía. Lo más extraño era que, pese a que cada uno debería haber funcionado como una especie de recordatorio de la desgracia para los otros dos, sólo cuando estábamos juntos podíamos evadirnos un rato. Ni siquiera sé cómo lo supimos. Cómo llegamos a buscar refugio entre nosotros. Yo fui quien tuvo la idea de resolverlo a nuestra manera. Alex y Anders lo vieron al principio como un juego, pero yo sabía que teníamos que hacerlo en serio. No había otra salida. Un día de invierno, frío y despejado, mi hermanastro y yo salimos a pasear sobre las aguas heladas. No me fue difícil engañarlo. De hecho, le entusiasmó la idea de que fuese yo quien tomara la iniciativa y estaba encantado con la idea de nuestra pequeña excursión. Yo me había pasado muchas horas en el hielo aquel invierno y sabía exactamente adonde llevarlo. Anders y Alex nos esperaban allí. Nils se asombró al verlos, pero era tan soberbio que en ningún momento se le ocurrió que constituyesen una amenaza. Después de todo, no éramos más que unos niños. El resto fue bastante fácil. Un agujero en el hielo, un empujón, y Nils desapareció. Al principio sentimos un alivio enorme. Los primeros días fueron maravillosos. Nelly no cabía en sí de preocupación por saber adónde se habría metido Nils, pero yo me acostaba por las noches y no podía por menos de sonreír acurrucado en la cama, mientras escuchaba la ausencia de pasos. Después, se armó un gran lío. Los padres de Alex se enteraron de algo, aunque ignoro cómo lo averiguaron, y fueron a visitar a Nelly. Supongo que Alex no tuvo fuerzas para resistir la avalancha de preguntas y de presiones y lo contó todo y también habló de mí y de Anders. No lo que hicimos con Nils, sino todo lo que nos había estado sucediendo con anterioridad. Si alguna vez creí que mi madre adoptiva me comprendería, aprendí bien la lección aquel día. Nelly no volvió a mirarme a los ojos nunca más. Tampoco me interrogaba sobre dónde estaría Nils. A veces me pregunto si no se lo figura.

—Vera también se enteró de las violaciones y los abusos.

—Sí, pero mi madre fue muy habilidosa. Se aprovechó de su necesidad de proteger a Anders y de guardar las apariencias, y ni siquiera tuvo que pagarle o que sobornarla con un buen trabajo para conseguir que guardase silencio.

—¿Crees que Vera llegó a enterarse de lo que le había ocurrido a Nils?

—Estoy totalmente seguro de ello. No creo que Anders lograse guardar con su madre ese secreto todos esos años.

Patrik pensó en voz alta:

—De modo que, probablemente, Vera mató a Alex no sólo para que no se conociesen los abusos sexuales, sino también porque tenía miedo de que Anders fuese acusado de asesinato.

Jan esbozó una sonrisa casi malévola.

—Lo cual resulta bastante cómico, si tenemos en cuenta por un lado que ese asesinato ha prescrito, y por otro, que no es probable que nadie se molestase en denunciarnos ahora, tantos años después, dadas las circunstancias y puesto que entonces éramos unos niños.

Patrik le dio la razón, aunque a disgusto. Si Alex se hubiese presentado en la comisaría para contarlo todo, no habría pasado absolutamente nada. Pero al parecer Vera no lo comprendió, sino que creyó que existía un riesgo real de que Anders fuese a parar a la cárcel.

—¿Mantuvisteis el contacto después de aquello? Me refiero a ti, Alex y Anders.

—No. Alex se mudó casi de inmediato y Anders se retiró a su pequeño mundo particular. Claro que a veces nos veíamos por la calle, pero en veinticinco años no volvimos a hablar, hasta después de la muerte de Alex, cuando Anders empezó a llamarme gritando y acusándome de haberla matado. Yo lo negaba, claro está, pues no tenía nada que ver con su muerte, pero él insistía.

—¿Sabías tú que ella había planeado hablarle a la policía de la muerte de Nils?

—No antes de su muerte. Anders me lo contó después.

Jan fumaba negligente, formando anillos de humo en el interior del coche.

—¿Qué habrías hecho, de haberlo sabido?

—Eso siempre será un misterio, ¿no crees?

Se volvió observando a Patrik, con esos ojos suyos tan azules y tan fríos. Patrik se estremeció: en efecto, siempre sería un misterio.

—Pero, como te decía, no creo que nadie se hubiese molestado en enviarnos a la cárcel por eso. Aunque he de reconocer que habría complicado ligeramente la relación entre mi madre y yo.

De pronto, Jan cambió de tema.

—Según parece, ellos dos estaban liados, me refiero a Anders y Alex. Para que luego hablen de la bella y la bestia. Se me ocurre que yo también debería haber aprovechado la ocasión, por nuestra vieja amistad…

Patrik no sentía la menor compasión por el hombre que tenía a su lado. Cierto que había vivido un infierno en su infancia, pero había algo más en Jan. Algo maligno y podrido que manaba por todos sus poros. En un impulso, le preguntó:

—Tus padres murieron en circunstancias trágicas. ¿Sabes algo más sobre ese asunto, aparte de lo que se averiguó con motivo de la investigación?

Una sonrisa asomó a sus labios. Bajó un poco más la ventanilla para arrojar la colilla.

—Los accidentes ocurren con tanta facilidad, ¿no crees? Una lámpara de aceite se vuelca, una cortina que aletea movida por la brisa… Pequeños sucesos cuyo conjunto se convierte en una gran casualidad. Claro que uno puede pensar que ha mediado la intervención divina, cuando las desgracias les sobrevienen a aquellos que se las merecen.

—¿Por qué accediste a que nos viéramos? ¿Por qué me has contado todo esto?

—Sí, yo mismo estoy asombrado. En realidad, había pensado no venir, pero supongo que la curiosidad pudo conmigo. Me preguntaba cuánto sabías de hecho y cuánto eran figuraciones tuyas. Por otro lado, todos nosotros tenemos la necesidad de contarle a alguien nuestras locuras y nuestras acciones. En especial cuando ese alguien no puede modificarlas. La muerte de Nils es agua pasada, sería mi palabra contra la tuya y me temo que nadie te creería a ti.

Jan salió del coche, pero se dio la vuelta y se agachó para verle la cara a Patrik.

—Supongo que hay personas a las que les compensa el crimen. Un día, yo heredaré una fortuna considerable. Si Nils estuviese vivo, dudo mucho de que mi situación fuese la misma.

Se despidió con un saludo burlón, llevándose dos dedos a la frente, cerró la puerta del coche y se encaminó hacia el suyo. Patrik sintió que a su cara asomaba una expresión malévola. Era evidente que Jan ignoraba tanto el lazo que unía a Julia y Nelly como el contenido del testamento que se leería en su día.

Los caminos del Señor eran, sin duda, inescrutables.

L
a cálida brisa acariciaba sus mejillas surcadas de arrugas mientras él disfrutaba sentado en su pequeño balcón. El calor del sol aliviaba el dolor de sus articulaciones y cada día que pasaba aumentaba su movilidad y mejoraba su salud. Todas las mañanas acudía a su lugar de trabajo en el mercado, donde ayudaba a vender el pescado que los pescadores llevaban muy temprano.

Allí nadie intentaba arrebatarles a los mayores su derecho a ser útiles. Antes al contrario, se sentía más respetado y apreciado que en toda su vida y, lento pero seguro, se había ido agenciando amistades en el pueblo. Cierto que tenía alguna dificultad con el idioma, pero se dio cuenta de que se las arreglaba bien con los gestos y la buena voluntad y su vocabulario iba creciendo con el tiempo. Después de cada jornada de trabajo se tomaba una o dos copas que le ayudaban a soltar las ataduras de su timidez y, ante su asombro, comprobó que no tardaría en convertirse en un auténtico parlanchín.

Sentado en su balcón con vistas a una verde fronda que daba paso a las aguas más azules que jamás había visto, Eilert se decía que aquello era lo más próximo que podía hallarse del Paraíso.

El coqueteo diario con Rosa, la exuberante propietaria de la pensión, constituía un aliciente más de su existencia y, de vez en cuando, se permitía acariciar la idea de que, con el tiempo, aquello podía dejar de ser un flirteo juguetón para convertirse en algo más serio. Era evidente que se sentían atraídos el uno por el otro, de eso no cabía duda, y el ser humano no ha sido creado para vivir solo.

Por un instante pensó en Svea. Después desechó aquel desagradable recuerdo y cerró los ojos, dispuesto a disfrutar de una merecida siesta.

C
AMILLA
L
ÄCKBERG
[*]

C
on sólo 33 años, Camilla Läckberg se ha convertido en la nueva reina del suspense en Escandinavia. Casada y madre de un hijo, estudió ciencias económicas y trabajó durante un tiempo en una empresa antes de dedicarse en exclusiva a la literatura.

La princesa de hielo
fue su primera novela y, gracias al éxito que consiguió con la misma, ya ha escrito cuatro libros más con los mismos protagonistas. Sus novelas transcurren en el pequeño pueblo donde nació la autora, en Fjällbacka.

Camilla Läckberg es considerada todo un fenómeno en Escandinavia, y de sus novelas se han vendido ya más de dos millones de ejemplares y todas han estado en las listas de bestsellers. Fue nominada al premio a la mejor novela negra de la Academia Sueca tanto en 2004 como en 2005. Sus novelas también están siendo publicadas en muchos países europeos.

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