Maestra del Alma (Spanish Edition) (8 page)

14. Elio y su secreto

Incluso antes de que pudiesen ver la ciudad, el sonido del festejo ya llegaba a sus oídos. Los habitantes de la capital de Battousania habían sido notificados por un mensajero sobre la reciente victoria y el pueblo no había tardado en preparar una gran fiesta que abarcaba la ciudad entera. Estaba construida alrededor y sobre una verde colina, rodeada por dos murallas, una interior y otra exterior que, aunque más débil, abarcaba los campos de cultivo y los pastales de los animales. En esta ocasión no había nadie en el anillo entre las murallas, todos se encontraban preparando la gran fiesta en la zona residencial, dentro de la muralla interior y sobre la colina.

Cuando la caravana se acercó a la zona de construcciones de madera oscura, muchas de ellas con daños causados por la reciente batalla, los esperaba un gran cortejo de habitantes que reían y aplaudían a más no poder. Rashieka no tardó en unirse, y al levantar su espada en una mano y el cuerno perdido en la otra la multitud estalló. Comenzaron a cantar al unísono una canción de triunfo conocida desde los tiempos del cuerno mismo, aunque a Alina le parecía más un canto de guerra, que resonó por las callejuelas.

En la cima misma de la colina se encontraba la casa de gobierno, un gran edificio hecho, al igual que el resto de las construcciones, de una gruesa y oscura madera fuerte.

La caravana se dispersó pronto, los soldados reuniéndose con los suyos para más tarde continuar cumpliendo las labores que le correspondían. Alina vio como arrastraban al reacio Demonio Supremo Daesuke hacia una pequeña y oscura puerta al costado del edificio. Rashieka por otro lado les hizo señas a la compañía de Alina para que siguieran a una camarera a modo de asearse y prepararse para descubrir cómo festejaban la gente de Battousania.

Varios grupos de invitados fueron guiados por sus respectivas camareras hacia unos pequeños dormitorios de visita donde encontraron mudas de ropa limpia a la moda de Battousania, un gran tazón de agua caliente para bañarse o asearse y una bandeja de metal con un poco de comida para calmar el hambre del viaje.

Alina estaba cansada, y la mullida cama que había en la habitación no hacía más que llamarla a gritos para que se recostase, pero su cabeza, que quería saber sobre la gran fiesta de la que se alardeaban tanto los battousanios desde hacía dos días, luchaba contra su instinto. Por suerte, antes de que sucumbiera, Mayra entró acompañada de los chicos, igual de cansados.

Aunque luego de la batalla, los dos chicos y Mayra le habían explicado lo ocurrido para enfrentar al demonio Daesuke, Alina todavía se sentía un poco resentida con Elio y se movió incómoda al verlo entrar. Según le había explicado Emir, Elio tiene una habilidad única desde su infancia que le había creado muchos problemas a lo largo de su vida; podía transformar su personalidad de forma completa. Joy, quien estaba fascinado por esta inusual habilidad y sometía a Elio a las más tediosas pruebas a modo de poder estudiarlo, hasta el momento tenía la teoría de que era una forma de poder de la mente pero hacia el mismo. En pocas palabras, Elio podía mentirse a sí mismo de forma completa y transformarse en una persona diferente; creaba una ilusión a su propio ser.

Antes de conocer a Mayra y a Emir, vivía siempre aislado de otras personas sin siquiera conversar con nadie. Sus propios padres tenían problemas para enfrentar sus constantes cambios de humor y, al no encontrar ninguna explicación, asumieron que el chico no tenía una mente sana. Un día, la iluminada en persona entró a la cocina del palacio y caminó derecho hacia él con paso decidido.

—Tú vendrás conmigo y me ayudarás a luchar con la sombra —dijo la pequeña Mayra ante el personal sorprendido de la cocina.

—No, ¡no lo haré! ¡Vete! ¡Lucha a la sombra tu sola! —respondió Elio al instante sin pensarlo dos veces haciendo que su madre, la cocinera encargada, casi se desmaye de vergüenza.

Era la primera vez que le decían que no a Mayra y como todavía era pequeña no entendía que el chico se negara cuando ella había presentido que necesitaría de su ayuda.

—¡Sí lo harás! ¡Debes hacerlo! —respondió ella un poco nerviosa.

Cómo respuesta Elio le dio la espalda y la ignoró por completo. Su madre no sabía ni cómo actuar ante tal falta de respeto y espeto algunos rezongos incómodos sin fuerza al pequeño Elio. Mayra entonces comenzó a llorar, ante el horror de todos los espectadores que enseguida intentaron distraerla, todos excepto Elio.

Y eso fue la clave. Los sollozos de Mayra consiguieron que la personalidad de Elio cambiase nuevamente, excepto que cuando lo hizo supo que había llegado a su personalidad original. Había encontrado la cura. Hasta ese momento no sabía quién era, pues cambiaba de forma constante, pero las lágrimas de Mayra despejaron una gran niebla de su mente.

A partir de entonces, aunque llevó cierto tiempo y varias lágrimas de Mayra de por medio, los cambios de personalidad fueron disminuyendo y con la ayuda de Joy, Elio había encontrado la forma de controlar la habilidad. El único problema era que la única forma de volver a su estado normal era viendo llorar a Mayra, de lo contrario se quedaría cubierto por esa niebla en su mente, algo que aterraba al chico y por eso no lo usaba seguido.

—Poco antes de nuestra salida, el príncipe Mental me convocó junto con sus más fieles consejeros y comandantes y me rogó que prestara sus servicios pues no creían que la batalla pudiese ser ganada de otra manera. No quería hacerlo… saben que odio usar esa parte de mi poder… pero creían que era la única forma de vencer demonio. Consiguieron un collar con el poder del mejor Maestro de la mente entre los Maestros de la mente de los faerlingas, un tal Lorién, para que anulase los poderes de Daesuke. Pero para ello habría que acercarse a él, un Maestro de la mente del mismo calibre que Lorien sin que éste notase las intenciones ocultas. Ahí es donde entraba yo… Acepté, porque no tenía otra salida, y el día antes de la batalla me sometí al trance que me llevaría a la personalidad de traidor que deseaba y fui en busca del demonio esperando que cuando llegase el momento de enfrentarme a ustedes, Elio y Mayra me entendiesen.

»
Le conté al Demonio Supremo Daesuke dónde estaba nuestro campo, sabiendo que el batallón de Gaelanos estaba ya cerca. Al parecer luego que nos fuimos fueron más rápidos. Cuando volviese de mi trance lanzaría una flecha de fuego al cielo para que la retaguardia atacase.

—Por eso te paré cuando ibas a atacarlo, porque tenía la leve sospecha que venía por ese lado el asunto. Dejé entonces el espacio libre para que Elio pudiese ver las lágrimas de Mayra y volviese a su estado normal —chillo Emir.

—Odio que hagas eso, Elio —fue lo único que dijo Mayra dolida sin mirar a los ojos del chico.

—Sigo sin estar convencida –dijo Alina cruzándose de brazos aunque en realidad, estaba cansada de desconfiar de todo en este mundo.

15. Festejos

 

Finalmente llegó el anochecer y luego de despertar a Mayra a la que había vencido el sueño, los dos chicos y Alina fueron a encontrarse con Rashieka guiados por la misma camarera que los llevó hasta la habitación. La mujer los esperaba fuera de la casa de gobierno, subida a su caballo adornado con brocados dorados y telas rojas, lista para partir. Haciendo caso omiso a la muestra disconformidad de los chicos a tener que subir nuevamente a un caballo, Rashieka les comentó que la fiesta se celebraría en uno de los pastizales para que todos en la ciudad pudiesen acudir.

Efectivamente la ciudad estaba desierta y la reciente destrucción la hacía aún más desolada. Sin embargo, minutos antes de llegar al pastizal se pudo ver el reflejo de las fogatas y el creciente murmullo de las personas y la música. Absolutamente todas las personas de la capital y algunos que habían ido exclusivamente a ella se encontraban presentes. Era la fiesta más inmensa que cualquiera que Alina hubiese asistido u oído hablar. La gente reía, bailaba, comía y bebía contenta, pero se hizo un gran silencio cuando vieron llegar los caballos. Rashieka se abrió paso hasta llegar al centro del tumulto y bajó del caballo con gracia para subirse a una de las mesas de madera que tenía cerca, ante la sorpresa de Alina.

—¡TIEMBLAN LOS EXTRANJEROS ANTE EL PODER GUERRERO DE LOS BATTOUSANIOS Y SUS ALIADOS! –gritó a todo pulmón Rashieka levantando su espada.

Todos gritaron en respuesta levantando sus puños al aire y Alina sintió en su interior que la alegría y las ganas de festejar crecían dentro de ella contagiada por la euforia de su alrededor.

A unos cuantos metros se distinguía una multitud más acumulada de gente que en ningún otro lado y, ante la duda Emir, un grupo de battousanios que allí se dirigían se iluminaron y sin dar muchas explicaciones arrastraron emocionadamente al grupo de viajeros. Al verlos llegar, los Battousianos les abrían el paso a carcajadas y gritos alegres deseosos de mostrarles con orgullo el espectáculo que los había juntado.

En el centro del círculo formado, varias mesas habían sido juntadas para formar una improvisada tarima y sobre ella bailaba y cantaba una Battousiana al son de unos pequeños tambores e instrumentos de cuerdas.

—Es Aiko, la bailarina más famosa de nuestro pueblo –explicó con orgullo un Battousiano señalando a la mujer.

Era, como todas las Battousanias, alta y con curvas pronunciadas. Vestía una falda roja con bordes blancos que tenía dos grandes tajos a los lados que dejaban ver sus esbeltas y marcadas piernas. Una pequeña camisa atada bajo sus pechos dejaba ver su ombligo que se movía de forma sensual. De sus manos pendían unas cintas blancas de casi tres metros que bailaban por los aires alrededor de ella acompañando su ritmo.

Era claro que Aiko amaba cantar y bailar, y lo demostraba moviéndose sin parar y cantando con una gran sonrisa en su rostro una melodía alegre, mientras las cintas de sus manos recorrían los aires sin tocar nunca el piso.

Alina se encontró, sin proponérselo, aplaudiendo al son de los tambores, y luego, bailando al ritmo de la música junto a todas las personas que la rodeaban. Bailaba y reía a carcajadas, alentando a Aiko y sintiendo una calidez y alegría que hacía tiempo no sentía y se olvidó de las atrocidades que había visto en el campo de batalla. Se olvidó por un momento de su familia, de su mundo, del miedo de estar loca, de la verdadera razón por la que Mayra la tenía a su lado. Por un momento, esta misión no le pareció tan descabellada.

En uno de sus hombros sintió un par de toques y al voltear vio a Emir que le hacía señas con una de sus manos para que lo siguiera. La verdad era que no quería irse, hacía tiempo que no estaba tan contenta y realmente disfrutaba ver a Aiko bailar, pero lo siguió de todas formas todavía con una sonrisa aunque un poco sudada del baile. Emir se sentó en unas mesas de madera armadas apresuradamente y le acercó una jarra de cerámica con lo que parecía ser cerveza.

—Sabes, deberías sonreír más. Siempre estás tan malhumorada que parecería que tienes la cara clavada en una mueca de fruncido –dijo intentando ser halagador.

—Cuando desaparezcas misteriosamente de todo lo que conoces y quieres, llegues a un lugar donde no entiendes nada de lo que estás pasando y seas arrastrado a participar en una guerra con la que nada tienes que ver, recién ahí podrás decirme malhumorada –respondió Alina sorbiendo la cerveza sin admitir que en el otro mundo también era considerada antipática.

—Ah... creo que tienes un punto —dijo Emir un poco incómodo–, pero no es de eso que quería hablar sino de algo que dijiste durante la batalla.

Alina no quería recordar la batalla, quería volver a bailar con Aiko y olvidarse de la sangre.

—Dije muchas cosas, seguramente no recuerde ni la mitad y seguramente hayan sido incoherencias.

—Cuando Elio estaba al lado del Demonio Supremo, dijiste que podías "sentir" que Elio estaba diciendo la verdad. Creo recordar incluso que lo dijiste más de una vez.

—¿Y qué?

—¿Llegó Misael a contarte sobre los Maestros del alma? Nadie sabe mucho sobre ellos y los registros son muy vagos, pero se dice que podían sentir las emociones de otros.

—Emir, creo simplemente tener una intuición un poquito más afinada que otras personas, pero no más que eso. Todos creen que soy una Maestra poderosa sólo porque llegué a este mundo, pero no me siento poderosa. No siento tener nada en especial.

—Ninguno de nosotros se siente especial ni poderoso, ni siquiera Mayra... bueno quizás el Demonio Supremo Daesuke, la sombra y alguno más... pero son del lado opuesto –dijo señalando a lo lejos donde una jaula se posaba a un lado de la fiesta rodeada de battousanios –solo te pido que lo consideres y reflexiones en ello. Sería una excelente oportunidad de aprendizaje si llegaras a ser una Maestra de un poder creído extinto –dijo refregando sus manos sin sonreír.

Elio y Mayra aparecieron, cada uno con una jarra en la mano, y se sentaron riendo al lado de ellos comentando que las fiestas de los battousanios realmente hacían justicia a su fama. Alina seguía mirando la jaula a lo lejos y a las personas que la rodeaban riéndose a todo pulmón. Parecían estar golpeando los barrotes y tirando cosas hacia dentro de la jaula.

—¿Está dentro de esa jaula Daesuke? –preguntó

—Sí, todos querían acudir a la fiesta, así que lo trajeron también a él para que nadie se tuviera que quedar vigilándolo –explicó Mayra con las mejillas un poco coloradas por la cerveza.

—¿Qué están haciendo? –preguntó y sin esperar respuesta se levantó y comenzó a caminar lentamente hacia la jaula.

El demonio estaba recostado en el centro mismo de la jaula mirando el techo como si estuviera extremadamente cómodo. A su alrededor battousanios obviamente borrachos intentaban provocarlo gritándole groserías, golpeando los barrotes y lanzando comida hacia adentro.


Ahí va mi admiración por el pueblo guerrero
 –pensó no por defender al demonio, sino porque realmente era penoso ver a varios borrachos comportarse como gorilas.

Al ver llegar a Alina, los battousanios aumentaron más su espectáculo para llamar su atención retándose mutuamente a ser quien más provocase al demonio. Luego de cada turno, cada uno golpeaba su pecho y flexionaba los músculos de sus brazos y torso. Era casi patético, pero Alina no podía desviar la mirada de los cuerpos semidesnudos y musculosos de los hombres. Este pueblo la había vuelto una pervertida... y no le importaba.

Mayra, Elio y Emir se acercaron, Mayra visiblemente incómoda con la situación e intentando mirar a cualquier lado excepto a los battousanios que, al ver a la iluminada, se turnaban entre mirarla hipnotizados e intentar demostrar cuan masculinos y fuertes eran. Elio intentaba ponerse disimuladamente entre Mayra y los hombres semidesnudos ignorando los insultos para que se corriese.

Uno de los battousanios, el más osado de todos hasta ahora, metió su brazo adentro de la jaula hasta el hombro sorprendiendo incluso al Demonio Supremo Daesuke. Rápidamente agarró e sombrero de ala ancha y lo sacó de la jaula exhibiéndolo por encima de su cabeza como un trofeo ante los gritos de victoria de sus compañeros. Luego lo tiró al suelo pisándolo fuerte con la misma exaltación.

Alina estaba cansada de la actitud de los hombres y se adelantó para tomar el sombrero debajo de los pies del Battousanio. No sería malo que alguien les demostrara que mujeres fuera de Battousania podían ser valientes también... además quería sentirse nuevamente valiente después de haber vomitado y llorado como una niña en la batalla. Era la última vez que lloraba frente a alguien, no importaba cuanta sangre corriese alrededor.

Suprimiendo las ganas de ponerse el sombrero se acercó a la jaula y volteó a mirar a los hombres que la alentaban con gritos y risas.

—Dejen de comportarse como adolescentes en celo –rezongó Alina y metió su brazo dentro de la jaula tirando el gorro.

Una manó la agarró fuertemente tirándola hacia estar casi dentro de la jaula si no fuese por los barrotes y haciendo escapar un grito agudo de su boca. Su instinto fue forcejar en la dirección contraria y por un momento lo hizo hasta que vio al Demonio Daesuke frente a ella. Sus ojos rasgados y verdes estaban descolocados de la ira y respiraba con resoplidos. Sus uñas se clavaban en el brazo de Alina e incluso mostraba sus dientes cual fiera lista para atacar.

—Acabo de devolverte tu maldito sombrero –dijo dejando de forcejar y mirándolo directamente a los ojos dejando de lado toda la ira que emanaba de él.

—Suéltala –gritó Mayra pisando fuerte el suelo a medida que se acercaba

—Créeme, será mejor que la sueltes o terminarás aplastado contra el otro lado de la jaula y lentamente calcinado –dijo Elio

—Si no fuera por este maldito collar ya estarían rogándome que parara de torturarlos, baba colgando por la boca —respondió el demonio

—Lástima entonces que no puedes hacer nada al respecto a menos que quieras que te torturen a ti –se atrevió a decir Alina aun mirándolo fijamente

Por un momento, el demonio aumentó la fuerza de su apretón pero Alina contuvo el grito de dolor. Luego, por fin, el demonio la soltó y volvió al centro de la jaula todavía mostrando los dientes.

—Vamos Alina, ya tendrás oportunidad de vengarte todo lo que quieras –dijo Mayra con la vista perdida

Alina, sin embargo, volvió a meter su brazo dentro de la jaula, retando al demonio que hiciera algo y lentamente, asegurándose que la estaba mirando, volvió a tomar el sombrero de ala ancha que seguía a su alcance.

—Creo que no te lo mereces –dijo poniéndoselo como había querido hacía unos minutos.

Dándose la vuelta abrazó a Mayra con su brazo adolorido y envió un gesto de victoria hacia los battousanios que se golpeaban el pecho fervientemente y gritaban su nombre mientras ella caminaba alejándose de la jaula, dándole la espalda al demonio.

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