Read Órbita Inestable Online

Authors: John Brunner

Tags: #Ciencia ficción

Órbita Inestable (14 page)

—¿Cómo?

Su hermoso rostro se agrió como nata a la que se le echa zumo de limón.

—Usted no es un niño, señor Flamen. ¿Cómo infiernos cree usted que aprende alguien a identificarse con el máximo número de gente? ¡Hace lo que hacen los otros! Se muere de hambre con ellos, duerme con ellos, come y bebe con ellos, deja que hagan con una lo que desean hacer, y no los enjuicia por nada de ello. Pero no imagino que este modo de ver las cosas le guste.

—¿Por qué no?

—Lo siento. No quería ser ofensiva. Pero tal como veo las cosas… ¡Infiernos! Lo admito, nunca he visto su programa. Ni siquiera teníamos tri-V en el apartamento hasta ayer, cuando uno de los amigos de Dan nos regaló la suya vieja. Pero es usted un hurgón, ¿y no se ganan la vida los hurgones señalando a la gente con el dedo para que la masiva audiencia de libidinosos moralistas de mentes estrechas pueda fingir que está horrorizada?

—Sí, yo enjuicio —dijo Flamen tras una pausa—. Pero al menos me gusta pensar que mis víctimas se merecen lo que reciben. Mentirosos, timadores, engreídos, constructores de imperios de escasa mente y mucho apetito de poder… No soporto a los hipócritas. Dudo que usted pueda.

—Espero que eso que me dice sea cierto —murmuró ella—. Me gustaría que usted me gustara. Siempre deseo que la gente me guste.

—Y a mí me gusta gustar. El problema es que en mi oficio no importa lo cuidadosamente que elija mis blancos, los espectadores siempre pueden resultar salpicados, y eso hace que todo el mundo se muestre…, esto…, desconfiado… —Flamen se inclinó hacia delante y observó el hermoso conjunto de espaciadas y modernas casas que estaban sobrevolando—. Ya casi hemos llegado. Aterrizaremos en un minuto.

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Hablo con la lengua de los hombres y de los ángeles y no tengo caridad.

El evangelista
[2]
bramó a todo pulmón por la estación de radio «pirata» británica en 1966:

—¡Vosotros conocéis las calles de vuestra vecindad por las que no os atreveríais a caminar solos una vez anochecido! ¡Vosotros conocéis las calles por las que no os gustaría que pasaran vuestros hijos al volver a casa de la escuela!

—¿De qué demonios está hablando? —dijo su audiencia, y apagaron el aparato.

42
Perihelio

—Me gustas mucho más en la fase veraniega de tu órbita —dijo Reedeth, acariciando el pelo de Ariadna.

En respuesta, ella hundió sus dientes en la parte carnosa de su brazo, y él se apartó con un grito.

—¡Eres siempre tan pagado de ti mismo cuando has descargado tus tensiones sobre mí! —restalló—. ¡Pero no pienses que estoy completamente indefensa, sin embargo…, ni siquiera ahora!

Reedeth suspiró, frotándose las señales en forma de herradura dejadas por el mordisco.

Ella se sentó y dejó colgar sus pies por el borde de la mesa-camilla de exploraciones; no era tan lujosa como una cama, pero había servido igualmente.

—¿Estás seguro de que esa cosa está desconectada? —preguntó por quinta o sexta vez, señalando al robescritorio.

—Sí, sí y sí —murmuró Reedeth—. Te lo dije: cuando Harry lo arregló, lo hizo de forma distinta a la habitual. ¡Tenemos que sacar a ese hombre de este ambiente asfixiante!

Posee talentos que… Oh, no importa. Lo que deseaba era hablar de ti. ¿No puedes pensar en otra cosa más que en defenderte?

—¡No es racional gozar de la propia vulnerabilidad!

—Menos racional es actuar bajo la suposición paranoide de que todo el mundo pretende hacerte daño. ¿Y qué otra cosa estás haciendo cuando penetras en los traumas básicos de un paciente sino tomar ventaja de su vulnerabilidad?

—Tú y tu lógica artificiosa —dijo Ariadna malhumoradamente—. Es preciso efectuar una incisión para curar una hernia o una úlcera perforada, ¿no? ¡Pero tú no vas por ahí con la piel de grandes heridas abiertas colgando para el caso de que alguien tenga que hurgar en tus órganos internos!

—Como tampoco voy por ahí llevando una resonante armadura. Aunque te aseguro que alguna gente trata sus ropas como si fueran una armadura, y dan la impresión de estar siempre en guardia. Pero ¿cuál es el arquetipo del hombre perfectamente defendido? Es el catatónico.

—Eso suena como uno de los argumentos de Conroy.

—¡Aplausos! —dijo burlonamente Reedeth—. De hecho, lo es. Siempre creí que era una impresionante comparación, y sigo creyéndolo. Pero dime…, no, espera. —Alzó una mano para impedir su interrupción—. Seriamente, Ariadna: ¿qué es lo que te hizo desmoronarte de la forma en que lo hiciste? ¿Lo sabes? Siempre estás hablando de que hay que mantenerse distanciado de las propias emociones, y admito que es bueno no estar a su merced. Tú has hecho saltar tu válvula de seguridad, y eso fue maravilloso, y me gustaría poder decirte lo bueno que fue…, pero ¿qué crees que hizo que ocurriera? Estoy jugando limpio. Creo que sé cómo lo conseguí, y estoy dándote la oportunidad de descubrirlo tú misma a fin de que si lo deseas puedas protegerte contra una repetición en el futuro.

Ella se pellizcó pensativamente el labio inferior; dándose cuenta de lo que estaba haciendo, retiró furiosamente la mano.

—Yo… Bueno, supongo que fue tu seguridad. Me hallaba en un estado más bien confuso, y frente a tu absoluta seguridad la idea de discutir contigo tras todo lo demás se me hizo insoportable… Era demasiado.

—Sí, esa fue mi conclusión. Ahora hay algo más que quiero saber. —Reedeth, sentado, se inclinó hacia delante, rodeándose las rodillas con los brazos—. ¿Qué te hizo sentir que la sesión con la pitonisa había ido mal? Yo tuve la impresión de que para una primera prueba fue un notable éxito, y que debería ser repetido tan pronto como sea posible.

—No se suponía que terminara de la forma en que lo hizo, con su mackero abofeteándola. Se suponía que duraría una media hora. Y por un momento me sentí aterrada. ¿Sabes la droga que utilizan esas chicas para entrar en trance?

—Sí, las píldoras sibilinas. Se lo pregunté a mi robescritorio. Esa chica debe de tener un metabolismo fantástico para recuperarse sin nada peor que un acceso de irritación. Pero aparentemente se trata de un fenómeno bien documentado. Hay gran número de referencias al respecto en la literatura médica. ¿No te documentaste por anticipado?

—¡Naturalmente que lo hice! Pero… —Ariadna se mordió los labios—. Una cosa es leer acerca de ello, y otra verlo ocurrir ante tus ojos. Supongo que debió de impresionarme mucho, y cuando Flamen se quejó acerca del estado de su esposa no le respondí de una forma educada precisamente, y entonces él se fue con su amenaza de sacarla de aquí. Ya puedo imaginar a Mogshack chillándome acerca de eso. Y tú me cogiste en el momento preciso, cuando estaba completamente abierta. Y tú lo sabías muy bien, ¿verdad?

—Sí. Pero no voy a disculparme por ello.

—No espero que lo hagas.

Se levantó agitando la cabeza, y tomó sus ropas y empezó a ponérselas.

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Un ejemplo notable, tomado de la vida misma, ilustrando la observación
de Xavier Conroy acerca del hombre perfectamente defendido.

Como consecuencia de la declaración de independencia de Paraguay con respecto a España, el doctor Francia, el dictador conocido como «El Supremo», adoptó una sencilla política exterior: no se permitía a nadie entrar en el país o abandonarlo, y el comercio exterior estaba absolutamente prohibido.

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Una firme decisión de entrar en los negocios por la puerta grande.

—¡Oh, así que esa es su esposa! —exclamó Lyla, arrastrando tras ella su yash por el suelo mientras cruzaba la sala de estar de Flamen hacia el lugar de honor, donde una imagen animada de Celia grabada en cinta sin fin repetía interminablemente su ciclo—. Ahora la reconozco. Es una terrible pena… ¡Es tan encantadora!

—Gracias —murmuró Flamen—. Pero su carácter no es tan bueno como podría pensar usted viéndola. Me temo…, pero por supuesto todo ello, o casi todo, tiene que ser debido a su condición. No importa. Siéntese. Disque una bebida, la que le guste.

Había sacado las bobinas de cinta de las cámaras, dejando éstas en el deslizador; las encajó en el alvéolo de alimentación del aparato reproductor, y aguardó al débil zumbido que indicaba que el mecanismo había establecido la sincronización.

—Todo el material está en el orden en que fue grabado, por supuesto —advirtió—. Me saltaré el principio y buscaré directamente el momento en el que usted empezó a profetizar. Yo…

La comred zumbó.

—¡Maldita sea! ¡No estoy! —le dijo al automatismo.

—¡Prioridad Able Baker! —contestó la voz de Prior, y la pantalla se iluminó para mostrar su rostro.

Estaba a punto de decir algo más cuando se dio cuenta de que Flamen no estaba solo. Abrió mucho la boca.

—Matthew, ¿te has vuelto loco hoy? Podía ser una llamada de un director de la Holocosmic, o de cualquier otra persona con prioridad Able Baker sobre tu aparato. ¡Y estás casado, maldita sea…, con mi hermana!

—Como todos los neopuritanos, tienes una mente como una cloaca al aire libre —dijo Flamen cansadamente—. Pero puesto que estás en comunicación, mejor sigue. Esta es Lyla Clay, la pitonisa. Estaba actuando en el Ginsberg y grabé su trance. Ahora íbamos a pasarlo y ver si podemos utilizar algo de él para la emisión de mañana.

Prior se mostró instantáneamente alarmado.

—¿Y la ética médica?

—¿Es usted una profesional médica registrada? —preguntó Flamen a Lyla. Ella negó desconcertada con la cabeza—. Estupendo. Entonces no hay ningún problema por ese lado. Y tengo registradas autorizaciones de todos los pacientes y del personal médico. Deja de preocuparte. Pero ya que te tengo aquí, hay dos o tres cosas que quiero decir. En primer lugar, te debo una disculpa por lo de esta mañana. No veía adonde querías llegar. Hubiera debido comportarme de otro modo muy distinto a como lo hice.

En vez de ablandarse, Prior pareció aún más inquieto.

—Bien…, ¿crees que debemos hablar de asuntos privados con…?

—¿Con una desconocida escuchando? Lionel, estuve observando el trabajo de la señorita Clay esta tarde. Te lo diré claramente, no hay secretos cuando esa chica está por los alrededores. Y de todos modos, a mí no me importa. Me he ganado la vida durante años extrayendo esqueletos de los armarios de la gente… Sería hipócrita por mi parte pretender que yo no tengo ninguno. Así que disculpa por lo que te dije esta mañana. ¿De acuerdo?

—Es precisamente por eso por lo que te llamo. He recogido los pedazos por ti. —Un asomo de presunción asomó en la expresión de Prior—. Pero no voy a hablar de nada de eso en público, si no te importa.

—Mire, si molesto… —dijo Lyla, poniéndose vivamente en pie.

—Usted quédese donde está —dijo Flamen—. Deseo hablar por un momento del Ginsberg. Lionel, ¿sabes algo acerca de los métodos de Mogshack, o siempre has creído a pies juntillas en su reputación como en la de ese Lar que tienes?

Prior enrojeció como un tomate.

—Matthew, si vas a rebajarte hasta el punto de hacer bromas tan estúpidas como esa…

—Lionel, quiero saberlo. Vi a Celia esta tarde, y está convirtiéndose en un vegetal. ¿Tienes alguna idea de lo que le hacen a la gente ahí dentro?

—Sí, por supuesto que sí. Lo verifiqué muy cuidadosamente, y supongo que tú hubieras debido hacer lo mismo. Mogshack trata a sus pacientes de acuerdo con las más avanzadas técnicas terapéuticas modernas. Para cada paciente extrae un perfil de personalidad especialmente computarizado, y luego los ordenadores diseñan una curva de normalidad hacia la cual es dirigido con suavidad el comportamiento aberrante a través de varios métodos tales como… Bueno, yo soy un lego en esas materias, naturalmente, pero tengo entendido que utilizan medicamentos y… —Hizo un gesto amplio—. Sea como sea, intentan ayudar a los pacientes a confiar de nuevo en sí mismos.

—Suena más bien como si confeccionaran camisas de fuerza y recortaran a los pobres diablos por todos lados hasta que encajen en ellas —dijo Lyla, y se llevó una mano a la boca—. ¡Oh!, lo siento…, no pretendía inmiscuirme.

Flamen le dirigió una pensativa mirada.

—Sí, cuanto más pienso en ello más creo que tiene usted razón. Lionel, ¿cuándo puedo sacar a Celia de ahí?

—A finales de mes, por supuesto, cuando haya que renovar el contrato. A menos que dispongas de un cuarto de millón en buenos billetes para pagar la cláusula de penalización si quieres hacerlo antes.

—Pero ¿hay algo que me prohíba hacer que su caso sea analizado por ordenadores independientes?

—Precisamente en estos momentos no hay prácticamente nada que tú no puedas hacer analizar por ordenadores —dijo Prior, y Flamen se dio cuenta demasiado tarde de que su cuñado ardía en deseos de transmitirle las noticias que tenía.

—¡Vamos, suéltalo! —dijo bruscamente—. Yo respondo por la señorita Clay.

—Bueno… Oh, de acuerdo. ¿Qué te parece disponer de acceso y tiempo libre en los ordenadores federales?

Se echó ligeramente hacia atrás, y sonrió satisfecho ante la expresión del rostro de Flamen.

—¿Estás hablando en serio?

—Por supuesto. Hay condiciones, pero ya te hablaré de ellas más tarde. El trato vale la pena.

—¡Cristo, tiene que valerlo! ¿Cuál es el límite?

—Todo lo que necesitemos para resolver el problema del sabotaje. Más incluso. No hay límite.

—En ese caso —dijo Flamen con enorme satisfacción—, el sabotaje no es lo único que voy a resolver. Hay también una pequeña cosilla…

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El sonido de un código al ser roto es normalmente el mismo que el de alguien haciendo chasquear los dedos.

—Y eso de lo que habló su mackero —dijo Ariadna—. Una trampa de eco. —Se estremeció—. Parecía querer decir que la mente puede quedar atrapada sobre un tema una y otra vez, como una cinta sin fin… Jim, tú extrajiste algo de sentido a lo que dijo, ¿verdad?

—Tú también, si admitieras el hecho. No fue sólo el verla seguir en pie cuando hubiera debido ser incapaz siquiera de moverse lo que te trastornó. Empezó antes, cuando ella te advirtió de que «venir e ir» significan también «sufrir». Es un diagnóstico de tus trastornos clásicamente exacto. Tú eres una mujer altamente sexual, y no puedes eliminar ese hecho simplemente intentando alcanzar una órbita cometaria y pasando la mayor parte de tu vida muy lejos del sol.

—¡El sol! —Ariadna rió secamente—. ¡Odiaría tenerte a ti como la luz de mi vida!

Imperturbable, Reedeth prosiguió:

—El sol da la vida…, la sal de la vida…, un retruécano de segundo orden. Estás intentando negar un fuerte instinto maternal surgido del disfrute y el placer, y eso es lo que causa todos tus trastornos, a menos que…

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