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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

Parque Jurásico (38 page)

—¿Esta noche? —dijo Gennaro.

Pero Muldoon no le escuchaba: se había alejado hacia un terraplén de tierra blanda, cerca de un caño de desagüe para lluvia. Se volvió a poner en cuclillas:

—¿Qué era lo que llevaba la niña?

—Cristo —dijo Gennaro—. No lo sé.

Avanzando con lentitud, Muldoon fue más hacia un costado del camino. Y, en ese momento, oyó un jadeo. Era, definitivamente, un sonido animal.

—Escuche —dijo Gennaro—. Creo que es mejor que nos…

—Shh —susurró Muldoon.

Se detuvo, escuchando.

—No es más que el viento —dijo Gennaro.

Volvieron a oír el jadeo sibilante, pero esta vez con claridad. No era el viento. Provenía de los matorrales que estaban directamente frente a ellos, al lado del camino. No parecía el sonido producido por un animal, pero Muldoon avanzó con cautela. Agitó su luz hacia todos lados, y gritó, pero el jadeo no cambió. Muldoon empujó a un lado las frondas de una palmera.

—¿Qué es? —preguntó Gennaro.

—Es Malcolm —repuso Muldoon.

Ian Malcolm yacía sobre la espalda, con la piel cenicienta, la boca abierta con laxitud. Respiraba con dificultad, emitiendo jadeos sibilantes. Muldoon le pasó la linterna a Gennaro y, después, se inclinó para examinar el cuerpo:

—No encuentro herida —dijo—. Cabeza bien, pecho, brazos…

Entonces, Gennaro dirigió la luz a las piernas:

—Se puso un torniquete.

El cinturón de Malcolm estaba retorcido sobre el muslo derecho. Gennaro recorrió la pierna con la luz: el tobillo derecho estaba doblado hacia fuera, formando un ángulo imposible con la pierna; los pantalones estaban aplastados, empapados de sangre, Muldoon tocó el tobillo con suavidad, y Malcolm gimió.

Muldoon retrocedió y trató de decidir qué hacer después: Malcolm podría tener otras lesiones. La espalda podría estar rota. Moverlo podría significarle la muerte pero, si le dejaban ahí moriría por la insuficiencia circulatoria: que no hubiera muerto desangrado se debía exclusivamente a que había tenido la presencia de ánimo suficiente para hacerse un torniquete.

Y era probable que ya estuviera sentenciado. Que lo movieran no cambiaría las cosas en absoluto.

Gennaro ayudó a Muldoon a levantar al hombre, al que colgó desmañadamente sobre los hombros. Malcolm gimió y su respiración se transformó en jadeos entrecortados.

—Lex… —murmuró—. Lex… fue… Lex…

—¿Quién es Lex? —preguntó Muldoon.

—La niña —dijo Gennaro.

Trasladaron a Malcolm de vuelta al jeep y forcejearon para instalarlo en el asiento trasero. Gennaro le ajustó el torniquete alrededor de la pierna. Malcolm se volvió a quejar. Muldoon le remangó la pernera y, debajo de la tela, vio la carne pulposa, las blancas astillas de hueso que sobresalía.

—Tenemos que llevarlo de vuelta —anunció.

—¿Se va a ir de aquí sin los niños?

—Si han entrado en el parque, son más de cien kilómetros cuadrados. La única manera de que podamos encontrar algo ahí afuera es con los sensores de movimiento: si los niños están vivos y desplazándose por ahí, los sensores los localizarán y podremos ir directamente hacia ellos y traerlos de vuelta. Pero, si no llevamos inmediatamente al doctor Malcolm de regreso, morirá.

—Entonces, tenemos que volver.

—Sí, así lo creo.

Subieron al jeep. Gennaro preguntó:

—¿Le va a decir a Hammond que los chicos están perdidos?

—No —dijo Muldoon—. Se lo dirá usted.

Control

Donald Gennaro miró a Hammond, sentado en la cantina de autoservicio: se estaba sirviendo cucharadas de helado, comiéndolo calmosamente.

—¿Así que Muldoon cree que los niños están en alguna parte del parque?

—Así lo cree.

—Entonces, estoy seguro de que los encontraremos.

—Así lo espero —dijo Gennaro. Observó al anciano comiendo pausadamente y sintió escalofríos.

—¡Oh, estoy seguro de que los encontraremos! Después de todo, como le repito a todo el mundo, este parque está hecho para niños.

—De modo que usted comprende que están perdidos, señor.

—¿Perdidos? —repuso con brusquedad—. Por supuesto que sé que están perdidos. No estoy senil. —Suspiró y volvió a cambiar de tono—: Mire, Donald. No nos dejemos llevar. Sufrimos un ligero desperfecto, como consecuencia de la tormenta o de lo que fuere y, como resultado, experimentamos un accidente lamentable, desafortunado. Y eso es todo lo que pasó. Ya nos estamos ocupando de eso. Arnold hará que se limpien los ordenadores. Muldoon recogerá a los niños y yo no tengo la menor duda de que estará de vuelta con ellos en el mismo momento en que terminemos este helado. Así que sentémonos y veamos lo que ocurre; ¿le parece bien?

—Lo que usted diga, señor.

—¿Por qué? —preguntó Henry Wu, mirando la pantalla de la consola.

—Porque creo que Nedry le hizo algo al código —dijo Arnold—. Ése es el porqué de que yo lo esté revisando.

—Muy bien. ¿Pero ha probado ya sus opciones?

—¿Como cuáles?

—No sé… ¿Los sistemas de seguridad no están funcionando todavía? ¿Verificaciones de teclas? ¿Todo eso?

—¡Por Dios! —dijo Arnold, chasqueando los dedos—. Tienen que estar funcionando. Los sistemas de seguridad no se pueden desactivar, salvo desde el panel principal.

—Bueno, si
Verificaciones de teclas
está activo, entonces usted puede hacer el seguimiento de lo que hizo Nedry.

—Puede apostar a que así es —repuso Arnold. Y empezó a oprimir botones. ¿Por qué no había pensado en eso antes? Era tan obvio. El sistema de procesamiento electrónico de datos del Parque Jurásico tenía incorporados varios niveles de sistemas de seguridad. Uno de esos sistemas era un programa para verificación de teclas, que vigilaba todas las pulsaciones hechas en el teclado por operadores con acceso al sistema. En sus orígenes se había instalado como dispositivo depurador de defectos de programación, pero se conservó por su valor como sistema de seguridad.

En un instante, todas las digitaciones que Nedry había entrado en los ordenadores desde el comienzo de ese día aparecieron en una lista, en la pantalla:

13,42,121,32,88,77,19,13,122,13,44,52,77,90,13,99,13,100,13,109,55,103

144,13,99,87,60,13,44,12,09,13,43,63,13,46,57,89,103,122,13,44,52,88,9

31,13,21,13,57,98,100,102,103,13,112,146,13,13,13,77,67,88,23,13,13

system

nedry

goto command level

nedry

040/#xy/67&

mr goodbytes

security

keycheck off

safety off

sl off

security

whte_rbt.obj

—¿Es eso? —dijo Arnold—. Estuvo sin hacer nada durante horas, al parecer.

—Probablemente sólo mataba el tiempo —aventuró Wu—, hasta que, al final, decidió ir al grano.

La lista inicial de números representaba los códigos ASCII para teclado, correspondientes a las teclas que Nedry había apretado en la consola. Esos números significaban que Nedry todavía estaba dentro de la interfaz normal para el usuario, como cualquier operador normal del ordenador. De modo, pues, que simplemente había estado echando un vistazo, cosa que no correspondería esperar del programador que había diseñado el sistema.

—Quizás estaba tratando de ver si se habían introducido cambios antes de que él entrara en el programa —supuso Wu.

—Quizá —dijo Arnold, que ahora estaba mirando la lista de instrucciones, lo que le permitía seguir la evolución de la marcha de Nedry a través del sistema, renglón por renglón—. Al menos, podemos ver lo que hizo.

system
era la solicitud de Nedry para abandonar la interfaz normal para el usuario y para tener acceso al código en sí. El ordenador le había preguntado su nombre y él contestó:
nedry
. Ese nombre tenía acceso autorizado al código, por lo que el ordenador le permitió entrar en el sistema. Nedry había pedido
goto command level
, el nivel más elevado de control del ordenador; el nivel de instrucciones exigía seguridad adicional, y le pidió su nombre, número de acceso y palabra clave de acceso:

nedry

040/#xy/670

mr goodbytes

Esas entradas llevaron a Nedry al nivel de instrucciones. Desde aquí, quiso
security
y, puesto que estaba autorizado, el ordenador le permitió llegar hasta ahí. Una vez situado en el nivel de seguridad, Nedry intentó tres variaciones:

keycheck off

safety off

sl off

—Está tratando de apagar los sistemas de seguridad —dijo Wu—. No quiere que nadie vea lo que va a hacer.

—Exactamente —asintió Arnold—. Y en apariencia, no sabe que ya no es posible desactivar los sistemas, salvo apagando a mano los conmutadores del tablero principal.

Después de tres órdenes fracasadas, el ordenador automáticamente empezó a preocuparse por Nedry. Pero, puesto que había entrado con la autorización apropiada, el ordenador supuso que Nedry estaba perdido, tratando de hacer algo que no podría lograr desde donde estaba. Así que el ordenador le volvió a preguntar dónde quería estar, y Nedry contestó:
security
. Y se le permitió permanecer ahí.

—Por fin —dijo Wu—, aquí está el remate inesperado del chiste. —Señaló la última de las instrucciones que Nedry había introducido:
whte-rbt.obj

—¿Qué demonios es eso? —exclamó Arnold—. ¿Conejo Blanco? ¿Es su chiste privado?

—Está señalado como objeto —explicó Wu. En terminología de computación, un «objeto» era un bloque de código que se podía desplazar por el programa y usarse, del mismo modo que se podría mover una silla por una habitación. Un objeto podría ser un conjunto de instrucciones para trazar un dibujo, o para «refrescar» la pantalla, o para llevar a cabo determinado cálculo.

—Veamos dónde está en el código —dijo Arnold—. A lo mejor podemos deducir lo que está haciendo. —Fue a los utilitarios del programa y escribió en el teclado:

FIND WHTE_RBT.OBJ

El ordenador dio esta respuesta:

OBJECT NOT FOUND IN LIBRARIES

—¡No existe! —exclamó Arnold.

—Entonces, busque en el listado de códigos —indicó Wu.

Arnold escribió:

FIND/LISTIN: WHTE_RBT.OBJ

En la pantalla empezaron a pasar con rapidez, de arriba hacia abajo, las líneas de código, borrosas debido a la velocidad con la que pasaban por la pantalla. Este desplazamiento se prolongó durante casi un minuto y, de pronto, se detuvo abruptamente.

—Ahí está —dijo Wu—. No es un objeto. Es una instrucción.

La pantalla exhibía una flecha que apuntaba a un solo renglón de código:

curV= GetHandl [ssm.dt] tempRgn [itm.dd2]

curH= GetHandl [ssd.itl] tempRgn2 [itm.dd4]

on DrawMeter(lgN) set shp_val.obj to lim(Val[d]).Xval.

if ValidMeter(mH) (**mH).MeterVis return.

if Meterhandl(vGT) ((DrawBack(tY)) return.

limitDat.4 = maxBits (%33) to {limit.04} set on.

HmitDat.5 = setzero, setfive, O [limit.2-var(szh)}.

on whte_rbt.obj cali link.sst [security, perimeter] set to off.

vertRange = {maxRange+setlim} tempVgn(fdn-&bb+$404).

horRange = [maxRange-setlim/2] tempHgn(fdn-&dd+$105).

void DrawMeter send_screen.obj print.

—¡Hijo de puta! —casi gritó Arnold.

Wu sacudió la cabeza.

—No es un defecto del código.

—No —concordó Arnold—. Es una entrada secreta. El gordo hijo de puta metió lo que parecía ser la llamada de un objeto pero que, en realidad, es una instrucción que enlaza los sistemas de seguridad y del perímetro y, después, los desactiva. Eso le da completo acceso a todo lugar del parque.

—Entonces, tendríamos que poder activarlos de vuelta.

—Sí, tendríamos. —Arnold frunció el entrecejo, mirando la pantalla—. Todo lo que tenemos que hacer es deducir cuál es la instrucción. Haré pasar un seguimiento de ejecución sobre el enlace. Veremos dónde nos lleva eso.

Wu se levantó de su silla, diciendo:

—Mientras tanto, ese alguien entró en el congelador hace casi una hora. Creo que es mejor que cuente mis embriones.

Ellie estaba en su habitación, a punto de cambiarse la ropa mojada, cuando oyó que llamaban a la puerta.

—¿Alan? —preguntó, pero cuando abrió la puerta vio a Muldoon allí con un paquete envuelto en plástico bajo el brazo. Muldoon también estaba calado hasta los huesos y en su ropa había huellas de barro.

—Lo siento, pero necesitamos su ayuda —dijo con tono enérgico—. Los Cruceros de Tierra fueron atacados hace una hora. Trajimos a Malcolm, pero está en estado de insuficiencia circulatoria. Tiene una herida muy grave en la pierna. Todavía está inconsciente, pero le he llevado a su habitación y le he metido en la cama. Harding ya está en camino hacia aquí.

—¿Harding? —dijo Ellie—. ¿Y los demás?

—Todavía no les hemos encontrado, doctora Sattler —contestó Muldoon. Ahora hablaba con lentitud.

—Oh, Dios mío.

—Pero creemos que el doctor Grant y los chicos todavía están vivos. Creemos que entraron en el parque, doctora Sattler.

—¿Entraron en el parque?

—Así lo creemos. Mientras tanto, Malcolm necesita ayuda. He llamado a Harding.

—¿No deberían llamar al médico?

—No hay médico en la isla. Harding es lo mejor que tenemos.

—Pero sin duda pueden llamar a un médico…

—No; las líneas telefónicas están muertas. No podemos llamar al exterior. —Cambió de lugar el paquete que llevaba bajo el brazo.

—¿Qué es eso? —preguntó Ellie.

—Nada. Pero vaya a la habitación de Malcolm y ayude a Harding, si no le molesta.

Y se fué.

Ellie se sentó en la cama, sobresaltada; no era mujer dispuesta a dejarse llevar por un pánico innecesario, y sabía que Grant ya había salido antes de situaciones peligrosas. Una vez se había perdido en las tierras malas durante cuatro días, cuando un acantilado cedió bajo él y su camión y se precipitó treinta metros dentro de un barranco. La pierna derecha de Grant estaba rota. No tenía agua. Pero regresó caminando con una pierna rota.

Por otro lado, los niños…

Meneó la cabeza, rechazando ese pensamiento: era probable que los chicos estuviesen con Grant y, si Grant estaba en el parque… pues, ¿qué mejor persona para guiarlos con seguridad por el Parque Jurásico que un experto en dinosaurios?

En el parque

—Estoy cansada —dijo Lex—. Lléveme, doctor Grant.

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