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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Cetaganda (21 page)

—Es… una cuestión relacionada con el hautgenoma. Slyke Giaja está intentando llevarse algo a lo que no tiene derecho. No se trata de que trate de usurpar el poder del Emperador. Hasta ahí todo es correcto. El problema es que está tratando de usurpar el poder de la emperatriz. Eso es una vileza que está más allá de… El hautgenoma es nuestro, solamente nuestro. Él está traicionando no sólo al imperio, que no es nada, sino a los haut, que lo son todo.

—Pero las consortes están a favor de descentralizar el hautgenoma… supongo.

—Claro. La propia Señora Celestial las designó como consortes.

—¿Y…? Emmmm… ¿Y rotan cada cinco años con los gobernadores? ¿O el cargo se concede independientemente?

—El puesto es vitalicio, y sólo una orden directa de la Señora Celestial puede cambiar eso.

Entonces, si Rian conseguía captarlas para su bando, las consortes podían ser unas aliadas poderosas en el corazón del campo enemigo. Pero Rian no se atrevía, claro, porque tal vez una de ellas también era traidora. Miles recitó mentalmente una ristra de tacos.

—El imperio —señaló— es la base de los haut. No creo que no valga nada, ni siquiera desde un punto de vista genético. La proporción de… presas y predadores es… bueno, elevada…

Ella no sonrió con esa broma zoológica. Bueno, probablemente no valía la pena ofrecerle una función de sus versitos recitados. Miles lo intentó de nuevo.

—Seguramente la emperatriz Lisbet no quería fragmentar la base de los haut.

—No. No tan deprisa. Tal vez ni siquiera en esta generación —admitió ella.

Ah. Eso tenía más sentido: ese cálculo de tiempo casaba con el estilo de una anciana hautlady.

—Pero ahora el complot está en manos de otra persona, con otros propósitos. Una persona con metas personales de corto plazo, alguien que ella no había previsto. —Miles se humedeció los labios y prosiguió—. Creo que los planes de la Señora Celestial se han fracturado por el eslabón más débil. El Emperador protege el control de las hautmujeres sobre el hautgenoma; a cambio de esa protección, ustedes le dan legitimidad. Apoyo mutuo en interés de ambas partes. Los gobernadores de satrapías no tienen esos intereses. No se puede dar poder y retenerlo simultáneamente.

Los labios exquisitos de ella se abrieron en un gesto de preocupación, pero no lo negó.

Miles respiró hondo.

—En los intereses de Barrayar no figura que Slyke Giaja triunfe en su deseo de tomar el poder. Por ahora, estoy a su servicio en eso, milady. Pero a Barrayar tampoco le conviene que el Imperio de Cetaganda se desestabilice, como quería su emperatriz. Creo que sé cómo impedir que el complot de Slyke se lleve a cabo. Pero a cambio, usted tendrá que abandonar su intento de cumplir con la misión que le impuso su señora. —Cuando ella lo miró, atónita, Miles agregó con voz débil—: Al menos, por ahora.

—¿Cómo… cómo impediría usted el complot del príncipe Slyke? —preguntó ella lentamente.

—Penetrando en la nave del gobernador y recuperando la Gran Llave, la verdadera. Sustituyéndola con la falsa, si es posible. Con un poco de suerte, ni siquiera se dará cuenta del cambio hasta que vuelva a su planeta y entonces, ¿qué podrá hacer al respecto? Usted entrega la Gran Llave a la sucesora de la emperatriz, y asunto zanjado. Ninguna de las dos partes puede acusar a la otra sin incriminarse. Creo que sería la mejor salida, dadas las circunstancias. Cualquier otra cadena de acontecimientos lleva directo a un desastre. Si no tomamos cartas en el asunto, el complot dará frutos dentro de ocho días y Barrayar quedará involucrado. Si yo trato de cambiar la Llave y no lo consigo… bueno, yo diría que las cosas ya no pueden ir a peor.

¿Estás seguro de eso?

—¿Cómo lograría abordar la nave de Slyke?

—Tengo un par de ideas. Las consortes de los gobernadores… y sus ghemladies y las servidoras…, ¿pueden salir y entrar en la órbita libremente?

Se tocó el cuello con su mano de porcelana.

—Más o menos, sí.

—Consiga una lady con acceso legítimo, preferentemente alguien que no sea demasiado conspicua. Esa persona puede llevarme hasta la nave. No me estaría llevando a mí, por supuesto, yo tendría que disfrazarme de alguna forma. Cuando esté a bordo, me las arreglaré solo. Pero… tenemos un problema de confianza. ¿En quién podría confiar? ¿No creo que usted misma…?

—Hace… años que no abandono la capital.

—Entonces, el movimiento sería demasiado evidente. Además, seguramente Slyke Giaja la está vigilando. ¿Y la ghemlady que envió a buscarme en la fiesta de Yenaro?

Rian tenía una expresión decididamente preocupada.

—Alguien de la corte de la consorte sería la mejor opción —dijo, sin convicción.

—La alternativa —señaló él con frialdad— sería que Seguridad cetagandana se encargara del trabajo. Si se acusa a Slyke, eso probará la inocencia de Barrayar y yo ya no tendré problemas…

Bueno, no del todo. Slyke Giaja, si es que era lord X, era el hombre que de alguna forma había manipulado el control de tránsito de la estación orbital, y que había sabido exactamente dónde estaba el punto ciego para dejar el cuerpo de Ba Lura. Tenía más acceso a Seguridad del que le correspondía… mierda… ¿Era correcta la idea de que Seguridad de Cetaganda podría dirigir un ataque sorpresa contra la nave del príncipe imperial?

—¿Y de qué se disfrazaría usted? —le preguntó ella.

Él trató de convencerse de que el tono de la pregunta era sólo de sorpresa, y no de desprecio.

—De ba, probablemente. Son bajos, como yo. Y ustedes, los haut, tratan a esa gente como si fuera invisible, ciega y sorda…

—¡Ningún hombre se disfrazaría de ba!

—Tanto mejor. —Él sonrió irónicamente por su reacción. La comuconsola de Rian emitió un ruidito, pidiendo atención. Ella la miró con breve gesto de disgusto sorprendido, después tocó la almohadilla del código. En la placa de vídeo se formó la cara de un hombre maduro de rostro atractivo. Llevaba puesto el uniforme de oficial de Seguridad de Cetaganda, pero Miles no lo conocía. Sus ojos grises brillaban como cuentas de granito en la cara recién maquillada de rayas de cebra. Miles gimió y dirigió una mirada a su alrededor: no, por suerte estaba fuera de los límites de la imagen.

—Haut Rian. —El hombre hizo un gesto deferente con la cabeza.

—Ghemcoronel Millisor —respondió Rian—. Ordené que bloquearan mi comuconsola. Éste no es un buen momento. —Era obvio que ella trataba de no mirar a Miles.

—He usado el acceso de emergencia, señora. Hace un tiempo que trato de ponerme en contacto con usted. Mis disculpas, Haut, por interrumpir así su duelo, pero la Señora Celestial sería la primera en pedírmelo. Hemos conseguido rastrear el L-X-10-Terran-C perdido en el Agujero de Jackson. Necesito la autorización del Criadero Estrella para proseguir la persecución fuera del imperio. Tenía entendido que la recuperación del L-X-10-Terran-C era una de las prioridades de la fallecida Señora. Después de las pruebas de campo, estaba pensando en agregarlo al hautgenoma.

—Era prioritario, ghemcoronel, en efecto, pero… bueno, sí, deberíamos recuperarlo. Un momento, por favor. —Rian se levantó, fue hasta uno de los armarios y lo abrió con el anillo codificador que llevaba colgando de una cadena alrededor del cuello. Estuvo revolviendo algunos objetos y sacó un bloque transparente de unos quince centímetros de lado con el dibujo del pájaro grabado en la parte superior; volvió a su escritorio y lo colocó sobre la almohadilla lectora de la comuconsola. Tecleó algunos códigos y una luz parpadeó brevemente dentro del bloque—. Muy bien, ghemcoronel. Lo dejo en sus manos. Usted conoce la opinión de mi Señora sobre este asunto. Está autorizado. Saque los recursos que necesite de los fondos especiales del Criadero Estrella… lo que sea.

—Gracias, Haut. La mantendré informada. —El ghemcoronel asintió y desapareció de la pantalla.

—¿Qué era todo eso? —preguntó Miles en tono alegre, tratando de no parecer demasiado un predador.

Rian frunció el ceño.

—Un asunto interno y antiguo del hautgenoma. No tiene nada que ver con usted, ni con Barrayar, ni con la crisis, se lo aseguro. La vida sigue…

—Cierto. —Miles sonrió con amabilidad, como si estuviera totalmente satisfecho por la respuesta. Mentalmente, archivó la conversación. Tal vez pudiera servirle como cebo para Simon Illyan. Tenía la sensación de que iba a necesitar alguna excusa de peso para Illyan cuando volviera a casa.

Rian puso el Gran Sello del Criadero Estrella en su lugar, dentro del armario cerrado, y volvió a la silla.

—¿Le parece posible? —siguió diciendo Miles—. ¿Podrá conseguir una dama de confianza, mandarla conmigo disfrazado de ba, ID reales, el cilindro falso y algún medio para asegurarme de que la Llave que encuentre es la real? ¿Y algún pretexto válido para que ella vaya a la nave del príncipe Slyke… conmigo como acompañante? ¿Cuándo?

—No… no estoy segura del momento.

—Esta vez tenemos que fijar la reunión por adelantado. Si voy a escaparme de la supervisión de mi embajada durante varias horas, no puede llamarme cualquier día a cualquier hora, señora… tengo que cubrirme las espaldas…. y preparar una historia para venderla a mi propia Seguridad. ¿Tiene usted copia de mis citas oficiales? Supongo que sí, ya me ha localizado usted varias veces. También considero conveniente que nos veamos fuera del Jardín Celestial. Mañana por la tarde iremos a un lugar llamado Exhibición de Bioestética. Creo que podría inventar alguna excusa para escaparme… tal vez con ayuda de Iván.

—¿Tan pronto?

—No me parece tan pronto, señora. No nos queda mucho tiempo. Además tenemos que prever la posibilidad de que haya que anular el primer intento por alguna razón. Usted… Supongo que es consciente de que la prueba contra el príncipe Slyke es… sólo circunstancial. No concluyente.

—Pero por ahora es lo único que tengo.

—Entiendo. Pero necesitamos todo el margen que podamos darnos en caso de que sea necesario un segundo intento.

—Sí… tiene razón… —Ella respiró hondo, frunció el ceño con ansiedad—. Muy bien, lord Vorkosigan. Le ayudaré.

—¿Tiene alguna idea del lugar de la nave en que puede estar la Gran Llave? Es un objeto pequeño y la nave, muy grande. La primera opción es el camarote privado del príncipe. Una vez a bordo, ¿hay alguna forma de detectar la Gran Llave? No creo que tengamos la fortuna de contar con un circuito de ruido… ¿O sí?

—No tanto. Pero el sistema de energía de la Llave tiene un diseño muy antiguo y muy poco frecuente. A corta distancia es posible detectarlo con un sensor apropiado. La dama que vaya con usted tendrá uno y si se me ocurre alguna otra cosa útil, la mandaré con ella también.

—Todo es importante. —Por fin, había llegado. Por fin, estaban en movimiento.

Miles suprimió un impulso salvaje de rogarle que lo dejara todo y huyera con él a Barrayar. ¿Podría sacarla del Imperio de Cetaganda por conductos legales? No parecía una tarea menos milagrosa que la que le esperaba al día siguiente. ¿Cómo afectaría a su carrera, por no mencionar a la de su padre, la instalación de una hautmujer cetagandana y pariente cercana del emperador Fletchir Giaja en la casa Vorkosigan? ¿Cuántos problemas acarrearía? Aquel asunto le recordó la Guerra de Troya.

Pero habría sido agradable que ella intentara sobornarlo, que lo hubiera intentado un poquito más. No había levantado ni siquiera un dedo para seducirlo, ni una ceja para hacerle una invitación falsa. Su sinceridad era tan expuesta que a la mente de Miles, entrenada por SegImp y ya retorcida de natural, se le antojó ingenua. Cuando alguien se enamora desesperada, profundamente de otra persona, esa otra persona debería tener la cortesía de notarlo…

La palabra clave, muchacho, es desesperadamente. Recuérdalo.

Él y Rian no compartían amor, no compartían la posibilidad futura de un amor. Ni compartían objetivos. Lo que sí compartían era un enemigo. Tendría que conformarse con eso.

Rian se levantó como para dar por terminada la reunión. Miles también se esforzó por levantarse mientras decía:

—¿Ya vino a verla el ghemcoronel Benin? Tiene a cargo la investigación de la muerte de Ba Lura.

—Eso me han dicho. Ha solicitado una entrevista dos veces. Todavía no lo he recibido. Parece… persistente.

—Gracias a Dios. Todavía tenemos la posibilidad de coordinar nuestras declaraciones. —Le resumió rápidamente su entrevista con Benin con énfasis especial en la supuesta conversación que habían mantenido él y Rian durante el primer encuentro—. Tenemos que pensar en una historia coherente para esta vez. Creo que Benin piensa seguir con esto. Lamento decir que yo lo alenté un poco. No supuse que el príncipe Slyke se pondría tan pronto en evidencia.

Rian asintió, caminó hasta la pared-ventana y señaló varios lugares dentro del laboratorio. Explicó brevemente la visita que había hecho el príncipe Slyke el día anterior.

—¿Con eso es suficiente?

—Sí, gracias. Puede decirle que hice muchas preguntas médicas sobre… la corrección de problemas físicos y que usted no pudo ayudarme mucho y me dijo que había acudido al lugar equivocado. —No pudo evitar agregar—: Mi ADN es completamente normal, ¿sabe usted? Son daños teratogénicos. Fuera de su campo de experiencia y todo eso.

La cara de ella, siempre bella e inexpresiva como una máscara, se hizo todavía más fría. Asustado, él agregó:

—Ustedes, los cetagandanos, se pasan tanto tiempo pensando en las apariencias… Seguramente, usted ha visto falsas apariencias antes.

Basta. No digas ni una sola palabra más.

Ella abrió la mano en un gesto de aceptación sin compromiso y volvió a su burbuja. Agotado, sin confianza en su propio control, Miles caminó en silencio junto a la burbuja hasta la entrada principal.

Salieron a un crepúsculo artificial luminoso. Unas pocas estrellas pálidas brillaban en el hemisferio azul oscuro y aparentemente infinito del cielo. Sentados en un banco fuera del Criadero Estrella estaban Mia Maz, el embajador Vorob'yev y el ghemcoronel Benin, sumidos en una charla intrascendente. Todos levantaron la vista cuando apareció Miles y las sonrisas de Vorob'yev y Benin adquirieron cierta acritud. Miles estuvo a punto de dar media vuelta y escapar corriendo al interior.

Rian seguramente sintió lo mismo porque la voz en la burbuja murmuró:

—Ah, su gente lo está esperando, lord Vorkosigan. Espero que la visita le haya resultado educativa, aunque no haya encontrado lo que esperaba. Buenas tardes. —Y se deslizó rápidamente hacia el santuario del Criadero Estrella.

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