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Authors: Larry Niven

El protector (3 page)

—Menos eficiente, entonces… Pero si está usando un estatorreactor Bussard, consigue su combustible gratis. Supongo que ahora está por debajo de las velocidades de estatorreactor, sin embargo.

—Correcto.

—Debe ser enorme. Puede ser un navío de guerra, Lit, con esa enorme fuente de monopolos.

—No necesariamente. ¿Sabes como trabaja un ramrobot? Un campo magnético recoge el plasma de hidrógeno interestelar, lo guía lejos del fuselaje de carga y lo comprime de modo que el hidrógeno entra en fusión. El problema es que nadie puede tripularlo porque llega demasiado hidrógeno como radiación. En un navío tripulado deberías necesitar campos de control del plasma enormemente más grandes.

—¿Tanto así?

—Mitchikov dice que sí, si viene de bastante lejos. Cuanto más lejano sea su origen, mayor será su velocidad máxima.

—Hmmm.

—Te estás volviendo paranoico, Nick. ¿Por qué debería cualquier especie mandarnos un navío de guerra interestelar?

—¿Por qué mandarnos cualquier navío? Quiero decir, si te vas a poner humilde… ¿Podemos contactar la nave antes de que alcance la Tierra?

—Extrañamente, ya pensé en ello. Mitchikov tiene varios cursos marcados. La mejor apuesta es lanzar una flota desde el punto Troyano posterior de Júpiter dentro de los próximos seis días.

—No, una flota no. Deseamos que el Exterior nos crea inofensivos. ¿Tenemos alguna nave en los Troyanos?

—El Buey Azul. Estaba por salir hacia Juno, pero le envié órdenes y vaciaron su tanque de carga.

—Bien hecho.

El Buey Azul era un gigantesco carguero de fluidos, tan grande como los navíos de línea del Hotel Titán, aunque no tan hermoso.

—Necesitarán una computadora, una buena, no sólo un autopiloto de nave —continuó Nick—. También un técnico que la use y algunos sensores para la máquina. Deseo usarla como un traductor, y el Exterior podría hablar por parpadeos de los focos, o corrientes moduladas. ¿Podremos tal vez calzar un monoplaza en el tanque de carga del Buey?

—¿Para qué?

—Por las dudas. Sería un bote salvavidas. Si el Exterior juega fuerte, alguien podría escapar…

Lit no dijo de nuevo “paranoia”, pero estaba conteniéndose visiblemente.

—La nave es grande —agregó Nick pacientemente—, su tecnología es lo suficientemente poderosa para llevarla a través del espacio interestelar, y alguien de los nuestros podría decir algo equivocado —tomó el teléfono y dijo:—. Deme con Aquiles, tablero principal.

Tomaría un tiempo para el operador enfocar un láser en Aquiles. Nick colgó para esperar. Y el teléfono comenzó a sonar aún en su mano.

—¿Sí?

—Aquí Control de Tráfico —dijo el teléfono—; habla Cutter. Su oficina deseaba cualquier cosa nueva acerca de la fuente de monopolos.

Nick puso el parlante para que Shaeffer pudiera oír.

—Sí. ¿Qué pasa?

—Está igualando cursos con una nave del Cinturón. El piloto no parece que quiera evadir el contacto.

Los labios de Sohl se apretaron.

—¿Qué clase de nave?

—No podemos decirlo desde esta distancia. Probablemente un monoplaza minero. Igualarán órbitas en treinta y siete horas veinte minutos, si ninguno de ellos cambia de idea.

—Manténgame informado. Ajuste los telescopios más cercanos para vigilar. No deseo perderme nada.

Nick colgó.

—¿Oíste?

—Sí. La primera ley de Finagle.

—¿Podemos detener a ese Espacial?

—Mmmm. Lo dudo.

Pudo haber sido cualquiera. Resultó ser Jack Brennan.

Habían pasado varias horas del giro en ruta hacia la Luna terrestre. El impulsor descartable del Mariner XX decoraba su casco como un gemelo siamés subdesarrollado. Su escape aún estaba fijado en la nariz plana, el escape cuya salida había controlado el quemado del núcleo de combustible sólido. Brennan se había deslizado por dentro para mirar, aun sabiendo que cualquier daño disminuiría el valor de la reliquia.

Para ser un objeto de un solo uso y haber sido disparado, estaba en muy buena forma. La tobera se había quemado en forma un poco despareja, pero no seriamente; naturalmente que no, puesto que la sonda había alcanzado su destino. El Museo del Vuelo Espacial pagaría mucho por ella.

En el Cinturón el contrabando es ilegal, pero no inmoral. Contrabandear no era más inmoral para Brennan que olvidarse de pagar un parquímetro lo hubiera sido para un llanero. Si eras capturado, pagabas la pena y eso era todo.

Pero Brennan era un optimista: no esperaba ser capturado.

Había estado acelerando por cuatro días apenas por debajo de un ge. La órbita de Urano estaba lejos detrás de él; el sistema interior estaba lejos delante de él. Iba a una velocidad infernal. No había efectos relativistas observables, pero necesitaría ajustar su reloj al llegar.

Miren a Brennan. Su masa es de ochenta y un kilos, lo mismo que su peso a un ge; tiene un metro con ochenta y ocho centímetros de altura. Como cualquier Espacial, se ve como un jugador de basket de poca musculatura. Como ha estado sentado en su cucheta de control por más de cuatro días, comienza a verse y a sentirse cansado y arrugado. Pero sus ojos marrones están claros y alertas, con perfecta visión, corregida por microcirugía cuando tenía dieciocho años. Su cabello oscuro y lacio forma una franja de tres centímetros de ancho que corre desde su frente hasta su nuca, a través de un cuero cabelludo bronceado. Él es blanco, lo que significa que su bronceado Espaciero no es más oscuro que el cuero; como es usual, sólo tiene broncedas sus manos, su cara y el cuero cabelludo hasta la nuca. En todo el resto del cuerpo, su piel es como un helado de vainilla.

Tiene cuarenta y cinco años de edad, aunque se ve como de treinta. La gravedad ha sido amable con los músculos de su rostro, y el crecimiento del cabello no se ha interrumpido por el punto calvo en la coronilla. Pero las finas líneas alrededor de sus ojos se han acentuado, ya que lleva veinte horas intentando resolver un acertijo. Se ha dado cuenta de que alguien lo sigue.

Al principio había pensado que era un Dorado, un policía de Ceres. Pero ¿qué iba a hacer un Dorado tan lejos del Sol?

A la segunda mirada, ya vio que no podía ser un Dorado. Su llama de impulsor era demasiado plumosa, demasiado grande, y no lo bastante brillante. La tercera mirada incluyó algunas lecturas de instrumentos. Brennan estaba acelerando, pero el extraño estaba decelerando, y aún tenía una enorme velocidad. O había venido desde más allá de la órbita de Plutón, o su impulsor estaba generando decenas de ge. Lo que daba la misma respuesta: el extraño era un Exterior.

¿Cuánto tiempo llevaba el Cinturón esperándolo? Dejen que cualquier hombre pase algún tiempo entre las estrellas, aún un piloto de las naves lunares, y pronto se dará cuenta de cuán profundo es realmente el universo. Miles de millones de años luz de profundidad, con espacio para cualquier cosa. Más allá de toda duda, los Exteriores estaban allí afuera, en alguna parte; la primera especie extraña en contactar al hombre seguía sus asuntos más allá del alcance de los telescopios del Cinturón.

Ahora el Exterior estaba allí, igualando cursos con Jack Brennan. Y Brennan no estaba ni siquiera sorprendido. Cauto, sí; aún asustado. Pero no sorprendido, ni siquiera de que el Exterior lo hubiera elegido a él. Eso era un accidente del destino. Ambos habrían apuntado al sistema interior desde aproximadamente la misma dirección.

¿Llamar al Cinturón? Para ese momento ya lo sabrían. Los telescopios del Cinturón seguían a cada nave en el Sistema; las probabilidades estaban a favor de que ya hubieran hallado un punto del color equivocado y a la velocidad equivocada. Brennan esperaba que los telescopios no encontraran su nave; había apostado a que no la podrían encontrar lo bastante pronto. Pero estaban seguramente mirando al Exterior, y por ello deberían estar viéndolo a él ahora. En cualquier caso, Brennan no podía llamar a Ceres: una nave Llanera podría interceptar el rayo. Brennan no conocía la política del Cinturón sobre los contactos Tierra-Exterior. El Cinturón debería actuar sin él.

Lo que dejaba a Brennan con dos decisiones para sí mismo.

Una era sencilla: no le quedaba ya ninguna posibilidad de contrabandear nada. Debería alterar su curso para alcanzar los asteroides mayores, y llamar al Cinturón en la primera oportunidad para informarles de su curso y su carga.

Pero ¿que haría con el Exterior? ¿Tácticas de evasión? Eso era fácil. Como un axioma, es imposible detener a una nave hostil en el espacio. Un policía puede igualar cursos con un contrabandista, pero no puede hacer un arresto a menos que el contrabandista colabore, o corra hasta quedarse sin combustible. Puede volar la nave fuera del espacio, o aún colisionar con el fugitivo, si tiene un buen autopiloto. Pero ¿cómo podría conectar las escotillas con una nave que se mantiene disparando sus cohetes de posición al azar? Brennan podía dirigirse a donde deseara, y todo lo que el Exterior podía hacer era seguirlo… o destruirlo.

Correr podría ser lo más sensato. Brennan tenía una familia que proteger. Bien, Charlotte podría cuidar de sí misma. Era una Espacial adulta, tan competente para cuidar de su vida como el propio Brennan, aunque ella no había mostrado la ambición de conseguir su propia licencia de piloto. Y Brennan había pagado los honorarios de custodia por Estela y Jennifer. Sus hijas serían criadas y educadas aunque él no estuviera.

Pero él podría hacer más por ellas. O podría ser padre otra vez… probablemente con Charlotte. Había dinero atado a su casco. El dinero era poder. Como el poder político, o la fuerza eléctrica, sus usos podían tomar muchas formas. Si contactaba al extraño, tal vez no volviera a ver a Charlotte. Había riesgos en ser el primero en contactar a una especie desconocida.

Y obvios honores, por otro lado. ¿Olvidaría la historia al hombre que recibió a los Exteriores?

Sólo por un momento se sintió atrapado, como si el destino jugara con su vida. Pero él no podía alejarse. Brennan frenó en su curso y dejó que el Exterior se acercara.

 

El Cinturón es una red de telescopios. Cientos de miles de ellos.

Es lógico que sea de esa manera. Cada nave carga un telescopio. Cada asteroide debe ser vigilado constantemente, porque los asteroides pueden ser perturbados en sus órbitas, y porque un mapa del Sistema Solar debe ser actualizado segundo a segundo. La luz de cada propulsor de fusión debe ser vigilada. En sectores atestados, una nave puede pasar por el escape de otra si alguien no le advierte, y el escape de un motor de fusión es letal.

Nick Sohl miraba hacia arriba a la pantalla, luego abajo a la pila de expedientes en su escritorio, luego arriba a la pantalla. La pantalla mostraba dos burbujas de luz blanco violácea; una era mayor que la otra, y más difusa. Eran ambas visibles en la pantalla porque el asteroide que tomaba las imágenes estaba casi en la línea de su curso.

Había leído todos los expedientes varias veces. Quedaban diez, y cualquiera de ellos podía ser el desconocido Espacial que ahora se aproximaba al Exterior. Había habido una docena de expedientes. En las oficinas adjuntas, los hombres estaban tratando de localizar y eliminar a nueve de esos diez, y ya antes habían encontrado a los otros dos, por llamadas telefónicas y láseres de comunicación y llamadas de red.

Como la nave no estaba escapando, Nick había eliminado para sí seis de los archivos. Dos nunca habían sido atrapados contrabandeando: tenían una marca de precaución, ya fuera porque no contrabandeaban o porque no fueron atrapados. Una, él sabía, era xenófoba. Tres eran viejos, y no se llega a viejo en el Cinturón asumiendo grandes riesgos. En el Cinturón, las leyes de Murphy-Finagle eran sólo mitad broma.

Uno de esos cuatro mineros restantes había tenido la colosal arrogancia de apuntarse como embajador de la humanidad ante el universo. Se pondría bueno si lo arruinaba, pensó Nick. ¿Quién sería?

 

Un millón de kilómetros por dentro de la órbita de Júpiter, moviéndose bien por encima del plano de los planetas, Phssthpok igualó velocidades con la nave nativa y comenzó a acercarse.

De los miles de especies sensibles de la galaxia, Phssthpok y los suyos sólo habían estudiado la propia. Cuando otra especie se cruzaba en su camino —por ejemplo, al minar sistemas cercanos buscando materiales en bruto— trataban de destruirla tan rápida y eficazmente como fuera posible. Los extraños eran peligrosos, o podían serlo, y los Pak no estaban interesados en nada que no fueran ellos mismos. La inteligencia de un protector era alta; pero la inteligencia es una herramienta que se usa para alcanzar una meta, y las metas no siempre son elegidas inteligentemente.

Phssthpok estaba trabajando desde la total ignorancia. Todo lo que podía hacer era adivinar.

Como una adivinanza, entonces, y asumiendo que la marca oval en el casco de la nave nativa era verdaderamente una puerta, el nativo no debía ser mucho mayor ni mucho menor de estatura que Phssthpok. Digamos, de menos de uno a algo más de dos metros de altura, dependiendo de cuanto espacio para los codos necesitara. Por supuesto, el óvalo podría no estar diseñado para la mayor altura del nativo, tal como la del bípedo Phssthpok. Pero la nave era pequeña; no podría albergar algo mucho más grande que Phssthpok.

Una mirada al nativo se lo diría. Si no era Pak, tendría que contestar a sus preguntas. Si lo era…, aún habría preguntas, muchas de ellas. Pero su búsqueda habría terminado. Unos pocos días de nave para alcanzar G0 Blanco Nº 1-3, un corto tiempo para aprender su idioma y explicar cómo usar lo que traía, y él podría entonces dejar de comer.

El nativo no parecía mostrar ninguna precaución hacia la nave de Phssthpok. Unos momentos más y podría aparejarse, si el extraño no hacía ningún contramovimiento… Cancelar eso; el nativo había apagado su impulsor. Phssthpok había sido invitado a igualar cursos.

Lo hizo, sin desperdiciar movimiento ni combustible; había pasado toda su vida practicando para esta maniobra. Puso la cabina de su sistema de vida junto a la pequeña nave nativa, y se detuvo. Tenía puesto su traje de presión, pero no hizo ningún movimiento. No se arriesgaría, no ahora que estaba tan cercano a la victoria. Si el nativo tan sólo saliera de su nave…

 

Brennan miró llegar a su lado a la nave Exterior.

Tres secciones, espaciadas en doce kilómetros de longitud. No vio ningún cable uniéndolas, aunque podía ser demasiado delgado para ser visible a esa distancia. La sección mayor y más masiva debía ser el impulsor. Un cilindro con tres pequeños conos en ángulo desde la cola. Aun grande como era, el cilindro era demasiado pequeño para contener el suficiente combustible para un viaje interestelar. O el Exterior había arrojado tanques desechables durante su viaje, o… ¿un ramrobot tripulado?

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