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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

El secreto del universo (60 page)

Esto quería decir que no todo el mundo tenia que trabajar en la obtención de comida. Algunos podían dedicarse a la alfarería y cambiar sus productos por comida. Otros podían trabajar el metal. Otros podían ser narradores de historias. Es decir, la gente podía empezar a especializarse, y la sociedad empezó a ser más variada y sofisticada.

Claro que la agricultura también tenia sus inconvenientes. Mientras uno se dedicara simplemente a cazar y recolectar, era posible evitar los conflictos. Si un grupo más fuerte invadía el territorio de una tribu, ésta podía retirarse prudentemente a un lugar más seguro. No se perdía demasiado. Las únicas posesiones de la tribu eran las que podían llevarse con ellos, y eso es lo que hacían.

Pero los granjeros poseían tierras que no podían llevarse consigo. Si las bandas de intrusos se lanzaban sobre ellos con la intención de robarles sus depósitos de comida, no les quedaba más remedio que defenderse. Si se retiraban y abandonaban sus granjas, estaban condenados a morir de hambre, porque ya eran demasiados como para mantenerse por otros medios.

Así que los granjeros tenían que aliarse, porque la unión hace la fuerza. Construían sus casas agrupadas. Para ello elegían algún emplazamiento en el que estuviera asegurado el suministro de agua natural, y luego rodeaban sus casas con un muro protector. Así se formaba lo que hoy en día llamaríamos una «ciudad» (del latín
civis
). Los habitantes de las ciudades son los «ciudadanos», y el sistema social formado alrededor de las ciudades es la «civilización».

En una ciudad en la que vivían agrupados cientos, y más tarde miles, de seres humanos, era fácil que se produjeran abusos. Había que establecer reglas de convivencia. Había que nombrar sacerdotes encargados de dictar esas leyes, y reyes que se encargaran de que fueran respetadas. Había que entrenar a los soldados que ahuyentarían a los intrusos. (Adviertan la facilidad con que reconocemos el advenimiento de la civilización.)

Es difícil saber el lugar exacto en el que empezó a desarrollarse la agricultura. Probablemente fuera en las fronteras de lo que hoy en día son Irán e Irak (la misma frontera en la cual ambas naciones han mantenido una guerra inútil durante ocho años).

Una de las razones por las que se supone que fue en esta zona donde comenzó la agricultura es que en ella crecían espontáneamente el trigo y la cebada, y que son precisamente éstas las plantas que más se prestan al cultivo sistemático.

En el norte de Irak hay un lugar llamado Jarmo, descubierto en 1948. Allí se encontraron restos de una antigua ciudad y se desenterraron los cimientos de casas de delgados muros de barro amasado, divididas en pequeños aposentos. La ciudad debió de haber tenido una población de entre cien y trescientas personas. En la capa más profunda y antigua, que data del 8.000 a.C., se descubrieron indicios de tempranas prácticas agrícolas.

Por supuesto, estas técnicas se fueron difundiendo lentamente a partir de su lugar de origen.

La primera condición necesaria para el desarrollo de la agricultura es la presencia de agua. Jarmo se encuentra en las estribaciones de una cadena montañosa, en la que el aire se enfría al subir, con lo que su contenido de vapor de agua se condensa y cae en forma de lluvia. Pero la lluvia es imprevisible, y si hay un año de sequía la cosecha será escasa y la población pasará hambre.

Los ríos garantizan un suministro de agua más seguro que el de la lluvia. Esa es, precisamente, la razón de que las granjas y las ciudades se extendieran a lo largo de las riberas de los ríos, donde empezó a instalarse la civilización.

Los ríos más próximos a las comunidades originales de granjeros son el Tigris y el Eufrates, en el moderno Irak, y por tanto es posible que fuera en este lugar donde se estableciera la primera civilización a gran escala. Pero muy pronto se extendió hacia el oeste, hacia el Nilo, y en el 5.000 a. C. ambas civilizaciones estaban en pleno florecimiento. (La agricultura también se extendió hacia el Indo. Varios miles de años más tarde surgió de manera autónoma en la región del Hwang-ho, al norte de China. Después de varios miles de años más, empezó a desarrollarse entre los mayas de América del Norte y los incas de América del Sur.)

Fueron los sumerios, que habitaban en la cuenca inferior del valle del Tigris y el Eufrates, quienes, un poco antes del 3.000 a. C., descubrieron algo de vital importancia: la escritura. Como ésta marca la frontera entre la prehistoria y la historia, los sumerios fueron los primeros en tener historia. Pero los egipcios aprendieron rápidamente esta técnica.

Puede que vivir a las orillas de un río garantice un suministro inagotable de agua, llueva o no; pero ésta no irá por si sola al encuentro del granjero. Es necesario traerla hasta la granja. Evidentemente, traerla en baldes no sería un método eficaz, así que hay que excavar un canal por el que pueda entrar el río y cuidarlo, evitando que quede obstruido por los sedimentos. A la larga habrá que establecer toda una red de canales de irrigación, y construir diques a lo largo de los canales y también del río en prevención de las inundaciones.

El cuidado de esta red de canales exige un esfuerzo comunitario concienzudo y bien coordinado. Este factor estimula el buen gobierno y una dirección eficaz. También estimula la cooperación entre las distintas ciudades establecidas a las orillas de un río, pues si una ciudad situada corriente arriba gasta demasiada agua, o la ensucia, o no evita una inundación, todas las ciudades que se encuentren corriente abajo se verán perjudicadas. Por tanto, hay una cierta necesidad de crear un gobierno que controle todo el río, o lo que llamaríamos una nación.

La primera nación de la historia fue Egipto, y ello se debe al Nilo.

El Nilo es un río apacible, nada dado a humores violentos. Por consiguiente, incluso las embarcaciones primitivas, mal diseñadas y de estructura frágil, podían navegar por el río sin problemas. No había peligro de que estallara una tormenta.

Además, el agua fluye hacia el norte y el viento normalmente sopla hacia el sur. así que basta con izar una simple vela para ser arrastrado río arriba (hacia el sur), y luego arriarla para que la corriente arrastre a la embarcación río abajo (hacia el norte). Por tanto, gracias a las características del Nilo las personas y las mercancías podían desplazarse tranquilamente de una ciudad a otra.

Estos desplazamientos a lo largo del río garantizaban que las ciudades-Estado compartieran un mismo lenguaje y una misma cultura, además de una cierta interdependencia económica y la comprensión entre las distintas comunidades.

Los sumerios, por su parte, tenían dos ríos. El Tigris era demasiado turbulento para poder navegarlo con medios sencillos (de ahí su nombre «tigre»). El Eufrates era más fácil de manejar, y por tanto las ciudades sumerias más importantes se alineaban a lo largo de sus orillas. Pero no era en absoluto una tranquila vía de navegación, como el Nilo, y las ciudades sumerias se sentían más aisladas que las egipcias, y por tanto menos inclinadas a cooperar entre sí.

Además, mientras que a ambos lados del Nilo se extendía el desierto, que mantenía a raya a los intrusos, el Eufrates no estaba tan bien protegido y era más susceptible de sufrir incursiones de los pueblos circundantes, que también tendían a instalarse en sus orillas. Así que el valle del Tigris y el Eufrates estaba también habitado por los acadios, los arameos y otros pueblos de lengua y cultura diferentes a las de los sumerios. En cambio, la población de las orillas del Nilo era mucho más uniforme.

Por consiguiente, no es de extrañar que Egipto estuviera unificado antes que los pueblos del Tigris y el Eufrates. Alrededor del 2.850 a.C., un cabecilla llamado Narmer (los griegos le conocían por el nombre de Menes) puso a todas las ciudades del Nilo bajo su férula y fundó la nación egipcia. No conocemos los detalles de este proceso, pero al parecer fue relativamente pacifico.

Pero las ciudades sumerias luchaban encarnizadamente entre sí, y la región no fue unificada hasta el 2.360 a.C., cinco siglos después que los egipcios. Y además, las ciudades sumerias estaban tan debilitadas por las continuas guerras que la unión fue impulsada por un gobernante que no era sumerio, Sargón de Agade. Impuso su dominio tras violentas guerras de conquista, uniendo bajo su bandera distintas culturas con diferentes lenguajes, de manera que el reino unificado de Sargón era más un imperio que una nación.

Un imperio suele ser menos estable que una nación, ya que los grupos étnicos sojuzgados se sienten resentidos con sus conquistadores. así que el valle del Tigris y el Eufrates fue el escenario de una sucesión de revueltas en las que un grupo tras otro iba adquiriendo el predominio sobre el resto, y de luchas contra los invasores extranjeros que se aprovechaban de las disensiones internas para instalarse en el valle. La sociedad egipcia, por el contrario, fue extraordinariamente estable durante los primeros doce siglos de su existencia como nación.

Luego está la cuestión del calendario.

Los pueblos primitivos se servían de las fases lunares para fijar sus calendarios, ya que éstas se repiten cada 29 días y medio. Este período es lo bastante corto como para ser manejable y lo bastante largo como para resultar útil. Es el origen del «mes lunar», que puede durar 29 y 30 días alternativamente.

Con el tiempo se observó que el ciclo de las estaciones se repetía aproximadamente cada 12 meses. Es decir, doce meses lunares después de la época de la siembra volvía a ser época de sembrar. Claro que las estaciones no son tan regulares como las fases de la Luna. La primavera puede ser fría y tardía o suave y temprana. Pero a la larga fue evidente que 12 meses lunares (que representan un total de 354 días) era un periodo demasiado corto para marcar el ciclo de las estaciones. Después de dos o tres años el calendario lunar fijaría la época de la siembra mucho antes de lo debido, provocando un desastre.

Esa es la razón de que de vez en cuando hubiera que añadir un decimotercer mes al año si se quería mantener la concordancia entre el calendario lunar y el ciclo de las estaciones. Por último, se estableció un ciclo de 19 años, 12 de los cuales tenían 12 meses lunares cada uno, o 354 días, en un orden prefijado, y los otros siete años 13 meses lunares, o 383 días. Por tanto, un año tenía por término medio 365 días.

Este calendario era terriblemente complicado, pero funcionaba, así que fue adoptado por otros pueblos, entre ellos los griegos y los judíos. El calendario litúrgico hebreo que ha subsistido hasta hoy en día es el mismo que desarrollaron los pueblos del Tigris y el Eufrates.

Los antiguos egipcios conocían y utilizaban los meses lunares, pero también habían observado otro hecho. El Nilo (como sabemos nosotros, pero no ellos) nace entre las montañas del África centrooriental. Cuando llega la estación de las lluvias a aquella lejana región, el agua cae en grandes cantidades sobre los lagos y los ríos, precipitándose Nilo abajo. El nivel del río crece y se desborda, inundando sus riberas durante cierto tiempo y dejando un rico depósito de materiales de aluvión al retirarse. La crecida del Nilo asegura las buenas cosechas, y los egipcios la esperaban con impaciencia, ya que cuando se retrasaba o era escasa, o ambas cosas, se avecinaban tiempos difíciles para ellos.

Gracias a la cuidadosa atención que prestaban a las crecidas del Nilo se dieron cuenta de que éstas se producían aproximadamente cada 365 días, así que este período de tiempo tenia una importancia fundamental para ellos. Por tanto, adoptaron un calendario solar. Fijaron la duración de cada mes en 30 días, de manera que doce meses equivalían a 360 días, y añadieron cinco días sueltos de festividades al final de cada ciclo de doce meses. De esta forma los meses eran «meses civiles», que no concordaban con las fases de la Luna, pero sí con las estaciones.

La verdad es que tampoco concordaban tanto con las estaciones. El año no tiene 365 días, sino 365 1/4. Los egipcios no podían por menos de darse cuenta de ello, porque la crecida del río se retrasaba seis horas cada año (por término medio) según el calendario egipcio. Por tanto, la fecha en que se producía la crecida recorría todo el calendario, volviendo al punto de partida después de 365 × 4 ó 1.460 años.

Esto podría haberse evitado añadiendo un día más a un año de cada cuatro, pero los egipcios no se tomaron esta molestia. Pero cuando los romanos adoptaron por fin el calendario egipcio, en el 46 a.C., repartieron esos cinco días de más por todo el año, haciendo algunos meses de 31 días, y añadieron un día más a un año de cada cuatro. Este (sin apenas modificaciones) es el calendario usado por todo el mundo en la actualidad… al menos para usos seculares.

A veces, la crecida del Nilo arrastraba las señales que marcaban los limites entre las propiedades de una familia y la familia vecina. Por tanto, era necesario idear métodos para volver a trazar estos limites. Se cree que fue así como se fueron inventando gradualmente los métodos de cálculo que llamamos «geometría» (del griego «medir la Tierra»).

Estas crecidas eran las que aseguraban a Egipto el suministro de comida, en tal cantidad que podía permitirse el lujo de vender los excedentes a los pueblos vecinos que no contaban con la bendición del Nilo, adquiriendo a cambio artesanía de estos pueblos. De esta forma el Nilo fomentaba el comercio internacional.

Y lo que es más: el enorme excedente de provisiones hacia innecesario que todas las manos se dedicaran a cultivar los alimentos. había una gran cantidad de mano de obra que podía dedicarse a otras tareas, a lo que hoy en día llamaríamos «obras públicas». El ejemplo por excelencia, por supuesto, es el de la construcción de las pirámides entre el 2.600 y el 2.450 a. C.

Es posible que las pirámides fueran el ejemplo que inspiró el gigantismo arquitectónico del mundo occidental, cuya manifestación más reciente es visible desde las ventanas de mi apartamento: la total transformación de Manhattan en un conjunto de rascacielos que obstaculizan el paso de la luz.

En resumidas cuentas, considero que debemos al Nilo las dos civilizaciones más antiguas, la primera nación, el calendario solar, la geometría, el comercio internacional y las obras públicas. También le debemos un misterio que hace miles de años que despierta la curiosidad de los seres humanos. ¿Dónde nace el Nilo? ¿Cuál es su fuente?

Los pueblos antiguos del Asia occidental y la cuenca del Mediterráneo conocían siete ríos de un mínimo de 1.900 kilómetros de longitud. Aparte del Nilo, éstos son los otros seis y sus longitudes respectivas:

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