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Authors: Mario Benedetti

Tags: #Poesia

Inventario Uno 1950-1985 (30 page)

tortura así con la boca seca malbaratando de ese modo sus insomnios

y sabiendo muy en el fondo que todo es una gran postergación inútil

porque la historia no es impaciente pero mantiene sus ficheros al día

el violento autorizado tiene una descomunal tijera

para cortar las orejas de la verdad

pero después no sabe qué hacer con ellas

no entiende de símbolos y lo bien que hace porque todo las

calles las ventanas los ojos las paredes el cielo

puños los dientes son mercados de símbolos son

ferias donde el futuro se ofrece como pichincha inesperada

el violento autorizado se mete en sus metales en sus fortalezas semovientes

en su noche expugnable pero como deja un huequito para respirar

por ahí se cuela no la bala perdida sino el guijarro

tiene miedo y lo bien que hace

el violento autorizado posee una formidable computadora electrónica

capaz de informarle qué violencia es buena y qué violencia es mala

y por eso prohíbe nombrar la violencia execrable

la computadora por ejemplo advirtió que este poema

trataba de la violencia buena.

QUEMAR LAS NAVES

El día o la noche en que por fin lleguemos

habrá que quemar las naves

pero antes habremos metido en ellas

nuestra arrogancia masoquista

nuestros escrúpulos blandengues

nuestros menosprecios por sutiles que sean

nuestra capacidad de ser menospreciados

nuestra falsa modestia y la dulce homilía

de la autoconmiseración

y no sólo eso

también habrá en las naves a quemar

hipopótamos de wall street

pingüinos de la Otan

cocodrilos del vaticano

cisnes de buckingham palace

murciélagos de el pardo

y otros materiales inflamables

el día o la noche en que por fin lleguemos

habrá sin duda que quemar las naves

así nadie tendrá riesgo ni tentación de volver

es bueno que se sepa desde ahora

que no habrá posibilidad de remar nocturnamente

hasta otra orilla que no sea la nuestra

ya que será abolida para siempre

la libertad de preferir lo injusto

y en ese solo aspecto

seremos más sectarios que dios padre

no obstante como nadie podrá negar

que aquel mundo arduamente derrotado

tuvo alguna vez rasgos dignos de mención

por no decir notables

habrá de todos modos un museo de nostalgias

donde se mostrará a las nuevas generaciones

cómo eran parís

el whisky

claudia cardinale.

A RAS DE SUEÑO

1967

Señores,

basta una nube

para averiguar la

verdad

JOAQUÍN PASOS

A RAS DE SUEÑO

Sólo una temporada provisoria,

tatuaje de incontables tradiciones,

oscuro mausoleo donde empieza

a existir el futuro, a hacerse piedra.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras

del mago lejanísimo y borroso.

Sin embargo, la infancia se empecina,

comienza a levantar sus inventarios,

a echar sus amplias redes para luego.

Es una isla limpia y sobre todo

fugaz, es un venero de primicias

que se van lentamente resecando.

Queda atrás como un rápido paisaje

del que persistirán sólo unas nubes,

un biombo, dos juguetes, tres racimos,

o apenas un olor, una ceniza.

Con luces queda atrás, a la intemperie,

yacente y aplazada para nunca,

sola con su aptitud irresistible

y un pudor incorpóreo, agazapado.

Para nunca aplazada, fabulosa

infancia entre sus redes extinguida.

Por algo queda atrás. Esa entrañable

cede paso al fervor, al pasmo, al fruto,

el azar hinca el diente en otra bruma,

somos los moribundos que nacemos,

a la carne, a la sangre, al entusiasmo,

nos burlamos del sol, de la penumbra,

manejamos la gloria como un lápiz

y en las vírgenes tapias dibujamos

el amor y su viejo colmo, el odio,

el grito que nos pone la vergüenza

en las manos mucho antes que en la boca.

El celaje se enciende. Somos niebla

bajo el cielo compacto, insolidario,

el asombro hace cuentas y no puede

mantenernos serenos, apacibles,

somos el invasor protagonista

que hace trizas el tiempo, que hace ruido

pueril, que hace palabras, que hace pactos,

somos tan poderosos, tan eternos,

que cerramos el puño y el verano

comienza a sollozar entre los árboles.

Mejor dicho: creemos que solloza.

El verano es un vaho, por lo tanto

no tiene ojos ni párpados ni lágrimas,

en sus tardes de atmósfera más tenue

es calor, es calor, y en las mañanas

de aire pesado, corporal, viscoso,

es calor, es calor. Con eso basta.

De todos modos cambia a las muchachas,

las ilumina, las ondula, y luego

las respira y suspira como acordes,

las envuelve en amor, las hace carne,

les pinta brazos con venitas tenues

en colores y luz complementarios,

les abre escotes para que alguien vierta

cualquier mirada, ese poderhabiente.

La vida, qué región esplendorosa.

¿Quién escruta la muerte, quién la tienta?

A la horca con él. ¿Quién piensa en esa

imposible quietud cuando es la hora

para cada uno de morder su fruta,

de usar su espejo, de gritar su grito,

de escupir a los cielos, de ir subiendo

de dos en dos todas las escaleras?

La muerte no se apura, sin embargo,

ni se aplaca. Tampoco se impacienta.

Hay tantas muertes como negaciones.

La muerte que desgarra. La que expulsa,

la que embruja, la que arde, la que agota,

la que enluta el amor, la que excrementa,

la que siega, la que usa, la que ablanda,

la muerte de arenal, la de pantano,

la de abismo, la de agua, la de almohada.

Hay tantas muertes como teologías,

pero todas se juntan en la espera.

Esa que acecha es una muerte sola.

Escarnecida, rencorosa, hueca,

su insomnio enloquecido se desploma

sobre todos los sueños, su delirio

se parece bastante a la cordura.

Muerte esbelta y rompiente, qué increíble

sirena para el Mar de los Suicidas.

No canta, pero indica, marca, alude,

exhibe sus voraces argumentos,

sus afiches turísticos, explica

por qué es tan milagrosa su inminencia,

por qué es tan atractivo su desastre,

por qué tan confortable su vacío.

No canta, pero es como si cantara.

Su demagogia negra usa palomas,

telegramas y rezos y suspiros,

sonatas para piano, arpas de herrumbre,

vitrinas del amor momificado,

relojes de lujuria que amontonan

segundos y segundos y otras prórrogas.

No canta, pero es como si cantara.

Su espanto vendaval silba en la espiga,

su pregunta repica en el silencio,

su loco desparpajo exuda un réquiem

que es prado y es follaje y es almena.

Hay que volverse sordo y mudo y ciego,

sordo de amor, de amor enmudecido,

ciego de amor. Olfato, gusto y tacto

quedan para alejar la muerte y para

hundirse en la mujer, en esa ola

que es tiempo y lengua y brazos y latido,

esa mujer descanso, mujer césped,

que es llanto y rostro y siembra y apetito,

esa mujer cosecha, mujer signo,

que es paz y aliento y cábala y jadeo.

Hay que amar con horror para salvarse,

amanecer cuando los mansos dientes

muerden, para salvarse, o por lo menos

para creerse a salvo, que es bastante.

Hay que amar sentenciado y sin urgencia,

para salvarse, para guarecerse

de esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,

el goce atroz, el milagroso caos,

la piel abismo, la granada abierta,

la única unidad uniyugada,

la derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor para salvarse.

Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos.

Hay que despilfarrar en una noche

-que puede ser mil y una- el universo,

sin augurios, sin planes, sin temblores,

sin convenios, sin votos, con olvido,

desnudos cuerpo y alma, disponibles

para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia

de encontrar un abrazo a la deriva

y entrar en ese enigma sin astucia,

y volver por el aire al aire libre.

Hay que amar con amor, para salvarse.

Entonces vienen las contradicciones

o sea la razón. El mundo existe

con manchas, sin azar, y no hay conjuro

ni fe que lo desmienta o modifique.

El manantial se seca, el árbol cae,

la sangre fluye, el odio se hace muro.

¿Es mi hermano el verdugo? Ese asesino

y dios padrastro todopoderoso,

ese señor del vómito, ese artífice

de la hecatombe, ¿puede ser mi hermano?

Surtidor de napalm, profeta imbécil,

¿ése, mi prójimo? ¿ése, el semejante?

Síndico en todo caso de la muerte,

argumento y proclama de la ruina,

poder y brazo ejecutor. Estiércol.

Por esta vez no he de mirar mis pasos

sino el contorno triste calcinado.

Miro a mi sombra que está envejeciendo,

la sombra de los míos que envejecen.

El mundo existe. Con o sin sus manes,

con o sin su señal. Existe. Punto.

El mundo existe con mis ex iguales,

con mis amigos-enemigos, esos

que ya olvidé por qué se traicionaron.

Tiendo mi mano a veces y está sola

y está más sola cuando no la tiendo,

pienso en los compradores emboscados

y tengo duelo y tengo rabia y tengo

un reproche que empieza en mis lealtades,

en mis confianzas sin mayor motivo,

en mi invención del prójimo-mi-aliado.

Ni aun ahora me resigno a creerlo.

No todos son así, no todos ceden.

Tendré que repetírmelo a escondidas

y barajar de nuevo el almanaque.

Mi corazón acobardado sigue

inventando valor, abriendo créditos,

tirando cabos sólo a la siniestra,

aprendiendo a aprender, pobre aleluya,

y quien sabe, quién sabe si entre tanta

mentira incandescente, no queda algo

de verdad a la sombra. Y no es metáfora.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras

del mago lejanísimo y borroso.

Pero ¿por qué creerle a pie juntillas?

¿En qué galaxia está el certificado?

Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto?

Lo propongo debajo de mis párpados

y en mi boca cerrada.

¿Es tan distinto?

Ya sé, hay razones nítidas, famosas,

hay cien teorías sobre la derrota,

hay argumentos para suicidarse.

Pero ¿y si hay un resquicio?

¿Es tan distinto,

tan necio, tan ridículo, tan torpe,

tener un espacioso sueño propio

donde el hombre se muera pero actúe

como inmortal?

VENTANA OSCURA

La noche es inhumana. Nadie sabe

cómo se cierra esa ventana oscura

si no lo hace con su propia llave,

replegado en su sombra y sin usura,

con la memoria más que nunca alerta,

dispuesta a no pactar con la cordura.

La confidencia siempre desconcierta

y un poco más la amnesia lisa y llana,

esa que olvida a cara descubierta.

Después de todo, si nos da la gana

podemos olvidar, y es poca gloria

ese olvido. La noche es inhumana

ave de muerte, muerte migratoria

que anida en estos ojos y propone

otros que ya no ven escapatoria.

Ignoro cómo se las descompone

para ser tan oscura, tan oscura,

y conseguir que yo se lo perdone.

El pasado es un rostro que madura,

una herida en el sueño, un devaneo,

dos o tres signos para la aventura.

El futuro es un tímido rodeo

al tiempo sin revés, al tiempo muerte

que desgasta las piedras y el deseo.

Unos tienen la ruina, otros la suerte

de mirarse mirando, espejo y pozo.

De todos modos, hay que ser muy fuerte

o cobarde de un modo escandaloso

para no rechazar el desafío

y contemplar en calma ese espantoso

gesto que muere, y admitir: Es mío.

BALDÓN

El dolor es una

desértica provincia

donde no cabe

nadie más

una parcela

tierra oscura

tú no lindas

con él

tú estás a salvo

pobre de ti

baldón

que no peligras.

PRIMERA INCOMUNIÓN

Esta historia poco sagrada

de aquí abajísimo

esta nada eucarística amenaza

bomba lustral

hongo piadoso

última cena con doce judas

y ningún pobre

salvador

este bochorno calculado

este loquísimo escupitajo

en las dos caras de la eternidad

tienen su parte en mi desrezo.

EL SANTO SE PREGUNTA

Arrinconado en mis plegarias buenas

e inútiles, soberbio en mis acciones

que a nadie arriman ley o quitan penas,

aislado espectador de mis histriones,

histrión yo mismo como un árbol seco

que cabeceara para sus gorriones,

guardia solemne de un instante hueco,

cómo saber, cómo saber, dios mío,

cuándo invento virtud y cuándo peco,

cuándo confundo el cielo con el río,

cómo saber si el río es poco llanto,

cómo saber, cómo saber, dios mío,

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