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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

Amor bajo el espino blanco (26 page)

—Descansemos aquí un rato —sugirió Mayor Tercero—. ¿No decías que había que entregarlo antes de las cinco? Solo son las tres. Sentémonos.

Detuvieron la carretilla junto al pabellón y entraron a descansar. Hacía calor, y Jingqiu utilizaba su sombrero de paja para abanicarse. Mayor Tercero se fue a comprar un polo para cada uno.

—¿Quién era aquel otro hombre con el que paseabas ayer? —preguntó él mientras se comía el polo.

—¿Pasear? ¿No me viste empujar la carretilla? Era mi jefe, Wan Changsheng.

—No parece un tipo muy honesto. No creo que debas trabajar para él.

—¿Dónde quieres que trabaje, si no? Me ha costado mucho conseguir este empleo. ¿Por qué crees que parece deshonesto? No lo conoces.

Mayor Tercero sonrió.

—Se ve a simple vista. Procura no quedarte a solas con él.

—¿Qué podría hacerme?

—Eres demasiado ingenua. Aprovecha la menor oportunidad para decirle que tu novio está en el ejército, y que los soldados enseguida sacan la espada. Si te hace algo indigno, me lo cuentas.

—¿Y qué le harás?

—Le ajustaré las cuentas. —Metió la mano en su bolsa, sacó una navaja suiza del ejército y comenzó juguetear con ella.

—No sabía que fueras tan duro —dijo ella en broma.

—No te asustes, a ti nunca te haría nada. Pero no me gusta tu jefe, hay algo en él que me parece sospechoso, se le ve en los ojos. Os estuve siguiendo todo el día y tuve que reprimirme para no acercarme a él y darle un aviso. Me dije que preferirías que no lo hiciera.

—Es mejor que la gente no nos vea juntos. A pesar de que ya no voy al colegio, todavía no sé qué trabajo me van a asignar, y en la escuela ya hay mucha gente que está celosa.

—Lo sé, y no me acercaré a ti si no estás sola. —Se quedaron sentados en silencio un rato, y fue Mayor Tercero el que habló de nuevo—: Busquemos algún lugar para comer.

—He traído un bollo. Busca tú un restaurante, yo te esperaré aquí con la carretilla. El cereal huele mucho y atraerá a los mosquitos. No quiero aparcar la carretilla delante de un restaurante.

Mayor Tercero se lo pensó unos momentos.

—Muy bien, iré a comprar algo para comer y lo traeré aquí. Espera, no te vayas. Es demasiado peligroso que empujes la carretilla por el río tú sola.

Regresó al cabo de un rato con un montón de comida y un bañador rojo.

—Comamos y descansemos antes de darnos un baño en el río. Hoy hace calor y estamos empapados. Realmente apetece bañarse.

—¿Cómo sabes que sé nadar?

—Jiangxin está rodeado de agua, ¿cómo no vas a haber aprendido? Estoy seguro de que todo el mundo en la isla sabe nadar.

—Bueno, sí. —Jingqiu abrió el paquete en el que estaba el bañador. Se trataba de un modelo que se ceñía al cuerpo: la parte de arriba era como un chaleco y la de abajo como unas bragas. Era un bañador de lo más anticuado y conservador, pero Jingqiu nunca se había puesto ninguno, ni tampoco nadie que ella conociera. Para nadar, todo el mundo llevaba camisetas de manga corta y pantalones cortos.

—¿Cómo se pone? —preguntó, y se sonrojó hasta las orejas.

Generalmente llevaba pantalones tipo boxer y sujetadores deportivos, y jamás se había puesto bragas ni sujetador de tiras finas. La idea de llevar una prenda que se le ajustara tanto al cuerpo la horrorizaba. Siempre le obsesionaba cubrirse los muslos y los pechos, que le parecían demasiado grandes.

—Me lo has comprado sin preguntar. ¿Puedes devolverlo?

—¿Por qué? —preguntó Mayor Tercero.

Después de comer y descansar, Mayor Tercero siguió insistiéndole a Jingqiu para que fuera al retrete público y se pusiera su nuevo traje de baño. Ella era demasiado tímida, pero quería nadar, así que al cabo de un rato de persuasión decidió probárselo. Me pondré la camiseta y los pantalones encima, y cuando llegue al agua le pediré a Mayor Tercero que se dé la vuelta para poder quitármelo rápidamente y meterme en el agua, se dijo. Muy bien, pensó, se fue corriendo a los lavabos públicos para cambiarse, y volvió a salir con la camiseta y los pantalones encima del bañador.

Dejaron la carretilla cerca de la orilla para poder vigilarla mientras nadaban. Jingqiu le ordenó a Mayor Tercero que se metiera primero en el agua, y él, riendo, la obedeció. Se quitó la camiseta y los pantalones hasta que quedó cubierto tan solo por unos boxers, y se metió en el agua. Después de un par de pasos, se volvió y gritó:

—Date prisa, el agua está fresca y deliciosa.

—Date la vuelta.

De nuevo, él la obedeció. Jingqiu se quitó la ropa rápidamente y comenzó a tirar del bañador en torno a los pechos y las nalgas, dándose cuenta de que no la cubría lo suficiente. Después de haber manoseado un rato la tela, comprendió que no había conseguido nada y abandonó. Justo cuando estaba a punto de meterse en el agua se fijó en que él ya se había dado la vuelta y la miraba.

—¿Cómo es que no me puedo fiar de ti? —consiguió tartamudear por fin.

Él volvió a darse la vuelta y se hundió en el agua. Jingqiu se zambulló y nadó hacia el centro del río antes de volverse y mirar a su espalda. Mayor Tercero no la había seguido y seguía acuclillado en los bajíos. ¿Qué hace? Jingqiu nadó hacia él hasta que estuvo cerca y, de pie, con el agua llegándole al pecho, preguntó:

—¿Por qué no nadas?

—Ve tú primero, yo te perseguiré —dijo.

Jingqiu dio media vuelta y volvió a nadar hacia el centro del río, pero al volver la cabeza se dio cuenta de que él no había comenzado a nadar. A lo mejor no sabe y apenas es capaz de chapotear. Qué gracioso. No sabe nadar pero insiste en que yo me meta. Volvió a nadar hacia él y le gritó:

—¿Eres un pato criado en secano?

Él estaba sentado en el agua, riendo, pero no contestó. Ella también dejó de nadar y se quedó en aguas profundas, hablando con él. Al cabo de un rato Mayor Tercero dijo:

—Echemos una carrera.

Nada más decirlo, se puso a nadar hacia el centro del río. ¡Y cómo nadaba! Tenía un hermoso estilo crawl y se movía sin salpicar ni una gota mientras se alejaba. Jingqiu intentó atraparlo, pero no podía nadar tan deprisa, así que se quedó atrás.

Qué rápido ha nadado, y yo solo he ido y vuelto dos veces. Cansada, le gritó:

—Vuelve, estoy agotada.

Mayor Tercero regresó rápidamente y cuando ya estaba casi a su lado preguntó:

—¿Qué? ¿Sigues pensando que soy un pato criado en secano?

—No, pero ¿por qué has estado tanto rato sentado en los bajíos?

—Quería ver si eras buena nadadora. —Se rio.

«¡Qué malo! ¡Ha esperado a ver si nadaba mejor que él para dejarme en ridículo!». Ella lo siguió de nuevo antes de efectuar un ataque por sorpresa. Lo agarró de los hombros para que él la llevara a tierra flotando. Se mantuvo así, abrazada suavemente a él y dando pataditas. «No creo que pese demasiado». Pero él de repente se detuvo, enderezó el cuerpo y se puso a caminar por el agua. El cuerpo de ella pareció pegarse al de él, y enseguida se soltó.

Volvieron a nadar hasta la orilla y él se quedó sentado en el agua, temblando un poco.

—¿Estás cansado? —preguntó Jingqiu.

—No… Ve tú primero a cambiarte. Yo iré después.

Mayor Tercero ponía una expresión extraña.

—¿Tienes calambres en las piernas?

Mayor Tercero asintió.

—Ve a cambiarte. A no ser que quieras echar otra carrera.

—Ya basta. —Jingqiu negó con la cabeza—. Necesitamos algo de energía para poder entregar el cereal. Y tienes calambres, deja de nadar. ¿Dónde te duele? ¿Quieres que te dé una friega?

—No te preocupes.

Mayor Tercero se estaba comportando de una manera muy extraña, así que Jingqiu se mantuvo firme y preguntó:

—¿Qué te ocurre? ¿Tienes retortijones?

Él la miraba fijamente, hasta que ella se dio cuenta de que todavía llevaba el bañador. Se ocultó bajo el agua. Debe de haberme visto los muslos, los ha encontrado enormes.

—Mis piernas. Son horribles, ¿verdad?

—Son realmente bonitas, no digas eso. Ve.

Ella se negó a marcharse porque no quería que viera cómo el culo se le desparramaba fuera del bañador.

—Ve tú primero.

—Muy bien, date la vuelta.

Jingqiu no pudo evitar reír.

—No eres ninguna chica, ¿por qué iba a darme la vuelta? ¿Tienes miedo de que tus piernas me parezcan feas?

Él negó con la cabeza.

—Eres imposible.

Y la cosa se mantuvo en tablas hasta que al final Mayor Tercero cedió y salió en primer lugar mientras Jingqiu miraba para otro lado, a la espera de que él le gritara «ya está» antes de darse la vuelta. Ya se había puesto el uniforme del ejército sobre sus pantalones cortos húmedos.

—Hoy hace calor, se secarán en un momento.

Jingqiu lo había hecho salir primero, y sin embargo Mayor Tercero tuvo que alejarse otro trecho, hasta que ella ya no pudiera verle, antes de salir del agua. Jingqiu también se puso la ropa sobre el traje de baño, que se empapó y se le pegó al cuerpo, y se fue a toda prisa a los lavabos públicos a cambiarse.

Jingqiu le pidió a Mayor Tercero que se llevara con él el bañador, porque le daba miedo que lo vieran en su casa, y que lo volviera a traer la próxima vez.

Mayor Tercero la ayudó a llevar la carretilla al otro lado del río, pero después de eso Jingqiu no lo dejó seguir acompañándola. Se fue sola y él la siguió a distancia hasta que llegó a la fábrica de papel, donde se separaron como habían acordado de antemano, ella a entregar la mercancía y devolver la carretilla, él hasta el ferry para poder coger el último autobús de vuelta a Aldea Occidental.

Solo después se le ocurrió a Jingqiu que alguien podría haberlos visto juntos e informar a la escuela. Después de preocuparse durante un par de días quedó claro que nadie había dicho nada, y se dijo que quizá, después de todo, podían seguir viéndose en secreto. Jingqiu sabía que él tenía que cambiar el turno con alguien para poder disponer de dos días para ir a Yichang, así que, como mucho, podría venir solo una vez cada dos semanas. No obstante, si ella no estaba sola cuando él viniera, no le permitiría que se acercara para saludarla, de manera que estaba totalmente en manos de los dioses cuándo volverían a verse cara a cara.

Capítulo 23

A lo mejor era porque Mayor Tercero había dicho que Wan Chengsheng parecía una persona deshonesta, pero Jingqiu comenzó a pensar lo mismo. El señor Wan se le acercaba demasiado cuando hablaban, le sacudía el polvo de la ropa y le apretaba la mano cuando le entregaba algo, y la hacía sentir increíblemente incómoda. Jingqiu tenía ganas de decirle lo que pensaba de él, pero le preocupaba ofenderlo y perder el empleo. Sin embargo, también era verdad que el señor Wan cuidaba de ella, le asignaba los trabajos más fáciles y le dejaba bien claro que lo hacía como un favor.

—Lo hago para ayudar. A otra persona no le daría un trabajo tan fácil.

—Gracias —contestaba siempre Jingqiu—, pero me gustaría hacer el mismo trabajo que hacen los otros temporeros. Si tuviera alguien con quien hablar, la jornada pasaría más alegre.

Pero al final era el señor Wan quien asignaba el trabajo, y ella haría lo que le mandara.

Un día el señor Wan le dijo que fuera a barrer los edificios que albergaban los dormitorios asignados a los trabajadores solteros, pues la fábrica esperaba la llegada de una delegación de gente importante para una inspección.

—Tu responsabilidad es procurar que esos edificios estén limpios. No hace falta que entres en las habitaciones, haz solo los pasillos y las paredes exteriores. En los pasillos lo más importante es sacar la basura y llevarla al vertedero.

Jingqiu se puso a trabajar en los dormitorios. El bloque femenino no planteó demasiados problemas, y barrió los pasillos rápidamente. Sin embargo, el bloque de dormitorios masculinos la incomodó mucho. Era pleno verano, y los hombres no iban muy vestidos. Los más considerados habían colgado trozos de tela en medio de la entrada, dejando un hueco en la parte superior e inferior para que entrara un poco de aire en la habitación. Los demás simplemente dejaban la puerta abierta y se paseaban por ahí sin camiseta, apenas en calzoncillos.

Jingqiu se concentraba en barrer y limpiaba el espacio que había delante de cada puerta sin levantar la vista por miedo a ver sus torsos desnudos. Algunos cerraban la puerta sigilosamente al verla, pero otros no solo mantenían la puerta abierta, sino que salían en calzoncillos para hablar con ella, preguntándole a qué escuela iba y cuántos años tenía. Ruborizada, ella farfullaba cuatro palabras y se negaba a decir nada más.

Un par de jóvenes le pidieron que limpiara el interior de sus habitaciones, pero ella se negó a entrar, y les dijo que el jefe le había especificado que limpiara solo los pasillos. Riendo, sacaban la basura al pasillo. Una vez Jingqiu la había recogido con su pala de bambú, sacaban otro montón de basura al pasillo para detenerla. Frustrada, se iba a limpiar a otra parte para que cesaran en su estupidez, y volvía más tarde para acabar de limpiar esa zona.

En la puerta apareció una mano por debajo de la tela que habían colgado entre las jambas mientras ella barría y vació una taza de posos y hojas de té a los pies de Jingqiu. El agua estaba muy caliente y quemaba. Probablemente no me ha visto, se dijo Jingqiu, así que echó un poco de agua fría encima sin decir nada. Un trabajador joven que pasaba por allí cuando ocurrió el incidente le gritó al que estaba dentro de la habitación:

—¡Eh! Vigila dónde echas el agua. —Se volvió hacia Jingqiu, y un asomo de reconocimiento apareció en su cara—. Ah, ¿eres tú? ¿Cómo es que haces este trabajo?

Jingqiu levantó la vista y vio a un antiguo compañero de clase, Zhang Yi, el más travieso no solo de su curso, sino de la escuela. Durante toda la primaria el profesor los había sentado juntos en la misma mesa a fin de que Jingqiu cuidara de Zhang Yi. Su labor era reprimirlo y disciplinarlo durante la clase. Aquello continuó en los primeros años de secundaria, en los que Zhang Yi se consideraba la parcela de Jingqiu, su «área de responsabilidad». Sin embargo, él era cada vez más travieso, y Jingqiu se veía obligada a perseguirlo. Jingqiu lo odiaba y le tenía miedo al mismo tiempo, y se había pasado todos aquellos años en la escuela deseando que Zhang Yi se pusiera enfermo. Cuando este abandonó la escuela y no acabó el bachillerato, Jingqiu sintió que le quitaban un gran peso de encima y nunca había imaginado la incómoda situación de volver a encontrarse con él.

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