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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

Amor bajo el espino blanco (11 page)

Jingqiu escuchaba, tensa y silenciosa.

—¿Y no está tu madre de los nervios? Cuenta con una chica estupenda, y un forastero se la quita delante de sus narices.

—No, Jingqiu sin duda es parte de nuestra familia. Además, ese Sun tiene una prometida que lo espera.

Jingqiu oyó un zumbido y tuvo la sensación de caer al suelo. Sin embargo, más que desmayarse, comenzó a imaginar que abandonaba su cuerpo y echaba a volar, y, como si se viera a sí misma tambalearse al borde del escenario y estuviera encantada con su desgracia, se dijo: Jingqiu, siempre dices que hay que ser optimista en toda situación. Pues ha llegado el momento de poner a prueba tu resolución.

Yumin y la señora Ye siguieron charlando y riéndose, pero en la mente de Jingqiu solo había una frase: «Ese Sun tiene una prometida que le espera». No se daba cuenta del movimiento de sus manos, ajena a la conversación, y cuando la señora Ye se acercó a ver cómo iba el trabajo de Jingqiu, descubrió que la chica había hecho el faldón de la apertura de los calzoncillos casi de un palmo de longitud.

La señora Ye soltó una carcajada.

—Ya le irá bien a mi marido. ¡Son como unos pantalones de niño pequeño!

Jingqiu quiso deshacerlo enseguida.

—No hace falta deshacerlo. Basta con que cosas una parte de la abertura —dijo Yumin.

—Tienes razón, sería una pena deshacerlo después de tanto trabajo —asintió la señora Ye.

En cuanto la señora Ye se hubo marchado, Jingqiu fue corriendo a su habitación. Se metió en la cama, se tapó la cabeza con la colcha y fingió dormir. Temblaba bajo la gruesa colcha, de miedo, de frío, o de algún otro sentimiento que no conocía, y maldijo furiosamente a Mayor Tercero.

«¡Maldito mentiroso! Si tienes novia, ¿por qué te portas así? ¿Es así como actúa alguien que tiene novia?».

Dolida, se dio cuenta de que maldecirlo no servía de nada. Había mentirosos en todo el mundo, y maldecirlos no acababa con ellos, ni siquiera les hacía nada. Es a ella a quien tenía que culpar, en parte por no haberse dado cuenta de lo que tenía delante de los ojos.

Recordó las escenas de su paseo por la montaña, una por una, como una película. Era incapaz de detenerlas. Toda una secuencia se fue sucediendo en su mente, la cabeza le daba vueltas, no sabía qué pensar, decir o hacer. Los recuerdos giraban y giraban como una serie de fotografías, y cada una mostraba un momento concreto. La imagen que aparecía y reaparecía correspondía a cuando Mayor Tercero la había asustado diciéndole que había un fantasma que se parecía a él debajo del árbol y, antes de saber lo que ocurría, la había abrazado y besado e intentado meterle la lengua en la boca.

Ahora que sabía que estaba prometido, era como si las fotos hubieran envejecido y su brillo se hubiera deslucido. Siempre que estaba con Mayor Tercero se sentía más ligera, como si su orgulloso sentido común, su comedimiento, desapareciera. Él era un fuerte viento que levantaba sus pies del suelo cuando caminaban juntos. Los pensamientos y el oído de Jingqiu se ralentizaban, pero sus absurdas risitas eran rápidas y vivaces.

Se acordó del día que regresó a Aldea Occidental, cuando caminaron por la montaña y él le contó todas aquellas historias. Había utilizado el símil de Romeo y Julieta como ejemplo para defender a un hombre que había abandonado a su prometida, pero ahora sabía que había estado hablando de sí mismo. Aquella misma noche admitió, sin darse cuenta, que le había dado la mano a otra persona. A Jingqiu la devoraba el arrepentimiento. ¿Por qué no lo había entendido? De haberlo comprendido, se habría enfadado con él cuando la abrazó, se habría mostrado firme y habría demostrado cuánto odiaba que hiciera aquello. Lo peor era que no solo no se había enfadado, sino que había admitido que le gustaba darle la mano. No entendía por qué había hecho algo tan estúpido.

Le había dejado que le cogiera la mano, la besara, teniendo él novia. ¿Acaso no había sido un engaño? La madre de Jingqiu siempre decía que un desliz abre todo un camino de penalidades, pero al principio ella había malinterpretado aquella frase sencilla, como si su madre hubiera dicho «una palabra infeliz abre todo un camino de penalidades», e incluso después de haber comprendido el verdadero significado, el que un pequeño error podía llevar a una desgracia inenarrable, seguía sin entender el significado de aquella palabra, «desliz». En su opinión, dejar que un muchacho supiera que lo amabas era un «desliz», porque podía jactarse de ello ante sus amigos y destruir tu reputación. Jingqiu conocía muchas historias, y no solo historias, sino chicas a las que habían tratado así. Siempre procuraba no cometer ese error, y pensaba que el mejor método era no enamorarse: así no había manera de meter la pata.

Ya no temblaba tan intensamente. Decidió dejar de preocuparse. Se comportaría como si no hubiera pasado nada. Él tenía novia, así que probablemente no contaría nada, y ella podría borrar el episodio completamente de su vida. Se acordó de aquel dicho: «Si nadie se entera, no es un escándalo». Tenía la esperanza de que eso al menos fuera cierto.

El único problema era qué hacer con la bolsa de azúcar. Su madre la necesitaba muchísimo, y no tendría oportunidad de comprarla una vez estuviera de vuelta en Yichang; así que se la quedaría. Pero no sin pagársela a Mayor Tercero. Podría pedir dinero prestado a la Asociación y devolvérselo cuando estuviera en casa. Salió de la cama decidida a ir a pedir prestado dinero de inmediato a uno de sus profesores, el señor Lee, pero en aquel momento entró Yumin.

—Hace tiempo que mi suegra quiere que hable contigo de Lin, pero no te lo había mencionado antes porque no me parecía factible. Tú eres de ciudad, y estudias secundaria. Lin es un chico del campo, que ni siquiera ha ido a la escuela media, y no puede aspirar a casarse contigo.

—No es que lo considere inferior, es solo que…

—Luego me enteré de tu situación familiar, y pensé que a lo mejor debería hablar contigo, hablar de tus experiencias. Podría serte útil. —Yumin espiró largamente y añadió—: Cuando te veo, es como si me viera a mí misma a tu edad. Yo también era una chica de ciudad, pero mis padres fueron tachados de derechistas y perdieron su puesto en el gobierno. En el paro, hacían trabajillos aquí y allá. Posteriormente, limpiaron la ciudad, y personas como mis padres fueron expulsadas al campo. Toda mi familia vino a esta zona pobre y montañosa.

—Tú también lo has pasado mal —dijo Jingqiu comprensiva—. Siempre me dije que parecías distinta de la gente de por aquí, y no solo por tu nombre.

—Me he convertido en uno de ellos, ¿no te parece? —dijo Yumin—. A ti también te mandarán al campo, solo que no sabes dónde. Pero aquí estamos cerca de la ciudad, y no lejos de Yichang. De hecho, esta zona se considera próspera. Has pasado aquí unos meses, y estoy segura de que has visto por ti misma que la familia de la tía es una buena familia. Si te casaras con Lin, toda la familia te trataría como a una reina.

—Debes de haberte sentido frustrada desde que viniste al campo —dijo Jingqiu para cambiar de conversación.

—Es el destino, por mucho que lo intentes no puedes derrotarlo. —Yumin suspiró—. Pero sigo considerándome afortunada, me casé con Sen. Su padre era un funcionario de poco rango, y le consiguió a Sen un trabajo adjudicado por el Estado y a mí un puesto de profesora. Aunque no tengo derecho a raciones estatales, dar clases es mucho mejor que trabajar de peón. Cuando vuelvas a Aldea Occidental, siempre y cuando el padre de Lin todavía conserve su puesto, te conseguirá un trabajo de profesora.

Jingqiu nunca había pensado en el matrimonio como una manera de alterar su futuro; la mandarían al campo y nunca volvería, y ahí se acabaría todo. Su familia era pobre, y ella no quería cambiar eso, pero se negaba a utilizar el matrimonio para mejorar su situación. Prefería robar un banco. Para ella, todo —la escuela, encontrar trabajo, unirse a la liga juvenil, etcétera— quedaba fuera de su control. Su dominio se reducía a sus sentimientos íntimos, el único aspecto de su vida que podía gobernar a través de su libre albedrío. Era una cuestión de motivación; podía casarse por gratitud, para corresponder a su amabilidad, y podía salvar a alguien por compasión, pero era incapaz de olvidar sus emociones a cambio de dinero o un cargo.

—Sé que no aceptas a Lin porque te gusta Mayor Tercero.

—¿Quién dice que me gusta Mayor Tercero? —dijo Jingqiu, negando toda relación entre ambos—. Has dicho que le «mencionaste» a Fen. ¿A qué te refieres exactamente?

—A que antes, cuando llegaron Mayor Tercero y la primera unidad, los edificios para albergarlos no estaban acabados, y tuvieron que alojarse con familias de la aldea. Mayor Tercero vivió con nosotros. A Fen le encanta cantar y Mayor Tercero toca el acordeón, así que él la acompañaba y, tras pasar un tiempo juntos, a ella comenzó a gustarle. Estaba demasiado avergonzada para decirle algo y me pidió que hablara con él. Él contestó que tenía una novia en su pueblo.

—¿Y no lo diría como excusa?

—No, me enseñó una foto de los dos juntos. Ella es guapa, y es hija de un cuadro. Forman una buena pareja. —Mientras hablaba se acercó a la mesa—. La foto está debajo del alféizar, te la enseñaré. —Yumin buscó en el alféizar—. Vaya. No la encuentro. ¿Dónde estará? —Jingqiu se dijo que Mayor Tercero probablemente se la había llevado para que ella no la viera. Una prueba más de su traición. ¡Artero, furtivo, vergonzoso!—. Después de eso, ya no volvió. La tía sigue siendo muy buena con él, y a pesar de ese fracaso sigue apreciándolo y lo invita siempre que hay algo bueno para comer. Con el tiempo, Fen encontró a otro, y todo quedó olvidado.

—¿Conoces a su novia?

—No, es de la capital de la provincia, y su padre ocupó un puesto de mucho poder. Es imposible que ella venga aquí. Sigue mi consejo, no te enamores de Mayor Tercero. En mi experiencia, los hijos e hijas de los funcionarios no están a nuestro alcance. Antes de que mi familia fuera expulsada al campo, yo tenía un novio cuyo padre era un cuadro, aunque no tan importante como el padre de Mayor Tercero, que al parecer es el comandante militar de toda una región. El padre de mi novio no era más que un oficial del regimiento. Pero todas las familias de funcionarios son iguales; cultas y experimentadas, y con muchos contactos. No tienen que preocuparse en encontrar buenas parejas para sus hijos. Al principio, la familia de mi novio no permitía que estuviéramos juntos. Esas familias prestan mucha atención al origen social. Mi novio insistía en que yo era una buena chica, pero no tenía valor para convertirme en parte de su familia. Cuando se enteró de que a mi familia la iban a enviar al campo, le entró pánico. Pero con eso tampoco consiguió nada, y al final rompimos. Por suerte supe controlarme y no le permití tener intimidad, con lo que pude casarme con otro. De haberme entregado a él, de haber hecho algo, el día que me abandonó habría sido el último de mi vida.

Jingqiu negaba con la cabeza mientras escuchaba.

—¿Y por qué habría sido… el último de tu vida?

—Si una chica deja que un hombre tenga intimidad con ella y luego este la abandona, ¿quién va a quererla luego? Y si alguien la quiere y la noche de bodas descubre que no es virgen, hará lo que quiera con ella, pero no la respetará. Qiu yatou, tú eres mucho más atractiva para el sexo opuesto de lo que yo era a tu edad; estás predestinada a que los hombres te persigan toda la vida. Si no te mantienes firme, tendrás problemas.

Jingqiu estaba confusa. Sabía que «compartir habitación» y «dormir juntos» eran cosas peligrosas, pero ahora tenía que añadir «tener intimidad» a la lista de actividades prohibidas. Cuando Mayor Tercero la abrazó, ¿tuvieron «intimidad»? Decidió arriesgarse a preguntarlo.

—Cuando dices que no le dejaste tener… intimidad, ¿a qué te refieres exactamente?

Nada más formular la pregunta, se arrepintió.

—Eres inocente, ¿verdad? Significa compartir habitación, dormir juntos, hacer lo que hacen marido y mujer.

Jingqiu se sentía en gran parte aliviada. No había compartido habitación con Mayor Tercero y no habían dormido juntos. De lo único que no podía estar segura era de si habían hecho lo que hacen marido y mujer. Pero no podía seguir preguntando por temor a despertar las suspicacias de Yumin. ¿Por qué una chica como ella iba a querer saber esa clase de cosas?

Al día siguiente se fue a pedir dinero prestado a sus amigos de la Asociación para la Reforma Educativa, explicándoles que necesitaba comprar azúcar para su madre, y entre el señor Lee y el señor Chen consiguieron reunir dieciocho yuanes para prestarle.

La noche en que la tía y el resto de la familia regresaron a casa, Jingqiu espió a Mayor Tercero, que estaba en la sala de estar. Cogió el dinero que le habían prestado y entró en la sala, y lo encontró sentado en un banco de poca altura con Huan Huan sobre los hombros, jugando con él cariñosamente. Mayor Tercero levantó la cabeza para decirle hola, pero ella no lo saludó, y dejó caer el dinero en su regazo con un gesto furioso, diciéndole:

—Gracias por haberme comprado el azúcar. Mira si hay suficiente.

Cuando las monedas cayeron en su regazo, Mayor Tercero puso una expresión «como si lo hubieran marcado con un hierro». No llegó a tocarlo. Apenas consiguió levantar la cabeza suplicando una explicación.

Parecía como si tuviera derecho a estar enfadada con él.

—¿Es suficiente? Si no, me lo dices, conseguiré más.

—¿Cómo es que de repente tienes dinero para pagarme?

—Lo he pedido prestado a la Asociación.

—Si tienes que pedir dinero prestado, ¿por qué se lo pides a ellos? —dijo, ofendido.

—Se lo pido a quien me da la gana. Gracias, de parte de mi madre. —Se dio media vuelta y regresó a su habitación. Estaba temblando.

Él la siguió y se quedó detrás de ella.

—¿Qué te pasa? Dímelo. No seas así, algo debe de haber ocurrido. Anteayer todo iba bien, y ahora no sé qué te pasa. ¿Qué ha cambiado?

—¿Qué quieres decir con anteayer? Siempre he dicho que no quiero tu dinero.

—¿Estás tan enfadada porque te dije que te daría el dinero? Dijiste que no lo querías, y yo no insistí. Sé que eres orgullosa y no quieres aceptar ayuda de los otros, pero no deberías verme… como uno más.

Ella no dijo nada, pero su cabeza era una batidora: «Eres un maestro del engaño, las palabras fluyen como miel de tu boca. Si no hubiera averiguado la verdad, me habrías vuelto a engañar. Te burlaste de mí, y te burlarás de otras. Alguien tan recto como Lin no engañaría a los demás».

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