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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Confirmación (31 page)

—Tu tío es todo un personaje. —Sasha rió con ganas—. ¿Y qué le pasó? ¿Sus padres hicieron algo?

—Nada. Él siempre fue la oveja negra de la familia, desde niño. Su madre, que murió muy joven, lo adoraba y lo alentaba en todo lo que hacía. Ella le dejó toda su fortuna, que era inmensa. Esa independencia económica hizo que su padre no pudiera hacer nada con él, aunque toda la familia se volvió bastante loca. —Volvió a reír—. Aún lo recuerdan los mayores.

Sasha meditó de nuevo todo el asunto y jugó con la idea de ir a la cena con Tommy. Después de todo, el propio Alex lo había invitado e ir juntos no constituía ningún delito.

—¿Y por qué no? Sería la despedida perfecta. Te aseguro que pasaremos desapercibidos al lado de la acompañante de turno de Ebenezer y además, lo único que haremos será cenar. —Sasha se puso serio y colocó una rodilla en el piso, para tomar la mano de Tommy y pedirle solemnemente—: ¿Me harías el honor de acompañarme a la cena?

—¡Tonto! —Tommy rió al verlo tan serio, se arrodilló a su vez y respondió—: Será un placer y un honor acompañarte. —Lo abrazó y lo besó con pasión. Parecía que le había pedido matrimonio en lugar de invitarlo a una cena, aunque ninguno de los dos lo pensó en ese momento.

Capítulo 15
1

Sasha se miró al espejo por última vez, enderezó su corbata y se volvió a peinar. Se sentía como un adolescente yendo a su primera cita y tenía una sensación de hormigueo en el estómago a causa de los nervios, pero estaba decidido a ir a la cena con Tommy y afrontar todas las consecuencias.

Tomó la orquídea que había comprado para Juliette y se sentó a esperar a su pareja. Tras la inesperada decisión, Tommy había salido disparado en su coche al
college
para cambiarse y volver a buscarlo.

Recordó la cena de San Valentín. Esa cena había sido mágica aunque fue cuidadosamente planificada. Ahora todo había comenzado con algo totalmente imprevisto que de pronto se convirtió en una decisión fundamental.

De algún modo sabía que esa decisión marcaría su vida mucho más de lo que la había marcado confesarle a Alex que era gay. No se arrepentía, y esperaba que Tommy tampoco lo hiciera.

Con una sonrisa traviesa, se levantó a abrir la puerta.

2

Tras su conversación con Sasha esa tarde, Tommy se había arreglado con esmero, jugando con su cabello, buscando una manera que le quedara elegante y sexy y además le disimulara un poquito la nariz. Al terminar, abordó su coche y partió a toda prisa en busca de Sasha.

Durante el trayecto no pudo parar de darle vueltas a todo. A veces pensaba que era un error, pero por otro lado, le parecía tremendamente romántico. Cuando estuvo a punto de atropellar a alguien decidió dejar de pensar y disfrutar del momento.

Aparcó frente a la puerta del edificio de apartamentos y subió las escaleras de cuatro en cuatro escalones. Tras un hondo suspiro, llamó.

—Hola, Sasha —dijo sonando un poco tímido. No pudo decir más pues se quedó mudo admirándolo con su esmoquin negro. Sasha prefería los colores claros, sobre todo blancos; sin embargo el traje que había escogido para la cena le sentaba muy bien y resultaba exótico de ver.

—Hola. —Sasha sonrió y su rostro se iluminó al ver a Tommy. Lo recorrió lentamente con la mirada, saboreando cada detalle, incluso su cabello. Tommy tenía un don innato para lucir sexy con lo que tuviera puesto, y mucho más cuando no llevaba nada. Aprobó el atuendo con un guiño y le colocó la orquídea en la solapa—. Lo peor será entrar, luego pasaremos desapercibidos —declaró, ofreciendo su brazo.

—Espero que Alex no nos asesine por esto —murmuró Tommy con un poco de temor de último momento. Por un segundo todas las implicaciones que ese hecho tendría en su vida se le vinieron a la cabeza.

Sasha se detuvo y lo miró a los ojos.

—Siempre podemos retroceder… No tienes que ir si no quieres.

—¡No! —Tommy aferró el brazo de Sasha—. Si no fuera contigo me arrepentiría todos los días de mi vida.

El ruso volvió a considerar lo que había meditado durante la tarde, decidido a sacudir un poco a McAllister y a Ebenezer. Le preocupaba lo que pudiera sucederle a Tommy, pero él había asegurado que nada pasaría y ambos eran mayores de edad, así que se había autoconvencido de que no era tan grave. Más bien era una provocación que con toda seguridad haría que en la siguiente cena especificaran que las parejas no podían ser del mismo sexo. Tampoco iban a follar en público, sólo iban a una cena, quizá a bailar y a pasarlo bien.

—De acuerdo… entonces vamos.

3

Apenas hicieron acto de presencia en el salón del Ritz donde se celebraba la cena, sintieron todas las miradas sobre ellos, pero Sasha las ignoró y caminó resuelto hacia la recepción, justo delante de las grandes puertas que daban paso al salón que Thot Labs tenía reservado.

Un guardia de seguridad los recibió mientras pedía la identificación de Sasha y consultaba su lista, mirando con sorpresa a Tommy.

—Parece haber un error, señor. Aquí dice que su pareja es la señorita Juliette Sands.

—Es correcto, pero la señorita Sands tuvo un accidente de última hora y decidí venir con otra persona —dijo Sasha—. El señor Thomas Stoker, amigo cercano de los señores Andrew, será mi acompañante.

El guardia consultó con su radio y al cabo de un rato, Arnold Lamb, el relacionista público de Thot Labs, apareció gesticulando.

—¡Ivanov, no puedes hacer esto! —exclamó.

—¿Por qué no? —repuso tranquilamente Sasha—. Es una cena con parejas y traigo a mi acompañante, que además es amigo de Alex Andrew. No veo el problema.

—¿El señor Andew está al tanto de esto? —preguntó el hombre.

—Pregúntaselo tú mismo —dijo Sasha con aplomo, sabiendo que Lamb no se atrevería.

Tommy le sonrió angelicalmente.

—Juliette Sands no ha podido venir porque se torció un tobillo y yo la reemplazo —comenzó a explicar—. De hecho, Alex me había invitado antes, de modo que no veo qué problema podría haber y dudo mucho que Alex se moleste por ello. —Esbozó una disimulada sonrisa maligna—. Total es una cena, no una orgía sexual.

Lamb acabó cediendo y los dejó pasar, aunque se quedó murmurando que eso era lo más insólito que había visto en sus cincuenta y seis años de vida.

Sasha volvió a ofrecerle el brazo a Tommy y entraron sin mirar atrás, esperando que Lamb no se arrepintiera. Se dirigieron hacia la mesa que les indicaron, cercana a la que Alex compartía con los principales socios de Thot Labs. Allí se encontraban Charles Boyle, asistente de McAllister, junto a su esposa Susan, y Ariadne Reeves, secretaria del Director de Finanzas, junto a su novio Simon Petersen, Jefe de Recursos Humanos.

El ruso hizo las presentaciones, aunque algunos conocían de vista a Tommy. Si les causó sorpresa que fuera su acompañante, no lo dejaron entrever por educación, de modo que la pareja se integró a la conversación como si nada.

Al poco rato llegaron Angel y Alex y se acomodaron en sus puestos. Angel divisó a los muchachos y los saludó, radiante. Alex tuvo que disimular con un ataque de tos mientras trataba de reponerse de la sorpresa. Ambos jóvenes se acercaron a saludar como correspondía y en un momento, Alex cuchicheó al oído de Tommy:

—¿Qué significaba eso? Todo el mundo os está mirando.

—Bueno, eso era algo de esperar —replicó resignado—. En fin, que miren mucho, que se acaba pronto.

—Pensé que no vendrías. ¿Qué hacéis juntos? ¿Dónde está la acompañante de Sasha?

—Tuvo un accidente y yo la reemplazo.

Se hizo un momentáneo silencio y Alex susurró:

—¿Sois… sois novios?

—Somos amigos, buenos amigos. Como la acompañante de Sasha no pudo venir he tenido que arrastrarlo aquí personalmente —bromeó y guiñó un ojo a Angel.

—Sois muy valientes. —Angel sonrió—. Espero que os divirtáis esta noche.

Con esas palabras, los jóvenes volvieron a su mesa sin dejar de notar la mirada de Ebenezer, asombrada e indignada a la vez. El mayor de los Andrew compartía la mesa con McAllister y Barbara Elion, y había llevado como acompañante a su última adquisición: una conocida pintora vanguardista llamada Henrietta Mills, prima de lord Fauntleroy.

Cuando todas las parejas se acomodaron, se dio inicio a la ceremonia con las palabras de Lamb, quien no dejaba de lanzar ceñudas miradas a la mesa de Sasha y Tommy, especialmente cuando mencionó que el personal de Thot Labs se distinguía por una cultura organizacional con sólidos valores y principios, mostrando una conducta ejemplar, siempre dentro de las normas impuestas por la sociedad.

Acto seguido, Alex dio el discurso de honor haciendo una breve reseña de la historia del laboratorio, lo que había significado para su padre y lo que significaba para él. También habló de lo que significaba día a día dirigir una corporación que crecía tan rápidamente, sin perder el ideal de manejarla como una gran familia de la que se sentía orgulloso. Fue un discurso memorable y cuando finalizó, Sasha y Tommy aplaudieron de pie.

—Eso sí que es un discurso —susurró Sasha al sentarse—. No sé cómo le hace Alex, pero siempre logra que todos se identifiquen con sus palabras. Mira sus rostros… Yo no podría nunca hacer un discurso de ese tipo.

—No tendría por qué ser de ese tipo —replicó Tommy con cierto brillo en sus ojos—, podrías haber hablado del futuro, de los retos a los que tendréis que enfrentaros, de competir con decencia… pero con la verdadera decencia, la que respeta a todo y a todos, la que no busca vender a cualquier costo. —Tommy se sonrojó un poco—. O algo así —añadió, avergonzado.

Sasha sonrió. Tommy tenía una idea muy ingenua de lo que era la industria farmacéutica.

—Tú sí que harías un buen discurso —dijo rotundamente—. Yo prefiero los hechos y no las palabras que son tan vacías…

—Qué va… yo me moriría de vergüenza si tuviera que hablar delante de tantísima gente. —Tommy sonrió de medio lado—. De todas formas no es algo de lo que deba preocuparme, porque es más que seguro que yo no daré nunca ningún discurso —dijo convencido. Sabía que era buen estudiante, pero también creía que nunca podría destacar en algo como lo hacían Sasha y Alex. Aunque en eso se equivocaba.

—Pues yo te imagino algún día en un auditorio, vestido de negro y dando un importante discurso —cuchicheó el ruso—. La idea no deja de ser tentadora.

Ambos se unieron a los aplausos mientras Alex volvía a su asiento y Edward McAllister, el segundo accionista mayoritario, hacía el brindis de honor.

Sasha y Tommy alzaron sus copas y bebieron uno a la salud del otro, para luego seguir charlando con sus compañeros de mesa, mientras picaban algunos canapés. Con la ceremonia, la atención de todos se había alejado de ellos, de modo que estaban mucho más relajados, hasta que comenzó a sonar la música de vals. Era el famoso baile en el que tanto había insistido la señora Mitchell, y era parte del protocolo que los empleados más representativos salieran a bailar con sus parejas.

Alex y Angel salieron a bailar y luego lo hicieron Charles y sus otros compañeros de mesa.

Ebenezer también salió y parecía querer presumirle a Alex con Henrietta, que llevaba un vestido de Dior rojo que le sentaba de maravilla.

—¿Cuánto le habrá pagado para que lo acompañe? —susurró—Sasha—. No parece el tipo de chica que suele liarse con Ebenezer. Todo el mundo los está mirando.

—Quizá lo use como modelo. Dicen que es famosa por pintar naturaleza muerta. O quizá perdió una apuesta.

Sasha rió bajito y volvió a sentir ese cosquilleo travieso que lo impulsaba a escandalizar. Como leyéndole la mente, Tommy habló:

—Si bailamos sería demasiado, ¿no? —Miró alrededor pero nadie les prestaba atención—. Creo que le daría algo a Ebenezer.

—Le daría algo, claro que sí —dijo el ruso—. Se le desorbitarían los ojos, comenzaría a toser y quizá se acercaría a nosotros y nos cubriría con algo para que nadie más nos mirase. O quizá nos haría echar.

—¿Qué hacemos? —Tommy seguía mirando de soslayo alrededor—. Si quieres bailar con alguna amiga, a mí no me importa.

—Si no bailo contigo, no bailo con nadie —declaró resueltamente Sasha y esbozó una sonrisa perversa—. Y pensándolo bien, ¿qué tiene de malo un baile? No vamos a follar en medio de la pista, ¿verdad? Y me he matado ensayando el famoso baile un mes… Bailemos y a la porra con Ebenezer y el resto de los socios.

—Yo… —Tommy se sonrojó intensamente, pero acabó tomando la mano que le ofrecía Sasha. Se estaba muriendo de la vergüenza, sabía que todos los iban a mirar y en el peor de los casos se montaría un escándalo. Por un segundo pensó es sus padres, pero luego decidió que sus padres le importaban una mierda—. De acuerdo, bailemos.

Avanzaron del brazo hacia el centro de la pista y como había previsto Tommy, todos se quedaron mirándolos. Sasha ni se preocupó de mirar a Ebenezer, simplemente pasó un brazo por la cintura de Tommy y con el otro sujetó su mano. Aunque Tommy era más alto se las arreglaron para iniciar los pasos del vals.

Ambos comenzaron a girar al ritmo de
Sangre vienesa
de Strauss, al principio un poco tensos, muy cautos en sus movimientos, pero conforme bailaban, sus cuerpos, habituados a una proximidad más íntima, comenzaron a acoplarse naturalmente. No habían practicado juntos ese baile, pero bailaban como si lo hubieran hecho toda la vida. Tal vez fuera la educación musical de Tommy o la experiencia que tenían en el sexo conjunto, que no dejaba de ser una danza muy especial, lo cierto era que ambos se deslizaban por la pista con más gracia y elegancia que el resto de las parejas.

Claro que también podría ser porque todas las parejas no podían dejar de mirar asombradas a los dos chicos que bailaban en medio de la pista como si fuera lo más normal del mundo.

Sasha era consciente de las miradas y vio el rostro furioso de McAllister hablando en voz baja con Arnold Lamb, pero los ignoró. En ese momento en lo único en lo que pensaba era en el baile y en el espectáculo que estaba dando y eso hacía que la adrenalina fluyera, dándole alas a sus pies.

Cuando el vals alcanzó su punto más intenso, ambos giraban por la pista completamente abandonados. Tommy comenzó a reír como un niño entre los brazos de Sasha, pues giraban tan rápido que se sentía mareado y completamente feliz.

Se miraron a los ojos, sin pensar en nada más que en el maravilloso momento que compartían y de pronto ambos buscaron los labios del otro en un gesto completamente espontáneo.

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