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Authors: John Darnton

Experimento (63 page)

Aquellos lúgubres pensamientos le parecieron por un momento exagerados. Pero no, estaban plenamente justificados. Su vida había sufrido una inmensa mutación. Hasta hacía unas semanas, lo único que le preocupaba era su trabajo y sus amigos. Ahora su problema era la posibilidad de que lo cosieran a cuchilladas en la calle.

Miró a Skyler y de nuevo le impresionó lo que el joven había madurado, lo mucho más asentado y dueño de sí que parecía.

Skyler y Tizzie estaban sentados el uno al lado del otro en el sofá. Hacían buena pareja y Jude detectó entre ellos una nueva intimidad. Se preguntó si se habrían acostado juntos. Y también se preguntó si lo que él mismo estaba comenzando a sentir eran celos. Trató de analizar sus emociones, como quien tantea una muela con la punta de la lengua para tratar de localizar una caries. Pero lo malo de analizar emociones era que luego uno no sabía cómo interpretar los resultados de tal análisis.

Sin embargo, la nueva situación, fuera cual fuera, creaba efectivamente una cierta tensión, una especie de incomodidad. De pronto le pareció que sus dos compañeros se mostraban excesivamente solícitos con él. Tizzie le sirvió el café y Skyler se lo llevó. Y Jude siguió fijándose en pequeños detalles, en cómo se miraban Skyler y Tizzie, en cómo parecían apoyarse el uno en el otro mientras hablaban sentados en el sofá...

Puso freno a sus pensamientos. «Desde lo de Raymond ando un poco desquiciado —se dijo—. Como siga por este camino, terminaré espiando a través de las cerraduras.»

Fue Tizzie quien tomó la voz cantante. Se levantó del sofá, fue a sentarse tras su escritorio y le pidió a Jude que se lo explicase todo de principio a fin: el viaje a la isla, la conversación con Raymond junto a las vías, el hallazgo del cuerpo del federal en Central Park. Él lo contó todo, incluido el episodio del envejecido ordenanza que murió atropellado. Luego Tizzie les habló de sus informes a tío Henry, de su trabajo en el laboratorio de la Universidad Estatal de Nueva York y de su viaje en ferry con Alfred.

—Dime una cosa —le pidió de pronto Skyler—. ¿Qué aspecto tiene ese tal Alfred?

Ella arrugó el gesto.

—Es un tipo repulsivo.

—¿Es un pelirrojo de nariz aguileña?

Tizzie se quedó atónita.

—¿Cómo lo sabes?

El joven lanzó una breve carcajada.

—Conocí a su otra mitad... Allá en la isla. Un géminis llamado Tyrone. También era insoportable. Y un chivato.

—Cristo —exclamó Jude—. Tú deberías ser nuestro asesor en todo lo referente a esas personas. Tú creciste con ellas, así que sabes lo que van a hacer antes de que lo hagan.

De pronto se le ocurrió que aquel comentario también era aplicable a Tizzie.

Después del café, Tizzie se levantó muy seria y fue a sentarse frente a Skyler.

—Ayer, cuando te pregunté por las inyecciones que os ponían en la isla, tú me dijiste que no siempre sabíais para qué eran. Explícame eso.

Skyler se retrepó en el sillón y, tras un carraspeo, comenzó:

—Bueno, en primer lugar estaban las inyecciones que nos ponían todas las semanas. Vitaminas, creo. Al menos, eso nos decían. A veces, gamma globulina u otros fortificantes. Además, nos inoculaban todo tipo de vacunas.

»Pero en determinado momento, hace de esto muchos años, un grupo del que yo formaba parte comenzó a recibir un tratamiento especial. Nos ponían inyecciones una vez a la semana. La cosa duró bastante. Quizá un par de meses, no lo recuerdo con exactitud. Sin embargo, me acuerdo muy bien del tratamiento porque gracias a él no teníamos que participar en las actividades comunales. Pero yo detestaba las agujas, que eran enormes. Y, después del tratamiento, nos siguieron examinando con regularidad, haciéndonos todo tipo de análisis y pruebas.

—¿Cuántos recibisteis el tratamiento especial?

—Creo que éramos seis. En el grupo estaban Raisin, otros tres géminis, yo y... —Skyler bajó la vista incómodo y añadió—: Y Julia.

Jude se volvió hacia Tizzie.

—¿Adonde quieres ir a parar? —preguntó.

Ella no respondió directamente.

—Quiero que veáis algo —dijo con voz grave.

Salieron del despacho y Tizzie los condujo por el corredor hasta un laboratorio. La habitación estaba dotada de una serie de estaciones de trabajo con repisas de fórmica provistas de ordenadores y de todo tipo de instrumental. Las luces del techo ya estaban encendidas. Tizzie había estado allí poco antes de que llegaran sus dos visitantes.

La joven los llevó ante un microscopio situado en un rincón. Junto al aparato había una bandeja de portaobjetos. Tizzie cogió uno de ellos, lo colocó en el microscopio, conectó éste, hizo los ajustes necesarios y se apartó para que sus compañeros miraran.

Jude y Skyler lo hicieron por turnos, y Tizzie procedió a poner otros cuatro portaobjetos en el microscopio al tiempo que iba explicando:

—Esto son los cromosomas de una célula humana madura. Fijaos en los extremos. Esos pequeños topes que veis son los telómeros, que se acortan cada vez que la célula se divide... Aquí veis una célula vieja. Ya se ha dividido cincuenta veces y se aproxima a la senectud. Reparad en que los telómeros ya casi ni se ven... Esta otra es muy parecida. Los telómeros son cortos, la célula agoniza. La diferencia radica en que, en este caso, la vejez es prematura. La célula procede de un muchacho que, cronológicamente, sólo tiene trece años. La enfermedad que padece está matando sus células.

—Como les ocurre a los niños de la guardería, en la isla...

—Exacto. Fijaos en lo oscura que está esta última célula. Eso es indicio de que existe superabundancia de telomerasa. Se supone que la telomerasa es beneficiosa. Su misión consiste en proteger los extremos de los cromosomas, cubriéndolos con secuencias de ADN. Pero si se introduce en células inadecuadas y se produce una variedad mutante, el problema es mayúsculo.

—¿Fue eso lo que hicieron?

—Sí. Reflexiona. Ellos ya han encontrado un sistema para efectuar trasplantes sin riesgo, lo cual es el primer paso en el camino hacia la longevidad. Pero la vejez no es una simple cuestión de órganos que se desgastan. En la vejez, todo el organismo se deteriora: la sangre, las células, el cerebro, la médula ósea.

—Comprendo.

—No hace falta ser un científico para saber que el proceso de la vida es complicado. El total es algo más que la suma de las partes. No puedes limitarte a cambiar un órgano por otro para luego cruzarte de brazos diciéndote que has hecho realidad el sueño de la juventud eterna. Tienes que hacer algo más. Y los del Laboratorio eran científicos de primera... Ya tenían resuelto el problema de la clonación.

—¿Qué hicieron?

—Con los clones obtuvieron una reserva de órganos de repuesto. Pero tenían que ir más allá. Así que volvieron a la investigación de temas básicos. La estructura de las células, la inmortalidad celular, los telómeros. Actualmente, se están efectuando muchísimos estudios académicos acerca de esos temas. Las revistas especializadas no dan abasto para publicarlos. Así que nada tiene de extraño que los científicos del Laboratorio se sintieran atraídos por tales investigaciones. Y, como es natural, ellos tenían una gran ventaja sobre el resto de los investigadores.

—¿Cuál?

Tizzie miró significativamente hacia Skyler.

—Disponen de un grupo de cobayas humanas hechas a la medida. Cobayas humanas. Lamento decirlo, Skyler, pero tenías que saberlo.

Skyler hizo un gesto de asentimiento.

—¿Qué hacen los científicos que actúan dentro de la legalidad cuando desean probar una vacuna? Utilizan a reclusos. Y eso mismo sucedió en este caso. Lograron un gran avance. Aislaron la enzima telomerasa. Y tenían que someterla a prueba. ¿No os dais cuenta? Creyeron haber dado con la clave del enigma. Si las células mueren porque sus cromosomas se acortan en exceso, ¿por qué no ponerles enzimas extra para que los mantengan largos? ¿Cuál es el método más simple de hacerlo? Por inyección. ¿Y a quién se les inyecta? A los clones.

La joven hizo una pausa durante la cual miró de Jude a Skyler y de Skyler a Jude. Luego continuó.

—Escogieron a tres sujetos. Uno fue Skyler. Él no era imprescindible, pues su clon, tú, Jude, ya había abandonado el grupo. El otro fue Raisin. Sabemos que ellos lo tenían en poca estima por su condición de epiléptico. El tercero fue Julia, mi clon. ¿Por qué? No lo sé a ciencia cierta, pero tal vez fuera porque mis padres ya se habían manifestado abiertamente contra las inoculaciones. Así que yo, en su opinión, en opinión de Rincón, ya estaba condenada a tener un tiempo de vida más breve. Los otros tres géminis eran un grupo de control. Probablemente, lo que les inyectaban eran placebos.

—Lo que dices no deja de tener su lógica, tengo que admitirlo —dijo Jude.

—Para ellos fue lo más natural del mundo. Pensaban en los clones como en objetos, los habían deshumanizado. Según Skyler, a veces les ponían vacunas. ¿Contra qué afecciones? ¿Por qué iban a protegerlos de nada si sabían que no saldrían jamás de una isla que, supuestamente, estaba exenta de toda enfermedad? La respuesta es que deseaban que su sangre y sus órganos estuvieran inmunizados para el día en que los prototipos tuvieran que usarlos.

—¿Los prototipos? —preguntó Jude.

—Tú eres uno de ellos —respondió Tizzie. Después de una pausa prosiguió—: Algo que no alcanzo a entender es por qué se interrumpió el régimen de inoculaciones. Según Skyler, les estuvieron inyectando durante un tiempo y luego dejaron de hacerlo.

—¿Qué crees que pasó? —quiso saber Jude.

Conocía a Tizzie lo bastante como para estar seguro de que ella ya tendría preparada alguna posible explicación.

—Obtuvieron otro gran avance. Éste fue de inmensas proporciones. Se llama genoterapia y es una idea sumamente brillante. En vez de inyectar directamente la proteína o la enzima, lo que haces es darle el ADN que la encierra. Una vez metes el ADN en la célula, la maquinaria de producción de proteínas normales de la persona se ocupa del resto. El nuevo y el viejo ADN son leídos al mismo tiempo, y sus secuencias se convierten en proteínas.

Jude la observaba con admiración. Skyler bebía cada una de sus palabras.

—La genoterapia se utiliza en la actualidad para cierto número de dolencias, sobre todo para las enfermedades genéticas. Una de ellas es la fibrosis quística. A los niños que la padecen les falta una proteína imprescindible para el buen funcionamiento de los pulmones. Las compañías farmacéuticas utilizan ADN en aerosol para intentar que el gen necesario llegue a los pulmones de los enfermos de fibrosis.

»Ese tipo, Alfred, el que trabajaba conmigo en el laboratorio, prácticamente admitió que la habían utilizado. La ventaja de la genoterapia, si da el resultado que se busca, es que sólo se tiene que realizar una vez. La desventaja es que resulta difícil de controlar. Y si se descontrola, puede ocurrir cualquier cosa.

—¿Por ejemplo?

—Puedes terminar con una proteína mutante. Normalmente, las células cometen errores al leer su ADN y convertirlo en proteína. El error suele descubrirse durante lo que se conoce como la fase de «lectura de pruebas» de la síntesis de la proteína. Pero probablemente los nuevos genes inoculados por medio de la genoterapia no pasaron por esa lectura de pruebas, así que sus mutaciones no fueron percibidas.

»¿Qué sucede a continuación? Hay varias posibilidades. Una de las cosas que puede ocurrir es que la variable mutante se pegue al extremo del cromosoma y se quede simplemente allí, sin reforzar el tope protector. Esto impediría a la telomerasa, digamos, «buena» cumplir su misión, que no es sino la de mantener largos los extremos. Así que nos enfrentamos a una paradoja: en vez de prolongar la vida manteniendo a raya la degeneración natural, el mutante acelera el acortamiento de los cromosomas, provocando la vejez prematura.

»Existe otra posibilidad que podría afectar a la descendencia. Digamos que la genoterapia produce un exceso de telomerasa en la línea germinal, en las células que se reproducen para crear una nueva vida. La enzima mutante parece conferir viscosidad a los extremos del ADN, haciendo que los cromosomas formen grumos. Durante la duplicación, los cromosomas deben separarse en dos células hijas. Si el mutante hace que los extremos sean viscosos, las células hijas pueden terminar con cromosomas de más o de menos.

—¿Y sus descendientes serían anormales? —preguntó Jude.

—Bueno, quizá habría en ellos alguna anomalía,—respondió Tizzie, que no dejaba de asombrarse del poco tacto que tenía Jude a veces.

—Si tu teoría es cierta, ése fue el motivo de que dejaran de ponernos las inyecciones —dijo Skyler.

Tizzie y Jude lo miraron extrañados.

—¿Por qué? —quiso saber Tizzie.

—Si consiguieron un gran avance por medio de la genoterapia, lo más probable es que quisieran poner a prueba cuanto antes su eficacia. ¿Por qué usar a personas jóvenes? Sería más lógico emplear niños. En ellos los resultados se pondrían de manifiesto con mayor rapidez, ya que el proceso de envejecimiento es más evidente y, por tanto, más conmensurable.

—Claro —dijo Jude—. Trasladaron el experimento a la guardería. Pero la cosa les salió mal y produjo esa enfermedad... ¿Cómo se llama?

—Progeria.

—Eso explicaría otra cosa más —continuó Skyler—. Si Raisin formaba parte del grupo experimental inicial, no cabe duda de que los del Laboratorio deseaban examinar sus órganos después de la muerte. Necesitaban enterarse de si algo andaba mal. Eso explica el robo de las muestras que estaban guardadas en la sala de autopsias de New Paltz.

—Sí —dijo Jude.

Recordó que Raymond había llegado a aquella misma conclusión. Y pensar en ello le trajo a la mente un asunto que podía tener relación con el caso.

—¿Y qué me decís de los cadáveres que han estado apareciendo en Georgia y otros lugares? Como están mutilados y son imposibles de identificar, debemos partir de la base de que eran clones. Pero a ellos también les extrajeron las entrañas.

—Hay una explicación posible —dijo Tizzie—, pero es bastante macabra. Sólo a un monstruo se le ocurriría hacer una cosa así.

—Adelante —la animó Skyler.

—Tal vez los órganos les hagan falta para algo. Digamos que los prototipos de los clones recibieron el tratamiento original de rejuvenecimiento, que se sometieron a la genoterapia. Durante un tiempo, todo fue de maravilla. Habían puesto freno al envejecimiento y se sentían más jóvenes que nunca. Luego las cosas se torcieron y el proceso de envejecimiento se aceleró. Los del Laboratorio lo intentaron todo. Iniciaron un programa acelerado de investigaciones, experimentaron con monos, experimentaron con niños clones... Hicieron todo lo que se les ocurrió. Pero la gente a la que le habían vendido la promesa de la eterna juventud comenzó a perder la paciencia y a enfadarse, y ellos no podían darles ninguna solución. Una forma de tratar de detener el proceso, un último y desesperado recurso, sería una especie de trasplante masivo de órganos. Lo que se llama un trasplante en bloque. No es frecuente y las posibilidades de éxito son escasas, pero... si uno está lo bastante desesperado...

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