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Authors: James Redfield

Tags: #Autoayuda, Aventuras, Filosofía

La décima revelación (13 page)

—Mejor sentémonos —aconsejó Curtis—. No queremos que nos vean.

Durante un rato largo permanecimos sentados en silencio, admirando el panorama y sintiendo la energía.

Curtis sacó una linterna del bolsillo y la puso en el suelo a su lado. Yo estaba deslumhrado por los colores delfollaje de otoño.

En ese momento Curtis alzó los ojos y me preguntó:

—¿Huele algo? ¿Humo?

Enseguida miré hacia los bosques con la sospecha de que podía tratarse de un incendio forestal y olfateé el aire.

—No, no creo. —Algo en el comportamiento de Curtis había alterado el clima, introduciendo un sentimiento de tristeza y nostalgia—. ¿A qué clase de humo se refiere?

—Humo de cigarro.

Bajo la luz de la luna, pude ver que sonreía para sí mismo, pensando en algo. De pronto, yo también empecé a oler el humo.

—¿Qué es eso? —pregunté, y volví a mirar en derredor.

—El doctor Williams fumaba cigarros que justo tenían ese aroma. No puedo creer que se haya ido.

Mientras hablábamos, el olor persistía; descarté la experiencia de plano, contentándome con mirar los pastos y los grandes robles que había junto a nosotros. De repente, en ese momento me di cuenta de que era el lugar exacto en que Williams se veía encontrándose con Curtis. ¡Debía de tener lugar justo allí!

Segundos más tarde observé cómo se formaba una figura por detrás de los árboles.

—¿Ve algo por ahí? —le pregunté con tranquilidad a Curtis al tiempo que señalaba en esa dirección.

Apenas terminé de hablar, la forma desapareció.

Curtis se esforzaba por ver.

—¿Qué? No veo nada.

No respondí. De alguna manera, había empezado a recibir conocimiento en forma intuitiva, exactamente como lo había recibido de los grupos de almas, sólo que la conexión era más distante y borrosa. Presentía algo respecto del experimento energético, una confirmación de las sospechas de Curtis; los experimentadores trataban de concentrarse en los vórtices dimensionales.

—Acabo de recordar —dijo Curtis de golpe—. Uno de los aparatos en los que trabajaba el doctor Williams hace años era un foco remoto, un sistema de proyección de antena. Apuesto a que eso es lo que están usando para enfocar las aperturas. Pero ¿cómo saben dónde están los vórtices?

De inmediato percibí una respuesta. Alguien de una conciencia superior se los señalaba hasta que veían las variaciones espaciales a medida que aparecían en la computadora de foco remoto. Yo no sabía qué significaba.

—Hay una sola manera —dijo Curtis—. Deben encontrar a alguien que se lo señale, alguien que pueda sentir estos lugares de energía superior. Luego pueden diagramar un perfil de energía del lugar y enfocarlo con precisión escaneándolo con una antena de foco. Es probable que el individuo ni siquiera sepa lo que está haciendo. —Sacudió la cabeza—. Esta gente es perversa. No hay ninguna duda al respecto. ¿Cómo podrían hacer esto?

A guisa de respuesta, sentí otro conocimiento que era demasiado vago para comprenderlo del todo, pero parecía sostener que existía, de hecho, una razón. Sin embargo, primero debíamos entender el Miedo y cómo vencerlo.

Cuando miré a Curtis, parecía sumergido en una profunda reflexión.

Por fin me miró y dijo:

—Ojalá supiera por qué aparece ahora este Miedo.

—Durante una transición en la cultura —dije—, las viejas certezas y opiniones empiezan a quebrarse y evolucionan hasta convertirse en nuevas tradiciones, lo cual genera ansiedad a corto plazo. A la vez, esas mismas personas despiertan y mantienen una conexión interna de amor que las sostiene y les permite evolucionar más rápido; otras, en cambio, sienten que todo cambia demasiado rápido y que pierden su rumbo. Se vuelven más temerosas y más controladoras para tratar de aumentar su energía. Esta polarización del miedo puede ser muy peligrosa, ya que los individuos temerosos pueden adoptar medidas extremas.

Mientras decía esto, sentía que ampliaba lo que le había oído decir antes a Wil y a Williams, pero también tenía la nítida sensación de que era algo por entero nuevo, aunque no me había dado cuenta de que lo sabía hasta ese preciso instante.

—Lo entiendo —dijo Curtis con seguridad—. Por eso están tan deseosos de echar a perder este valle.

Piensan que la civilización va a desaparecer en el futuro y no van a hallarse a salvo a menos que adquieran un mayor control. Bueno, no permitiré que ocurra. Haré volar todo por los aires.

Lo miré fijo.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Simplemente eso. Yo era experto en demoliciones. Sé cómo hacerlo.

Debo de haber mostrado alarma, porque dijo:

—No se preocupe, ya pensaré la manera de lograrlo sin lastimar a nadie. No querría tener eso sobre la conciencia.

Me invadió una ola de conocimiento.

—Cualquier tipo de violencia lo único que hace es empeorar las cosas, ¿no se da cuenta? —dije.

—¿Qué otra forma hay?

Por el rabillo del ojo volví a ver la forma durante un segundo; luego desapareció.

—No lo sé exactamente —dije—. Pero si los combatimos con ira y odio, sólo ven a un enemigo. Eso los afianza más. Se vuelven más temerosos. En cierto sentido, se supone que este grupo del que hablaba Williams va a hacer otra cosa. Debemos recordar en su totalidad nuestras Visiones del Nacimiento… y luego podemos recordar algo más, una Visión del Mundo.

Conocía la expresión, pero no recordaba dónde la había oído.

—Una Visión del Mundo… —Curtis volvió a hundirse en sus pensamientos—. Creo que David Lone Eagle lamencionó.

—Sí —dije—. Así es.

—¿Qué cree que es una Visión del Mundo? Estaba por responder que no sabía, cuando se me ocurrió una idea.

—Es una comprensión… no, un recuerdo, de la manera en que cumpliremos con el objetivo humano, que genera otro nivel de amor, una energía capaz de llenar el vacío de la polarización y poner fin a este experimento.

—No veo de qué manera puede resultar posible —objetó Curtis.

—Involucra la energía que los rodea —dije, con la sensación de que de veras lo sabía—. Se conmoverían y se apartarían de su preocupación. Decidirían detenerse.

Durante unos minutos permanecimos en silencio. Luego Curtis dijo:

—Tal vez, pero ¿cómo generamos esa energía? En mi mente no surgió nada.

—Ojalá supiera hasta qué punto están dispuestos a llegar con este experimento —agregó.

—¿Qué es lo que causa el sonido inarticulado? —pregunté.

—El sonido inarticulado es una disonancia de enlace entre pequeños generadores. Significa que todavía están tratando de calibrar el aparato. Cuanto más chirriante e inarmónico es, más desfasado está.

Pensó un instante más.

—Me pregunto qué vórtice de energía van a enfocar. De pronto sentí un nerviosismo especial, no en mi interior, sino afuera; como si me hallara junto a alguien angustiado. Miré a Curtis, que parecía bastante tranquilo. Más allá de los árboles volví a ver los vagos contomos de una forma. Se movía como si estuviera agitada o asustada.

—Creería —dijo Curtis con aire ausente— que si estuviéramos cerca del lugar que es el objetivo, oiríamos el sonido inarticulado y luego sentiríamos una especie de electricidad estática en el aire.

Nos miramos y en silencio pude oír un ruido débil, apenas una vibración.

—¿Oye eso? —preguntó Curtis, ahora alarmado. Al mirarlo sentí que los pelos de la parte posterior del cuello y los brazos se me erizaban.

—¿Qué es?

Por un momento. Curtis observó sus propios brazos; después me miró horrorizado.

—¡Tenemos que salir de acá! —gritó al tiempo que tomaba su linterna y se ponía de pie de un salto sacándome casi a la rastra de la cima de la pendiente.

De pronto descendió otra vez el mismo zumbido estruendoso que había oído con Wil; en esta ocasión trajo consigo una onda de impacto que nos derribó a los dos. Al mismo tiempo, la tierra se sacudió con violencia y a unos seis metros se abrió una fisura enorme que generó una explosión de polvo y escombros.

Detrás de nosotros, uno de los robles altos, debilitado por el movimiento de la tierra, se inclinó y cayó al suelo con un estruendo asombroso que se sumó al ruido. A los pocos segundos, otra fisura más grande se abrió junto a nosotros y el suelo se estremeció. Incapaz de sostenerse, Curtis se deslizó hada el abismo que se ensanchaba. Me aferré a un arbusto pequeño y logré tomar la mano de Curtis. Por un instante quedamos asidos con fuerza; luego nuestro apretón se aflojó y vi, impotente, cómo se deslizó por el borde. La fisura se movió y se agrandó, despidió otro penacho de polvo y roca, volvió a sacudirse y luego se aquietó. Debajo de un árbol caído se quebró con ruido una rama y luego la noche quedó otra vez en silencio.

Al despejarse el polvo, solté el arbusto y me arrastré hada el borde del enorme agujero. Cuando pude ver, me di cuenta de que Curtis estaba tendido en el borde pese a que yo tenía la certeza de que lo había visto caer allí. Rodó hacia donde me encontraba yo y se incorporó de un salto. —¡Vámonos! —gritó—. ¡Puede volver a empezar!

Sin decir una palabra, corrimos pendiente abajo hacia el campamento. Curtis adelante y yo renqueando atrás. Cuando Curtis llegó al lugar, tomó las dos carpas, las arrancó del suelo con las estacas balanceándose y las metió en las mochilas. Yo levanté el resto de las cosas y seguimos hada el sudoeste hasta que el suelo se aplanó con una maleza densa. Al cabo de otro kilómetro, el agotamiento y mi tobillo debilitado me obligaron a detenerme. Curtis vigilaba el terreno.

—Tal vez estemos seguros acá —dijo—, pero adentrémonos más en la espesura, hacia la derecha.

Lo seguí unos quince metros entre los densos bosques.

—Acá está bien —comentó—. Levantemos las carpas. En unos minutos las dos carpas estaban armadas y cubiertas con ramas; nos mirábamos sin aliento, sentados sobre el ala de entrada de su carpa.

—¿Qué cree que pasó? —pregunté. Mientras revisaba su mochila para sacar el agua, la cara de Curtis lucía demacrada.

—Están haciendo exactamente lo que pensábamos —dijo—. Tratan de enfocar el generador en un espacio remoto. —Tomó un largo sorbo de su cantimplora—, van a arrumar el valle; hay que detener a esa gente.

—¿Y el humo que olfateamos?

—No sé qué pensar —dijo Curtis—. Era como si el doctor Williams estuviera ahí. Casi podía oír su acento, el tono de su voz, lo que podría haber dicho en esa situación.

Lo miré fijo.

—Yo creo que él estaba ahí. Curtis me pasó la cantimplora.

—¿Cómo es posible?

—No lo sé —repuse—. Pero creo que vino a transmitir un mensaje, un mensaje para usted. Cuando lo vimosen su Revisión de Vida, sufría porque no había podido despertar, recordar por qué había nacido. Estaba convencido de que usted y él debían formar parte de ese grupo que le mencioné. ¿No recuerda nada al respecto? Creo que quería que usted supiera que la violencia no va a detener a esta gente. Tenemos que hacerlo de otra forma, con esta Visión Global de la que habló David. Me dirigió una mirada inexpresiva.

—¿Y lo que pasó cuando empezó el movimiento de la tierra y se abrió la fisura? —pregunté—. Sé que lo vi caer adentro, y sin embargo, cuando llegué, usted estaba echado allí.

Me miró totalmente perplejo.

—En realidad no estoy seguro. No pude sostenerme y me deslizaba hacia el pozo. Mientras caía, me invadió una sensación de serenidad increíble y el golpe se amortiguó como si cayera en un colchón mullido. Lo único que veía a mi alrededor era una mancha blanca. Lo que recuerdo después de eso es que me hallaba otra vez acostado al lado de la fisura y usted estaba ahí. ¿Cree que el doctor Williams pudo hacer algo así?

—No lo creo —dije—. Ayer tuve una experiencia similar. Estuve a punto de ser aplastado por unas piedras y vi la misma forma blanca. Está ocurriendo alguna otra cosa.

Curtis me miró un instante y después agregó algo, pero no respondí. Estaba durmiéndome.

—Durmamos —propuso.

Cuando salí de mi carpa. Curtis ya se había levantado. La mañana era clara pero una niebla baja cubría el suelo del bosque. Enseguida me di cuenta de que estaba enojado.

—No puedo dejar de pensar en lo que están haciendo —dijo—. Y no van a darse por vencidos. —Tomó aliento.

—A esta altura, ya saben qué desastre hicieron en la colina. Pasarán un tiempo recalibrando, pero no mucho, y después harán otro intento. Puedo detenerlos, pero debemos averiguar dónde se encuentran.

—Curtis, la violencia no hace más que empeorar las cosas. ¿No entendió la información del doctor Williams?

Debemos descubrir cómo usar la Visión.

—¡No! —gritó de pronto con profunda emoción—. ¡Ya lo intenté antes! Lo miré.

—¿Cuándo?

La emoción abrió paso a la confusión.

—No lo sé.

—Bueno —subrayé—. Yo creo que sí. Hizo un gesto vago con la mano.

—No quiero oírlo. Esto es una locura. Todo lo que está pasando es culpa mía. Si no hubiera trabajado en esta tecnología tal vez no estarían haciendo esto. Lo manejaré a mi manera. —Se alejó y empezó a empacar.

Vacilé un instante y luego me puse a levantar yo también mi carpa, tratando de pensar. Después de un momento dije:

—Ya pedí ayuda. Una mujer que conocí. Maya, considera que puede convencer al departamento de alguaciles de que investigue. Quiero que me prometa que me dará un poco de tiempo.

Estaba arrodillado junto a su mochila, revisando un bolsillo lateral abultado.

—No puedo hacerlo. Es posible que tenga que actuar cuando pueda.

—¿Lleva explosivos en su mochila? Se acercó a mí.

—Ya le dije antes que no voy a lastimar a nadie.

—Quiero un poco de tiempo —repetí—. Si logro encontrar otra vez a Wil, creo que conseguiré descifrar esa Visión del Mundo.

—Está bien —accedió—. Le daré todo lo que pueda, pero si empiezan a experimentar de nuevo, y yo considero que me quedé sin tiempo, tendré que hacer algo.

Mientras hablaba, vi otra vez la cara de Wil con el ojo de mi mente, rodeada por un color esmeralda intenso.

—¿Hay algún otro lugar de energía alta cerca de acá? —pregunté.

Señaló hacia el sur.

—Por allá, subiendo el cerro grande, hay una saliente rocosa de la que he oído hablar. Pero es tierra privada que se vendió hace poco. No sé quién es el dueño ahora.

—Iré hasta ahí. Si encuentro el lugar indicado, tal vez vuelva a localizar a Wil.

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