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Authors: Francesc Gironella,Isaac Asimov

Tags: #Ensayo

Las Palabras y los Mitos (16 page)

Heracles, que en esta constelación está representado con su eterna maza, parece levantarla para matar al dragón una vez más.

En el camino de regreso de sus trabajos, Heracles pasó por África y, entre otras aventuras, encontró a una raza de gente muy diminuta, con la que sostuvo un diálogo muy cómico, parecido al de Gulliver y los Liliputienses.

Los griegos estaban convencidos de que, en algún punto de África, al sur de Egipto, vivía gente de muy baja estatura. Los llamaban
pigmeos
, que en griego significa puño. Esto indica que aquellos enanos sólo alcanzaban una altura equiparable a la distancia entre el codo y los nudillos del puño cerrado de un hombre normal. Con ello, no llegarían a alcanzar los treinta centímetros de altura. Naturalmente, los que elaboraban los mitos los siguieron haciendo todavía más enanos, hasta que sólo eran como un puño, o sea, de unos diez centímetros.

Desde entonces, cualquier criatura más pequeña que el tamaño normal ha sido llamada un «pigmeo». Por ello, cuando en el siglo XIX, se descubrió una raza de negros diminutos en África, se les dio el nombre de Pigmeos, aunque su altura promedio era de un metro y medio, y no diez centímetros, y ni siquiera treinta centímetros.

El duodécimo trabajo de Hércules consistió en traerse a Cerbero de Hades. Además de todo esto, Heracles acompañó a los Argonautas en una parte de su viaje, conquistó muchas ciudades, se enfrentó en numerosos duelos, rescató a muchas damiselas y consoló innumerables aflicciones.

Y al sobrevenirle finalmente la muerte, ésta resultó tan trágica como laboriosa había sido su vida. Ya mayor, se casó con una hermosa mujer llamada
Deyanira
. En cierta ocasión, al cruzar un río, un Centauro llamado
Neso
, se ofreció para ayudar a Deyanira a hacerlo. Pero en lugar de eso intentó raptarla. Deyanira empezó a pedir a grandes gritos ayuda a Heracles. Al instante, Heracles mató a Neso con sus flechas envenenadas. (El veneno que utilizaba lo había obtenido de Hidra, y no existía veneno más mortífero o incurable que éste).

Sin embargo, antes de morir Neso entregó, como venganza, a Deyanira la túnica que llevaba, que había quedado impregnada de la sangre del Centauro, advirtiéndola que, si alguna vez Heracles se mostraba poco amoroso con ella, le pusiese encima esta prenda, y el amor renacería otra vez.

Algunos años más tarde, Deyanira sospechó que Heracles ya no la amaba. Entregó la túnica del Centauro a Heracles, y le exigió que se la pusiera. Ignorando cuál era su procedencia, Heracles se la puso encima y, al instante, el veneno de Hidra penetró en su cuerpo.

Tan insufrible era el dolor, que Heracles se dio cuenta de que iba a enloquecer, con lo cual mataría a todos los que le salieran al paso. Rápidamente ordenó que encendieran una gran hoguera y se abrasó dentro de ella, mientras Deyanira, desesperada, se suicidaba a su vez.

Desde entonces, un regalo fatal ha sido conocido con el nombre de «una túnica de Neso».

Sin embargo, los griegos pusieron un final feliz a la historia. Heracles fue ascendido al cielo, y allí fue finalmente perdonado por Hera. Se desposó con Hebe, la diosa de la juventud y, tras la larga y fatigosa vida, encontró aquella eternidad feliz que tanto había anhelado.

El Asedio de Troya

Los más famosos mitos de héroes griegos están en relación con la guerra que sostuvieron contra la ciudad de Troya.

Y su fama perenne les llegó gracias a dos largos poemas sobre esos héroes, escritos hacia el año 850 antes de Cristo, por un poeta legendario llamado Homero. Los antiguos griegos consideraban que estos poemas eran los más grandiosos de toda la literatura, y todavía hoy se cuentan entre sus obras más importantes. Los poemas de Homero sólo abordan una pequeña porción de los mitos de Troya, pero otros poetas, aunque de menor valía, se ocuparon de completarlos.

Tan famoso es Homero con sus relatos de grandes acciones, que «Homérico» se usa a menudo para sugerir la idea de «sublime» o «grandioso». Sin embargo, en una parte de sus poemas, Homero describe a los dioses riendo inconteniblemente al ver al cojo Hefesto alborotando. Por esa razón, una risa incontrolada, que es cualquier cosa menos sublime, o grandiosa, recibe el nombre de «risa homérica».

En los mitos troyanos, las fuerzas griegas estaban bajo el mando del rey de la ciudad de Micenas, considerada como la más importante de Grecia, junto con la de Tirinto. Se supone que Troya estaba situada en Asia Menor, cerca del Helesponto, y que dominaba todo el territorio de los estrechos que conducen del Mediterráneo al mar Negro.

Durante muchos años los historiadores consideraron que la guerra de Troya era pura leyenda. Micenas y Tirinto no eran más que unas reducidas ciudades completamente en ruinas, y por lo que respecta a Troya, llegaban a dudar que tal ciudad hubiese existido nunca.

Sin embargo, en 1868, un hombre de negocios alemán llamado Heinrich Schliemann empezó a hacer excavaciones en el lugar donde creía que había existido Troya. Era un fervoroso amante de los poemas de Homero y estaba convencido de que sus relatos cantaban hechos auténticos, por lo que dedicó toda su fortuna a las excavaciones. Ante la sorpresa del mundo entero halló restos de antiguas ciudades en los lugares en que debía estar Troya.

En 1870, marchó a Grecia, y excavó en los lugares de Micenas y Tirinto, y allí descubrió las ruinas de ciudades que resultaron mucho más antiguas que las griegas normales. Más tarde, Evans descubrió la antigua civilización de Creta, con lo que el asunto quedó claro: la guerra entre Tirinto y Troya había tenido lugar.

Al parecer sucedió lo siguiente: los primeros griegos penetraron en Grecia con anterioridad al año 2000 a.C. Quedaron bajo la influencia de la civilización Minoica, asentada en la isla de Creta y en otras que rodean Grecia. Entonces se fundaron las ciudades de Micenas y Tirinto.

Hacia el año 1400 a.C., una nueva oleada de griegos invadió Grecia, y fueron llamados los
Aqueos
. Colaboraron en la destrucción del imperio cretense y dominaron todo el mundo griego. (El mito de Teseo y el Minotauro puede ser una evocación de todo ello). Bajo el dominio de los aqueos, Micenas se convirtió en la ciudad más poderosa de Grecia, rodeada por enormes murallas «ciclópeas». Todo este periodo de tiempo fue denominado «Edad Micénica».

Los aqueos tomaron contacto con las regiones que rodean el mar Negro para establecer lazos comerciales. Grecia, en sí, es un país montañoso y en ella la agricultura es muy difícil, en tanto que las ciudades en torno al mar Negro cultivaban cereales en gran abundancia. (La expedición de los Argonautas es un recuerdo de los inicios de tales intercambios comerciales).

La poderosa ciudad de Troya, situada a la entrada del mar Negro, controlaba el comercio, ya que allí se toleraba o no el paso de las naves. Cobraban unos exigentes derechos de paso, y se hicieron ricos. Y así, hacia el año 1200 a.C., los aqueos, que se iban haciendo cada vez más poderosos, no vieron razón alguna para seguir pagando aquellos derechos e invadieron Asia Menor, pusieron sitio a Troya y la destruyeron.

Acerca de este asedio, los trovadores elaboraron historias, añadiendo detalles fantásticos sobre dioses y aportando toda clase de acontecimientos dramáticos, hasta depararnos la actual leyenda de Troya. Homero (o varios poetas que actualmente conocemos con este único nombre) recogieron, el 850 antes de Cristo, todas esas piezas dispersas y escribieron los poemas que todavía perviven.

A pesar de la fantasía de esta leyenda, todavía se encuentra en ella una ajustada descripción de la vida durante la Edad Micénica. Por ejemplo, los héroes emplean armaduras y espadas de bronce, pues el hierro no se utilizaba para construir armas.

Pero olvidemos la historia real de Troya y volvamos a su leyenda, ya que ésta es la que nos ha dejado huellas y palabras en nuestro lenguaje. En cambio, conocemos muy pocas cosas sobre aquella historia real.

La leyenda da comienzo con una bella Nereida llamada
Tetis
. (También ocupa un lugar en los cielos, ya que lleva su nombre el planetoide número diecisiete).

Era tan hermosa que tanto Zeus como Poseidón estaban enamorados de ella. Sin embargo, las Parcas (o tal vez el juicioso Titán Prometeo) advirtieron a Zeus que el destino de Tetis era tener un hijo que sería más poderoso que su padre. Eso significaba que ningún dios podía casarse con ella, ya que el hijo destronaría a Zeus, del mismo modo que éste había destronado a Crono, y éste, a su vez, a Urano. Para evitarlo, se decidió que Tetis se casaría con un mortal ordinario.

El mortal elegido era
Peleo
, que había sido uno de los Argonautas. Peleo era hijo de
Éaco
, hijo a su vez de Zeus. La celosa Hera odiaba a Éaco y envió calamidades al reino de éste hasta que fueron aniquilados casi todos los hombres que vivían allí. Zeus, apiadado, transformó las hormigas en hombres y la ciudad quedó poblada de nuevo. Por esta razón los súbditos de Éaco y su hijo Peleo, recibieron el nombre de
mirmidones
, derivado de la palabra griega que significa «hormiga».

Los mirmidones eran excelentes soldados e intervinieron en la guerra de Troya. Eran un ejemplo de obediencia y disciplina.

La boda de Peleo con Tetis deparó la ocasión para grandes festejos. Asistieron todos los dioses, excepto
Eris
, la diosa de la discordia, de la que se habían olvidado involuntariamente. Ésta apareció inesperadamente y arrojó una manzana a la multitud que se encontraba reunida. La manzana llegó rodando donde se encontraban charlando Hera, Atenea y Afrodita.

Sobre la manzana figuraban inscritas en letras de oro las palabras «para la más hermosa» y entonces se planteó la cuestión de cuál era la diosa más bella. Hera, Atenea y Afrodita reclamaron, cada una para sí, la manzana, negándose a admitir que fuese para las otras dos. Tampoco hubo ningún dios que se decidiera a saldar la cuestión. (Por esta leyenda, cualquier objeto que es motivo de disputa entre la gente recibe el nombre de la «manzana de la discordia»).

La única solución era dejarlo en manos de mortal cuyo juicio fuese aceptado de antemano por las diosas. La elección recayó en un joven pastor llamado
Paris
, y con él entra en escena la ciudad de Troya.

Según la leyenda, la región de Asia Menor donde se encontraba Troya, fue inicialmente colonizada por un grupo de hombres procedentes de Creta. Probablemente ello sea cierto, ya que Troya, en sus inicios, es casi seguro que se encontraba bajo el dominio Minoico.

Uno de sus primeros reyes fue
Dárdano
, por lo que aquella tierra recibió el nombre de Dardania y el propio rey fundó una ciudad llamada Dárdano. Esta ciudad pervivió durante muchos años y de ella proviene el nombre moderno de «Dardanelos» para denominar el estrecho que anteriormente era conocido por Helesponto.

(Dárdano era hijo de
Electra
, una de las Pléyades, que a veces se le llama la Pléyade Perdida. Se supone que prefirió desaparecer antes que presenciar la destrucción de Troya).

Otros reyes posteriores fueron
Tros
(uno de cuyos hijos fue Ganímedes, a quien Zeus llevó al cielo) e
Ilo
. Ambos fundaron ciudades que se reunieron para formar la ciudad de la leyenda. Por el primero ellos, la ciudad recibió el nombre de «Troya», y por el segundo, el nombre de «Ilión».

Ambos nombres aparecen en la leyenda: por ejemplo, el poema de Homero que trata del asedio de Troya, lleva el nombre de
Ilíada
, que significa «acerca de Ilión». Dado que la Ilíada presenta grandes sufrimientos y derramamientos de sangre, la palabra ha tomado un giro humorístico (aunque poco frecuente) para designar una larga historia desafortunada.

El hijo de Ilo fue
Laomedonte
, rey de Troya en tiempos de Heracles. En uno de sus viajes a Troya, éste salvó a
Hesíone
, la hija de Laomedonte, de morir a manos de un monstruo, al igual que Perseo había salvado a Andrómeda. Cuando Laomedonte se desdijo de su promesa y se negó a entregar la recompensa que había prometido, Heracles y los hombres que le acompañaban se apoderaron de Troya, mataron a Laomedonte y pusieron en el trono al hijo de éste,
Príamo
. Además, se llevaron cautiva a Hesíone. Cuando el sitio de Troya por los griegos, Príamo era el rey de la ciudad.

Príamo se casó con
Hécabe
y con otras mujeres, y tuvo un total de cincuenta hijos y doce hijas. Hécabe es conocida por el nombre latino,
H
é
cuba
.

El hijo mayor de Príamo era Héctor, jefe de los guerreros troyanos. Era el más osado, batallando con singular bravura contra un ejército más poderoso. En realidad, los troyanos fueron muy admirados por haber resistido durante diez años a un ejército superior. La frase «trabajar como un troyano» o «luchar como un troyano» significa trabajar o luchar con gran destreza y resistencia.

Aunque Héctor siempre ha sido considerado como un modelo de patriotas, su nombre ha degenerado para significar «fanfarronear» o «amenazar». Realmente, en la
Ilíada
, Héctor aparece haciendo discursos bravucones, pero esto era normal entre los héroes.

Otro hijo de Príamo fue
Paris
. Antes de nacer, Hécabe soñó que el hijo que iba a tener se transformaba en una antorcha llameante. Un oráculo le aseguró que ello significaba que el hijo sería la causa del incendio y ruina de Troya. En consecuencia, Príamo y su mujer decidieron matar al hijo. Encargaron de ello a un pastor, pero éste no fue capaz de asesinar a aquel precioso niño. Se limitó a dejarlo abandonado en la montaña, confiando que moriría. Pero otros pastores se hicieron cargo de él y lo criaron.

Éste era el Paris al que vinieron a encontrar las diosas para que decidiese a quién correspondía la manzana de la discordia.

Cada una de las diosas intentó sobornarle. Hera le ofreció riquezas, y Atenea, fama como guerrero. Pero Afrodita le ofreció la mujer más bella del mundo como esposa. El hecho es que Afrodita, la diosa de la belleza, era la más hermosa de las tres, por lo que el juicio de Paris al entregarle la manzana resultaba totalmente acertado. Sin embargo, Hera y Atenea se sintieron amargamente ofendidas, y a partir de entonces se convirtieron en enemigas acérrimas de Paris y Troya.

Después de eso, Paris visitó Troya donde salió victorioso de varios encuentros atléticos. Allí fue reconocido como aquel hijo desaparecido de Príamo, gracias a un sonajero que conservó como recuerdo de infancia.

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