Mi vida en la formula uno (2 page)

En el primer año con Ayrton Senna, Jo mantuvo siempre el equilibrio entre los dos lados haciendo bromas en ambos campos y maximizando los aspectos humorísticos de la relación. Durante el segundo año, cuando se deterioró la relación entre Ayrton y yo, Jo, quien era cercano a él pues podían hablar y maldecir en el mismo idioma, se mantuvo completamente imparcial. Nunca tomó partido e incluso, después de que me fui a Ferrari, intentó con mucho empeño cerrar la brecha entre nosotros.

Jo estuvo a punto de unírseme en Ferrari, pero fue disuadido por Ron Dennis. Era parte importante de la química en McLaren, tan importante que no es de sorprender que McLaren no haya sido competitivo, desde que Jo se fue. Le deseo la mejor de las suertes en su retiro, aunque me encantaría verlo de regreso en la zona de fosos en cualquier capacidad o equipo. La Fórmula Uno necesita hombres como él, pues ya no hay diversión ni calidez en el deporte en estos días.

Alain Prost

Prólogo por Sir Jackie Stewart

Este libro ha sido escrito por un hombre que representa a un grupo de personas del mundo del deporte motor a quienes yo describiría como los únicos profesionales en el negocio.

Yo solamente puedo dar mis comentarios acerca del periodo en que he tenido el privilegio de conocer a Jo Ramírez. Este educado, tranquilo y gentil mexicano irrumpió en mi vida en los días de la época de Ken Tyrrell. Ken era un hombre extraordinario en una manera modesta, mayormente callada, pero verdaderamente determinada, la cual tuvo como resultado una asombrosa cantidad de éxitos. Él logró el éxito eligiendo rodearse de gente de primera categoría. Por alguna habilidad escondida que poseía, Ken podía determinar de las entrevistas de trabajo que otorgaba, un potencial que permitiría a esas personas elevarse más allá de lo que ellos mismo percibían como su verdadero potencial propio. Jo Ramírez es uno de esos hombres. El crecer y seguir creciendo de Jo lo leerán en este libro, pero yo puedo contarme entre los afortunados que compartimos una parte de la carrera profesional de este hombre.

Al ir progresando Jo en el deporte, con los ojos bien abiertos, lo cual le permitía aprender al observar a otros, él desarrolló y pulió sus habilidades para permitirle desplazarse con un estilo y dignidad sin esfuerzo aparente a través del mundo de los Grandes Premios y la industria que se desarrolló alrededor del mismo. Yo fui testigo de una buena porción de ello al ver su papel en el equipo Tyrrell en una época en que experimentamos la conquista de algunas cumbres increíbles y sufrimos algunos golpes desesperadamente crueles —de las alturas alcanzadas por un equipo ganador de campeonatos mundiales, a la horrorosa pérdida de vida en el accidente que nos privó de François Cevert.

El accidente de François tuvo un efecto devastador en todo el equipo Tyrrell y particularmente en Jo —el jefe de mecánicos de François en aquel momento. En ese fin de semana, Ken Tyrrell y yo decidimos, por respeto a François, retirar al equipo de la competencia. Muchos meses antes yo había decidido firmemente retirarme después de la carrera final de la temporada 1973, el Gran Premio de Estados Unidos, en Watkins Glen, el cual hubiera sido mi centésimo Gran Premio. Así que, como muestran los récords, solamente competí en 99. François, aunque nunca se enteró, hubiera sido el piloto número uno del equipo Tyrrell en 1974. Tengo toda la certeza de que, apoyado por una combinación de la dirección de Ken Tyrrell y la dedicación de Jo Ramírez, François Cevert hubiera llegado a convertirse en un muy orgulloso campeón mundial de Fórmula Uno francés.

Jo Ramírez ahora está retirado de la participación activa en las carreras de Gran Premio, pero nunca ha dejado el deporte por completo. Es uno de los miembros del patronato de la Fundación Caritativa de Mecánicos de Gran Premio, de la cual yo soy el Ejecutivo en Jefe. Su contribución a la misma es sustancial. Su capacidad de acceso a la gente que participa en el deporte es bastante respetable y siempre bienvenida. No hay muchos mecánicos, ingenieros o administrativos que hayan pasado por todo el sistema empezando desde abajo y podido escribir un libro acerca de sus experiencias. Estoy seguro que aquellos que lean este libro aprenderán una enormidad, y al hacerlo admirarán al hombre que lo escribió. Un hombre que ha trabajado con algunos de los más grandes pilotos del mundo, incluyendo a Graham Hill, Bruce McLaren, Dan Gurney, Niki Lauda, Alain Prost, Ayrton Senna, Keke Rosberg, Nigel Mansell, Mika Hakkinen y David Coulthard, y en gran cantidad de las categorías más importantes del automovilismo fuera de la Fórmula Uno, incluyendo Le Mans, CanAm y TransAm. Ha sido una gran vida la que él ha vivido, y han sido grandes los personajes con los que ha estado en contacto. Todas estas experiencias han proporcionado a Jo Ramírez muchas historias que contar, y eso es exactamente por lo que ha decidido escribir este libro.

Sir Jackie Stewart

Introducción

Aquellos de nosotros que en esta vida hemos tenido el placer de no conocer el significado de un duro día de trabajo —y creo que me encuentro dentro de la minoría de los afortunados que tuvieron un pasatiempo y descubrieron que podían pagarles por disfrutarlo—, podemos vivir nuestra vida gozando cada día. Nunca quise dejar de hacerlo, pero cuando me estaba acercando a 40 años de practicarlo, me di cuenta que, por placentero que éste fuera, ya no era un jovenzuelo y las exigencias se volvían cada día mayores.

A lo largo de los últimos años del siglo pasado, la Fórmula Uno cambió cada vez más, lo cual es normal en cualquier deporte de nivel profesional. Lo importante es ser capaz de cambiar con él y aceptar los cambios, lo cual creo que se llama progreso, aunque en ciertas áreas estuvo lejos de serlo. A pesar de que aún me quedaban algunos años de vida laboral, sentía que no la estaba disfrutando tanto como solía hacerlo. Se me hacía muy difícil cambiar al mismo ritmo que el deporte y, en consecuencia, decidí que era el momento de abandonarlo.

Durante los últimos años de mi vida profesional en las carreras de automóviles, innumerables amigos y aficionados de todo el mundo me preguntaban si algún día escribiría mis memorias. Aunque era agradable la pregunta, nunca pensé que realmente tendría tiempo de hacerlo. Estoy seguro de que todos nosotros hemos tenido épocas en la vida en que sentimos la necesidad de compartir algunas de las cosas que han sucedido, pero tener la disciplina para realmente escribir estas anécdotas es otra historia.

Cuando sucedía algo interesante, Ken Tyrrell siempre me decía: "¿Lo escribiste en tu diario?". "No, Ken, me exiges demasiado trabajo, no tengo tiempo de llevar un diario". Recuerdo que una vez Ken le dijo a François Cevert: "¡Si mantienes un diario, un día el te mantendrá!".

Les advierto que, de haber llevado un diario durante mi carrera automovilística, éste sería tan grande como la
Enciclopedia Británica,
pero tal vez con las cosas buenas que aún conservo en mi memoria, más un espejo retrovisor echando un vistazo a mi pasado, seré capaz de conjuntar un libro razonable.

A veces estaba lleno de entusiasmo ante la idea de escribir un libro, pero otras sentía que quizá no estaba lo suficientemente preparado para embarcarme en un nuevo reto. Cuando estás trabajando en Fórmula Uno, estás 100 por ciento involucrado en lo que haces y, en consecuencia, no tienes tiempo para preparar tu futuro una vez que haz decidido dejar tu profesión. ¡No es de sorprender que digan que uno de los tres hechos más importantes de tu vida, junto con tu nacimiento y tu matrimonio, sea la jubilación!

Para la época en que dejé McLaren sabía que quería vivir parte de mi tiempo en el sur de España donde el clima es un poco más caluroso y seco, y había comprado un terreno en Andalucía, cerca de Málaga, donde empezaban a poner los cimientos de la casa. Íbamos a vender nuestra casa actual en Berkshire para pagar la de España y mudarnos a una muy pequeña, pero práctica, casa en un pueblo en donde antes habíamos vivido muy felices.

Nuestra hija Vanessa estaba cerca de los treinta años, trabajando como enfermera especializada en el Hospital Great Ormond Street, de Londres, donde cuidaba niños con problemas cardiacos y vivía en un apartamento propio en Muswell Hill. A Bea siempre le gustó mucho un pequeño pueblo al sur de Oxford llamado Dorchester-on-Thames y siempre me pidió que, sin importar cuando y donde decidiera jubilarme (México, Francia, España, Italia o Brasil), quería conservar un lugar a dónde llegar ahí. Compramos esta pequeña casa, pero necesitaba remodelarse por completo, además de la supervisión de la casa española, así que yo tenía más trabajo que horas en mi día.

Había planeado contratar especialistas para muchos de los trabajos, pero a causa de la situación económica prevaleciente después del 11 de septiembre y viendo cómo mi pensión se consumía más rápido que una vela encendida, ya no podía darme ese lujo y tuve que hacerlo yo mismo. Cuando has construido autos de Fórmula Uno, no hay nada que no puedas hacer o, por lo menos, intentar y siempre he encontrado muy gratificante trabajar con mis propias manos: te relaja y tranquiliza, aunque naturalmente toma tiempo. La ventaja es que puedes hacer las cosas exactamente como las quieres sin tener extraños en casa y el gerente del banco no tiene que enterarse. Así que las posibilidades de que pudiera escribir mi propio libro disminuían a diario.

El 2002 fue la primera temporada en que estuve fuera del deporte, ¡y qué temporada tan aburrida fue!
Atlas F1
me pidió que hiciera algunas columnas para su sitio de internet después de cada Gran Premio. Mi columna aparecería la semana siguiente a la carrera y, por lo tanto, no tendría que hablar sobre ésta, sino hacer un rápido resumen de cómo la había visto yo; luego hablar sobre cualquier otra experiencia que me hubiera sucedido en algún momento de mi vida durante esa carrera, además de información general acerca de mi vida después de la Fórmula Uno.

Acepté puesto que lo veía como una disciplina con el fin de cumplir un compromiso, así como para ponerme en la mentalidad adecuada para escribir y, por supuesto, como una forma de refrescar mi memoria, recordando las cosas antes de olvidarlas completamente. El resultado fue que disfruté haciéndolas, me mantenían en contacto con lo que pasaba en Fórmula Uno y me daban la sensación de tener algo que hacer para alguien, ¡cosa de la cual careces cuando te jubilas por completo!

Algo que surgió de esas columnas fue una pregunta de uno de los añejos colaboradores de
Atlas F1
y autor de muchos libros, Karl Ludvigsen. Lo conocí en los sesenta cuando trabajaba con Dan Gurney, así que ha estado al tanto de todos mis distintos empleos desde entonces y me preguntó cuándo (no si iba a hacerlo) escribiría un libro. Le dije que tal vez lo había pospuesto demasiado, pues sentía que ya debía estarlo escribiendo para entonces y sacarlo a finales de año, antes de que la gente se olvidara de mi nombre.

Me dijo que nunca era demasiado tarde y fue lo bastante amable como para preguntárselo a los lectores. Como resultado, me bombardearon docenas de correos electrónicos donde aseguraban que siempre comprarían un libro escrito por mí sobre mis experiencias en las carreras. Sobra decir que quedé gratamente sorprendido y eso me dio la confianza para encajarle los dientes al asunto y empezar.

El año pasado, cuando leí la primera página del libro de Murray Walker,
Unless I'm very much mistaken
(entre paréntesis me siento muy orgulloso de contarme entre los amigos de Murray: no sólo era la voz del deporte motor, sino uno de sus embajadores más importantes), Murray menciona a uno de los personajes de todos los tiempos en el deporte, Rob Walker (sin parentesco con él). Rob era el rico miembro de la familia del whisky Johnny Walker, mentor y patrocinador del único e inigualado Stirling Moss.

En una de las múltiples fiestas entre carreras, los dos Walker se encontraron y Murray le preguntó a Rob: "¿Cuándo vas a escribir tu biografía?". Como típica persona modesta, Rob dijo: "Oh, no. Yo no podría hacer eso, una cosa es ponerse a recordar con una bola de viejos amigos como lo hacemos ahora, pero otra muy distinta es ponerlo por escrito. Simplemente me secaría si tratara de plasmar todo en papel".

Murray dijo: "Rob, si no lo haces y te vas a la tumba con todo lo que has dicho y hecho en tu cabeza, estarás cometiendo un crimen contra las carreras de autos. Tienes que hacerlo".

Esto, además de los comentarios de mi familia y de algunos de los aficionados que llegué a conocer con los años (al igual que muchos entusiastas mexicanos y sudamericanos que a menudo me preguntaban cómo pudo alguien de un país tercermundista abrirse paso en el mundo glamoroso y de alto perfil de la Fórmula Uno), me hizo sentir que quizá había sido egoísta al no compartir mi vida maravillosa con cualquier loco de las carreras que estuviera interesado. Después de todo, he recibido tanto de este deporte que es momento de devolver algo. En consecuencia, empezar el libro fue mi propósito de Año Nuevo.

Para algunas personas, escribir un libro podría parecer cuestión de indulgencia personal, pero yo no lo vi así en lo absoluto. Una satisfacción personal sí y también la posibilidad de vivir mi vida nuevamente siguiendo la senda del recuerdo, y he disfrutado mucho haciéndolo. Si algún lector al leerlo obtiene una cuarta parte de la diversión que yo tuve al escribirlo, entonces habrá valido la pena.

He conocido a muchísimas personas a lo largo de mi vida y la mayoría probablemente será mencionada en este libro. Algunas han sido una inspiración en una u otra forma y otras han resultado decisivas en mi carrera. Una de ellas, que ha sido las dos cosas, es Ron Dennis, de McLaren, donde pasé los últimos 18 años de mi vida laboral; en consecuencia, leerán mucho acerca de Ron en este libro. Probablemente lo he conocido durante unos 30 años, los primeros 12 como amigo y los últimos 18 como jefe.

En mi último día en McLaren, el 26 de octubre de 2001, Ron no iba a estar en la fábrica porque debía ir a Alemania en viaje de negocios. Me llamó a su oficina el día anterior para decirme que sentía no acompañarme en mi último día, algo que aprecié mucho porque en esa época estaba tan terriblemente ocupado que uno apenas lo podía ver, sin mencionar que era casi imposible hablar con él. De modo que estuve muy agradecido de que se acordara.

Durante la primera mitad de nuestra pequeña reunión se portó genial: cálido, calmado y sincero como siempre era conmigo en momentos de crisis; me dijo que las puertas de McLaren siempre estarían abiertas ya sea en la fábrica en Woking o como invitado en las pistas; dejó en claro que siempre que quisiera sería más que bienvenido. Después siguió haciendo comentarios agradables sobre lo lejos que habíamos llegado juntos —pasamos por tiempos difíciles juntos—, lo que habíamos luchado, reído, llorado, perdido, ganado y emborrachado juntos. Luego, durante la segunda mitad de nuestra conversación, me dijo que había escuchado que yo pretendía escribir un libro. "Como tú sabes", me dijo, "siempre te he dado buenos consejos y mi consejo para ti es el siguiente: no pierdas el tiempo con el libro, no lo hagas, no vas a ganar ni un centavo con ello. Con quien sea que colabores te va a tomar el pelo y lamentarás haberlo hecho. Tú ves el mundo a través de ojos diferentes a los del resto de nosotros y eso no será lo que el público quiere leer".

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