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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

Rama Revelada (81 page)

Cuando Nicole volvió a hablar, preguntó qué iba a suceder a los seres humanos que se transfirieran a El Nodo dentro de un día o dos. Pacientemente, El Águila explicó, en respuesta a una breve pregunta tras otra, que la gente viviría, en el módulo de habitación, en un ambiente de prueba con otras especies más, que se los vigilaría estrechamente, y que Simone, Michael y su familia podrían integrarse, o no hacerlo, con los seres humanos que se mudaban a El Nodo.

Nicole tomó su decisión varios minutos antes que llegaran a la estrella de mar.

—Quiero permanecer acá nada más que por esta noche —declaró lentamente—, de modo de poder decir adiós a todos.

El Águila la miró con expresión de curiosidad.

—Entonces, mañana —continuó Nicole—, si puedo obtener el permiso, quiero que me lleves al módulo de conocimientos… Una vez que abandone la estrella de mar, quiero que se me suspendan todos los medicamentos… y no deseo esfuerzos heroicos si mi corazón llegara a necesitar ayuda con desesperación.

Miró directamente hacia adelante, a través de la parte anterior de su casco espacial, por la ventanilla del trasbordador.
Este es, indudablemente, el momento adecuado
, se dijo.
…Si tan sólo mi coraje no flaqueara
.

—Sí, mamá —dijo Ellie—.

entiendo, de veras que sí… pero soy tu hija. Te quiero. No importa cuánto sentido lógico pueda tener para ti, sencillamente no existe modo de que yo pueda sentirme feliz por no volver a verte jamás.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Permitirles que me conviertan en una especie de mujer biónica, de modo de poder andar por ahí para siempre? ¿Y ser la
grande dame
[19]
de la comunidad, sentenciosa e hinchada de pomposidad? Por cierto que eso no me atrae demasiado.

—Pero todos te admiran, mamá —adujo Ellie—. La familia que tienes aquí te adora, y podrías pasar años llegando a conocer todo sobre la familia de Simone y Michael… Nunca serías un problema para nosotros…

—Esa realmente no es la cuestión —observó Nicole. Hizo girar la silla de ruedas y quedó mirando una de las desnudas paredes—. El universo está en constante renovación —dijo, tanto para sí misma como para Ellie—. Todo, personas, planetas, estrellas, hasta galaxias, tienen un ciclo de vida, una muerte así como un nacimiento. Nada dura para siempre. Ni siquiera el universo en sí… El cambio y la renovación son parte esencial del proceso total. Las octoarañas saben bien esto. Ese es el porqué de que las exterminaciones planeadas sean parte esencial de su concepto total de reabastecimiento.

—Pero, mamá —rebatió Ellie—, a menos que haya guerra, las octoarañas únicamente ponen en la lista de exterminación a aquellos miembros cuya contribución a la sociedad ya no es suficiente como para justificar los recursos que en ellos se emplean… Para nosotros no constituye un costo mantenerte viva… y tu sabiduría y experiencia siguen siendo valiosas.

Nicole se volvió y sonrió.

—Eres una mujer muy brillante, Ellie —afirmó—, y he de reconocer que hay verdad en lo que me estás diciendo, pero, de modo muy conveniente, estás pasando por alto los dos elementos clave de mi decisión, a los que ya expliqué con lujo de detalles… Por razones que ni tú ni algún otro puede lograr entender, me es importante poder elegir mi propio momento para morir. Quiero tomar esa decisión
antes
de, o bien convertirme en una carga, o bien quedar fuera de la corriente principal de actividad, y mientras todavía conservo el respeto de mi familia y mis amigos. En segundo lugar, mi sensación es que no tengo un puesto definido en el mundo postransferencia. En consecuencia, no puedo justificar, en mi propia mente, la ingente intervención fisiológica que es necesaria antes que yo pueda funcionar sin constituirme en un problema para otros… Desde tantos diferentes puntos de vista, el de ahora parece ser un excelente momento para hacer mutis.

—Tal como te dije al comienzo —repuso Ellie—, tu análisis frío y racional, ya sea correcto o no lo fuere, no debería ser lo único que se tome en cuenta. ¿Qué hay respecto de la sensación de pérdida que Benjy, Nikki, yo y los demás vamos a experimentar? Y nuestra congoja será incrementada por saber que tu muerte en este momento pudo haberse evitado…

—Ellie, uno de los motivos por los que volví a decirles adiós a ti y los demás fue el intento de mitigar cualquier sensación de pérdida que pudieran tener después de mi muerte… Una vez más, mira a las octoarañas. Ellas no se apesadumbran…

—Mamá —interrumpió Ellie, luchando para evitar que volvieran las lágrimas—, nosotros no somos octoarañas, somos seres humanos… Nosotros nos
apesadumbramos
… Nosotros nos sentimos desolados cuando muere alguien que amamos. Nosotros sabemos, en nuestra mente, que la muerte es inevitable y que todo forma parte del esquema universal pero, de todos modos,
nosotros
lloramos y sentimos una aguda sensación de pérdida….

Dejó de hablar unos instantes.

—¿Has olvidado cómo te sentiste cuando Richard y Katie murieron…? Estabas devastada.

Nicole tragó saliva lentamente y miró a su hija.
Sabía que esto no iba a ser fácil
, pensó.
Quizá no debí haber venido… Quizá realmente habría sido mejor si le hubiera pedido a El Águila que les dijera a todos que morí de un ataque al corazón
.

—Sé que te perturbó —prosiguió Ellie en tono quedo— descubrir que un robot alienígena te había reemplazado en la familia de Michael y Simone… pero no deberías excederte en tu reacción. Más tarde o más temprano, todos sus hijos y nietos se enterarán de que no puede haber sustituto para la verdadera Nicole des Jardins Wakefield.

Nicole suspiró. Sentía que estaba perdiendo la batalla.

—Es verdad que reconocí ante ti, Ellie, que sentía que no había lugar para mí en la familia de Michael y Simone, pero es injusto de tu parte dar a entender que mi reacción ante la otra Nicole es el motivo único o, inclusive, el principal, de mi decisión.

Nicole se estaba agotando. Había planeado hablar primero con Ellie; después, con Benjy y, finalmente, con el resto del grupo, antes de irse a dormir. Ellie había sido mucho más difícil que lo esperado.
Pero, ¿fuiste realista?
, pensó.
¿De veras creíste que Ellie diría «grandioso, madre, tiene lógica. Lamento ver que te vayas, pero te entiendo por completo?»

Hubo un suave golpe en la puerta del departamento. El Águila abrió la puerta y las miró.

—¿Molesto? —preguntó.

Nicole sonrió.

—Pienso que estamos listas para un breve recreo.

Ellie se excusó para ir al baño y, El Águila se acercó a Nicole.

—¿Cómo andan las cosas? —preguntó, agachándose hasta ponerse al nivel de la silla de ruedas.

—No muy bien.

—Se me ocurrió caer por acá —siguió El Águila—, para decirte que tu solicitud para visitar el módulo de conocimientos fue aprobada… partiendo de la base de que la situación básica que me describiste en el trasbordador todavía sea válida.

A Nicole se le iluminó el rostro.

—Bien. Ahora, si tan sólo puedo reunir el coraje para terminar lo que empecé…

El Águila la palmeó en la espalda.

—Puedes hacerlo. Eres el ser humano más extraordinario que yo haya conocido jamás.

La cabeza de Benjy estaba apoyada sobre el pecho de su madre. Nicole se hallaba acostada boca arriba con el brazo pasado en tomo de su hijo.
Así que ésta puede ser la última noche de mi vida
, pensaba, mientras se hundía lentamente en el sueño. Un leve estremecimiento de miedo la traspasó, y se obligó a hacerlo a un lado.
No tengo miedo de la muerte
, se dijo.
No después de lo que ya he pasado
.

La visita de El Águila le había dado nuevas fuerzas. Cuando se reanudó la conversación con Ellie, Nicole admitió que había validez en todas las objeciones de su hija, y que no tenía el propósito de producir aflicción para sus amigos y familia, pero estaba decidida a seguir adelante con su decisión. Después le señaló a Ellie que Benjy y ella y, hasta cierto punto, los demás, tendrían la oportunidad de crecer más en lo individual estando ella ausente, porque ya no habría en tomo de ellos una figura representativa de autoridad a la que pudieran recurrir.

Ellie le contestó a su madre que era una “vieja testaruda” pero que, debido al amor y al respeto que le tenía, trataría de brindarle apoyo en las pocas horas que faltaban. También le preguntó si intentaba hacer algo específico para acelerar su muerte. Nicole rió y le respondió que no tomaría una medida insólita, pues El Águila le había asegurado que, sin los medicamentos complementarios, el corazón le fallaría en cuestión de horas.

La conversación con Benjy no resultó tan difícil. Ellie se había ofrecido de buen grado para explicar todo y Nicole le aceptó la oferta. Benjy sabía que su madre estaba sufriendo y con mala salud, e ignoraba que los alienígenas poseían la capacidad médica de solucionarle los problemas. Ellie le había asegurado que Max, Eponine, Nikki, Kepler, Marius y María seguirían siendo parte de su mundo cotidiano.

Del grupo más grande, únicamente Eponine tuvo los ojos llenos de lágrimas cuando Nicole les informó a todos su decisión. Max dijo que no estaba sorprendido del todo; María expresó su tristeza por no haber pasado más tiempo con la mujer “que le salvó la vida”; Kepler, Marius, y hasta Nikki, estuvieron inseguros de sí mismos y no supieron qué decir.

Mientras se preparaba para ir a la cama, Nicole se prometió que lo primero que haría por la mañana sería localizar a Doctora Azul y decirle un adecuado adiós a su amiga octoaraña. Inmediatamente antes de que apagara las luces, se le acercó Benjy y le preguntó si, ya que ésta iba a ser su última noche juntos, él podía acurrucarse con ella “como lo ha-cía cu-cuando era un ni-ni, ñi-to”. Nicole aceptó y, después de que Benjy se hubo apretado contra ella, las lágrimas le corrieron por la cara, mojándole las orejas y la estera para dormir que estaba debajo.

10

Nicole despertó temprano. Benjy Ya estaba de pie y vestido, pero Kepler todavía dormía en el otro lado de la habitación. Pacientemente, Benjy la ayudó a ducharse y vestirse, como antes.

Max entró en la habitación unos minutos después. Después de despertar a Kepler fue hasta Nicole, que estaba en la silla de ruedas, y le tomó la mano.

—No dije mucho anoche, amiga mía —declaró—, porque no podía encontrar las palabras correctas… Aun ahora parecen tan inadecuadas…

Max desvió la cara.

—¡Mierda, Nicole! —exclamó, quebrándosele la voz, sin mirarla—. Sabes lo que siento por ti… Eres una bella, bella persona.

Se detuvo. El único sonido que había en la habitación era el agua que corría para la ducha de Kepler. Nicole le apretó la mano.

—Gracias, Max —dijo en voz baja—, eso significa tanto para mí.

—Cuando tenía dieciocho años —siguió Max, vacilando, volviéndose para mirarla—, mi padre murió por una rara clase de cáncer… Todos sabíamos lo que estaba por ocurrir. Clyde y
ma
y yo lo habíamos visto marchitarse durante varios meses… Pero yo seguía sin poder creerlo, incluso después que lo vi yaciendo en el ataúd… Tuvimos un pequeño servicio en el cementerio. Nada más que nuestros amigos de las granjas vecinas y un mecánico de autos de De Queen, un hombre llamado Willie Townsend, que se emborrachaba con
pa
todas las noches de sábado por medio…

Max sonrió y se aflojó. Adoraba narrar cuentos.

—Willie era flor de hijo de puta, soltero, duro como un clavo por fuera, y blando como masilla por debajo… Cuando era joven lo había dejado plantado la Reina del Regreso al Hogar, del colegio secundario De Queen, y nunca más volvió a tener novia… Lo que importa es que mamá me pidió que dijera algunas palabras “sobre mi papá” durante el servicio que se iba a realizar junto a la fosa, y acepté… Yo mismo las escribí, las estudié cuidadosamente de memoria, y hasta las practiqué una vez, en voz alta, delante de Clyde…

—Llega el servicio, y yo estaba listo con mi discurso… «Mi padre, Henry Allan Puckett, fue un gran hombre», empecé. Después hice una pausa, como había planeado, y miré alrededor. Willie ya estaba lloriqueando y tenía la vista bajada hacia el suelo… De repente, no pude recordar lo que debía decir después. Todos estábamos ahí de pie, bajo el quemante sol de Arkansas, durante lo que pareció una eternidad, pero probablemente sólo fueron treinta segundos, o algo así… Nunca logré recordar el resto de mi discurso. Finalmente, tanto por desesperación como por bochorno, dije «¡Ah, la puta que lo parió!», y Willie repitió de inmediato, en voz alta y monótona, «Amén».

Nicole reía.

—Max Puckett —dijo—, no puede haber otro como tú en parte alguna de este universo.

Max sonrió.

—Anoche, cuando francesita y yo estábamos en la cama, conversábamos sobre esa otra Nicole que los alienígenas habían creado para Simone y Michael, y Ep se preguntó si podrían hacer para ella un robot Max Puckett. Le gustaba la idea de tener un marido perfecto que siempre hiciera exactamente lo que ella le pedía… aun de noche… Nos reímos hasta que sentimos una punzada en el costado, tratando de imaginar… bueno, ya sabes… lo que ese robot podría hacer, o no podría hacer, en la cama…

—¡Qué vergüenza, Max! —lo reconvino Nicole.

—En realidad, fue francesita la que realmente se puso imaginativa… Como sea, se me envió aquí con un fin específico, informarte que estamos llevando a cabo un desayuno bien surtido y atendido, cortesía de los cabezas de cubo, como parte de nuestro intento para decirte adiós, desearte
bon voyage
, o lo que sea que resulte apropiado… y que ese festín habrá de comenzar dentro de, exactamente, ocho minutos…

Nicole quedó encantada al descubrir que el estado de ánimo que imperaba durante el desayuno era alegre y placentero. La noche anterior había hecho hincapié, varias veces, en que su partida no debía ser un momento de congoja y que se la debía celebrar como el final de una vida maravillosa. Aparentemente, la familia y los amigos tomaban sus observaciones al pie de la letra, pues sólo ocasionalmente vio un gesto sombrío.

Ellie y Benjy estaban sentados a cada lado de Nicole, a la larga mesa puesta por los robots de cubo. Junto a Ellie estaba Nikki, después María y Doctora Azul. Del otro lado, Max y Eponine al lado de Benjy; después, Marius, Kepler y El Águila. Durante la comida, Nicole advirtió, con sorpresa, que María realmente charlaba con Doctora Azul.

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