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Título (18 page)

Los incesantes paseos de depredadora que Isard estaba llevando a cabo por el centro de la sala apartaron la atención de Kirtan de los sutiles mensajes transmitidos por la arquitectura y el mobiliario. Isard llevaba un uniforme de almirante que sólo se apartaba de lo reglamentario por el hecho de que las botas, los pantalones y la guerrera de gala eran de color rojo. Una banda negra rodeaba la parte superior de su brazo izquierdo, y la guerrera carecía de cilindros o insignias de rango. Pero incluso sin los signos externos del rango, la deliberación y obsesiva concentración con que se movía Isard bastaban para irradiar poder.

Si Kirtan hubiese tenido que aventurar una hipótesis sobre su edad habría dicho que Isard tenía unos doce años más que él, pero aun así la encontraba atractiva. Alta y esbelta, llevaba la negra cabellera bastante larga, y las franjas blancas que descendían de sus sienes le daban un aspecto más exótico que maduro. Su rostro le parecía clásicamente hermoso. Una mandíbula firme y enérgica, unos pómulos elegantemente marcados, una frente despejada, una nariz grácilmente pequeña y unos ojos muy grandes eran precisamente la clase de rasgos que la inmensa mayoría de mujeres habrían matado para poseer, o que habrían estado dispuestas a comprar.

Pero en el mismo instante en que catalogaba todas las facetas y aspectos de Isard que hubieran debido despertar alguna clase de deseo en él —y la aureola de poder que la envolvía resultaba terriblemente excitante—, el miedo se impuso a cualquier posible vestigio de deseo carnal. Cuando Isard le miró, con sus oscuras cejas acentuando la mirada penetrante de sus ojos, Kirtan comprendió dónde moraba la amenaza que había en ella. Un ojo era de un azul tan frío como los hielos de Hoth, y tan cruel como un hutt cuando tenía ganas de jugar. El otro ojo, el izquierdo, era tan rojo como una fragua, y contenía destellos dorados que relucían con una salvaje determinación. El ojo izquierdo le dijo que cualquier esfuerzo de Kirtan que no estuviera totalmente consagrado a servirla sería recibido con el implacable castigo que prometía el helado ojo derecho.

Kirtan se estremeció, e Isard sonrió.

—Su expediente personal contiene cierto número de datos bastante interesantes, agente Loor. Según él, su índice de retención en lo referente a la memoria visual casi llega al cien por cien.

Kirtan asintió.

—Si lo leo o lo veo, lo recuerdo.

—Eso puede ser una herramienta muy útil si se la aplica correctamente. —La expresión de Isard perdió una parte de su dureza, aunque eso no hizo que Kirtan se sintiera más a salvo—. En el informe sobre Bastra, usted mencionaba no haber usado skirtopanol durante el interrogatorio porque Bastra había estado tomando lotiramina. Eso fue una precaución que aprendió a adoptar debido a un caso investigado en Corellia en el que el uso de esa sustancia tuvo efectos negativos, ¿no?

—El sospechoso murió.

—Su informe también dice que usted utilizó el hecho de que la lotiramina oculta la presencia de la blastonecrosis para obligar a Rastra a enfrentarse con la desagradable realidad de que no tardaría en morir. Cuando eso no surtió efecto, inició el interrogatorio convencional.

Kirtan volvió a asentir.

—Empleé la privación del sueño, la falta de proteínas y las ilusiones holográficas y auditivas de naturaleza coercitiva basadas en lo que sabía sobre él. Todo iba de una manera bastante prometedora hasta que la blastonecrosis empezó a extender una condición séptica generalizada por todo su cuerpo. En ese momento inicié el tratamiento de la enfermedad.

—Y ese tratamiento le mató. —Los ojos de Isard se convinieron en dos ranuras—. ¿Sabe por qué?

—El prisionero sufrió una reacción al bacta utilizado para tratarle.

—¿Sabe por qué?

Kirtan estuvo a punto de ofrecerle la explicación que el androide MD-5 le había dado cuando Bastra murió dentro del tanque bacta, pero sabía que Isard no la aceptaría.

—No.

Isard titubeó durante un segundo, y Kirtan supo que la sinceridad le había permitido escapar del castigo.

—¿Qué significa para usted ZXI449F, en el caso de que signifique algo?

Kirtan reconoció el número al instante, pero retrasó la respuesta hasta haber podido clasificar los detalles y proporcionarles una forma coherente.

—Es el número de lote asignado a una remesa de bacta que fue contaminado por los rebeldes ashernianos en Thyferra. Llegó al Centro Imperial e infectó a casi dos millones de soldados y ciudadanos. Los volvió alérgicos al bacta. —Kirtan frunció el ceño—. Pero Gil Bastra nunca llegó a poner los pies en el Centro Imperial.

—No puede estar totalmente seguro de ello, ¿verdad? Quizá estuvo aquí en algún momento. —Isard meneó la cabeza—. No importa, porque pudo haber estado en contacto con esa remesa de bacta prácticamente en cualquier sitio. Había que librarse de él, y me aseguré de que una gran parte de la remesa iba a parar al mercado negro. Pero eso no tiene importancia. Lo que sí tiene importancia es el hecho de que la blastonecrosis sea una enfermedad que afecta aproximadamente al dos por ciento de las personas a las que se les administraron dosis de esa remesa de bacta. Un androide médico le hubiese preguntado a un paciente si había recibido alguna dosis de bacta durante los dos últimos años.

—Pero Gil Bastra murió porque yo ordené que se le sometiera al tratamiento y no supe percibir el significado de la enfermedad.

—¡No! —Los ojos de Isard se endurecieron de repente—. Gil Bastra se suicidó.

—¿Qué?

—Sus informes sobre usted figuran en su expediente. El descifrador empleado por usted consiguió hacerlos desaparecer de los archivos corellianos, pero no de mis registros. La mejor evaluación posible de un hombre siempre es la llevada a cabo por sus enemigos.

El estómago de Kirtan empezó a encogerse lentamente sobre sí mismo.

—Esas evaluaciones estaban basadas en prejuicios.

—Quizá, pero Bastra era asombrosamente perceptivo. Escribió que usted confía demasiado en la memoria, y que confía en que la retención de información acabará compensando la insuficiencia del análisis. Sabe tantas cosas, como el hecho prácticamente ignorado por todos de que la interacción de la lotiramina con el skirtopanol resulta fatal, que no se le ocurrió ir más allá de la obvia línea defensiva de Bastra para averiguar hasta dónde habían llegado las cosas. Si lo hubiese hecho, habría descubierto que su prisionero podía ser alérgico al bacta…, y Bastra quizá aún estaría con nosotros. —Isard dejó escapar el aire en un prolongado suspiro y tiró de los extremos de su guerrera escarlata—. Bastra le conocía lo suficientemente bien como para saber que no tardaría en morir, y eso le inspiró la esperanza suficiente para proporcionarle información inútil. Aguantó todo lo posible porque quería obtener más tiempo para sus aliados a fin de que éstos pudieran eliminar otros vínculos con su pasado.

Y en ese momento el agente de inteligencia comprendió que la exhibición de bravatas y fanfarronería a que se había entregado Bastra durante su primer encuentro a bordo del
Incontenible
no había sido una mera falsedad vacía de todo auténtico significado. Kirtan sintió que el rostro le empezaba a arder mientras volvía a oír todo lo que había dicho Bastra, pero esta vez con el tono burlón del hombre intacto y brutal. «Lo que me parecía brillantez por mi parte a la hora de detectar sus errores en realidad sólo era un papel que Bastra representaba para explotar mi eterno sentido de la superioridad, haciendo que fuera detrás de él como un nerf que se dirige al matadero… Llevo dos años comportándome como un estúpido».

Una revelación se abrió paso a través de sus pensamientos y estalló dentro de su cerebro con la potencia suficiente para hacerle estremecer.

—Y he estado siendo engañado durante todavía más tiempo que los dos años que he dedicado a seguir su pista, ¿verdad?

—Excelente, agente Loor. —La expresión de Isard se suavizó ligeramente, como si estuviera a punto de sonreír…, pero no llegó a hacerlo—. La responsabilidad del engaño en el que cayó no recae única y exclusivamente sobre usted. Nuestro entrenamiento y nuestro adoctrinamiento tienden a hacer que los agentes y los soldados crean en su propia infalibilidad. Esto ha demostrado ser muy perjudicial para el Imperio. No ha sido el único que cayó en esa trampa…, porque incluso el difunto Emperador demostró tener ciertos puntos ciegos.

Kirtan decidió rehuir la invitación de cuestionar la sabiduría del Emperador, o su falta de ella, y se limitó a seguir el curso marcado por su pregunta anterior.

—La «pelea» entre Rastra y Horn sólo fue una farsa. La razón por la que se produjo me había parecido estúpida, y di por sentado que enfrentarse de tal manera a causa de ella era una mera estupidez por su parte.

—Va mejorando, agente Loor.

—Me siento como si el haber comprendido hasta qué punto se me ha manipulado me permitiera ver las cosas con más claridad.

—Un punto ciego ha sido eliminado, y eso le permite ver una parte más grande de lo que está ocurriendo a su alrededor. —Isard deslizó el índice a lo largo de su mandíbula—. Si en vez de haberlas destruido hubiera leído las evaluaciones que Bastra redactó sobre usted, no habría necesitado tanto tiempo para llegar a esta epifanía.

Kirtan asintió con una nueva confianza.

—Y a estas alturas aquellos a los que perseguía ya habrían caído en mis manos.

—Y pensar que lo estaba haciendo tan bien… —Algo que casi parecía un gruñido frunció el rostro de Isard—. No vuelva a empezar, ¿de acuerdo?

Kirtan se ruborizó.

—Lo siento.

—Lo más lamentable es que en realidad no lo siente. Está dando por supuesta una superioridad que no existe. —Se cruzó de brazos—. El Emperador, de manera muy similar, dio por sentado que si destruía a todos los Caballeros Jedi entonces su Caballero Jedi y un puñado de agentes especiales adiestrados en el uso de la Fuerza bastarían para controlar la galaxia. Aunque intenté advertirle, no fue capaz de ver la imposibilidad de demostrar que todos los Jedi habían sido destruidos y que ningún otro Jedi podía alzarse contra él. Su obsesión con los Jedi le cegó a la verdadera amenaza planteada por líderes de la oposición que no son más inteligentes o notables de lo que lo es usted.

»Y como resultado de todo ello, ahora el Imperio se está desmoronando y los rebeldes amenazan con sustituirlo por su propia Nueva República. »

Kirtan asintió.

—Y usted desea restaurar el Imperio.

—No. —La negativa de Isard fue emitida en un tono de voz lo suficientemente gélido para helar la carbonita—. Mi objetivo es aniquilar la Rebelión. La restauración imperial sólo podrá lograrse si los rebeldes son eliminados y ese objetivo sólo podrá alcanzarse si detenemos su empuje militar, causamos graves dificultades a su administración y aplastamos su espíritu. Esas metas están interrelacionadas y cuento con agentes, como usted, que se encuentran trabajando en todos los niveles para conseguir que mis planes lleguen a convertirse en una realidad. ¿Será capaz de soportar la presión inherente a una misión tan vital?

Kirtan acabó asintiendo lentamente después de un instante de vacilación.

—Puedo soportarla. ¿De qué forma puedo serle útil?

Esta vez Isard sonrió, y Kirtan deseó que no lo hubiera hecho.

—Su objetivo consistirá en extirpar el corazón de la Rebelión. Usted será la muerte del Escuadrón Rebelde.

—¿Cómo ha dicho? —Kirtan frunció el ceño, preguntándose si sus oídos no le habrían engañado—. No soy un piloto de caza. No sé nada sobre el Escuadrón Rebelde.

—Ah, pero es un experto en el área que más quiero y deseo. Sirvió en Corellia, y el comandante de la unidad es corelliano.

—Wedge Antilles… Sí, lo sé. —Kirtan alzó las manos—. Pero eso no significa que le conozca. No le conozco, y ni siquiera sé nada acerca de su escuadrón.

—Pero es capaz de aprender.

—Sí, puedo aprender.

—Y aprenderá. —Isard le dirigió una lenta inclinación de cabeza, y después la levantó bruscamente—. También descubrirá que tiene algo muy personal en juego.

Kirtan logró reprimir un respingo.

—¿Sí?

—Nuestra fuente en el interior del escuadrón nos ha informado de que un amigo suyo es un líder de vuelo de notables capacidades.

Una de las cosas que le había dicho Isard volvió a la mente de Kirtan. «La mejor evaluación posible de un hombre siempre es la llevada a cabo por sus enemigo…».

—Corran Horn…

—¿Ve? Ya sabe más sobre ellos de lo que se imaginaba. —Ysanne Isard clavó los ojos en el rostro de Kirtan—. ¿Acepta ser el instrumento de la destrucción del Escuadrón Rebelde?

—Lo acepto con sumo placer, señora directora. —Kirtan no pudo evitar sonreír para sus adentros—. Con el máximo placer imaginable, a decir verdad…

13

Corran se obligó a relajarse. El comandante Antilles había presentado el viaje como un ejercicio de astronavegación y saltos hiperespaciales, pero en lo más profundo de su ser Corran tenía la impresión de que se había callado muchas cosas. Estaba seguro de que si se hubiese tratado de una patrulla formal o de una misión de escolta, Wedge se lo habría dicho. El hecho de que no hubiera dicho nada parecía chocar con la peculiar exigencia de hacerse el equipaje e introducir sus pertenencias personales en los ala-X, y eso había hecho que Corran pensara que iba a tratarse de algo más que un simple ejercicio.

Como resultado de la puntuación obtenida en sus ejercicios, Corran había sido ascendido a teniente y se le había confiado el mando del Grupo Tres. En su nueva calidad de oficial, Corran había esperado que Wedge confiaría lo suficiente en él para ponerle al corriente de lo que estaba ocurriendo en realidad. Aun así, su pasado había hecho que sintiera un gran respeto por la seguridad, y eso suponía un cierto freno para su inquietud.

«Todas esas preocupaciones tuyas carecen de importancia. Ahora lo único que importa es llegar al final del ejercicio…». Después de alejarse de la superficie grisácea y repleta de cicatrices de Folor, Corran se puso al frente del Grupo Tres del Escuadrón Rebelde. Ooryl había vuelto a asumir la posición de estribor en tanto que Lujayne y Andoorni se encontraban a babor, ocupando una disposición similar delante y detrás. Dentro de la unidad disponían de señales de llamada para los aparatos Nueve, Diez, Once y Doce, aunque durante aquel ejercicio operarían como una unidad semi-independiente.

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