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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

Amor bajo el espino blanco (34 page)

—Por suerte lo descubrí antes de que fuera demasiado tarde, de lo contrario quién sabe lo que podría haber ocurrido. No tengas más contacto con él. Los hijos malcriados de los funcionarios, como él, son expertos a la hora de jugar con los sentimientos de las chicas. Todavía no ha conseguido su premio, de manera que va detrás de ti con todo lo que tiene, pero en cuanto lo consiga se cansará de ti en un abrir y cerrar de ojos. Y, aun cuando no se cansara de ti, su familia nunca te aceptará… Y, aunque te acepten, eres muy joven, y él ya es… muy maduro. Creo que en los próximos cuatro o cinco años él se esforzará por conseguir lo que quiere, y algo ocurrirá tarde o temprano.

Capítulo 29

Al día siguiente Jingqiu fue a la fábrica de cartón para avisar de que no volvería. Sorprendentemente, el jorobado Wan fue muy amable:

—Calcularé las horas enseguida y te daré la nota para que se la lleves a la directora Li, así no tendrás que preocuparte más.

Eso era exactamente lo que había estado preocupando a Jingqiu. De no haber sido porque temía que el jorobado Wan no le diera el papel con las horas, no habría recorrido todo ese camino para avisar de que no pensaba volver. Cogió el impreso que Wan le había rellenado, dijo «gracias» y salió de la oficina.

Jingqiu también había querido darle las gracias a Zhang Yi, pero este estaba trabajando en el turno de día, tal como le informó uno de sus compañeros de habitación en el autobús. Cuando ya se marchaba se tropezó con el señor Liu, a quien le dio las gracias por todo y le recordó el asunto de su hermano. El señor Liu le prometió que no se le olvidaría.

En cuanto llegó a casa se puso a preparar la cena y dejó que su hermana saliera a jugar con Zhong Qin. Puso a hervir el caldo de judías verdes y a continuación se echó en la cama para pensar. Le preocupaba el corte de Mayor Tercero. Debía de haber sido muy profundo, ¿por qué, si no, le habían dado dos puntos? No le preocupaba el hecho de que la sangre no se le coagulara bien, pues el médico siempre decía lo mismo de su madre: que tenía «pocas plaquetas». En cuanto se daba un golpe le salía un cardenal, por lo que a menudo tenía el cuerpo cubierto de zonas verdosas y moradas. Jingqiu no había heredado ese problema, pero tampoco le parecía muy grave.

Sin embargo, le rondaban algunos temores cuando recordaba la escena de Mayor Tercero cortándose el brazo: ¿cómo podía haberlo hecho tan deprisa? Jingqiu lo había visto sacar el cuchillo, pero antes de preguntarle qué estaba haciendo ya se había cortado. Estaba loco, pero ella estaba dispuesta a considerarlo como un momento de desesperación.

No se había atrevido a hablarle a su madre del dinero que Mayor Tercero le había dejado la noche anterior porque ya intuía que, cuantas más cosas supiera su madre de él, más tendría para criticar. Si su madre sabía que Mayor Tercero le había dado dinero, sin duda afirmaría que lo utilizaba como cebo.

Jingqiu se quedó en casa todo el día, y al siguiente acompañó a su madre al otro lado del río a pegar sobres. Al principio su madre no había estado de acuerdo, aduciendo que Jingqiu necesitaba descansar un poco más, pero por algún motivo de repente cambió de opinión y se llevó a Jingqiu con ella, enseñándole a pegar los sobres. Jingqiu aprendía deprisa y trabajaba a gran velocidad. El comité de barrio poseía reglas acerca de cuánto trabajo asignaban y, como su madre cobraba una pensión, solo le dejaban ganarse un pequeño suplemento basado en la proporción de salario que había perdido, lo que significaba que su madre solo podía llevarse a casa unos diecisiete yuanes al mes.

Ahora que Jingqiu había aprendido a pegar sobres, le dijo a su madre que se quedara en casa descansando y se ahorrara el camino hasta el comité de barrio. En secreto estaba tramando un plan: si su madre no iba a trabajar, cuando Mayor Tercero la visitara podría ir a nadar con él y decirle a su madre que había estado en el comité de barrio pegando sobres. Pero daba la impresión de que su madre le leía la mente e insistía en acompañarla, e incluso se llevaba a la hermana pequeña de Jingqiu. Todos los días la madre y las dos hijas se levantaban temprano y cruzaban el río cuando el sol aún no estaba demasiado alto. Luego, cuando habían acabado de pegar los sobres, las tres regresaban a casa juntas.

Su madre no volvió a ofrecerle sus sabios consejos, sino que iba de aquí para allá con una expresión seria, como si estuviera a punto de supervisar una campaña de defensa. Incluso cuando Jingqiu y su hermana iban al río a nadar, su madre las acompañaba y se sentaba en la orilla observándolas. Cuando por la noche salía a dar una vuelta para refrescarse, ella siempre iba detrás; las tres se sentaban junto al río, la madre en el medio con un abanico en la mano, ahuyentándoles los mosquitos a sus hijas. A veces Jingqiu tenía una extraña sensación, como si Mayor Tercero fuera como el mono travieso Sun Wukong de
Viaje al oeste
, que utilizaba sus poderes mágicos para transformarse en mosquito y poder susurrarle al oído. Pero su madre lo espantaba una y otra vez hasta que se alejaba volando.

En dos ocasiones Jingqiu creyó haberlo visto; parecía seguirlas. Pero cuando tuvo la oportunidad de darse la vuelta y fijarse, no se le veía por ninguna parte, y ella no tenía ni idea de si había visto visiones o se había escondido, temiendo que su madre lo descubriera.

Un día el director del colegio, el señor Wang, le pidió a Jingqiu que fuera a trabajar a la fábrica de cartón; la había recomendado en cuanto su hijo le mencionó que estaban contratando trabajadores. Jingqiu sintió una inmensa gratitud y se dijo que por fin podría escapar a la estrecha vigilancia de su madre. Pero a pesar de que esta ya no la escoltaba como una sombra, Jingqiu seguía sin poder moverse con libertad, pues una de las profesoras de la Escuela Secundaria n.º 8, la señora Li, también había mandado a su hija, Li Hong, a trabajar allí. Era un año menor que Jingqiu, y era su primer trabajo, así que la señora Li le había pedido a Jingqiu que la acompañara todos los días a la fábrica y de vuelta a casa. Fue como si la madre de Jingqiu hubiera descubierto un tesoro, y en nombre de su hija contestó que lo haría encantada.

Las dos charlaban alegremente durante todo el camino a la fábrica. Pero, en lo más profundo de sí, Jingqiu no dejaba de pensar en si Mayor Tercero iría o no a Yichang, y, si se atrevería a acercársele si la veía en compañía de Li Hong. Unas cuantas veces pensó en desembarazarse de Li Hong, pero no se le ocurría ninguna excusa. Y ahora que su madre pegaba los sobres con más rapidez, conseguía llegar a casa antes que Jingqiu; cuando volvía, normalmente ya se encontraba a su madre junto al ferry o en la verja de la escuela, esperándola.

Poco a poco Jingqiu abandonó toda esperanza y pasó a centrarse en el comienzo del nuevo curso, en septiembre, aunque el departamento de educación tardaría otras dos semanas antes de ultimar los detalles para que Jingqiu pudiera desempeñar su nuevo trabajo en las cocinas de la escuela. Su lugar de trabajo iba a estar a solo un paso de su casa, en el comedor que había delante.

Aparte de no poder ver a Mayor Tercero, para Jingqiu la vida era mejor, más plena, como flores de sésamo alimentadas por el sol. El primer acontecimiento dichoso fue que empezó a cobrar un salario. Aquel día, el director del departamento de asuntos generales, el señor Zhao, acudió personalmente a decirle a Jingqiu que su primera nómina estaba lista.

—Jingqiu, has comenzado a trabajar después del día quince, así que solo cobrarás medio mes de septiembre —dijo con una sonrisa. A Jingqiu aquello le sonó a disculpa, pero ya era más de lo que había esperado; casi era final de mes cuando empezó a trabajar, y sin embargo la escuela le pagaba quince días: ¿no era aquel un dinero caído del cielo?

El señor Zhao le entregó un sobre que contenía casi cincuenta yuanes, así como un papelito de un centímetro de ancho por veinte de largo: su hoja de salario. Jingqiu la cogió y la repasó varias veces. Ahí figuraba su nombre. La idea de que a partir de entonces obtendría un papelito como ese todos los meses la entusiasmó tanto que supo que aquella noche no podría dormir.

Le entregó el salario a su madre para que lo aprovechara toda la familia, y también para ahorrar para la boda de su hermano Xin, o al menos para que tuviera dinero con que poder comprarle un regalo de Año Nuevo a la familia de Yamin. Hasta entonces, Yamin siempre había comprado el regalo y se lo había entregado a Xin para que este se lo diera a la familia, pero todos los años el padre de Yamin lo arrojaba por la puerta, aunque ella tranquilizaba a Xin diciéndole que muchos padres al principio no estaban de acuerdo con la pareja elegida por su hija, pero que con el tiempo acababan aceptándola.

La predicción de Yamin no tardó en resultar cierta, pues al final Xin fue enviado a Yichang para trabajar en una fábrica de propiedad estatal. Yamin estaba eufórica, y se fue a comprar un regalo de Año Nuevo para que Xin se lo llevara a sus padres, a pesar de que aún faltaba mucho para Año Nuevo y Xin aún no había empezado su nuevo trabajo.

Todas las objeciones de los padres de Yamin se diluyeron al comprender que a partir de ahora Xin iba a trabajar en la ciudad, y en una fábrica tan grande como aquella. No solo no arrojaron el regalo por la puerta, sino que Xin fue invitado a comer con ellos. Su hermano por fin había pasado la primera prueba como yerno, y fue honrado con el nuevo trabajo de ser el esclavo de Yamin. A partir de entonces le dejaron todas las tareas pesadas de la casa, como ir a comprar carbón, arroz y leña. Xin había luchado mucho para que le confiaran esas pesadas labores, y se sentía feliz haciéndolas.

A veces, nada más sentarse a comer, Yamin lo llamaba: «Xin, mamá quiere que vayas a comprar carbón». Sin una palabra de protesta, dejaba sus palillos y salía. La madre de Jingqiu solía meterse con su hijo:

—Si yo te pidiera cualquier cosa, irías arrastrando los pies, pero, en cuanto te lo piden los padres de Yamin, te pones en pie de un salto.

—¿Qué puedo hacer? —contestaba él, riendo—. Así están las cosas hoy en día. Jingqiu, ¿por qué no te espabilas y consigues a alguien que vaya a comprar el carbón de la familia?

—¡No hagas bromas estúpidas! —le espetaba su madre—. El trabajo de Jingqiu todavía no es permanente, y no es cuestión de echar a perder su oportunidad solo para tener a alguien que nos traiga el carbón.

El inesperado éxito de su hermano hizo que Jingqiu vibrara de entusiasmo, y en su mente comenzó a trazar un plan para que Mayor Tercero consiguiera lo mismo. Lo más probable es que tuvieran que esperar hasta que su trabajo fuera permanente, entonces su madre no tendría tantos motivos de preocupación, y ella y Mayor Tercero podrían dejarse ver en público al igual que Yamin y su hermano. Entonces Mayor Tercero iría a buscar el carbón de la familia. La idea era graciosa: su hermano iría a buscar el carbón para la familia de Yamin y Mayor Tercero para la de ella, pero ¿quién iría a buscar el carbón a la familia de Mayor Tercero?

De repente era como si la buena suerte llamara constantemente a la puerta. El director de la escuela, el señor Wang, le reveló a su madre una importante información reservada. Le había sugerido a la dirección de la escuela que cuando llegara el momento le permitieran a Jingqiu dar clase en lugar de trabajar en la cocina. Como la zona que rodeaba a la Escuela Primaria y la Secundaria n.º 8 quedaba aislada por el río, poca gente de la ciudad aceptaba que la trasladaran allí. Era el clásico sitio al que el Departamento de Cultura y Educación enviaba a maestros que habían cometido alguna pequeña falta, o a profesores jóvenes principiantes de la escuela de magisterio, que, en cuanto se daban cuenta de dónde estaban, conseguían que los trasladaran a otra parte. Las escuelas siempre iban justas de profesores. Podía utilizar esa excusa para solicitar al Departamento de Educación que dejara dar clases a Jingqiu.

—Dile a Jingqiu que se porte bien e intenta influir en algunos de los profesores veteranos de la escuela.

Aun cuando Jingqiu había sustituido oficialmente a su madre, en la escuela la seguían tratando como a una niña, y todo se hacía a través de su madre, que era la que iba a visitar a la dirección de la escuela para suplicarles que dejaran dar clases a Jingqiu cuando la situación lo permitiera. Algunos se lo prometieron. Sabían que Jingqiu había sacado buenas notas y tenía madera de profesora, y era solo cuestión de tiempo que la dejaran dar clases, no tenía de qué preocuparse.

—Pero acaba de empezar a trabajar y no es la única que ha reemplazado a un progenitor. Si la dejamos dar clase enseguida a lo mejor los demás se quejan. Esperemos para que nadie tenga nada que decir.

Jingqiu se quedó entusiasmada al enterarse de esta noticia y se moría de ganas de contárselo enseguida a Mayor Tercero. Pero no había tenido noticias suyas desde el día en que se marchó, y cada día estaba más nerviosa, pues no se imaginaba por qué no iba a verla. Se dijo que había tres posibles razones. La primera, que había cogido el tétanos, pero la tranquilizó el pensamiento de que, si eso hubiera ocurrido, Fang se lo habría dicho. La segunda era que se mantenía fiel a la promesa que le había hecho a su madre, y que no la visitaría hasta que su trabajo fuera permanente. Pero él también había confesado que planeaba un engaño. «Ya ves, después de todo soy un traidor». ¿Había decidido no serlo, después de todo?

Había otra posibilidad: que el interrogatorio de su madre lo hubiera enfurecido tanto que no pensara regresar. Jingqiu conocía muchas historias en las que los padres de una chica habían sido tan desagradables con su futuro yerno que el joven se había marchado iracundo. Cuando pensaba en esta tercera posibilidad comenzaba a enfadarse, pues significaba que no había pasado la prueba.

Pero entonces pensaba que quizá la estaba esperando, incluso sufriendo. A lo mejor iba a menudo a Yichang a verla, pero no tenía oportunidad de hablar con ella, y esa idea la hacía estar enfadada con su madre. «Mi hermano tenía mi edad cuando se echó novia, ¿por qué a mí me vigilas tan estrechamente?».

Después de trabajar una temporada en el comedor, informaron a Jingqiu de que iban a enviarla a la granja de la escuela durante seis meses. Si no iba y le daban el puesto de maestra enseguida, la gente protestaría. Pero, si iba, nadie podría decir nada.

La escuela había montado una granja en una pequeña aldea llamada Meseta de Fujia, un poco más allá de Río Yanjia, a fin de que los alumnos se turnaran para trabajar. La razón de haber elegido Meseta de Fujia era que uno de los directores de la escuela, el señor Zheng, había nacido en ese pueblo, y solo debido a esa relación la aldea había aceptado ceder a la escuela un poco de tierra, e incluso les habían ayudado a construir algunos edificios.

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