Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones (10 page)

Todavía sumido en sus pensamientos, Obi-Wan recogió a Anakin y sugirió que se acercaran a la cafetería más próxima para cenar. Quería observar a los habitantes del
Biocrucero
disfrutando de su tiempo libre.

Anakin pronto estuvo inmerso en su comida, que estaba fresca y deliciosa. La comida dejó de tener tanta importancia para Obi-Wan con el paso de los años. Se había dado cuenta de lo buen Maestro que fue Qui-Gon, tanto en los detalles como en las cosas importantes. Qui-Gon lo trató como a un Jedi, pero jamás olvidó que seguía siendo un niño. De no haber sido por el ejemplo de Qui-Gon, quizá no habría sido tan sensible a las necesidades de su propio padawan.

Obi-Wan comía metódicamente. Miraba de vez en cuando a su alrededor en la atestada cafetería, pero estaba constantemente alerta a cada gesto. Observó cuidadosamente la interacción entre los distintos comensales.

De repente, un hombre alto y con una amplia sonrisa arrugando su rostro se dejó caer en la silla que tenía enfrente.

—Bueno, ¿cómo van las apuestas?

Obi-Wan le devolvió la sonrisa.

—¡Den!

—Me alegro de volver a verte, amigo mío. Si alguien me hubiera dicho que acabarías en este vertedero, nunca habría apostado por ello —dijo Den, sonriendo amigablemente a Anakin—. Hola, chaval. Me han dicho que te gustan las naves grandes.

—Me gustan casi todas las naves —dijo Anakin con la boca llena.

—A mí no. Yo prefiero tener los pies en tierra firme.

—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó Obi-Wan, apartando su plato vacío. Den apenas parecía haber envejecido unos pocos años. Aún llevaba los cabellos rubios despeinados, y las arrugas que tenía alrededor de los ojos apenas estaban algo más marcadas.

La expresión amable de Den no varió.

—Escapo de los horrores de la corrupción y la degradación medioambiental. ¿Y tú?

—Os estoy investigando —le soltó Obi-Wan. Había olvidado el frenético ritmo de la conversación con Den, la forma que tenía de no tomarse nada en serio. Recordó que a Qui-Gon le cayó bien de inmediato, y que se reía con él. A Obi-Wan le costó un poco más acostumbrarse a depender de un ladrón para una misión importante.

—Sí, ya me lo ha contado Andra —dijo Den—. ¿Queréis que os acompañe a vuestro cuarto?

Obi-Wan asintió. Anakin pinchó de una vez los tres bocados que quedaban en el plato y los engulló sin más. Siguió a Obi-Wan y a Den sin dejar de masticar, saliendo con ellos de la cafetería.

—Dime lo que piensas de verdad —dijo Obi-Wan lentamente, mientras caminaba junto a Den por el pasillo.

Den suspiró.

—Sólo entré aquí porque no quería perder a Andra.

—Ah —dijo Obi-Wan. Den confirmaba sus sospechas. No podía imaginarse al independiente Den aceptando ideas ajenas sobre cómo debía llevar su vida.

—Lo curioso es que fui yo quien la convenció para que fuera a la conferencia de Uni —prosiguió Den—. Ella estaba muy mal, Obi-Wan. Tienes que entender que había mucha gente así. Telos se moría, y nadie podía salvarlo. Uni ofrecía esperanza. Andra fue una de las primeras organizadoras del
Biocrucero
—Den hizo una mueca—. Volvía a tener una causa.

—¿Intentaste disuadirla?

—Claro. Le dije que teníamos que quedarnos a luchar por Telos. O emigrar a otro planeta. Nada de rechazar al resto de la galaxia y convertirnos en nómadas. Por supuesto, ella estuvo de acuerdo con todo lo que yo le dije... ¡es broma! ¿Acaso hemos estado alguna vez de acuerdo ella y yo? —preguntó él con tono amargo—. No tuve elección. Fingí tragarme la tontería ésta y me embarqué. Había algo que no me cuadraba, y sigue sin cuadrarme. Sí, puede que yo me enmendase por amor a Andra, pero el delincuente que hay en mí sigue vivo. Y el olfato me dice que en todo esto hay gato encerrado.

—Cuéntame —le apremió Obi-Wan.

Den saludó alegremente a un grupo con el que se cruzaron por el pasillo.

—Es sólo que esto no me huele bien. No me fío de Uni, pero quien más me inquieta es Vox. Se las apañó para convencer a todo Telos de que él no tenía nada que ver con la cesión de nuestros espacios sagrados a Offworld, a pesar de que Xánatos lo tenía en un puño. Apenas se deja ver en el
Biocrucero
, siempre está en sus lujosos aposentos. Pero yo le he visto en dos ocasiones manteniendo una conversación de lo más intensa con un técnico llamado Kern.

—¿Y eso qué tiene de sospechoso? —preguntó Obi-Wan.

—Vox se cree demasiado bueno para vivir entre nosotros —dijo Den entrecerrando los ojos—. ¿Por qué iba a perder entonces el tiempo hablando con un vulgar obrero? —Den se tocó la nariz—. Te lo digo yo. Esto me huele mal.

—¿Algo más? —preguntó Obi-Wan.

—Cuando paramos a repostar o abastecernos, siempre lo hacemos en un planeta industrial —dijo Den—. ¿Por qué? ¿Y por qué está siempre Vox entre el comité de bienvenida?

—No vino a recibirnos a Hilo —señaló Obi-Wan.

—Ya. Me di cuenta. Supongo que no quería volver a enfrentarse a un equipo Jedi. Quizá pensó que resultaría sospechoso acudir. ¿Quién sabe? —Den volvió a darse un toquecito en la nariz e hizo una mueca, como si acabara de oler algo asqueroso.

Se detuvieron frente a sus habitaciones. Anakin miraba fijamente a Den. Obi-Wan se dio cuenta de que el chico le prestaba toda su atención.

—No sé, Den —dijo Obi-Wan—. Tampoco nos proporcionas nada que nos sirva para avanzar.

—¿Sabías que una de las razones por las que nos detuvimos en Hilo fue para arreglar una cosa que no necesitaba repararse? —preguntó Den—. Al final resultó ser una lectura errónea. La pieza estaba perfectamente.

—Eso ocurre...

—... a menudo, ya lo sé. Pero, ¿a que no sabes quién estaba al cargo de los sistemas de lectura? Kern.

Obi-Wan asintió, pero seguía sin estar muy convencido. Se dio cuenta de que Den buscaba cualquier cosa que pudiera demostrar que el
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era una operación corrupta. El deseo de recuperar a su esposa podía estar interfiriendo en sus percepciones.

—Ahora que estáis aquí, las posibilidades de llegar al fondo del asunto han aumentado en un mil por ciento —dijo Den, dando una palmadita a Obi-Wan en la espalda—. Duerme bien. Lo vas a necesitar.

Den se despidió alegremente y se marchó. Obi-Wan suspiró.

—¿No te fías de él? —preguntó Anakin.

—No es eso —dijo Obi-Wan—. Es sólo que no sé si fiarme de sus percepciones.

—Pero piensa como un Jedi —señaló Anakin—. Confía en su instinto. ¿No deberíamos concederle ese mérito? Además, ahora mismo no tenemos otras pistas.

En ocasiones, Anakin le recordaba a Qui-Gon. Tenía el mismo tipo de combinación entre lógica y sentimientos que Obi-Wan luchaba constantemente por equilibrar.

—Yo confío en mis sensaciones —murmuró Obi-Wan finalmente—. No en las de Den.

16

A
penas habían terminado de desayunar Obi-Wan y Anakin cuando Den los visitó en el cuarto del primero.

—He conseguido entrar en los archivos de texto del
Biocrucero
—anunció Den.

—Creí que habías renunciado a la delincuencia —dijo Obi-Wan.

Den se encogió de hombros.

—Me aburría. Llevo mucho tiempo sin poder ejercitar los músculos —sus ojos brillaban—. ¿Queréis ver el historial de Kern?

—Si el Senado se entera de que los Jedi se han hecho de forma ilegal con los archivos confidenciales del
Biocrucero
, podría comprometer mi investigación —dijo Obi-Wan frunciendo el ceño—. No creo que...

Den sacó un montón de duraláminas.

—¡Demasiado tarde! He impreso esta información para vosotros.

—¡Genial! —dijo Anakin entusiasmado—. Ya tenemos algo por lo que empezar.

Den sonrió.

—Me gusta tu estilo, colega.

Obi-Wan cogió las duraláminas con un suspiro. Echó un rápido vistazo a la información, absorbiéndola, y luego se la entregó a Anakin.

—¿Has visto el problema? —preguntó Den a Obi-Wan.

Éste asintió.

—Yo no lo pillo —dijo Anakin—. A mí todo me parece perfecto. Tiene un permiso de seguridad de alto nivel. Hasta del Senado. ¿Eso no es muy difícil de conseguir?

—Sí —dijo Obi-Wan—. Muy difícil. Por eso es raro.

—Por qué iba a tener un trabajador cualquiera como Kern un permiso de alta seguridad concedido por el Senado? —preguntó Den.

—Es raro, pero no tiene por qué significar algo —dijo Obi-Wan—. Quizá se deba a que trabajó en algún momento con material delicado. Todo el mundo tiene un pasado.

Den se desplomó en una silla cercana.

—Si vas a considerar inútil todo lo que te traigo, nunca llegaremos a ningún lado.

—Cálmate, Den. No he dicho que no fuéramos a seguir esta pista. —Se puso en pie, invitando a Anakin a hacer lo mismo—. De hecho, me gustaría que alguien nos guiara en una visita más completa. ¿Te importaría llevarnos al centro técnico?

Al entrar en el centro técnico, Den señaló a Kern con la cabeza. Tenía unos diez años más que Obi-Wan, con el pelo claro cortado muy corto y los ojos muy juntos.

—Éste es nuestro centro de información técnica —dijo Den—. Como podréis imaginar, los paneles de lectura son numerosísimos. Se monitorizan todas las características de la nave, desde el control de daños al crecimiento de las plantas en los invernaderos.

—Una operación muy compleja —comentó Obi-Wan. Miró a Anakin. Ya le había informado de lo que debía hacer.

El padawan se apartó un poco mientras Den seguía hablando y Obi-Wan murmuraba comentarios de admiración o hacía alguna pregunta. Se quedó mirando una consola de lectura. En cuanto notó que Kern le miraba, alzó la vista y le miró.

—Jamás había visto un panel así —dijo.

—Es una nave muy grande —Kern se alejó, aburrido ante la perspectiva de conversar con un chaval.

—¿Los monitores de lectura capturan de verdad todo lo que puede estropearse? —preguntó Anakin.

—Sí.

—¿Y todas las piezas del motor tienen su propio seguimiento?

—Sí.

—¿Hasta los amortiguadores de empuje? —Anakin puso un tono de voz agudo. En ocasiones podía parecer más joven de lo que realmente era.

—Si —dijo Kern con un tono de exasperación—, Vete, niño Jedi, estoy ocupado.

—Y si, por ejemplo, el núcleo de energía se recalentara, pero no se produjera una señal de emergencia en los conversores y los circuitos del motor mostraran una velocidad luz normal, ¿la monitorización conseguiría alertar del fallo en el conector del campo hidrostático?

Kern se giró en su silla.

—Tú sabes mucho para ser tan pequeño.

—Ya, ¿pero qué pasaría en ese caso? —preguntó Anakin.

—Miraría la señal del conector del campo hidrostático, pero antes investigaría la entrada de aire en la turbina del motor —dijo Kern—. Tenemos un par de motores subluz de clase Dyne, y algunas veces los alerones se traban, cuando se atascan los conductos de combustible. ¿Te vale?

—Me vale —dijo Anakin, contento.

Se unió a Obi-Wan y Den, que estaba concluyendo la visita guiada. En cuanto salieron, le repitió la conversación a Obi-Wan.

—Yo te digo que este tío esconde algo raro —dijo Den—. Los técnicos de lectura no tienen nada que ver con los expertos en motores. No saben nada de motores subluz. Sólo envían información a los mecánicos.

—Quizás haya trabajado antes en motores —señaló Obi-Wan.

—Pero eso no figura en su historial —replicó Den.

Obi-Wan frunció el ceño.

—Lo sé. Volvamos a mi cabina.

En momentos así, Obi-Wan echaba de menos a Tahl. Cuando él era padawan de Qui-Gon, siempre podía recurrir a Tahl para realizar una búsqueda intensiva, y ella empleaba todos sus contactos. Acababa dando con pistas que les llevaban a dar el siguiente paso. Y era la más rápida en eso.

No conocía a Tnani Ikon, el Jedi al cargo de las búsquedas computerizadas en el Templo, pero lo llamó de todos modos y le pidió rápidamente que le buscase todo lo relativo a Kern, mientras le enviaba toda la información del historial que tenía. Pidió prioridad, pero nunca se sabía cuántos Jedi podía haber de misión en ese momento.

Obi-Wan cortó la comunicación, pero no se apartó del intercomunicador.

—¿Qué pasa? —preguntó Anakin.

—Tengo una idea —Obi-Wan volvió a llamar a Tnani—. Cuando busques, investiga también a todos los Kern que hayan fallecido en los últimos veinte años.

El impasible Caballero Jedi no cuestionó a Obi-Wan.

—Así lo haré.

Obi-Wan volvió a cortar la comunicación. Den le miró de hito en hito.

—¿Y eso? Vale, el tío es bastante feo, pero de ahí a pensar que esté muerto... —dijo Den.

—Sigo intrigado con ese permiso de seguridad —dijo Obi-Wan, guardándose el intercomunicador en el cinturón—. Recuerdo que Qui-Gon me contó que hay agentes secretos llamados "sin-nombre" al servicio del Senado. Emplean identidades falsas que se retiran cuando mueren. Pero Qui-Gon conocía varios casos en los que, con el dinero o la influencia necesarios, se podían comprar estas identidades retiradas —Obi-Wan se encogió de hombros—. Quizá Kern sea una identidad comprada. No pasa nada por comprobarlo.

—¡Sabía que te necesitaba! —dijo Den, dando una palmada a Obi-Wan en la espalda.

—Pero si Kern es una identidad comprada, eso significa que hay alguien poderoso que le ha encargado espiar esta nave —dijo Anakin—. ¿Quién podría ser? ¿Y por qué?

—Ésa —dijo Obi-Wan— podría acabar siendo la pregunta más importante de todas.

17

D
en tenía que regresar a su trabajo ("Me tienen cultivando verduras, ¿te lo puedes creer?"), así que Obi-Wan sugirió a Anakin que salieran a entablar conversación con los habitantes del
Biocrucero
, mientras esperaban la respuesta de Tnani.

Hablaron con todos los que pudieron encontrar: un bibliotecario, un técnico, un profesor, una ex líder de su planeta que ahora era administradora. Todos hablaron con admiración de Uni y de su vida a bordo del
Biocrucero
. Todos consideraban que su decisión de abandonar sus planetas había sido la más acertada.

—¿A ti qué te parece? —preguntó Obi-Wan a Anakin mientras se dirigían a una cafetería cercana para el almuerzo—. ¿Piensas que les han lavado el cerebro?

La percepción de Anakin solía llenarle de curiosidad. A menudo le sorprendía darse cuenta de que era más aguda que la suya. Anakin veía las cosas por intuición, mientras Obi-Wan era consciente de que tendía a analizarlo todo demasiado.

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