Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones (9 page)

Las puertas volvieron a abrirse. Un anciano decrépito entró lentamente en la sala. Tenía la calva brillante y una mirada apagada de párpados tristes. Obi-Wan tardó un momento en recordar a Vox Chun. Le sorprendió lo mucho que había cambiado.

La mirada vacía de Vox Chun se llenó de pronto de ira. Era evidente que el odio que sentía por Obi-Wan no se había apagado en todos aquellos años.

—Padre, el equipo Jedi se dirige al puente a empezar la visita —dijo Kad rápidamente. Obi-Wan se dio cuenta de que quería evitar que su padre saltara.

Obi-Wan saludó con la cabeza a Vox Chun, que no le devolvió el saludo. Mantuvo sus ardientes ojos fijos en él, mientras cruzaba la estancia con Anakin en dirección a la salida.

Cuando las puertas se cerraron tras ellos, Anakin le miró.

—¿Por qué te odian?

—Es una vieja historia —dijo Obi-Wan—. Las misiones pueden provocar rencores. No creo que esto afecte a la misión actual.

Anakin asintió, pero Obi-Wan se dio cuenta de que no se conformaba con la respuesta. Él sí creía que los viejos rencores podían afectar a la misión.

El problema era que Obi-Wan también lo creía. No era la primera vez que le incomodaba la inteligencia de su padawan.

14

A
nakin caminaba arrastrando los pies junto a Obi-Wan, haciéndose preguntas sobre el título de aprendiz padawan. Ese título implicaba que tenía que aprender, ¿no? ¿Y cómo iba a aprender si nunca le contaban la historia completa?

Yoda hablaba en forma de acertijo. Mace Windu se expresaba con indirectas y alusiones. Hasta su Maestro evitaba en la medida de lo posible hablar del pasado, exceptuando las cariñosas referencias al difunto Qui-Gon. Algunas veces, Anakin tenía la impresión de que la gente del Templo hablaba un idioma diferente al suyo. Y en esos momentos echaba de menos la claridad de su madre. Pero recordar a Shmi le causaba un dolor profundo que no se le pasaba.

—Al menos podremos ver la nave —comentó Obi-Wan mientras esperaban el turboascensor—. Tú tenías muchas ganas.

—Pero será con guía —dijo Anakin—. Y probablemente no nos lo enseñen todo. ¿No preferirías explorarla a tu aire?

—Algunas veces resulta útil ver lo que tu contrincante quiere que veas —dijo Obi-Wan entrando en el turboascensor—. Indica lo que intenta ocultar.

Anakin permaneció en silencio mientras el indicador mostraba los pisos que dejaban atrás. Seguía desanimado por ser ignorado en el encuentro entre Obi-Wan y Uni, y por el hecho de que Obi-Wan no le contara la verdad. Había notado la oscura ira que manaba de Vox y Uni, el hombre al que Obi-Wan llamaba Kad. Lo que sentían era algo más que un simple rencor. ¿Por qué no confiaba Obi-Wan en él lo bastante para contarle la verdad?

Las puertas del turboascensor se abrieron y Anakin volvió a sorprenderse. Obi-Wan sonrió de oreja a oreja al ver a una mujer esbelta esperándoles al otro lado.

—¿Eres Andra? —preguntó.

La mujer parecía igual de sorprendida y encantada.

—¡Obi-Wan Kenobi!

Obi-Wan y la mujer dieron un paso adelante. Andra cogió la mano de Obi-Wan.

—Jamás te olvidé.

—Qué sorpresa verte aquí —dijo Obi-Wan—. Supuse que ya serías gobernadora de Telos.

La expresión de Andra se ensombreció.

—El Telos por el que yo luchaba ya no existe. Ahora mi vida es esto.

—Sí, Kad me ha contado cómo se deterioró.

—Lo llamamos Uni. Sí, vencimos a Offworld, pero entonces aparecieron otras preocupaciones del mismo calibre. Vi cómo mi bello planeta se deterioraba por segunda vez. No pude hacer nada. Mi ira y frustración se convirtieron en un profundo dolor. Fue como si estuviera en un lugar oscuro y sin salida. Entonces conocí a Uni. —Andra sacudió la cabeza, como para deshacerse de un mal recuerdo—. Él me dio una razón para seguir viviendo. —Miró a Anakin y sonrió—. ¿Y tú quién eres?

—Este es mi padawan, Anakin Skywalker.

Ella sonrió amablemente a modo de bienvenida. A Anakin le cayó bien de inmediato. Sentía en ella una especie de calidez y aceptación que le recordaban a Shmi.

—Así que ahora eres tú quien tiene padawan —dijo, sonriendo todavía mientras se giraba hacia Obi-Wan—. Qui-Gon debe de echarte de menos.

La mirada resplandeciente de Obi-Wan se apagó.

—Qui-Gon murió. Ya hace tres años.

La sonrisa de la mujer se desvaneció, y su mirada se llenó de pena.

—No lo sabía. Lo siento muchísimo. Es una gran pérdida para la galaxia.

—Sí —dijo Obi-Wan—. Así es exactamente como me siento. Pero ¿y Den? ¿Sigue atacándote los nervios?

—Me temo que sí —dijo Andra en tono quejumbroso—. Me casé con él.

Obi-Wan rió. Den y Andra formaban una extraña pareja, pero Qui-Gon se dio cuenta del profundo amor que sentían el uno por el otro.

—¿También está a bordo del
Biocrucero
?

—Claro. Al principio se mostró reacio, pero acabó viendo la verdad de las enseñanzas de Uni —Andra hizo una pausa—. Vosotros debéis ser los Jedi que envían para la inspección. Yo seré vuestra guía en la visita.

—No se me ocurre nadie mejor —dijo Obi-Wan.

Anakin se adelantó cuando Andra giró para recorrer el pasillo.

—¿Cómo os conocisteis Obi-Wan y tú? —era mejor preguntar a ella que a su Maestro. Seguro que así obtenía más información.

—Obi-Wan y Qui-Gon ayudaron a mi planeta cuando se moría —explicó Andra—. Una corporación minera llamada Offworld compró en secreto nuestros parques naturales y empezó a explotarlos. Yo era entonces parte de la resistencia...

—Una resistencia formada por ella sola —dijo Obi-Wan con admiración.

—Así es; en esa época no tenía muchos seguidores —se lamentó Andra—. Sólo un ladrón ludópata falto de ética y sobrado de encanto, que luego se convirtió en mi marido, Den. Obi-Wan y Qui-Gon confiaron en nosotros, pese a que actuábamos al margen de la ley. Desenmascararon a Offworld y el pueblo recuperó el control de nuestros espacios sagrados. O eso creímos. Al final, perdimos la batalla.

Andra se detuvo en medio de un puente circular.

—Pero jamás olvidaré lo que hicieron por nosotros.

—Y lo que tú hiciste por nosotros —señaló Obi-Wan—. Nos salvaste de ser ejecutados.

—¿Ejecutados? —preguntó Anakin, mirando atónito a Obi-Wan.

—Xánatos era un enemigo temible —dijo Andra en voz baja.

—¿Xánatos? —preguntó Anakin.

—Esa historia te la contaré en otro momento —dijo Obi-Wan con firmeza.

Andra asintió, comprendiendo que Obi-Wan quería cambiar de tema. Señaló a los hacendosos trabajadores que les rodeaban y se afanaban en los paneles de control.

—Como podéis ver, nuestro puente es más complicado que el de la mayoría de las naves. El
Biocrucero
está compuesto de varias partes, algunas de ellas diseñadas a propósito para funcionar de forma independiente. Desde aquí se coordina todo. Nuestros científicos han realizado ya varios avances tecnológicos. El tamaño y la complejidad de esta nave no tiene precedentes.

—¿La nave tiene sistemas de defensa? —preguntó Obi-Wan.

Andra asintió.

—De los mejores. Llevamos a bordo un tesoro considerable. Todos nos trajimos nuestros bienes al embarcar. Empleamos ese dinero para investigación y desarrollo. Nuestro fin es llegar a ser una nave autosuficiente, una especie de planeta flotante.

—Casi ningún planeta es autosuficiente —señaló Obi-Wan—. Dependen del comercio del libre intercambio de información.

—Cuando abres tus puertas a la galaxia, invitas a la corrupción a entrar —dijo Andra, negando con la cabeza—. Eso fue lo que ocurrió en Telos. Muchos de los que van en esta nave pasaron por lo mismo en sus respectivos planetas. Las bandas de criminales acumulan poder por momentos en la galaxia. Las corporaciones gigantes están agotando los recursos naturales, y una vez lo han hecho, se limitan a pasar al siguiente planeta listo para ser explotado. Creo que Uni tiene razón. Esto —concluyó Andra, abriendo los brazos para abarcar la nave con un gesto— es nuestra mayor esperanza. Y ahora prosigamos. Nos queda mucho que ver.

***

Anakin nunca había visto una nave tan fascinante. Estaba llena de seres de toda la galaxia, y parecía haber mucho que hacer. Casi todos trabajaban, al menos una parte del día, en los centros técnicos, en los laboratorios científicos o en el sector de servicios. Había toda clase de restaurantes y cafés, con comida de muchas procedencias. Había salas de juegos, bibliotecas y audiotecas. Toda una zona del
Biocrucero
estaba dedicada al Centro de Colecciones, donde se guardaban plantas, flores y animales de distintos planetas. Anakin era incapaz de imaginarse a alguien aburriéndose en aquel sitio. No estaba seguro de lo que pensaba sobre la filosofía de Uni, pero le parecía extraordinario poder vivir en una nave.

La visita duró unas cuantas horas. Andra les dejó en sus aposentos.

—Espero que podáis comunicar al Senado que aquí no hacemos daño a nadie. Todos los que embarcaron en esta nave lo hicieron por voluntad propia —dijo a Obi-Wan.

—Eso espero yo también —respondió Obi-Wan cortésmente.

—Vaya. Había olvidado lo neutral que puede llegar a ser un Jedi.

—Nos reservamos nuestra opinión hasta que podamos hablar abiertamente —dijo Obi-Wan—. Nos ha encantado la visita, Andra. Gracias.

—Le diré a Den que estáis a bordo. Seguro que tiene ganas de verte —y se marchó, despidiéndose cariñosamente.

En cuanto se hubo ido, Anakin se volvió hacia Obi-Wan.

—¿Quién es Xánatos?

La pregunta pareció sorprender a Obi-Wan. Pero Anakin había percibido algo cuando Andra mencionó ese nombre, algo en Obi-Wan, algo sobre lo que quería saber más.

—Ahora no —dijo Obi-Wan.

—¿Y cuándo será? ¿En breve? —preguntó Anakin, decepcionado—. No hago más que oír eso. ¿Por qué no me lo cuentas ahora? ¿Hay alguna razón por la que yo no deba saberlo? —Volvía a sentirse frustrado. Era difícil penetrar en el hermetismo de Obi-Wan.

Obi-Wan lo contempló un instante.

—No —dijo al fin—. No hay ninguna razón por la que no debas saberlo. Xánatos fue aprendiz de Qui-Gon. Se pasó al Lado Oscuro. Empleó la Fuerza en su propio bien. Era el jefe de la corporación minera Offworld y arrasó varios planetas. Para él la vida no tenía importancia alguna.

—¿Sigue vivo? —preguntó Anakin.

—Murió en Telos —respondió Obi-Wan—. Prefirió quitarse la vida a rendirse ante Qui-Gon —el Jedi miró fijamente a Anakin—. Y ahora vamos a recoger y después iremos a cenar.

Anakin fue a su cuarto. Sentía un zumbido en la cabeza, como si sus pensamientos fueran tantos y tan confusos que no conseguían grabarse en su mente. No podía asimilar lo que le había dicho Obi-Wan. No podía imaginar que pudiera pasarle algo así. ¿Cómo podía un Jedi pasarse al Lado Oscuro? ¿Cómo podía un padawan traicionar a su Maestro? Si la historia no se la hubiera contado Obi-Wan, se habría negado a creerla.

Por fin, Obi-Wan compartía algo real con él. Hubo momentos, sobre todo al principio de su relación, en los que Anakin cuestionó los motivos de Obi-Wan para tomarle como padawan. Sabía que Obi-Wan lo hizo por deseo expreso de Qui-Gon. Pero ¿era una carga para Obi-Wan, sólo por una promesa hecha a un amigo moribundo? Anakin deseaba más que nada tener con Obi-Wan la misma clase de relación que él tuvo con Qui-Gon. Pero había momentos en los que aquella intimidad le parecía de lo más inalcanzable.

15

C
uando se quedó solo en su camarote, Obi-Wan se refrescó la cara con agua. Alzó la cabeza para mirarse en el espejito que había sobre el lavabo, casi sorprendiéndose al verse tan mayor. Aquel día había regresado de golpe a su infancia, en dos ocasiones, y eso le había dejado confundido y vacilante, como si volviera a ser ese chaval de trece años.

Ver a Andra había sido un placer. Le trajo bonitos recuerdos. La misión de Telos fue peligrosa, pero Obi-Wan la recordaba como la época en la que Qui-Gon y él empezaron a reconstruir los lazos que los habían unido antes de que él abandonase por un tiempo a los Jedi y a su Maestro. Trabajaron juntos como solían hacerlo, y por primera vez desde su regreso al Templo, Qui-Gon le hizo sentirse a gusto. Hizo que se sintiera unido a él, como si esa unión pudiera seguir creciendo. Y así fue.

Pero Kad... Uni, se corrigió a sí mismo.

Ese encuentro había sido mucho menos placentero. No podía olvidar el odio en los ojos de Kad, el sonido de la mesa haciéndose añicos al caer el bastón sobre ella, la certeza de que el chico quería matarlo. Y cómo se había quedado él, esperando el golpe, indefenso, sintiendo que, de alguna forma, recibir ese golpe le ayudaría a superar la muerte de Bruck. Que habría pagado su deuda.

Jamás le contó a Qui-Gon lo ocurrido. No era así como debía pensar o actuar un Jedi. No tendría que haber ido más allá del resultado de su encuentro con Bruck.

Pero, pensó Obi-Wan, parpadeando ante su reflejo, doce años después, seguía sintiéndose mal por aquella muerte.

Obligó a su mente a regresar al presente. Era consciente de lo impresionado que se había quedado su padawan con el
Biocrucero
. Había mucho que admirar. Pero a Obi-Wan le costaba asimilar la filosofía de Uni. Para él, los habitantes del
Biocrucero
no eran más que un montón de idealistas decepcionados. El argumento de Uni de apartarse del resto de la galaxia estaba lleno de ira y amarga decepción.

No le gustaba el cambio que había experimentado Andra. La recordaba como una firme defensora de su planeta. ¿Había llegado Uni en un momento tan bajo de su vida qué consiguió aprovecharse de su amargura y de su impotencia?

Obi-Wan había estado en misiones que al principio le parecieron inútiles. Había visto criminales ganando, claro. Había visto guerras civiles destrozando planetas enteros. Pero también había visto seres uniendo sus fuerzas para luchar por su planeta, triunfando pese a tenerlo todo en contra. La filosofía de Uni no le impresionaba en absoluto. Uni era un cínico oculto tras un velo de idealismo.

También le perturbaba la idea de que todos los que se unían al
Biocrucero
donasen sus riquezas a la tesorería. Andra lo dijo con la mayor despreocupación, pero Obi-Wan no dejaba de preguntarse en manos de quién estaría toda esa fortuna y quién tenía acceso a ella. ¿Kad? ¿Su padre? Obi-Wan seguía sin fiarse de Vox Chun. No podía olvidar el papel que había tenido en el hundimiento de Telos, a pesar de su supuesta reinserción. Le sorprendía que Andra hubiera sepultado ese recuerdo. Parecía haber dejado su sano escepticismo en su planeta natal.

Other books

Mala ciencia by Ben Goldacre
Castle Dreams by John Dechancie
The Masked Monkey by Franklin W. Dixon
End Time by Keith Korman
A Question of Upbringing by Anthony Powell
Undying Hope by Emma Weylin
Savage Heat by Ryan, Nan
Forbidden by Lauren Smith