Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones (8 page)

—Al final fue lo mejor que podía pasar —dijo Garen—. La verdad es que el Consejo hizo bien cerrando el programa de pilotos de caza. Una flota de ese tipo de naves nos habría traído problemas.

—¿Estás diciendo que hubo un tiempo en el que los Jedi tenían un programa para pilotos de caza? —preguntó Anakin, atónito ante la noticia.

—Sí, Anakin, hace mucho tiempo, cuando Obi-Wan y yo éramos apenas un poco mayores que tú —respondió Garen riendo.

—¿Y lo cancelaron? —el rostro de Anakin indicaba claramente lo que opinaba de aquella decisión.

—Tuvieron que hacerlo —dijo Garen—, pero tengo que admitir que fue divertido mientras duró.

Anakin contempló la nave.

—¿Corre mucho?

—Tanto como quieras —respondió Garen. Miró a Anakin con curiosidad—. ¿Por qué te gusta correr, Anakin?

En la cara del chico volvió a aparecer aquella expresión soñadora y distante.

—Porque sólo así puedo dejarme atrás a mí mismo —dijo con los ojos fijos sobre la nave.

Garen miró a Obi-Wan. Alzó una ceja. No era una respuesta propia de un Jedi. Obi-Wan frunció el ceño preocupado. Seguía habiendo partes de Anakin a las que no podía llegar.

No.
Acabarás
llegando
a
ellas.
Yoda
y
Mace
Windu
se
equivocan.
Qui-Gon
tenía
razón.
Anakin
no
es
demasiado
mayor
para
aprender.

Garen apoyó la mano en el hombro de Anakin.

—Ven, te enseñaré la nave.

—Esperamos nuestro transporte a Hilo —dijo el chico con tono decepcionado—. No creo que mi Maestro me deje.

—Pues yo creo que sí te dejará —dijo Garen—. Porque yo soy vuestro transporte a Hilo.

Anakin no podía creerse la suerte que había tenido. Una sonrisa de felicidad le iluminó la cara y subió corriendo por la rampa.

Garen cogió el equipo de supervivencia de Obi-Wan.

—Parece muy joven —comentó.

Obi-Wan suspiró.

—Cada día que pasa crece más.

***

Salieron del hiperespacio entre el brillo de las estrellas. Era el momento favorito de Anakin, y Obi-Wan lo sabía. Contempló el rostro del chico, interesadísimo en la forma en que Garen pilotaba su nave hacía la atmósfera de Hilo.

Garen soltó un silbido de admiración.

—Allí está.

Ante ellos apareció la nave más grande que Obi-Wan había visto nunca. Parecía formada por muchas naves juntas, fabricada de distintos metales, remaches y enganches, y el color verde apagado se mezclaba con un color plata resplandeciente y un negro brillante. Avanzaba a trompicones en una órbita lenta y perezosa alrededor del planeta.

—Primero habrá que aterrizar en Hilo y coger allí un transporte hasta la nave —dijo Garen—. Al parecer no permiten que los extraños aterricen directamente en ella.

—Jamás había visto nada igual —dijo Anakin. Se levantó del asiento para acercarse al mirador de la cabina, sonrió y miró con malicia a Obi-Wan—. Se parece a las cosas que fabrico yo.

Obi-Wan no tuvo más remedio que estar de acuerdo. La nave tenía el aspecto rechoncho y destartalado de las construcciones con que se entretenía Anakin.

La plataforma de aterrizaje se alzaba en lontananza, con un carguero ligero estacionado en un lateral. Al acercarse, Obi-Wan vio que estaban llenándolo de suministros.

Garen aterrizó perfectamente, como siempre. Ayudó a Anakin y a Obi-Wan a coger sus cosas y los guió hasta la rampa.

Obi-Wan y Garen intercambiaron una cariñosa mirada de despedida, una mirada que se habían dirigido a menudo a lo largo de los años.

—Que la Fuerza te acompañe —dijo Garen—. Si lo necesitáis os puedo llevar de regreso. Estaré un tiempo por este cuadrante.

—Que la Fuerza te acompañe —le dijo Obi-Wan.

Garen se dio la vuelta y subió por la rampa. No se giró para despedirse por última vez. Nunca lo hacía. Sólo Obi-Wan sabía que su viejo amigo odiaba las despedidas.

—Ustedes deben de ser el equipo de investigación Jedi —el tono era frío y comercial. Obi-Wan se giró y vio a un humano alto, que se estaba quedando calvo, y que llevaba un monotraje de color azul claro.

—Soy Obi-Wan Kenobi, y éste es Anakin Skywalker —respondió el Jedi.

—Me llamo Nort Fandi —dijo el hombre—. Soy el piloto del carguero. Tenemos la salida programada. Suban a bordo. No nos gusta demorarnos en otros planetas.

En el tono cortante de Nort Fandi no había asomo de amabilidad o buenos modales. Obi-Wan y Anakin subieron al carguero y encontraron unos asientos. Pocos minutos después, Nort Fandi y otros dos miembros de la tripulación se sentaron junto a ellos. Al cabo de unos segundos, salieron en dirección al
Biocrucero
.

—¿Van a llevarnos directamente hasta Uni? —preguntó Obi-Wan a Nort Fandi.

Éste respondió sin darse la vuelta.

—No. Recibirán instrucciones.

Y no volvió a articular palabra. Cuando se acercaron al
Biocrucero
, unas escotillas se abrieron en la enorme nave y Obi-Wan pudo ver la zona de aterrizaje. Nort Fandi introdujo el carguero en el interior. Los motores se apagaron.

Una mujer bajita, con el mismo monotraje de color azul, los esperaba al pie de la rampa.

—Soy Deleta —dijo—. Os llevaré a vuestros camarotes.

—¿Podremos ver a Uni después de eso? —preguntó Obi-Wan.

Deleta les guió hasta la zona de turboascensores.

—Él se pondrá en contacto con ustedes en breve.

Obi-Wan no pudo percibir ni miedo ni ansiedad en los muchos seres con los que se cruzaron camino de sus camarotes. Procedían de toda la galaxia. Algunos llevaban el mismo monotraje azul; otros, túnicas; y algunos lucían los turbantes o pantalones propios de su planeta de origen. Parecían ocupados y tranquilos, y Obi-Wan no tuvo la impresión de que los estuvieran controlando mentalmente. Sus miradas eran transparentes, concentradas, y se fijaban en Obi-Wan y Anakin con curiosidad.

Los cuartos de los Jedi eran pequeños y austeros, pero tenían una pequeña biblioteca compartida, un cubículo para ducharse y hasta un pequeño refrigerador con zumos frescos y cosas de picar.

—En breve les traerán la comida —dijo Deleta—. No se aventuren solos por la nave. Si desean realizar una visita, yo la concertaré en breve.

—¿Cómo puedo ponerme en contacto con Uni? —preguntó Obi-Wan.

—Él mismo se pondrá en contacto con usted en breve —respondió Deleta con toda tranquilidad. Luego se marchó.

***

—¿Qué crees que significará "en breve" en esta nave? —gruñó Anakin. Estaba recostado en su cama, con gesto enfadado—. ¿Un año? ¿Más?

—Ya han pasado dos días —dijo Obi-Wan—. Todas las misiones requieren su tiempo.

Había dicho esas palabras de forma automática. Estaba tan harto como Anakin. Todas las peticiones realizadas para hablar con Uni o para ver la nave habían recibido el mismo: "en breve se pondrán en contacto con usted". Cuando Anakin y él decidieron visitar la nave por su cuenta, fueron escoltados amable y firmemente de vuelta a sus dormitorios, con la excusa de que recibirían una llamada... "en breve".

Al principio, Obi-Wan se mostró reacio a ejercer presión. Eran invitados del
Biocrucero
y no le gustaba empezar una misión teniendo que insistir en algo. Pero él también tenía sus límites, y esa situación los sobrepasaba.

Obi-Wan pulsó el botón de la consola de comunicaciones de la pared. Como siempre, una voz neutra y agradable respondió al otro lado.

—¿En qué puedo ayudarle?

—Quisiera dejar un mensaje para Uni —dijo Obi-Wan.

—Él se pondrá en contacto con usted en breve...

—Bien. Pues entonces infórmele de que si no se reúne con nosotros en diez minutos, llamaré a mi nave para que venga a buscarnos y todo el poder del Senado se desatará contra el
Biocrucero
.

Obi-Wan no esperó a que hubiera respuesta. Se limitó a cortar la conexión.

Anakin estaba sentado muy recto.

—¿De verdad harías eso?

—Los Jedi no amenazan —dijo Obi-Wan—. Informan. —Se sentó tranquilamente, pero tenía los ojos fijos en el crono. Podía pasar cualquier cosa. Podían encerrarlos allí. O expulsarlos de la nave en el próximo planeta.

Al cabo de ocho minutos exactos, la puerta siseó al abrirse. Vieron a Deleta con la misma expresión neutra.

—Uni los recibirá ahora mismo.

Obi-Wan y Anakin la siguieron por un laberinto de corredores hasta un turboascensor distinto al resto. Les llevó a un piso superior, y salieron a un recibidor desierto.

Deleta se dirigió a una puerta situada al fondo del pasillo. Entraron en una estancia redonda, rodeada de asientos bajos y tenuemente iluminada. La pared, el suelo y los muebles eran de color azul claro. Deleta se marchó, y las puertas sisearon tras ella.

—¿Crees que estamos en los aposentos privados de Uni? —preguntó Anakin en voz baja.

—Es bastante probable —respondió Obi-Wan.

Las puertas se abrieron tras él, y el Jedi se volvió para ver entrar a un humano alto y esbelto. Tenía el pelo cortísimo y tan blanco como una luna. Los ojos eran de un color azul claro.

—Soy Uni —dijo.

Pero Obi-Wan supo al momento que era Kad Chun.

13

O
bi-Wan se sintió como si alguien le apretara la garganta. De no ser porque tenía los dos pies clavados en el suelo, habría jurado que se había tambaleado.

—Kad Chun —dijo en voz alta, como aturdido.

Kad le miró sorprendido. Le costó recuperar la compostura.

—Obi-Wan Kenobi. Ahora soy Uni.

Kad se acercó hasta Obi-Wan más de lo que éste habría deseado. Sus ojos claros parpadearon mientras comprobaba los rasgos de madurez en el Jedi, que a su vez recordó la cara llena de odio del chico en la sala de vistas del Senado.

—Te han enviado a ti.

—Sí.

—Supongo que no saben quién soy.

—No.

—Kad Chun ya no existe.

La curiosidad de Obi-Wan superó su cautela.

—¿Cómo llegaste hasta aquí?

Kad se giró y comenzó a pasear por la sala. No miró a Anakin ni una sola vez, pero el chico no le quitaba ojo.

—Tras aquella vista, mi padre y yo volvimos a Telos. Llevábamos una vida tranquila, recuperándonos de nuestra doble tragedia, puesto que él había perdido a un hijo y yo a un hermano, y el Senado demostró ser incapaz de hacer justicia con su asesino.

Obi-Wan dio un respingo, pero Uni no le miró. Se limitó a seguir paseando, cogiendo algún objeto de vez en cuando, para observarlo y volverlo a depositar en su sitio.

—Pasaron muchas cosas buenas en Telos. Creo que tú estuviste allí al principio. Se formó un gobierno nuevo y empezamos a recuperar nuestros recursos naturales. Pero con los años se hizo patente que la corrupción que acabó con nuestras instituciones y nuestro gobierno estaba más arraigada de lo que suponía el buen pueblo de Telos. El poder estaba lleno de gente interesada; Telos inició su decadencia. Las empresas privadas se apoderaron de nuestros recursos naturales y los agotaron.

—Lo lamento mucho —dijo Obi-Wan.

—Me encontré en cierta posición de liderazgo —prosiguió Kad—. La gente me escuchaba. Sabía que era demasiado tarde para salvar a Telos. Estábamos perdiendo el tiempo. No podríamos derrocar a esa clase de poder. Si queríamos salvar la poca responsabilidad y honor que quedaba en Telos, había que llevarse a los últimos. Y así lo hicimos. Fletamos una nave en la que metimos también plantas y minerales. Viajamos por toda la galaxia. No buscamos otro planeta. No lo necesitábamos. En nuestros viajes, nos dimos cuenta de que la situación de Telos no era única. Hay muchísimos planetas corruptos en la galaxia. Los seres más nobles alzan sus voces, pero son reprimidos. Nosotros los acogemos aquí. La nave inicial comenzó a crecer. Tenemos a los científicos más brillantes, a los mejores innovadores, profesores, poetas, músicos, médicos. Todos creemos que, dado el estado de la galaxia, la única salida que nos queda a los que somos mejores es desvincularnos completamente de ella. Cuando la galaxia se destruya a sí misma, seremos la base para una nueva comunidad.

Kad se volvió al fin. Sus ojos azul claro brillaban de fervor.

—Así que ya veis que aquí no tenemos a nadie contra su voluntad. Pueden irse en cuanto quieran. Estamos trabajando en un combustible renovable que pueda fabricarse sin salir de la nave, pero aún no lo hemos conseguido. Por eso debemos parar de vez en cuando. Tenemos la esperanza de llegar a ser completamente autosuficientes. Así no necesitaremos mantener contacto con otros planetas. Pero hasta entonces tendremos que lidiar con las aburridas exigencias del Senado. Es algo que considero un insulto a la inteligencia de todos los pobladores de la nave. Pero, aun así, cooperaré.

—¿Nos dejarás visitar la nave?

Kad asintió.

—Concertaré una visita para que podáis haceros una idea. Después tendréis vía libre para inspeccionar a vuestro aire.

—¿Podemos hablar con tus seguidores?

Kad frunció el ceño.

—Yo no utilizo la palabra "seguidores".

—¿Estos seres están aquí por tu filosofía?

—Una filosofía que ellos han hecho propia —Kad alzó una ceja—. ¿Y qué pasa con los Jedi? ¿Acaso somos tan distintos de vosotros? La única diferencia es que el Senado no envía a alguien para investigaros.

—Somos muy diferentes. Nosotros llevamos vidas de contemplación, pero también de compromiso —dijo Obi-Wan en el tono que adoptaba cuando estaba enfadado—. Nosotros no nos aislamos ni abandonamos la galaxia.

—Sí, seguís pensando que podéis hacer el bien —dijo Kad en tono desafiante—. Todos y cada uno de los habitantes de esta nave se sintieron así alguna vez.

Obi-Wan se dio cuenta de que la mejor estrategia que podía seguir era mantenerse al margen. Sabía que era inútil discutir con Kad y que la actitud de éste era una pose. Intentaba provocar a Obi-Wan. Sin duda, Chun sabía que la tranquilidad del Jedi también era una máscara.

—Lamento que consideres este proceso insultante —dijo Obi-Wan con mucho tacto—. Pero debes darte cuenta de que hay seres por toda la galaxia que se encuentran de pronto teniendo que asumir la desaparición de un familiar. La comunicación es poco frecuente.

—Eso es porque nadie comprende nuestra forma de ver las cosas —dijo Kad con impaciencia—. Pero todos los que están aquí son adultos y capaces de tomar sus propias decisiones. Y ahora, sugiero que tu "seguidor" y tú os dirijáis al puente, donde encontraréis un guía que os enseñará la nave. Coged el turboascensor a la planta cuarta y allí os recibirá.

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