Read La tumba de Hércules Online

Authors: Andy McDermott

Tags: #Aventuras

La tumba de Hércules (13 page)

—¡Cierra las piernas! —fue todo lo que pudo gritar Chase mientras pasaban rápidamente a su lado.

Su codo se salvó de chocar con el espejo retrovisor por un centímetro… y la caja de madera arañó el lateral del vehículo.

—¡Eso es lo que pasa cuando no se señaliza! —le chilló Chase.

El tráfico de delante se había parado en el semáforo. Tenía que girar en el cruce…

Una cacofonía de bocinas detrás de él atrajo su atención.

—¿Qué ha sido eso?

Sophia miró hacia atrás.

—¡Creo que tenemos compañía!

Chase se arriesgó a echar un vistazo. Un coche… no, dos coches se habían subido a la acera y aceleraban, adelantando al tráfico parado. Los peatones saltaban para esquivarlos. Las fuerzas de seguridad de Yuen se habían hecho también con unos vehículos.

—¡Bueno, esto es genial, joder!

Llegaron al cruce y Chase extendió una pierna para equilibrar el ciclomotor al inclinarse y girar.

Venían coches en sentido contrario en el cruce, las luces los deslumbraron…

Chase se inclinó más y su talón rozó el suelo. La moto se tambaleó y amenazó con caer antes de que su conductor lograse recuperar el control, justo a tiempo para pasar velozmente delante de un coche. Su retrovisor delantero golpeó una esquina de la caja de madera y desprendió astillas por todas partes.

—¡Jesús! —gritó ahogadamente Sophia.

Chase luchó por mantener la moto erguida mientras la guiaba entre dos carriles más de vehículos. Escuchó derrapes de neumáticos y otro rosario de enojados bocinazos. Un vistazo en el retrovisor redondo de la moto le informó de que todavía los perseguían dos coches, conduciendo entre el tráfico en sentido contrario.

Y había otra luz blanca entre todas las rojas encendidas: un faro de una motocicleta que se unía a la caza. Una moto de verdad, no como el juguetito cutre de cincuenta centímetros cúbicos con el que ellos se tenían que apañar.

El tráfico volvió a reducir su velocidad. Chase miró hacia delante. Semáforos en rojo, otro cruce. La calle por la que iba se incorporaba a una más ancha por la que pasaban zumbando buses y camiones.

Y un cartel iluminado sobre la acera: la boca de una estación de metro.

—¡Agárrate!

Cerró con fuerza las manos sobre las palancas de freno y la moto tembló mientras se desprendía de toda su inercia. Un extremo del manillar rozó un coche, causando un aullido de protesta de su conductor. Chase lo ignoró y condujo la moto entre el tráfico hasta llegar a la acera, entonces se subió al bordillo. La gente los miró sin poder creerse lo que veía y solo se apartó cuando cayó en la cuenta de que realmente pensaban circular por la acera. El zumbido quejumbroso del pequeño motor de la moto reverberó, chirriante, al pasar delante de los escaparates. La calle estaba llena de personas, aunque fuese de noche.

—¡Están acercándose! —le advirtió Sophia.

Como el tráfico del otro lado de la calle estaba parado por los semáforos, sus perseguidores tenían vía libre.

El cruce estaba justo delante y el tráfico lo atravesaba velozmente. La entrada del metro se abría en una esquina.

—¡Se avecinan baches! —le avisó Chase.

Se puso de pie sobre los estribos de la moto. Sophia hizo lo mismo, aferrada a su espalda.

Los escalones de cemento resonaron bajo la moto mientras bajaban y entraban en el paso subterráneo. Los peatones se fueron cayendo detrás de ellos.

La moto aterrizó en el suelo con un «¡bam!». Chase hizo una mueca cuando su trasero golpeó el fino acolchado del asiento, pero reprimió el dolor y giró el acelerador para abrirse camino entre la muchedumbre. Encontró el botón de la bocina y lo pulsó. El sonido era tan anémico y molesto como el del motor, pero cumplió su función, pues la gente se apartó de su camino.

Para alivio suyo, justo delante había una rampa que subía hasta el otro lado del cruce. Aceleró el motor e hizo sonar la bocina en un
staccato
frenético para despejar el camino.

—¿Todo bien ahí atrás? —le gritó a Sophia.

—¡Oh, es como en los viejos tiempos! —respondió ella, sarcásticamente.

Chase sonrió.

—¡Pero si lo estás disfrutando! —le dijo, mientras llegaban de nuevo al nivel de la calle.

Buscó a sus perseguidores detrás.

El primer coche apareció cruzando los carriles de tráfico de la carretera principal, evitando milagrosamente colisionar con varios coches gracias a un frenazo. El segundo cruzó el primer carril…

El bestial morro plano de un camión articulado se empotró lateralmente contra él. El coche volcó y cayó sobre su techo. El habitáculo quedó totalmente aplastado y hubo un halo explosivo de cristales rotos.

—¡Uno menos! —canturreó Chase.

En el espejo vio que el camión hacía la tijera y se paraba, bloqueando el cruce. Al menos nadie más iba a poder seguirlos…

Excepto el tipo que iba en moto. Su luz solitaria se abrió camino entre el montón de coches detenidos y aceleró en su dirección.

Como el tráfico se encontraba parado detrás, los siguientes cien metros del lado de la calle donde estaba Chase estaban vacíos. Condujo hasta bajarse de la acera y apretó el acelerador.

Pero el primer coche y la moto también tenían vía libre y podían ir mucho más rápido que ellos. Los faros se reflejaron en su espejo.

No iba a poder dejarlos atrás, y eso lo obligaba a usar mejores estrategias que ellos.

Un callejón oscuro entre dos edificios cada vez más y más próximos…

Chase no tuvo ni que decirle a Sophia que se sujetase… Ella ya había adivinado lo que estaba a punto de hacer y se había agarrado más fuerte aún a él. Hizo girar la moto con todas sus fuerzas y el manillar tembló bajo sus manos. El estribo rozó la carretera y casi los arroja del vehículo.

Chase tiró del manillar. La moto dio un bandazo y la fuerza centrífuga volvió a colocar en posición vertical tanto al ciclomotor como a sus ocupantes. Luchó con la dirección para intentar que la moto fuese recta y no se empotrase contra la pared.

El espejo que sobresalía lateralmente chocó contra el ladrillo, se desprendió y pasó dando vueltas a su lado. Pero la moto logró evitar la pared por un centímetro escaso.

Se enderezó. A los lados se erguían edificios antiguos, un batiburrillo confuso de casas que colindaban con propiedades comerciales. El callejón estaba sembrado de basura, cajas vacías y palés, y hasta había cuerdas de tender la ropa que lo cruzaban.

Una luz brilló detrás de ellos, acercándose. Chase miró hacia atrás. También el coche había conseguido girar y los perseguía. La moto se pasó el callejón, sin duda pretendiendo tomar el siguiente cruce para interceptarlos.

Aceleró, pero con dos pasajeros la motocicleta no podía competir con la velocidad del coche. Su motor rugió detrás de ellos…

Sophia chilló cuando el coche los empujó por detrás y hasta Chase dejó escapar un grito involuntario. Recuperó el control, pero el coche los golpeó de nuevo, con más fuerza. La parte superior de la caja de madera se abrió y aleteó sobre sus bisagras.

—¿Qué hay en la caja? —berreó Chase.

—¿Qué?

—¡En la caja! ¿Hay algo dentro?

Sophia se giró.

—¡Comida!

—¡Tírasela!

Le habría parecido normal que le preguntase por qué pero, en lugar de eso, Sophia obedeció y le arrojó el contenido de la caja al automóvil, como si fuesen granadas de papel. Las bolsas de arroz cocido y de fideos se rompieron en el parabrisas y se esparcieron pegajosamente sobre el cristal.

El vehículo se rezagó por las dificultades de visión del conductor. Chase echó un vistazo. El conductor puso en marcha los limpiaparabrisas y la comida embadurnó el cristal. Pero le bastarían unos segundos para limpiarlo.

Volvió a mirar hacia delante y advirtió que una cuerda de tender la ropa se cruzaba en su camino, y que el callejón se estrechaba detrás de él…

Sophia se quedó sin munición.

—¡Eddie!

—¡Espera!

Levantó una mano cuando la moto pasó bajo la cuerda, arrancó una camisa de las pinzas y la lanzó por encima de la cabeza de Sophia. La prenda aterrizó en el parabrisas del coche y se pegó a la viscosa mezcla, bloqueando la visión del conductor.

Chase efectuó un viraje brusco hacia la izquierda para evitar una desordenada pila de barriles y de tablas rotas. El coche los siguió. El copiloto avistó el obstáculo y le chilló al conductor cegado para que lo esquivara…

Pero la advertencia no llegó a tiempo y chocaron contra la esquina de un edificio del otro lado del callejón.

El coche se paró abrupta y definitivamente. Los dos hombres salieron catapultados a través del parabrisas, entre una lluvia de cristal y sangre.

—¡Deberían haberse puesto el cinturón! —dijo Chase cuando llegaron al final del callejón y giraron rápidamente para incorporarse al tráfico.

Pasó velozmente entre más coches y autobuses, que se desplazaban lentamente. La peste de los tubos de escape le picaba en la nariz.

—Ya no queda mucho…

La moto apareció de repente desde una calle lateral y se cruzó con ellos. El conductor trató de agarrar a Sophia.

—¡Mierda!

Chase frenó con fuerza y viró para alejarse de la moto, pasando delante de una caravana que no se paró a tiempo y golpeó la caja de madera, dejando sus trozos esparcidos sobre el asfalto. Fuera de control, la motocicleta derrapó y se empotró contra un lateral de otro coche. El codo de Chase se incrustó en él con la fuerza suficiente como para agrietar la ventanilla.

—¡Eddie, sigue! —gritó Sophia.

El conductor de la moto, uno de los guardias de seguridad uniformados de Yuen, agitó una pistola para parar el tráfico y que le dejasen pasar.

Gruñendo de dolor, Chase apartó la maltrecha moto del coche y buscó la forma de escapar. No había nada a la vista. A un lado de la calle divisó un centro comercial, iluminado todo él con vallas y neones brillantes.

El hombre de la moto ya estaba en su carril y los perseguía, pistola en ristre…

Chase revolucionó el motor y giró la moto, que petardeaba, hacia el centro comercial, zigzagueando entre los otros coches. Escuchó el sonido de una colisión detrás de él. El tipo de la moto iba a tener que rodear el accidente, pero solo le llevaría unos segundos recuperar ese tiempo.

Puertas de cristal delante de ellos. Esperaba que fuesen automáticas…

Se abrieron justo a tiempo y las traspasaron zumbando con poco más de un centímetro de margen por cada lado del manillar. Los compradores se apartaron de su camino.

—¡Continúan detrás! —advirtió Sophia.

Chase no necesitó mirar para saber que el conductor de la moto también había entrado en el centro comercial porque el sonido de su motor resonaba bajo el estridente tartamudeo del suyo.

No había adónde ir, solo un tramo de escaleras mecánicas que conducía al piso superior y la entrada a unos grandes almacenes…

Chase apretó los dientes e hizo pasar la moto entre las puertas. Sintió que la pequeña moto resbalaba cuando la superficie bajo las ruedas cambió: las baldosas dieron paso a una moqueta barata violeta. Los percheros de la ropa volaron por los aires, las mujeres chillaron y saltaron para apartarse mientras él hacía sonar la débil bocina.

Notó que Sophia cambiaba de posición detrás.

—¿Qué estás…?

Ella tiró de la ropa de unos percheros grandes al pasar a su lado. El perchero se desequilibró y se cayó al suelo detrás de ellos. Chase oyó clavarse los frenos de la moto y después una maldición en chino cuando su conductor chocó con él y la moto volcó, aterrizando con un crujido escalofriante sobre el hombre.

—¡Bien hecho! —le gritó.

—Soy algo más que una cara bonita, ¿recuerdas?

—Sí, me acuerdo.

Salieron por el otro lado de la tienda y llegaron a un gran atrio. Chase seguía sin poder ver la salida.

—¿Cómo se sale de aquí?

—Por allí —le dijo Sophia, señalando una rampa en el otro lado del atrio.

Chase condujo hacia donde le indicaba, con el dedo en el botón de la bocina.

—¡Apartaos de mi maldito camino! —le gritó a un grupo de personas ociosas que le bloqueaban el paso y que ignoraban que se les aproximaba rápidamente una moto.

Sophia le hizo subir por la rampa, siguiendo las señales de salida. El personal de seguridad del centro comercial respondió por fin al caos y trató de cerrar las puertas y de atrapar a los ocupantes de la moto en el interior. Chase sacó la pistola y disparó una única vez al techo, lo que hizo que los guardias reconsideraran sin tardanza sus acciones y que huyesen para ponerse a cubierto mientras él salía a una calle.

Tenía una idea bastante aproximada de dónde estaban… Mei lo había traído por esa parte de la ciudad cuando lo había recogido. No estaban lejos de la estación del Maglev. Volvió a incorporarse al tráfico y aceleró por la carretera. Ahora la mayoría de los edificios que tenían a ambos lados eran bloques de pisos. Giró de nuevo para entrar en una carretera más ancha…

Oyeron un estruendo que provenía del cielo y después un haz de luz blanca brillante los rodeó. El foco de un helicóptero.

—¿Es la policía? —gritó.

El helicóptero se aproximaba volando bajo sobre la calle y el viento creado por los rotores golpeaba con fuerza a su alrededor.

—¡Peor! —le contestó Sophia con otro grito—. ¡Mi marido!

—¡Chase! —tronó Yuen con la voz amplificada mediante un altavoz—. Detenga la moto y suelte a mi esposa, ¡ahora!

—¿Te parece buena idea? —preguntó Chase. Sophia negó con la cabeza—. A mí tampoco.

Aceleró la moto entre la miríada de coches, metiéndose por cada huequecito que encontraba. El foco los seguía como el dedo amenazador de Dios.

—¡Chase! ¡Última advertencia! ¡Párese ahora mismo!

—¡Sigue! —le ordenó Sophia—. ¡Ya casi estamos! Y él está en el helicóptero… ¿qué puede hacer?

La respuesta llegó un momento después cuando el helicóptero descendió aún más y rugió encima de ellos, superando por poco la altura de las farolas y los cables telefónicos. El foco cegador los iluminaba de nuevo.

Chase entornó los ojos para evitar su brillo y esquivó por poco la parte de atrás de un coche que frenó bruscamente cuando su conductor se vio cegado. Adivinó lo que Yuen tenía en mente: el helicóptero, delante de ellos, se dirigía hacia la explanada que había fuera de la estación, o bien para planear sobre ella y bloquearles el camino, o para aterrizar y que más hombres pudieran perseguirlos.

Other books

The War for the Waking World by Wayne Thomas Batson
Destined by Gail Cleare
A Promise Is for Keeping by Felicity Hayle
Foolish Notions by Whittier, Aris
The Grafton Girls by Annie Groves