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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

Amor bajo el espino blanco (3 page)

Huan Huan se escapó de la mano de Jingqiu y entró corriendo en el edificio. Jingqiu supuso que el acordeonista debía de ser el tío de Huan Huan, Mayor Tercero, el tercer hijo del señor Zhang. Sentía curiosidad. ¿Se parecería más ese tercer hijo al mayor, Sen, o al segundo, Lin? Tenía la secreta esperanza de que se pareciera más a Sen. Una música tan deliciosa era imposible que brotara de las manos de un hombre como Lin. Sabía que estaba siendo injusta con él, y sin embargo…

Capítulo 2

Apareció un joven que llevaba en brazos a Huan Huan. Vestía una chaqueta de algodón azul oscuro que le llegaba hasta las rodillas, que debía de ser el uniforme de la unidad geológica. El cuerpecito de Huan Huan le ocultaba casi toda la cara, y hasta que no estuvo casi delante de él y no hubo dejado al niño en el suelo no pudo verle las facciones en detalle.

Su mirada racional le dijo que no eran los rasgos de un trabajador típico. Su cara no era de un rojo negruzco, sino blanca; su figura no era robusta «como una torre de acero», sino esbelta. Y tenía las cejas pobladas, pero no como en los carteles de propaganda, en los que estas se veían inclinadas, sino hacia arriba, como dos dagas fuera de su funda.

Jingqiu se acordó de una película rodada la víspera de la Revolución Cultural y titulada
La joven generación
. En ella había un personaje que tenía «una manera de pensar atrasada», como se decía en la época. Mayor Tercero no se parecía en nada a un revolucionario ni a un soldado valeroso —parecía más bien un vulgar capitalista—, y Jingqiu se dio cuenta de que admiraba lo que había en él de no revolucionario.

Notaba cómo se le aceleraba el corazón y se iba poniendo nerviosa, y de repente se sintió avergonzada de su aspecto y sus ropas. Llevaba una vieja camisa de algodón acolchada que había sido de su hermano y que parecía un traje estilo Mao, aunque la chaqueta solo tenía un bolsillo. Era de cuello alzado y corto, y el cuello de Jingqiu era especialmente largo. Estaba convencida de que parecía una jirafa. Como su padre había sido enviado a un campo de trabajo cuando ella era joven, Jingqiu y sus dos hermanos habían tenido que sobrevivir con la paga de su madre. Siempre iban cortos de dinero, de manera que Jingqiu llevaba las ropas de su hermano mayor.

No recordaba haber sido nunca tan consciente de la ropa que vestía; para ella era una novedad preocuparse por causar una mala impresión. No se había sentido tan insegura en mucho tiempo. Cuando estaba en la escuela primaria y la secundaria, los demás alumnos se metían con ella, pero en cuanto llegó al último curso ninguno de ellos se atrevió a mirarla a los ojos. Los muchachos de su clase parecían tenerle miedo y se ruborizaban cuando les hablaba, por lo que jamás se paraba a pensar si les gustaba su aspecto o su manera de vestir. Eran unos idiotas, nada más que una pandilla de monstruitos.

Pero el hombre que tenía delante la ponía tan nerviosa que le dolía el corazón. Iba bien vestido. Llevaba una camisa blanca resplandeciente cuyas mangas asomaban por debajo de su sobretodo azul sin abotonar. La camisa, tan blanca, tan pulcra y planchada, debía de ser de poliéster, algo que sin duda Jingqiu no podía permitirse. Llevaba un jersey gris arroz que parecía de confección casera, y Jingqiu, a la que se le daba bien el punto, se dio cuenta de que el patrón era complicado. Calzaba unos zapatos de cuero. Ella bajó la mirada a sus descoloridos «zapatos de la Liberación» y se dijo: «Es rico, yo soy pobre, es como si procediéramos de mundos distintos».

También ponía una leve sonrisa mientras le preguntaba a Huan Huan:

—¿Es esta la tía Jingqiu? —Y dirigiéndose a ella, añadió—: ¿Has llegado hoy?

Hablaba en mandarín, no el dialecto del condado ni tampoco el dialecto urbano de Jingqiu, y esta se preguntó con quién hablaría mandarín en aquella aldea. El mandarín de Jingqiu era excelente, y a resultas de ello se encargaba de los programas de radio de su escuela, y a menudo la escogían para que leyera en voz alta en reuniones y acontecimientos deportivos. Pero le daba vergüenza hablarlo, pues, aparte de cuando conversaba con gente de fuera del condado, no se utilizaba en la vida cotidiana. Jingqiu no entendía por qué aquel hombre se dirigía a ella en mandarín, y como respuesta apenas emitió un breve «mmm».

—¿Mi camarada escritora ha llegado por Yiling o por Río Yanjia? —le preguntó él en un mandarín melódico.

—No soy escritora —replicó Jingqiu, azorada—. No me llames así. He venido por Yiling.

—Entonces debes de estar agotada, pues habrás tenido que venir andando desde la ciudad. Por ese camino no pasa ni un tractor. —Mientras hablaba tendió las manos hacia ella—. Coge un caramelo.

Jingqiu vio que tenía en la mano dos caramelos envueltos en papel. No eran como los que podía comprar en el mercado de su barrio. Tímidamente negó con la cabeza.

—No, gracias. Dáselos al pequeño.

—¿Y tú? ¿No eres también pequeña? —Sin duda la miraba como si fuera una niña.

—¿Yo? ¿Es que no has oído que Huan Huan me llamaba tía?

El hombre se echó a reír. A Jingqiu su risa le gustó mucho. Hay personas que solo mueven los músculos faciales cuando ríen, y su boca parece feliz al tiempo que sus ojos no lo están, y al final ponen una expresión fría y distante. Pero mientras él reía, en ambos lados de la nariz se formaron unas pequeñas arrugas, y sus ojos bizquearon levemente. Era una risa que le brotaba de lo más hondo, en absoluto burlona. Era una risa sincera.

—No hay que ser una niña para comer caramelos —dijo, tendiéndole de nuevo la mano—. Toma, no hay que tener vergüenza.

Jingqiu no tenía más elección que aceptar el caramelo, aunque antes dijo:

—Lo cogeré para Huan Huan.

Huan Huan se le acercó corriendo, implorándole que lo llevara en brazos. Jingqiu no sabía qué había hecho para ganarse su afecto tan fácilmente, y se sintió un poco sorprendida. Lo levantó y le dijo a Mayor Tercero:

—Tía Zhang quiere que vengas a cenar, será mejor que nos marchemos.

—Deja que te lleve tu tío —dijo Mayor Tercero—. Tu tía se ha pasado el día caminando y debe de estar muy cansada.

Cogió a Huan Huan de los brazos de Jingqiu y le hizo seña de que fuera delante. Ella se negó, pues temía que él la observara por la espalda y considerara su manera de andar poco atractiva, o se diera cuenta de que sus ropas no eran de su talla. Así que dijo:

—Ve tú primero. Yo… yo no sé el camino.

Él no insistió, y con Huan Huan en brazos pasó delante y permitió que Jingqiu lo siguiera. Ella lo observó y se dijo que caminaba como un soldado bien entrenado, marchando con las piernas rectas como palos. No se parecía a ninguno de sus hermanos y era como si hubiera nacido en una familia completamente distinta.

—¿Eras tú el que tocaba el acordeón hace un momento? —le preguntó Jingqiu.

—Mmm, ¿me has oído? Te habrás dado cuenta de todos mis errores.

Jingqiu no le veía la cara, pero adivinaba que estaba sonriendo. Tartamudeó:

—Yo… No, ¿qué errores? De todos modos, yo tampoco toco en serio.

—Tanta modestia solo puede significar una cosa: que eres una experta a pesar de tu edad. —Se detuvo y dio media vuelta—. Pero los niños no deben mentir… Así que sabes tocar. ¿Has traído alguno? —Como Jingqiu negó con la cabeza, él dijo—: Entonces vamos a buscar el mío, puedes tocar algunas cancioncillas para mí.

Sobresaltada, Jingqiu movió las manos violentamente.

—No, no. No se me da bien. Tú tocas… estupendamente. Yo no quiero tocar.

—Muy bien, entonces otro día —dijo, y echó a andar otra vez.

Jingqiu preguntó:

—¿Cómo es que la gente de por aquí conoce la canción de «El espino»?

—Es una canción famosa. Fue popular hace cinco o diez años, mucha gente la sabe. ¿Conoces la letra?

Los pensamientos de Jingqiu habían pasado de la canción al espino que habían visto en lo alto de la montaña.

—La canción dice que los espinos tienen flores blancas, pero hoy el señor Zhang ha explicado que el espino de la montaña tiene flores rojas.

—Sí, hay espinos que tienen flores rojas.

—Pero en ese árbol en concreto, ¿no es porque la sangre de aquellos valientes soldados regó las raíces del árbol y convirtió las flores en rojas? —Se sintió un poco estúpida. Pensó que él debía de estar riéndose, así que le preguntó—: Te ha parecido una pregunta idiota, ¿verdad? Solo quería tenerlo claro, pues estoy escribiendo un libro de texto y no quiero incluir ninguna mentira.

—No tienes por qué mentir. Debes escribir todo lo que la gente te cuente. Si es verdad o no, bueno, no es tu problema.

—¿Crees que las flores son rojas por la sangre de los soldados?

—No lo creo, no. Desde un punto de vista científico, sería imposible, deben de haber sido siempre rojas. Pero eso es lo que cuenta la gente de por aquí, y naturalmente la historia es bonita.

—¿Así que crees que todo el mundo por aquí cuenta mentiras?

Él se rio.

—No es que cuenten mentiras, solo son un poco poéticos. El mundo existe objetivamente, pero cada uno lo experimenta de manera distinta, y si observas el mundo a través de la mirada de un poeta, lo ves de una manera distinta.

Jingqiu se dijo que aquel hombre podía llegar a ser bastante «literario», o como decía el rey de los errores ortográficos de su clase, «frititario».

—¿Alguna vez has visto un espino en flor?

—Ajá. Siempre florece en mayo.

—Vaya, me voy a finales de abril, así que no lo veré.

—Siempre puedes volver de visita. Cuando este año florezca, te lo haré saber y puedes venir a verlo.

—¿Cómo me lo harás saber?

Él volvió a reír.

—Siempre hay una manera.

No era más que una promesa hueca. Había pocos teléfonos. La Escuela Secundaria n.º 8 solo tenía uno, y si querías hacer una llamada a larga distancia tenías que ir hasta la oficina de comunicaciones que estaba en la otra punta de la ciudad. Un lugar llamado Aldea Occidental probablemente no tenía ni uno.

Él parecía estar dándole vueltas al mismo problema.

—En la aldea no hay teléfono, aunque siempre puedo escribirte una carta.

Si él le escribiera una carta, sin duda su madre la cogería primero, y desde luego le daría un susto de muerte. Desde que era pequeña su madre le había dicho que un solo desliz abre todo un camino de penalidades. Aun cuando su madre nunca había llegado a explicarle qué significaba «desliz», Jingqiu intuía que el simple hecho de tener contacto con un muchacho era suficiente.

—No me escribas ninguna carta —dijo—. ¿Qué pensaría mi madre si la viera?

Él se dio la vuelta.

—No te preocupes, si no quieres que te escriba, no te escribiré. Los espinos no florecen solo una noche. El árbol está en flor durante un tiempo. Solo tienes que escoger un domingo de mayo, venir y echar un vistazo.

En cuanto llegaron a la casa de Zhang, Mayor Tercero dejó a Huan Huan en el suelo y entró con Jingqiu. Toda la familia había vuelto. Fen fue la primera en presentarse, y luego presentó a todos los demás: este es mi hermano pequeño, esta es mi cuñada. Jingqiu fue repitiendo: hermano, cuñada, y todo el mundo sonrió, felices de tenerla con ellos.

Fen señaló a Mayor Tercero y dijo:

—Este es mi hermano tercero, dile hola.

Jingqiu obedeció y le saludó, «hermano tercero», y todos se rieron.

Jingqiu no entendió cuál era la gracia y se sonrojó.

Mayor Tercero le explicó:

—En realidad no soy de la familia. Me alojé con ellos igual que ahora tú, pero les gusta llamarme así. Aunque no hace falta que tú me llames así. Mi nombre es Sun Jianxin. Puedes llamarme por mi verdadero nombre o por el que utilizan todos los demás, Mayor Tercero.

Capítulo 3

Al día siguiente, la Asociación para la Reforma Educativa de la Escuela Secundaria n.º 8 de Yichang se puso a trabajar. En sucesivos días y semanas entrevistaron a aldeanos, escucharon sus historias de la guerra contra los japoneses, que eran «una aldea modelo para el estudio de la agricultura», de cómo habían luchado contra tal y tal capitalista en el poder. A veces iban a visitar lugares de importancia histórica.

Cuando acababan las entrevistas del día, los miembros de la asociación comentaban juntos lo que iban a escribir y quién iba a escribir cada cosa. Se dividían y cada uno redactaba una parte, y luego se reunían y leían en voz alta lo que habían escrito y anotaban sugerencias para posteriores revisiones. Además de trabajar en el libro de texto, pasaban un día a la semana en el campo con los granjeros de la comuna. La comuna no descansaba los domingos, ni tampoco Jingqiu. Los miembros de la Asociación para la Reforma Educativa se turnaban para regresar a su casa en la ciudad de Yichang a fin de informar de sus progresos, y una vez en casa se permitían descansar un par de días.

Los miércoles y los domingos, la hija segunda de la familia Zhang, Fang, regresaba de su escuela en Río Yanjia. Era más o menos de la misma edad que Jingqiu y, como dormían en la misma cama, rápidamente se hicieron amigas íntimas. Fang le enseñó a Jingqiu a doblar la colcha formando aquel triángulo tan especial, y Jingqiu ayudaba a Fang con sus redacciones. Por las noches se quedaban despiertas hasta tarde, charlando, casi siempre acerca del hermano segundo de Fang, Lin, al que llamaban «Mayor Segundo», y de su hermanastro «Mayor Tercero».

Era costumbre de la aldea que los hijos de cada familia recibieran un apodo acorde con su edad, de manera que al mayor se le llamaba Mayor Primero, al segundo, Mayor Segundo y al tercero, Mayor Tercero. Esta costumbre no se aplicaba a las hijas; para ellas la familia simplemente añadía el término cariñoso
yatou
, o «niña», a sus nombres, con lo que a Fang la llamaban Fang yatou y a Fen, Fen yatou. Esto, naturalmente, tan solo ocurría mientras seguían formando «parte de la familia», pues una vez casadas pasaban a incorporarse a la familia del marido; se decía que una hija casada era como agua derramada.

Fang le dijo a Jingqiu:

—Mamá dice que desde que estás aquí Mayor Segundo se ha vuelto muy trabajador. Viene a casa varias veces al día para traer agua, porque dice que a las chicas de ciudad les gusta lavarse más que a las chicas de campo. Y le preocupa que no estés acostumbrada al agua fría, de manera que cada día hierve un montón de botellas para que tengas agua para beber y lavarte. Mamá está muy contenta: cree que pretende convertirte en su esposa.

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